Las organizaciones religiosas tienen, en la mayoría de los países del mundo, muchísima importancia en la vida política. Pensábamos que, con la secularización social, la religión desparecería del escenario político, pero nos equivocamos. Si en una gran parte del mundo se ha producido lo que alguien denominó la revancha de dios, en referencia al ascenso […]
Las organizaciones religiosas tienen, en la mayoría de los países del mundo, muchísima importancia en la vida política. Pensábamos que, con la secularización social, la religión desparecería del escenario político, pero nos equivocamos. Si en una gran parte del mundo se ha producido lo que alguien denominó la revancha de dios, en referencia al ascenso del islamismo político y de la quiebra de la secularización estatal en muchos países de mayoría musulmana, en otra parte, las religiones persisten en la vida pública por su inmenso poder corporativo.
En Estados Unidos y en Latinoamérica, los evangélicos, en sus diversas corrientes, han impregnado la vida política influyendo en la promoción de ciertos candidatos electorales. Y en algunos países se han vuelto clave en el equilibrio parlamentario, como ha sido el caso de Brasil donde la denominada bancada evangélica ha condicionado las decisiones políticas por décadas. Actualmente, el ascenso del neofascista Bolsonaro ha estado apoyado en la movilización evangélica, pero de igual forma que, en las elecciones de 2002, el apoyo de los evangélicos a Lula fue crucial para su victoria. En otros países latinoamericanos el evangelismo y también el catolicismo condiciona fuertemente la vida política. Los evangélicos tienen gran poder porque es una feligresía movilizada como se vio claramente en el referéndum por la paz en Colombia que lograron quebrar a la opinión de los media, del establishment y la sociedad internacional favorables a la negociación con la guerrilla; y también esa movilización ha sido decisiva para aupar al candidato reaccionario Duque. La pujanza del evangelismo en África y en muchos países asiáticos esta ya incidiendo en la política, a través de la influencia en las élites de esos países.
Y en nuestro país ¿cómo influye la religión en la política? La injerencia de la iglesia católica en la vida política es muy fuerte y en cierta medida esta incrustada en el propio sistema político por los Acuerdos con la Santa Sede de 1979. Su presión sobre la voluntad de los legisladores ha sido evidente ya que, por ejemplo, toda la legislación que ha tenido que ver con los derechos de las mujeres y la igualdad ha estado condicionada, durante décadas, por las presiones de la Iglesia católica. Si en España se ha retrasado tanto una ley de aborto libre y si aún hoy no está claramente asumido por la sanidad pública es por esa razón; pasa lo mismo con la ley de eutanasia y pasó igual con la ley restrictiva del divorcio o el matrimonio homosexual. Además, la Iglesia católica ha influido en la vida política para mantener y ampliar sus privilegios como corporación; no se explica, sino, la pervivencia de concordato de 1979. Pero también la iglesia católica y sus sectas han trabajo directamente en el interior de los partidos políticos. En el Partido Socialista, por ejemplo, siempre ha existido un lobby católico, proveniente de la democracia cristiana, cuyo portavoz más reconocido era Peces Barba que, pese a mantener una posición de «laicidad abierta», siempre ha jugado a favor de los intereses vaticanistas; y todavía existen lobbies confesionales como «cristianos socialistas» que favorecen al catolicismo desde su posición en ese Partido. A nivel regional, algunos importantes líderes socialistas fueron jibarizados o si se prefiere, simbiotizados por la iglesia católica; son personas como José Bono o Francisco Vázquez, aunque ha habido otros líderes regionales y locales de similares características en su relación con la Iglesia. Solo hace falta ver diariamente las páginas de nuestro observatorio laicismo.org donde políticos socialistas se dan codazos con los del partido popular para ocupar las primeras filas en las procesiones y fiestas religiosas y pese a ello el partido socialista se viene declarando, en los últimos años, un partido laicista con responsables de laicidad en sus ejecutivas. Y ciertamente, en periodo electoral, el partido socialista agita la bandera del laicismo, quizás para conectar con una base electoral a su izquierda. Aunque si hiciéramos un balance riguroso de los gobiernos socialistas en la democracia, veríamos que han hecho grandes favores a la Iglesia católica tanto en el ámbito de la escuela como en el de la financiación y también en el de la pervivencia de patrones de moralidad católica en la legislación.
En el caso de la derecha española, la simbiosis con el catolicismo es total; si bien sus partidos se declaran no confesionales apoyan, en la práctica, los privilegios de la Iglesia católica. Además, las presiones informales desde el episcopado han sido permanentes y sectas católicas han penetrado fuertemente en las estructuras de sus partidos políticos y también en sus gobiernos. En tiempos de Aznar, por ejemplo, en su Consejo de ministros eran numerosos los miembros del Opus Dei o de los Legionarios de Cristo y esta circunstancia se reproducía en los gobiernos autonómicos y locales. También, en los partidos nacionalistas, la influencia de la iglesia católica es muy notoria siempre intentando legitimar el nacionalismo político con un halo católico. La influencia en la política regional, por parte de algunas sectas católicas, es llamativa en Navarra con el Opus Dei o en la Comunidad de Murcia con los Kikos.
Hay que destacar, asimismo, que la influencia de las sectas católicas en la magistratura y en el alto funcionariado tiene un gran impacto en la política.
En la novísima ultraderecha emergente la influencia del catolicismo se plantea desde dos perspectivas: la primera es que VOX se constituye como partido confesional católico y pretende identificar la Nación y el Estado con el catolicismo. De ahí la fervorosa defensa que realizan del Valle de los Caídos. Además, identifican los valores occidentales y de Europa con el cristianismo haciendo destacar esta errónea apreciación en todo su argumentario xenófobo, al calificar el islamismo como una religión atrasada y violenta. También el discurso ultra reaccionario contra las políticas de igualdad de hombres y mujeres y contra la igualdad de derechos de homosexuales y transexuales les entronca con una defensa de los movimientos pro vida y en defensa del modelo familiar católico. Parece claro que una gran parte de su base activista proviene de estos movimientos y de organizaciones como Hazte Oír; según algunos, existen conexiones con otros grupos como Abogados Cristianos y similares o medios de comunicación como Intereconomía o fundaciones como la Fundación Denaes. Es decir, un grupo de organizaciones, que diversos informes periodísticos asocian a la secta ultra católica mexicana el Yunque que está implantada en España desde los años ochenta. Una secta con un poder muy sólido en el Partido de Acción Nacional mexicano -el partido de la derecha conservadora mexicana- y que ha llegado a controlar algún Estado de ese país como el de Guanajuato.
Algunos obispos españoles ya han alertado, en varias ocasiones, sobre el peligro de infiltración de esta secta en los movimientos populares católicos y, pese a los desmentidos que ha realizado el líder de VOX Santiago Abascal, algunos periodistas como Francisco Quevedo y Carlos Dávila involucrados, durante años, en empresas periodísticas ultraconservadoras, han relacionado directamente a VOX con la secta el Yunque. Pero a diferencia de la influencia de los evangélicos en la política de Latinoamérica, esta versión ultra católica reaccionaria que representa VOX, no parece que pueda desarrollarse, por el momento, más allá de los lindes de la ultraderecha acompañada de ciertos sectores del movimiento ultra católico. VOX, parece, paradójicamente, favorecer a la izquierda ya que su irrupción en el mercado electoral erosiona y fragmenta el voto de derechas; pero también cumple una función: derechizar aún más a la derecha española que tiene, ahora, que competir con este lenguaje neofranquista ,ultracatólico y ultraliberal.
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