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[Crónicas sabatinas] Más acá y por debajo de la identidad étnica sobrecargada y del soberanismo excluyente y sus sistemas afines

¿Y qué dirá y hará la izquierda el 6 de febrero, en otra jornada «histórica» del DYANS (diseño y agitación nacional-secesionista)?

Fuentes: Rebelión

Para Arturo Ruiz, trabajador de la construcción y estudiante de bachillerato, asesinado a los 19 años por la ultraderecha el 23 enero de 1977. In memoriam. ¡Donde no debería habitar nuestro olvido!   Soldevila, nacionalista, postulaba la existencia de un nación catalana si n o eterna, al menos constante desde el momento de su aparición […]


Para Arturo Ruiz, trabajador de la construcción y estudiante de bachillerato, asesinado a los 19 años por la ultraderecha el 23 enero de 1977. In memoriam. ¡Donde no debería habitar nuestro olvido!

 

Soldevila, nacionalista, postulaba la existencia de un nación catalana si n o eterna, al menos constante desde el momento de su aparición en la historia, en medio de las nieblas de la primera edad media. Después, los azares de esta misma historia, hacían que en algunos momentos la nación perdiera conciencia de ella, antes de volver a recuperarla. Nada justifica esa idea de las naciones como entidades en sí, que trasciende n los elementos que las forman y son sujetos activos de la historia. Al contrario, la nación es un producto de la historia y objeto de ella, y como tal puede surgir (¡o no!) en determinados momentos y, de la misma manera, puede desaparecer. Siempre está sometida a fluctuaciones. Es, además, una realidad histórica nunca anterior a las postrimerías del siglo XVIII. Eso no quiere decir, claro está, que los catalanes no pensaran en ellos mismos como catalanes, que no existiera entre ellos un sentimiento generalizado de catalanidad, y ya mucho antes. Y ese sentimiento identitario no cambia, ni fluctúa, ni pierde intensidad. Lo que cambia, y mucho, según las épocas, es lo que esa identidad significa en términos políticos. Cuando a finales del XVIII e inicios del XIX, los catalanes empiezan a pensar en términos de nación, la nación que piensa n e s España, pero es como catalanes que la piensan. Su sentimiento identitario catalán no se relaja, ni se diluye nada, se subsume dentro del nacionalismo español. O se articula.

Joan-Lluís Marfany (2017)

Los medios de comunicación independentistas, en una enésima muestra del trilerismo que ha acompañado al proceso, pretendieron difundir la imagen que la conferencia de Puigdemont era un acto institucional del legislativo comunitario, cuando en realidad se trató de un mitin de Junts pel Sí en una sala del Parlamento Europeo que careció de este rango institucional. En su discurso, Puigdemont intentó, con ribetes de desesperación, implicar a las instituciones comunitarias en su proyecto secesionista y comprometerlas como mediadoras a fin que presionen al ejecutivo español para negociar el referéndum con la velada amenaza de que lo convocaría de todas formas provocando un conflicto que salpicaría a UE. No obstante, difícilmente esta apelación será aceptada, pues tras el Brexit y la estrategia antieuropeísta de Donald Trump, no parece que los dirigentes comunitarios apuesten por una balcanización de España que podría animar a otros movimientos secesionistas de los Estados de la Unión. De hecho, ninguna autoridad comunitaria asistió a un acto que, en realidad, estuvo destinado al consumo interno.

