«Derechos iguales, en un mundo de desigualdades es igual a vidas desiguales» Dentro del sistema jurídico actual los derechos -conseguidos a través de años de luchas y victorias- se respaldan en leyes y por toda una serie de medidas para que éstas sean aplicadas. Así lo vemos cuando un empresario paga un sueldo distinto a […]
«Derechos iguales, en un mundo de desigualdades es igual a vidas desiguales»
Dentro del sistema jurídico actual los derechos -conseguidos a través de años de luchas y victorias- se respaldan en leyes y por toda una serie de medidas para que éstas sean aplicadas. Así lo vemos cuando un empresario paga un sueldo distinto a una trabajadora por el simple hecho de ser mujer, y ésta se organiza y delante de los tribunales el empresario es multado y tiene que rectificar. Así lo es porque hoy existen leyes que defienden a esta mujer y multan al empresario. Pero ¿que pasaría sí nuestros derechos, que son traducidos en leyes y medidas de sanción y promoción, fuesen sustituidos por principios generales?
Esta es la pregunta que hacemos cuando miramos a la futura Constitución Europea y se limita a decir que su contenido forma parte del Derecho de la Unión como principios generales. Al mismo tiempo que garantiza la perpetuación de valores como los de la iglesia católica a través de convenios sí reconocidos, valores que son ofensivos a la dignidad y derechos de las mujeres, que se traducen en el patriarcado, el machismo, y a la subordinación de las mujeres a los hombres.
Otro ejemplo de la importancia dada a las mujeres trabajadoras en esta dicha constitución es su lenguaje. Menciona la palabra mujer cuatro veces y la trabajadora una, este es el espacio reservado del capital europeo a nosotras- ninguno- o peor, al pie de la iglesia, que ésta sí nos menciona continuamente en un rol de sumisión e inferioridad. Así, el silencio con relación a la igualdad entre hombre y mujeres se expresa en la sustitución de este principio y valor fundamental a respetar, como valor a fomentar o promover. Lo que nos quita lo ya conquistado (legalmente) y nos coloca a años luz en el pasado. Ya sabemos que estos derechos tienen que ser fomentados, pero esto no puede sustituir al hecho que ya existan, y deben ser respectados a costa de todas las medidas posibles.
Ahora vamos a un tema cadente dentro de nuestro cotidiano: ¡La violencia de género! La Constitución no prohíbe expresamente la violencia de género, en cuanto vemos en la tele largas discusiones sobre el tema, o el gobierno haciendo propaganda de sus escasas medidas, cuando nos remitimos a la ley de las leyes, la Constitución Europea, una vez más vemos que ésta se limita en este terreno a recoger el derecho de toda persona a la «integridad física y psicológica», como si los miles de mujeres que sufren violencia y son asesinadas por sus exparejas fuesen un problema de «cualquier persona». ¡No!, esto es un problema específico de ser mujer en un sistema patriarcal y de clases, sistema que una vez más viene de los mismos valores de la iglesia y del capital, que hacen con que hoy la mujer sea más explotada económicamente y admitida en la vida diaria como un ser humano de segunda, acumulando los peores sitios dentro de todas las maneras de opresión (etnia, nacionalidad, color, religión), cualquiera que sea la relación opresión/explotación cuando hablamos de mujer, es peor.
Por estas razones -entre otras- como mujeres y trabajadoras decimos: ¡No a la Constitución Europea! ¡Por el derecho a ser mujer!