El mundo debate sobre energía con la vuelta a las nucleares sobre la mesa y la amenaza de abandonar apuestas por energías renovables. Y, en medio, los científicos se preguntan por qué nadie valora el potencial de la energía solar.
Si el Sol emite una cantidad de energía más que suficiente para satisfacer las necesidades mundiales, ¿por qué no nos apresuramos a explotarlo? A estas alturas del partido, en mitad de una crisis financiera global y con el cambio climático cotizando a la alza, lo normal es pensar que la inocente pregunta puede responderse con argumentos de peso que hagan caerse del guindo a cualquier entusiasta. Sin embargo y, por extraño que pueda parecer, la pregunta no la formulan recién llegados a la escuela, sino los propios investigadores que trabajan en el desarrollo de la energía solar. Frustrados por el escaso apoyo que reciben, comienzan a alzar la voz para exigir más compromisos. La última iniciativa es La Declaración de Valencia, firmada por unos 250 investigadores. La comunidad científica parece convencida de la eficiencia de la energía solar y pone ejemplos: el consumo energético de EE UU durante 2003 se podría haber abastecido cubriendo un área de 100 kilómetros cuadrados -algo más del 0,001% de su superficie- con paneles solares operando a un 15% de eficiencia (los paneles actuales captan en torno a un 10% de las emisiones solares que reciben). El investigador del CNRS Daniel Pincot inauguraba la última conferencia europea del sector (y van 23) con la enésima defensa de la energía solar como la fuente limpia, segura y renovable que la humanidad está esperando. «Sabemos desde hace mucho tiempo [la primera placa solar se desarrolló en la década de los ’50] que la energía fotovoltaica puede hacer el trabajo. Podríamos haber empezado programas de envergadura durante la crisis del petróleo del ’73», apuntaba el científico francés. Con tanto entusiasmo, ¿qué frena entonces el desarrollo de este tipo de energía? La revista Nature Materials, en uno de sus últimos editoriales, volvía sobre un argumento que ya conocen en los laboratorios: «La respuesta se encuentra en los costes: casi cuatro dólares por vatio. La energía solar es demasiado cara, cuando en la actualidad estamos pagando unos pocos céntimos». Pero, para esto, los científicos también tienen defensa. «La situación ha cambiado con la implantación de políticas de apoyo público, iniciadas en Japón y Alemania en los ’90. Han permitido el desarrollo del mercado y una progresiva disminución de los costes, asociados a la producción en escala», explica Pincot. Los datos le avalan. En Alemania van por el millón y medio de unidades solares domésticas. Junto a la producción en escala, la reducción de coste pasa por la investigación y el desarrollo. Y en eso -dicen los investigadores- la cosa no pinta mal. El pasado mes de noviembre, la Universidad Politécnica de Madrid anunciaba un nuevo récord mundial de eficiencia para una célula solar de doble unión, una nueva tecnología llamada a sustituir a las células actuales. La célula madrileña convierte en electricidad un 32,6% de la luz que recibe. Según sus autores, si se desarrollaran durante unos cinco años sistemas basados en la nueva célula, el coste de la energía producida sería de unos 5,5 céntimos por kilovatio/hora (el precio medio en España es de 7,5 céntimos por kilovatio/hora).
Pincot y sus compañeros tienen claro que la electricidad solar será competitiva en unos años. La Asociación Europea de la Industria Fotovoltaica (EPIA) se moja aún más: en 2020 los costes se habrán reducido a la mitad. Dicen, en un informe publicado en colaboración con Greenpeace, que la energía solar tiene el potencial de suministrar energía a unos 4.000 millones de personas en 2030, «si se ponen hoy en práctica las políticas adecuadas». Es una estimación. Como explica Paco Castejón, miembro de la comisión de energía de Ecologistas en Acción, «quedan temas pendientes, como el impulso a la investigación en el almacenamiento de la energía solar para garantizar el abastecimiento». Su organización estima, en cualquier caso, que el camino está en la energía solar, en combinación con otras fuentes renovables y nuevas opciones. No parece que la Unión Europea piense lo mismo, ya que en su VII Programa Marco se destina cinco veces más inversión a la energía nuclear. «Mueve mucho dinero: constructores, multinacionales…», explica Castejón. El impulso a las renovables está en el aire: las reticencias que surgen por la crisis económica en la UE, la aparición de Obama en escena, las decisiones de la última cumbre sobre Cambio Climático de Poznan (Polonia)… Muchas voces, además de las científicas.
ESTADO DE LA ENERGÍA SOLAR PASO A PASO
La situación del mercado
Según datos de la Asociación Europea de la Industria Fotovoltaica (EPIA), el mercado de la electricidad solar está en auge. A finales de 2007, la capacidad acumulativa instalada de sistemas fotovoltaicos solares de todo el mundo superó los 9.200 megavatios, frente a los 1.200 que se contabilizaron en 2000. La industria de electricidad solar tiene un valor superior a 13.000 millones anuales y crece sobre un 40% cada año. Casi 120.000 personas están empleadas en el sector. Según las previsiones de la organización y siempre que se incentive el sector desde las administraciones, el número de empleados podría llegar a los 10 millones en 2030. Este impulso laboral se notaría especialmente en las economías locales, con pequeñas empresas de desarrollo, instalación, mantenimiento, además de los impulsos tecnológicos y de fabricación. A pesar de los incrementos y las perspectivas, sólo el 0,1% de la energía que se crea en la actualidad en el mundo utiliza el Sol como fuente.
Objetivo: bajar costes
El gran obstáculo para la expansión de la energía solar, su coste, podría superarse. Al calor de los recientes progresos tecnológicos y en un contexto de subida de los precios de la electricidad, la industria se ha fijado como objetivo que el 12% de la energía de la UE sea solar al llegar a 2020. Que las previsiones tengan alguna oportunidad de convertirse en realidad pasa por la aprobación del paquete de medidas sobre energía y cambio climático de la UE, con unos objetivos para 2020 de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero del 20%, un 20% de energías renovables y una disminución del consumo energético del 20%. Al cierre de esta edición, parece claro que la decisión final sobre su aprobación se conocerá el próximo 13 de diciembre ¿El principal escollo? La crisis económica y la creciente opinión de que ahora no es tiempo para el planeta, sobre todo entre los países recién incorporados al club europeo.
¿Y la investigación?
La extensión de la energía fotovoltaica pasa por mejorar sus sistemas. Según Nature Materials, es preciso ir más allá de las células solares de primera generación (basadas en silicio cristalino) y que, en 2007, constituían un 86% del mercado. Se apunta a células solares que empleen el silicio (uno de los elementos más abundantes en la Tierra), pero en su forma amorfa, más barata aunque menos eficiente, por ahora. También se señala a otros materiales inorgánicos como cadmio o indio. La revista científica hace especial hincapié en el desarrollo de células solares basadas en materiales orgánicos empleados junto a nanomateriales o tintes absorbentes para maximizar la eficiencia de los dispositivos. El número de trabajos en esta línea cada vez es mayor, con propuestas como las que realizan desde el Instituto de Tecnología de California, donde emplean técnicas de nanotecnología para imitar la capacidad de absorber de la fotosíntesis.
http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article6963