Antonio Santamaría (2017)

I. Nociones comunes (que no son comunes)

Empecemos por el marco general. No es necesario señalarlo pero, para evitar confusiones interesadas y descalificaciones sin base, es más que evidente que la política identitaria y autonómica del PP está muy lejos de ser la mejor de las posibles, incluso de ser razonable y equilibrada. Basta pensar en los enfrentamos entre ciudadanos de diferentes comunidades que durante años y años han agitado sin pudor y sin reparar en consecuencias. Conseguir votos buceando entre lo peor de nosotros mismos era la consigna; lo demás, poesía de III (ingenuos-idiotas-imbéciles). Pero existen otras línea de reflexión, otras perspectivas. Josep Maria Fradera y José María Portillo finalizaban un artículo reciente en el global-cebrianista con la siguiente reflexión: «La idea de una soberanía atada de pies y manos a una concepción de la nación es innecesaria y peligrosa. Todavía lo es más si esta nación, como sucede con casi todos los símbolos del Estado y la lengua castellana, está tallada sobre uno de los varios moldes identitarios que existen en España». Para paliar esta situación, señalaban, «tiene poco sentido insistir en la unidad de la nación, en el mandato constitucional o en un federalismo hueco, un artefacto meramente político sin consistencia cultural». Insistían: «no existe una fórmula, debe buscarse. Para ello hace falta imaginación y flexibilidad política. También mirar fuera y aprender, de Canadá por ejemplo. Se necesitan dosis de sentido de la realidad a la hora de articular nuevas soluciones». Elemental si quieren… pero no tan elemental.

Sin duda, afirman, «deben existir legalidad y claridad constitucional, pero también dosis de sentido de la realidad a la hora de articular nuevas soluciones constitucionales (en el uso de las lenguas, para empezar)». La derrota del secesionismo quebequés, recuerdan, «no conllevó el cierre constitucional canadiense. Ahí está la fundación de la provincia de Nunavut en 1999, para resarcir en lo posible al pueblo inuit; tampoco lo está siendo la investigación sobre las políticas genocidas perpetradas durante siglos contra las naciones indias». La federación canadiense «es hoy un país más fuerte y más plural en sus fundamentos. Su soberanía resultó fortalecida a través del pacto y consolidando diferencias culturales, lingüísticas y lecturas del pasado que no es necesario esconder bajo la alfombra de la condescendencia». En síntesis: «Un mayor ejercicio de reflexión histórica, de rigor y respeto por la complejidad del pasado puede aportar valor añadido a las discusiones del presente sin salir del terreno que le es propio. Puede, al menos, avivar esa tan necesaria imaginación política, antes de que lleguemos a un fiasco que pagaremos entre todos».

En cualquier caso, como es de toda evidencia, las críticas a las políticas del PP no hacen buenas las irresponsables proclamas, agitaciones y finalidades de otros nacionalistas (tan parecidos en lo esencial). El actual contexto en .Cat, conviene recordarlo, sigue siendo éste: a pesar de que el cabeza de lista de la CUP (la fuerza de «izquierda revolucionaria» que apoya unos presupuestos neoliberales donde, por ejemplo, se apoya y mima a la escuela concertada que separa y discrimina a los niños por sexos) reconoció la noche el 27S que el secesionismo había perdido las elecciones -un plebiscito desde su perspectiva- y a pesar de que el ex diputado David Fernández había hablado, días antes, de la necesidad de un 55% de votos favorables para iniciar cualquier paso adelante (muy lejos, por cierto, del 66% o de otras mayorías), el «proceso» -hegemonizado por una fuerza estructuralmente corrupta- sigue en marcha con procedimientos netamente antidemocráticos, con los medios de intoxicación-manipulación -absolutamente insoportables, insultantes y sectarios- a su servicio, con las instituciones de la Generalitat en posición de ataque y con el «todo vale» como consigna, saltándose normas, leyes, tempos, principios, formas, afirmaciones previas, compromisos públicos y lo que haga falta. Sin límites, sin problemas. Para ellos, todo vale («todo» es todo). Y eso que incluso el presidente Puigdemont ha reconocido que «aún no tenemos fuerza suficiente para la independencia». Pero no importa, sin miramientos, siempre adelante, a liarla, a buscar enfrentamientos. Algo caerá. ¿Cómo osan dar lecciones de democracia, legitimidad y de procedimientos democráticos? ¿Alguien piensa en Oriol Junqueras como modelo?

