Por si los amables lectores no están al tanto les pido que presten atención al aluvión de series y filmes que se han estrenado en los últimos cuatro años, provenientes todos de los USA, que tratan una temática de catástrofe apocalíptica, invasión extraterrestre o enfermedad letal que acaba con la humanidad. Es seguro que el […]
Por si los amables lectores no están al tanto les pido que presten atención al aluvión de series y filmes que se han estrenado en los últimos cuatro años, provenientes todos de los USA, que tratan una temática de catástrofe apocalíptica, invasión extraterrestre o enfermedad letal que acaba con la humanidad. Es seguro que el negocio de Holliwood sabe sacar partido a los miedos de la gente y que hace un verdadero taquillazo con estos temas, pero también son la expresión de esos mismo miedos que la gente sufre. Series como The walking dead o Falling Skies no hacen sino corroborar la idea de que estamos sumidos en un época de pánico ante peligros que no sabemos identificar correctamente y que, por ello, acabarán pasando factura. Estamos ante el caso de la ideología pura, cuando la ficción sobrepasa a la realidad e impide que esta pueda ser modificada. Por eso se hace más necesario si cabe un buen análisis tanto de las circunstancias que vivimos como de su reflejo ideológico a través de la gran máquina ideológica que es Hollywood.
Según Zizek, la ideología en Holliwood se produce en la trastienda del relato, no en el argumento central, de ahí que tenga mayor poder de penetración en el ideario colectivo. Un ejemplo de esto lo vemos en Titanic. No se trata de una película sobre el hundimiento de un barco que representa la vanidad de una forma de entender el mundo, sino un film sobre el castigo a la transgresión social. El barco se hunde cuando se ha consumado el amor ilícito entre una chica de clase alta con un chico de clase baja, cuando se han roto las diferencias sociales. El barco choca con el iceberg en el momento en el que la chica le ha dicho al chico que vivirá la pobreza con él antes que la riqueza sin él. Así funciona la ideología en Holliwood. Vayamos ahora a estas dos series que hemos escogido. En The walking dead, serie basada en un comic anterior, los protagonistas deben luchar contra una plaga de zombis que se extiende sin parar. No se sabe cómo han aparecido, pero con cada contacto con uno de ellos aumenta el número. Sólo se los puede matar definitivamente, puesto que ya están muertos y necesitan carne humana para seguir, destruyendo su sistema nervioso. Se trata de una búsqueda sin final y de una lucha sin más sentido que la supervivencia. Sin embargo, lo que nos transmite detrás de esta fachada es el más puro individualismo neoliberal: todos los que están a nuestro al rededor están muertos, sean parados, expropiados, desahuciados, marginados y pobres; nosotros debemos quitárnoslos de encima sin ningún tipo de miramiento. Aunque esté ante mi propia madre, si le intento ayudar me devorará y pasaré a ser uno más. Dicho en términos desideologizados: sin ayudo a un excluido, aunque sea mi madre, me excluiré.
En la otra serie, Falling Skies, hay un tenor diferente. La organización política y militar ha sido destruida por un ataque extraterrestre. Ahora son los propios ciudadanos autoorganizados los que deben defenderse y buscar la libertad acabando con los invasores. La ideología pura y simple está en que la supuesta sociedad civil, sin Estado que la organice, es capaz de hacer frente y destruir a cualquier enemigo, es más, que el Estado, trasmutado en los alienígenas, es el verdadero enemigo. Esto mismo lo vimos en los años ochenta, en todos los bodrios putrefactos de la época Reagan, sean los Rambo o las series estilo Equipo A o M.A.S.H. La ideología se extiende como medio para asegurar el dominio de la clase gozante del sistema económico.
Lo que hoy vemos es peor incluso que todo esto. Son los propios informativos, los supuestos transmisores de «lo que sucede», los que nos hacen llegar la ideologización más crasa del medio social. Nos venden en los informativos que el sistema económico está en peligro porque los vagos y sinvergüenzas de los griegos han gastado y consumido más de lo que podían permitirse, que todos hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades y que no podemos pretender aspirar a sanidad y educación gratuita con la que está cayendo. Todo esto les permite esconder la verdad que se oculta detrás: que el PIB mundial es de 70 billones de dólares, mientras que el dinero que se juegan en las finanzas supera los 95.000 billones, más de 130.000 veces la economía real; que los ricos han aumentado su riqueza en un 50% en cuatro años, mientras el número de pobres casi se duplica y el número de hambrientos aumenta un 20%; que los causantes de esta situación mantienen sus patrimonios en paraísos fiscales, en los que están depositados el 70% de la riqueza mundial, sin que ningún gobierno se atreva a tomar medidas contra ellos; que, por fin, los ricos están en guerra contra los pobres y ganan por goleada, como bien dijo Warren Buffett en 2006.
Los medios de comunicación son hoy los verdaderos propagadores de la ideología pura y dura, que permite a unos pocos seguir conservando el poder, por la sencilla razón de que los demás no nos atrevemos a hacer nada contra ellos. Un simple ejemplo de lo que se puede hacer. Imaginemos que los desahuciados por los bancos, antes de entregar sus viviendas, las destrozan completamente. Cuando los bancos perciban la señal, y no lo harán hasta que vean que son cientos de casas destruidas, se sentarán a negociar. Porque no son tontos y sí una panda de sinvergüenzas, y no quieren perder sino ganar, para eso desahucian. Si todos los desahuciados hicieran eso, otro gallo nos cantaría. ¡Ya está bien de portarnos bien, arrasad las viviendas confiscadas por los bancos!, y que caminen entre muertos caídos del cielo.
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