Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. Nos habíamos quedado aquí. Decías que Pablo del Río y Amelia Álvarez (1997:103 MIRAR) han señalado cuatro reduccionismos […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.
Nos habíamos quedado aquí. Decías que Pablo del Río y Amelia Álvarez (1997:103 MIRAR) han señalado cuatro reduccionismos a los que conduce esta concepción de la psicología humana que estábamos discutiendo. Los reduccionismos.
Los siguientes:
1) Reducción a lo racional. El sujeto es un ser racional, las emociones y la afectividad no son más que productos de su actividad cognitiva. Es un ente pensante
2) Reducción a lo interno. Hay una separación entre el mundo subjetivo, «interno» (el mundo del sujeto) y el mundo objetivo «externo» (el mundo externo, el medio que le rodea)
3) Reducción a lo individual. El sujeto es un ente en sí mismo, y se construye de forma autónoma
4) Reducción a lo innato. El ser humano, desde que nace, dispone de los elementos necesarios (genes, cerebro, estructuras internas) para acceder a las funciones mentales superiores
En ambos casos, el reduccionismo mecanicista y el reduccionismo innatista, cognitivista, la respuesta parte de una concepción cartesiana del ser humano. Por un lado, se encuentra el individuo, que en un caso será un organismo que responde a los estímulos del medio y en el otro un ser pensante que percibe el mundo externo, lo procesa y reestructura su propio sistema interno para adaptarse a él. Por el otro lado, se encuentra el mundo externo, mundo social y mundo físico, estructura, «cosa». Y cuando tratan de explicar cómo es esa relación hay que buscar siempre las respuestas dentro del individuo, como ser aislado.
A principios del siglo XX un psicólogo ruso, Lev Vygotski, dio un giro a este enfoque.
Conocemos tu devoción por su obra.
En ese momento ya coexistían las dos formas mencionadas de concebir el origen de procesos mentales tan complejos como el lenguaje, aunque durante el transcurso del siglo (mucho después de la muerte de Vygotski) se desarrollaron y refinaron en consonancia con la evolución de otras ciencias, como la biología, las matemáticas o la ingeniería de la telecomunicación. Pero a pesar de planteamientos considerados como novedosos, a cada aparición de lo que se presenta como un nuevo modelo explicativo, acaban emergiendo las viejas premisas: el individuo, con un organismo y una mente estructurados de una determinada manera, y el mundo, con su propia estructura, independiente de la existencia del individuo.
Vygotsky parte de una hipótesis alternativa a la cartesiana que es la que enfrenta individuo y mundo, y que pone el lenguaje en el sujeto como elemento que prexiste y media de alguna manera la relación entre ese sujeto, preformado nuclearmente -el «yo»-, y ese mundo exterior, objetivo e independiente, al que el sujeto puede acceder mediante el pensamiento lenguaje, que le permite conocerlo, le permite interactuar, comunicándose y relacionándose con los demás, etc.
Esa otra hipótesis, la asumida por Vygotsky, es la de la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo.
Tu hipótesis, tu concepción también.
Hipótesis que adopta además la refinada elaboración histórica de la misma creada por Hegel. Según esta elaboración que parte de la historicidad de la sociedad humana, esa comunidad no es otra cosa que una intersubjetividad en acción o, si se prefiere decirlo al revés, no es otra cosa que una praxis generada intersubjetivamente -wirklichkeit, lo hemos denominada ya en otras ocasiones-. La «conducta» humana, la actividad o prtaxis, es creación que surge de la elaboración en común. Comunidad y actividad son términos inseparables, la génesis de la comunidad está en la generación de actividad, la génesis de la actividad es imposible sin la comunidad; son cogenéticas. Por tanto, praxis y lenguaje, o praxis y el medio de interacción comunicativa -«común-icativa»- son elementos inseparables. Recalco que en este modelo, ahora el lenguaje no es solo instrumento de comunicación, no es solo medio que crea la comunicación, sino que además de crear la posibilidad de la comunicación intersubjetiva, crea la propia praxis que es producto intersubjetivo mediante el que producimos el mundo humano. El lenguaje es el instrumento que media la interacción que elabora la actividad, la cual no puede existir sin comunicación, y a su vez, el lenguaje es simpráctico. En el principio fue el Logos, la palabra activa que crea, y que traducimos por eso de forma imperfecta como «verbo», que es palabra para designar categoría gramatical que indica actividad; en el principio fue el verbo… o en el principio fue la acción -así lo dice Goethe en su Doctor Fausto; pero Goethe sí sabía…-.