Un punto más sobre un asunto que se repite como un mantra indiscutible. Siguiendo reflexiones de un compañero de ASIC/ASEC, vale la pena preguntarse: ¿qué tendrá que ver la demanda del reconocimiento de Cataluña como comunidad nacional en el sentido cultural (admitiendo todas las imprecisiones, acaso inevitables, de la categoría y sin trazar muros-líneas de demarcación de no-contaminación en esa misma comunidad que no pretende ser «pura e inmaculada») y el soberanismo-soberanismo-y-soberanismo, pensado y formulado casi como axioma? ¿Desde cuándo y dónde lo primero implica lo segundo? ¿Qué se añade a lo primero para colegir un soberanismo excluyente? ¿No es esta mala e interesada inferencia una neta y sesgada politización de un nudo en el que, admitiendo diferencias y ninguna aspiración a la uniformidad, podemos encontrarnos una gran mayoría de ciudadanos de Cataluña? ¿A qué viene confundir la defensa de una lengua y una cultura expresada en esa lengua, que no debería excluir a otras, con la proclamación de una soberanía que rompe un demos común y divide a las clases populares en Cataluña? ¿Qué esconden todas esas tinieblas del soberanismo excluyente? ¿A quién benefician realmente?

II. Las citas.

El artículo de Santamaría, otro de sus artículos imprescindibles (¿cuántos van?), publicado en el Topoexpress (http://www.elviejotopo.com/topoexpress/puigdemont-en-bruselas/) concluye con las siguientes palabras:

«[…] los próximos meses hasta el verano serán decisivos para el desenlace del proceso soberanista. Sin embargo, no debemos llamarnos a engaño. Incluso, en el caso que el procés en el actual formato fracasase, no por ello se resolverá la llamada cuestión catalana. Esto, a pesar de la enorme frustración que generaría en amplios sectores de sus bases sociales, cuya deriva es difícilmente previsible, pero que contiene elementos muy inquietantes. De algún modo, la movilización de las clases medias catalanas en torno a la independencia se corresponde con los movimientos neonacionalistas de carácter conservador que recorren Europa y Estados Unidos frente a la depauperación provocada por la globalización neoliberal». Con la diferencia que aquí, prosigue Santamaría, «la larga represión franquista a la cultura catalana, le imprime un carácter diferente y donde las aristas xenófobas son menos evidentes, aunque existentes». El vector xenófobo del movimiento independentista, que existe, concluye el autor, «se reviste de rechazo a todo lo español confundido con el PP, ignorando a la otra España progresista, y teñido de una pátina supremacista desde el punto de vista social y étnico».

Todo ello, añade, plantea un reto que debería tener una adecuada respuesta, de momento absolutamente inexistente, «por parte de la izquierda catalana y española, pero también del gobierno español, anclado en un inmovilismo que le está reportando réditos electorales en el corto plazo, al presentarse como el supremo guardián de la unidad nacional. Un panorama que alimenta el victimismo del movimiento secesionista y cuya resultante son dos máquinas nacionalitarias que se retroalimentan». Santamaría no señala en esta ocasión qué respuesta sería para él una respuesta adecuada pero da en la diana.

Sobre un paso de la primera cita, la de Joan-Lluís Marfany, el autor de Nacionalisme espanyol i catalanitat -«Y ese sentimiento identitario no cambia, ni fluctúa, ni pierde intensidad. Lo que cambia, y mucho, según las épocas, es lo que esa identidad significa en términos políticos»-, caben algunas preguntas: ¿y por qué no cambia ni fluctúa ni pierde intensidad ese sentimiento identitario? ¿No ha perdido intensidad en épocas recientes, sin renunciar a él, pero haciéndolo y viviéndolo de forma menos sobrecargada, más «natural», más plural, menos homogénea? ¿No es también fuertemente manipulable -como otras identidades nacionales por supuesto- para conseguir determinadas finalidades políticas que tienen que ver directamente con el poder y el color del dinero y no con otras causas más nobles que se publicitan a conveniencia?

