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¿Y qué hace un fascistoide como ése en el congreso de una organización sindical obrera como ésta?

Fuentes: Rebelión

Ricardo Rodríguez es agente de Inspección Fiscal y escritor. En Crónica Popular [1] se aproximaba a la figura y a las recientes declaraciones del patrón de patrones, del jefe de la gran patronal española, la CEOE, la misma organización que tiene como vicepresidente a un chulo de playa que defrauda al fisco, no paga sus […]

Ricardo Rodríguez es agente de Inspección Fiscal y escritor. En Crónica Popular [1] se aproximaba a la figura y a las recientes declaraciones del patrón de patrones, del jefe de la gran patronal española, la CEOE, la misma organización que tiene como vicepresidente a un chulo de playa que defrauda al fisco, no paga sus compromisos con la Seguridad Social, mientras se jacta de todas sus «hazañas bélicas» y sigue «meditando» y sigue aferrado a su cargo.

Recuerdo brevemente algunas ideas y argumentos de RR: «El jefe de la patronal soltó tres tópicos tabernarios y todos caímos en la provocación. De nuevo logró que hablásemos de lo que a la élite empresarial le interesa que sea el asunto del día: los funcionarios vagos, los parados gorrones y los jóvenes que quieren la vida regalada. Sorprende que a estas alturas continuemos siendo tan cándidos».

No sólo fue eso: «Sus recomendaciones son simples. Mandar a los funcionarios a casa con un subsidio es la reproducción exacta del sistema de cesantías del siglo XIX, que es justamente el de la Administración corrupta del caciquismo que denunciaba Larra, entre otros. Conviene recordar una vez más que la España del «vuelva usted mañana» era la de la época en que los funcionarios podían ser mandados a casa a placer por cada Gobierno de turno, y que, para evitar esa inoperancia, se ideó la selección de los funcionarios en procedimientos objetivos según los principios de publicidad, igualdad, mérito y capacidad».

RR apunta una idea de interés: «No estaría de más que a nuestros grandes empresarios se les sometiera a exámenes de naturaleza similar a los que han de superar los empleados públicos. Igual nos evitábamos muchos sustos». Y otra crítica más que tampoco tiene desperdicio: «En lo que a las estadísticas se refiere, la supresión de aquellas cuyo resultado no gusta, como pudiera ser la Encuesta de Población Activa, entra dentro de las prácticas habituales de cualquier dictadura que se precie. Para la CEOE la información pública y en general la democracia son un engorro, un gasto superfluo. Lo importante no son los datos, como no lo es el significado de las palabras, sino saber quién manda, que diría Humpty Dumpty».

Quién manda, efectivamente, este es de nuevo el punto esencial, y con qué medios lo hace. La respuesta no parece complicada.

¿Y por qué entonces un sindicato obrero invita a un individuo de esta infame talla poliética a su congreso? ¿Cómo es posible -sin que olvide las manifestaciones críticas, que también se dieron- que se aplauda la presencia, e incluso la intervención, de un individuo que ha insultado a millones de ciudadanos-trabajadores y qué representa la organización que representa? ¿Qué cosmovisión sindical se esconde detrás de esos aplausos, tras ese reconocimiento?

El Congreso de CC.OO, además, salvo error por mi parte, se celebró en una sala dedicada a la memoria de Marcelino Camacho, un luchador inquebrantable que, en esta ocasión, hubiera vomitado probablemente.

PS: Ricardo Rodríguez plantea en su artículo otras preguntas de enorme interés. Estas por ejemplo: «¿Recuerdan ustedes alguna propuesta de la CEOE, una sola, de mejora en la organización de la producción industrial, alguna idea para aprovechar mejor la capacidad de los equipos técnicos, alguna reforma que no vaya de incrementar directamente su beneficio por empobrecimiento de los trabajadores? De manera más general, ¿en qué consiste en España la actividad empresarial exactamente?, ¿en conseguir del Estado la posibilidad de pagar salarios más bajos, despedir más barato, pagos de subvenciones y rebajas de impuestos y cotizaciones sociales, amén del regalo de trozos del sector público a medida que arruinan los sectores económicos que se les habían regalado antes? Finalizado el franquismo, y aún en los últimos lustros de la dictadura, las Administraciones públicas les cedieron miles de millones de plusvalías en el sector inmobiliario, a costa del derecho a la vivienda de millones de ciudadanos, a costa de la quema del territorio y la destrucción del entorno natural y a despecho del artículo 47 de la Constitución». Con una advertencia que no debería caer en saco roto: «Hicieron reventar el sector inmobiliario y, con él, dinamitaron la totalidad de la economía. Ahora exigen cobrarse la suculenta pieza de la educación y la sanidad, sobre la que harán barbecho si se les consiente».

Nota:

[1] «Parasitismo empresarial: A propósito de las coces de Joan Rosell»

http://www.cronicapopular.es/2013/02/parasitismo-empresarial-a-proposito-de-las-coces-de-joan-rosell/

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.