Así pues, no existe interacción comunicativa…
No existe interacción comunicativa que no tenga como intención mediar en la actividad, generarla, conducirla. La interacción comunicativa no tiene como finalidad negociar la interpretación y el significado del mundo ahí fuera aparecido, sino la tarea de crear la praxis en común mediante la que la sociedad genera el mundo social humano, el saber hacer, las objetivaciones producto de nuestra actividad, etc. mediante la praxis que deliberamos y dirigimos mediante el lenguaje. Una interacción práctica, una praxis interactiva, lingüísticamente generada que produce también nuestra propia subjetividad, que no es un trascendental innato preexistente. A ese saber hacer o actividad generado lingüísticamente, y a sus objetivaciones, Hegel le denomina «espíritu» y recalca que éste, el «espíritu» es una creación o emerger de algo antes inexistente que surge de, o se origina en, la intersubjetividad en acción de la comunidad. y el material del que se compone el espíritu -la «estofa» del espíritu, para decirlo con una palabra de la que gusta Félix Duque- según Hegel dice, es el lenguaje. Un lenguaje que como el logos griego, es siempre interactivo y práxico productivo, inseparable de la actividad en común y él mismo actividad en común.
La propuesta de Vygotski (que trabajó entre la segunda y tercera década del siglo XX, hasta su muerte prematura) y sus colaboradores (Luria y Leontiev, de manera especial) se centró en la búsqueda de la explicación de lo qué es el lenguaje, su relación con el resto de la actividad humana y su papel o tarea en la construcción del mundo humano, tanto del saber hacer como de la subjetividad y sus funciones psicológicas superiores, en factores históricos y culturales.
¿Su contribución fundamental?
Su contribución fundamental al estudio del origen y formación de las funciones mentales superiores consistió, en salir de la foto fija del individuo provisto de un sistema cognitivo determinado y buscar su génesis en los procesos sociales a lo largo de la historia, es decir en su construcción mediante la interacción social.
Esta escuela, precisamente por ser psicológica, se centra en el estudio de la parte del segmento que va de lo cultural lingüístico a la interioridad subjetiva o psique de cada individuo, cuyo desarrollo es resultado de la interacción con el grupo mediante el lenguaje a través del cual se apropia activamente del sber hacer culturalmente creado, aprende a operarlo y se construye como subjetividad y desarrolla las funciones superiores de la mente.
Su método de trabajo, basado en un análisis genético, puso el acento en el estudio de los procesos, de las dinámicas que subyacen a las diferentes fases del desarrollo.
La originalidad e importancia de su aportación.
La originalidad y la importancia de su aportación puede intuirse en algunas de sus más conocidas propuestas.
Por ejemplo.
Ley de doble formación. «En el desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero, a nivel social, construida en la interacción con los seres humanos con los que se relaciona cada individuo de forma inmediata; y más tarde, a nivel individual; primero entre personas (interpsicológica), y después, en el interior del propio niño (intrapsicológica). Esto puede aplicarse igualmente a la atención voluntaria, a la memoria lógica y a la formación de conceptos. Todas las funciones superiores se originan como relaciones entre seres humanos» (Vygotski 1979: 94).
No está mal esta ley de la doble negación… Perdón, esta ley de la doble formación.
Relación entre aprendizaje y desarrollo. Zona de desarrollo próximo. «No es otra cosa que la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz.» El conocimiento, o sea la apropiación activa de saber hacer desarrollada por cada individuo en su interacción con los demás, que poseen un saber, se ejecuta a partir del saber ya apropiado y de las capacidades intelectivas desarrolladas en esa apropiación, que son históricas, o si se quiere sociohistóricas, y no están preestablecidas ni en su orden ni en su evolución por un esquema innato. De nuevo se pone el acento en el desarrollo de la inteligencia mediante la intervención de los otros, dejando atrás el concepto de desarrollo individual, pautado por esquemas innatos, como medida de la capacidad intelectual.
Este concepto tiene una importancia crucial en la explicación de la relación entre aprendizaje y desarrollo.
Veamos por qué. Dejémoslo aquí por el momento.
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