III. Las observaciones

Las de esta semana son las siguientes:

1. Flix: 79.300 metros cúbicos de los dos tóxicos permanecen sumergidos en el pantano (Ribere de L’Ebre, Tarragona). Pese a que FCC cobró 190 millones de euros de fondos públicos para limpiar el embalse, los trabajos de descontaminación no se han completado. Acuamed ha asegurado que se iniciarán en breve. Los casi 80 mil metros cúbicos sin tratar equivalen a más de 30 piscinas olímpicas llenas. ¡Más de 30! Suponen, aproximadamente, el 9% de toda la basura tóxica que yacía en el fondo del embalse. A eso le llaman, le siguen llamando, «externalidades».

2. Palabras de Ada Colau en la presentación del partido de los que se dicen «comunes» el pasado 29 de enero: «Es necesario que este espacio político prosiga y vertebre un auténtico proyecto político para Cataluña.» ¿Un auténtico proyecto político para Cataluña? ¿De eso se trata? ¿De un proyecto para Cataluña? ¿En esto est amos? ¿No hemos hablado siempre de un proyecto político para las clases trabajadoras de Cataluña y del resto de España? ¿Quienes hablan en esos términos? Más aún: «Hay que trabajar más que nunca por el referéndum». ¿Este es el tema de hoy para la izquierda? ¿No es eso lo que dicen los del Junts pel sí? ¿Referéndum y referéndum? ¿Este es nuestro plan de acción política? ¿No es más de izquierda, por ejemplo, pensar y actuar sobre la explotación salvaje a la que se ven sometidos los jóvenes trabajadores (no sólo en ellos) en Cataluña o sobre los 720.000 kg de comida que lanzamos cada día a la basura en .Cat (262.471 toneladas en un año)? No hay forma. Recordemos las declaraciones de Xavier Domènech: «Debemos caminar hacia una Constitución catalana negociada». Por no recordar aquella extraña mezcolanza: «El 15M y el movimiento soberanista catalán surgen como un clamor de soberanía». ¿Qué tipo de soberanía reclamada el 15M? ¿Por qué mezclamos huevos y verdura? Sabe mal decirlo pero no hay que esperar nada en este ámbito de este nuevo proyecto, por mucho que se vistan los jueves por la tarde con vestidos sociales y jueguen, siempre que pueden, a un lenguaje ambiguo que jamás dice lo que debe decirse: ¿qué somos?, ¿a qué aspiramos?, ¿con quiénes estamos? Nos guste o no, nos duela o no, son también unos nacionalistas de tomo y lomo, con una ficticia identidad nacional sobre cargada, impropia de gentes que supuestamente se relacionan con los sectores populares catalanes y del resto de España , y que incluso tienen otros orígenes geográficos. Otra estafa, otra inconsistencia. Si Cataluña fuera hoy independiente, el nuevo estado, como es evidente, lo construiría y dirigiría el nacionalismo nada de izquierdas y sus presupuestos, por ejemplo, serían seguramente peores que los actuales (ya no habría necesidad de contentar a nadie). Sus apoyos, como señala frecuentemente un amigo historiador, estarían entre lo peor de lo peor: Israel y el eje nacional-xenófobo de Europa y América, de Lituania a La Padania, pasando por Hungría. ¿Alguna duda? ¿Exagero? ¿Me he pasado? ¿Dónde? Por lo demás, esta entrevista a Ada Colau es del lunes 30 de enero: http://play.cadenaser.com/audio/001RD010000004437742/ Aparte de asuntos instrumentales y más que genéricos -«derecho a decidir», referéndum, cambiar las cosas, sustituir a los de antes, interpelar a la ciudadanía-, ¿alguna idea, alguna propuesta política concreta por modesta que esta pueda ser? Y de nuevo, por supuesto, el mismo lenguaje, el mismo mantra: «Cataluña tiene que poder hacer un referéndum pero que sea efectivo.» ¿Qué posición de clase se esconde detrás de esta afirmación? ¿Es una vindicación transversal (es decir, interclasista) como dicen algunos ahora? Pues no me lo trago. Por cierto, puestos en el tema, ¿cuántos ciudadanos/as-obreros forman parte de la dirección de los comunes? Su tradición es otra, tiene poco o nada que ver con las tradiciones emancipatorias obreras (Entre paréntesis: reparemos en la fotografía del pasado jueves en el global imperial: Ada Colau al lado de Forcadell («¡los catalanes somos esclavos de los españoles!) y de Carles Puigdemont y Artur Mas (dos de los hijos políticos preferidos de uno de los mayores chorizos de la Cataluña contemporánea, acaso el más grande, miembros ambos de un partido que ha extendido su corrupción por gran parte de la sociedad catalana, emulando o superando al PP). El titular que acompaña a la fotografía: «Juntos por el referéndum. Los independentistas y En Comú Podem acordaron ayer (miércoles 1 de febrero) hacer campaña unidos». ¡Unidos, cogidos de la mando, en el jardín de la agitación y el secesionismo! ¿Hemos perdido el juicio? ¿Hemos enloquecido? ¿Unidos con dos representantes del partido de la corrupción y el amiguismo?)

4. No crean, eso sí, que Pablo Iglesias mejora mucho las cosas (ni que decir tiene que lo de Íñigo Errejón es mucho peor: ha defendido en .Cat la alianza con los secesionistas incluso en el caso de referéndums unilaterales). Entrevistado el domingo 29 de enero por Ana Pastor en la Sexta y preguntado por el asunto Vidal, respondió señalando la importancia que para su grupo (¿también para Izquierda Unida?) tenía un derecho inexistente, el derecho a decidir, y sin señalar en ningún momento su defensa del estado republicano rederal y sin criticar de frente y sin ambigüedades las prácticas y «reflexiones» del juececillo valiente y sus patrocinadores.

5. Más sobre el tema-monotema. Los vecinos de Viladomat, un pequeño pueblo de la comarca de l’Alt Empordà, en Gerona, que vale la pena visitar, decidieron el pasado domingo 29 de enero sobre si debía ondear o no la bandera española en el edificio consistorial. La bandera española refiere a la bicolor pero seguramente (es decir, con seguridad) hubiera sido lo mismo si habláramos de la republicana. Es española también; punto y aparte para ellos. El alcalde, de la CUP, avisó que el resultado sería vinculante y añadió que llevaría la decisión hasta sus últimas consecuencias jurídicas y políticas. Votaron el 37% de las 362 mayores que viven en el pueblo mayores de 16 años (se pueden imaginar la participación -¡en masa!- de los jóvenes de 16 a 18, educados en el marco, permanente y sin discusión, del nacional-secesionismo). De los votantes, el 91,7% se inclinaron por retirar la bandera. Es decir, que aproximadamente un 33% de los vecinos de más de 16 años votaron a favor de la retirada de la bandera. Pues ya está, ya es suficiente. Este es un ejemplo, entre cien más, del «radicalismo democrático» del secesionismo catalana. Recuerdo de nuevo que, en su día, David Fernández señaló que en asuntos independentistas un buen porcentaje era el 55%. Ahora, con 22 puntos menos, un 40%, ya es suficiente.

6. Esta información no entra no escena, no encaja en ninguna parte del escenario monotemática: «La empresa de limpieza contratada por el Departament de Justicia de la Generalitat de Catalunya para la Ciudad de la Justicia no paga a sus trabajadores…». El vídeo (no se lo pierdan, por favor): Protestas – Huelga trabajadores Limpieza #KLEnoPaga #KLÜHLINAERnoPaga

7. La situación en .Catsecesionista, según formulaciones públicas en territorios secesionistas de Santiago Vidal ( resum o un poco y tomo pie en reflexiones de Martín Ramos): nos tienen a todos controlados; conocen nuestros datos fiscales; saben quienes son los jueces adictos a la causa y los que no los son (y, por extensión, tal vez, médicos, notarios, profesores, agentes de la propiedad, escritores,…), están investigando qué agentes del CNI están inf il trados en los Mossos s; al día siguiente de la independencia una potencia no europea cubrirá la s finanzas del nuevo estado (¿Israel, EEUU?); dos fondos de inversión (¿Soros?) nos ayudarán; once países de la UE reconocerán a Cataluña como nuevo Estado ( Estonia, Lituania, Eslovenia, más… ¿Finlandia, Letonia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Croacia, Chipre?); Romeva, el ex de ICV, tiene un preacuerdo de colaboración humanitaria (humanitaria!) con la OTAN; desconocemos si Vic -gobierno local y élite católico-nacionalista- acordará nombrar algunas calles con los nombres de Stephan Bandera, Legión Letona, Cruce flechadas. El panorama, como diría el asesor de Thatcher, está abierto. Por lo demás, mirando de frente, ¿no será que don Santiago Vidal es, en el fondo, el agente jefe de los agentes infiltrados del CNI? Vaya usted a saber… Es broma, es broma. Sea como fuere, no es imposible, más bien lo contrario, que casi todo sea un enorme pegote para animar a «los suyos» (es decir, a los catalanes de debò) pero también puede ser que muchas de las cosas que ha contado para lucirse sean verdaderas (por ejemplo, las relativas al control de la ciudadanía y a los funcionarios adictos al régimen nacional-secesionista) y ni qué decir tiene que lo señalado era más que conocido en redes sociales y territorios informativos afines. Nada nuevo bajo el sol. Es lo que dicen cuando hablan y jalean a los suyos, desde hace meses. Sin problemas, sin temblor en el pulso. ¿Somos conscientes del sectarismo y el fuertísimo nacionalismo que enmarcaría el «nuevo estado catalán»? ¿Esa, repito, puede ser una finalidad de la izquierda que no haya renunciado a sus señas básicas de identidad? Por lo demás, ¿cómo interpretar el silencio de la izquierda en .Cat, toda ella nacionalista prácticamente sin excepciones, ante el asunto Vidal? ¿Qué han dicho, dónde, cuándo? ¿No tienen nada qué decir?

8. Algunos datos obreros: cuatro de cada diez contratos que se firmaron en Cataluña durante 2016 tuvieron una duración de un mes o inferior. Se firmaron 2,89 millones de contratos de los que 376.034 fueron indefinidos, aunque, de hecho, de indefinidos no tienen nada. Los temporales fueron un 8,5% más que en 2015. El sector servicios es el hegemónico con 2,3 millones. Sólo 6 de cada 10 contratos fueron a tiempo completo.

9. En las informaciones sobre la conferencia de Arnaldo Otegi (¿han pedido perdón por el asesinato de Yoyes?) del pasado viernes 27 de enero en el Ateneo barcelonés, se ha señalado que «en la víspera de la reunión de este sábado del consejo político de la CUP para decidir sobre los Presupuestos, claves para dar continuidad a la legislatura, Otegi [1] ha afirmado que está «convencido» de que los antisistema estarán «a la altura del momento histórico» y que harán «lo mejor para el proceso soberanista». Es decir, primero Cataluña, luego Cataluña, y al final Cataluña. ¡Acertó! Tras bromear con que «igual empatan» (una verdadera y cínica tomadura de pelo, en el peor estilo, hacia los medios de comunicación de una organización que se dice transparente y democrática), ha resaltado Otegi que la CUP ha hecho unas propuestas políticas «socialdemócratas» para los presupuestos que sería «bueno» que se consideraran si se quiere avanzar hacia «un Estado -catalán- que va a cuidar a la gente». ¿Sería bueno? ¿Y qué es eso de sería bueno? Pero no se han considerado y a pesar de ello la CUP ha anunciado su voto favorable a los presupuestos del gobierno de Junts pel sí: ¿qué de radical tiene esta supuesta izquierda revolucionaria? ¿Hay alguna duda que el valor «Patria» está por encima de cualquier otra consideración? ¿Cómo pueden acusar a otros partidos o instituciones de antidemocráticos sosteniendo las fueras que apoyan? Comentó también Otegi: «Ya quisiera el Estado español la vuelta a la violencia de ETA». ¿Pero qué decían ellos mismos hace algunos años cuando alguien defendía esas posiciones de no violencia? Mirando de frente: ¿cómo fuimos capaces de creernos que «la lucha de liberación» del País Vasco era similar a la lucha por la independencia de Argelia y que por ello la lucha armada -y no cualquier tipo de lucha armada- en el País Vasco estaba justificada? ¿Quiénes nos contaron ese cuento tan zafio?

10. Vean si pueden esta entrevista con Teresa Freixas: http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/mes-324/entrevista-a-teresa-freixes-presidenta-de-concordia-civica/video/5646244/ No digo que sus argumentos no sean discutibles. Por supuesto que lo son. Pero no es ese el punto. Observen sobre todo la actitud del entrevistador -un hooligan secesionista de pedra picada- y la de los tertulianos. Reparen en sus caras, en sus gestos, en las descalificaciones a Freixas cuando ella no puede ya defenderse. El odio al que está en desacuerdo con sus posiciones es total

IV. El día 6.

Seguramente lo recuerdan o lo han leído: «La ANC, Òmnium Cultural, la AMI y la ACM organizan para el lunes 6 de febrero, la fecha que arranca el juicio contra el ex Artur Mas y las exconseller Joan Ortega e Irene Rigau por 9N, una concentración «excepcional» de apoyo a los ex miembros del Govern. En rueda de prensa este jueves, el presidente de la Asamblea, Jordi Sánchez, ha hecho «una llamada específica» a los ciudadanos que «asuman la posibilidad de solicitar un día festivo» en el trabajo para participar en la concentración: «El momento lo vale; […] todos nos sentimos juzgados «, añadió». La consellera de los funcionarios catalanes ha apoyado públicamente la convocatoria. Yo, por mi parte, iré a trabajar ese día desde luego. Los días de agitación secesionista que se les coman ellos solitos. ¿En qué otras ocasiones han convocado ANC y OC? ¿No había motivos sociales, económicos, laborales? No tocaba. Solo toca cuando los mandamses de la Patria son requeridos por la justicia.

Tienen planes. Estos por ejemplo: es posible que la acción de las miles de personas convocadas por ANC y OC vaya orientada a impedir que Artur Mas y sus acompañantes entre en el Palacio de Justicia. Objetivo: que el juicio no pueda celebrarse. Una demostración de fuerza. Un periodista tan representativo del mundo secesionista como Eduard Voltas lo apuntó en la tertulia del programa Més 324. Más tarde puede llegar la aprobación de la ley de transitoriedad jurídica y la convocatoria del referéndum. Algunas voces afirman que podría coincidir con las nuevas elecciones autonómicas, el mismo día incluso. ¿Se podría votar en condiciones democráticas en medio de ese clima? La respuesta es evidente. En síntesis: el objetivo del independentismo es liarla más y más y lograr que la cosa se ponga muy chunga. Pueden perder… pero ¿y si ganan?

¿Qué hará la izquierda secesionista de los llamados Países Catalanes? Apoyar a Mas, al representante político por excelencia de la burguesía catalana secesionista. No hay duda.

¿Qué hará la izquierda nacionalista de los comunes el lunes 6 de febrero? Lo mismo más o menos.

Espero equivocarme. Pero sé que no me equivocaré.

Están jugando con fuego, quieren que todos juguemos con fuego; los más desfavorecidos pueden salir perdiendo; el federalismo es una voz silenciada en .Cat y, sin alarmismo, algunos buscan y quieren conseguir el choque de trenes. A ver qué pasa, a ver como la liamos. Ellos no saldrán heridos. Saben protegerse.

PS: Pregunta y recomendación:

Una pregunta, más que pertinente, de Miguel Muñiz Gutiérrez: «A pocos días de la votación hay constancia de que Catalunya Sí Que Es Pot, el PSC y la CUP, las únicas tres fuerzas del Parlamento catalán que hacen mención explícita el cierre de los tres reactores nucleares que hay en Cataluña en sus programas, votarán, con diversas variables, a favor del Capítulo VII de la Ley de presupuestos. Es decir, apoyarán al gobierno PDECAT-ERC en este tema. ¿Cómo es posible que tres fuerzas que declaran oponerse a la energía atómica apoyen un «impuesto» que legaliza los efectos sobre la salud de las emisiones radiactivas?». Las excusas son múltiples, señala Muñiz, pero comparten dos rasgos comunes: «que ya que las nucleares emiten radiación es mejor que paguen por ello; el razonamiento se complementa con otro: que la Generalitat no tiene competencias para incidir en cuestiones nucleares, por tanto el «impuesto» es una de las pocas cosas que se pueden hacer. Estas excusas tienen poca base cuando se las contrasta con lo que es la realidad actual del conflicto nuclear, pero para profundizar el análisis hay que examinar antes el contenido del rechazo a la energía nuclear de las tres fuerzas mencionadas…» Más la semana próxima. El tema es importante.

La recomendación: sobre las aventures diplomáticas del tándem «Pujol-Sumarroca»: Rafael Burgos, L’orgia diplomàtica (Pol·len Edicions, 2017). Se relata en el libro como familias de la burguesía catalana se han servido de cargos consulares honorarios para sus negocios, pro doma sua. Siempre pro doma sua. ¿Se imaginan sus hazañas financieras con un estado que, con razón, llaman propio? El autor, Rafa Burgos, no es sospechoso de españolismo. Más todo lo contrario.

Nota:

1) Sería más que aconsejable que tanto él como David Fernández, la persona que lo presentó, leyeran la última novela de Licia Falcón, El honor de Dios, Vilassar (Barcelona), El Viejo Topo, 2016. El libro está basado en el asesinato de Lasa y Zabala y en el terrorismo de Estado de los años ochenta con el PSOE gobernando. Nada que digamos de aquellos actos criminales, de aquella guerra sucia fascistoide del gobierno «socialista» está de más. Nada: ni los secuestros, ni los heridos, ni el sufrimiento, ni los asesinatos, ni los comportamientos fascistas de determinados funcionarios del Estado. Las cloacas fascistas en su máxima expresión. Pero el libro de Lidia Falcón también apunta a otros sufrimientos, a otros heridos, a otros muertos, a otros crímenes, que ni el llamado conflicto político vasco ni la lucha por «la independencia de un pueblo oprimido» pueden justificar. Rascando un poco, sin quedarse en las apariencias ni en el decir porque toca decirlo, ni la izquierda secesionista vasca ni gran parte de la catalana es consciente del inmenso daño y dolor causados en el pueblo y en el resto de pueblos españoles. Parecen justificarlo diciendo: nos pasamos un poco, o un poco más, pero nosotros pedíamos el derecho de autodeterminación y en eso teníamos razón. Pues no, no la tenían (cuanto menos desde 1978), y aunque la hubieran tenido nada justifica pegarle un tiro, por ejemplo, a Yoyes, a Lluch, a Miguel Ángel Blanco, a Gregorio Ordóñez o a tantos otros o poner bombas en Hipercor (sin que me olvide de la irresponsable actuación de la dirección de la empresa) o en el cuartel de Vic. Nada. Se tenga o no se tenga razón (que no la tuvieron, no hablo de Carrero Blanco ni de Melitón Manzanas), nada justifica la barbarie o los crímenes que se cometieron. Nada. Ni el dolor ni el desgarro ni la marginación ni el ocultamiento de tantos y tantos ciudadanos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.