Fernando Luengo [FL], profesor de Economía Aplicada de la Universidad Complutense y miembro del colectivo econoNuestra, describe así la «Europa de los mercados» en un artículo reciente [1]: «Una crisis tan profunda y persistente como la actual, tan desigualmente repartida entre países, regiones y grupos sociales, hubiera exigido una intervención contundente por parte de la […]
Fernando Luengo [FL], profesor de Economía Aplicada de la Universidad Complutense y miembro del colectivo econoNuestra, describe así la «Europa de los mercados» en un artículo reciente [1]:
«Una crisis tan profunda y persistente como la actual, tan desigualmente repartida entre países, regiones y grupos sociales, hubiera exigido una intervención contundente por parte de la Unión Europea (UE)», una intervención inspirada en «los principios que, en teoría, son consustanciales al proyecto comunitario: convergencia y cohesión social». Pero, señala críticamente, es justo lo contrario lo que ha sucedido: «En lugar de una toma de posición sustentada en esos principios, nos encontramos con políticas promovidas desde la troika (¿esto es lo que queda de Europa como proyecto?), que incorporan un diagnóstico de la crisis sesgado e interesado». Consecuencias: la materialización de esas políticas ha acrecentado las desigualdades al igual que la polarización social, «convirtiendo en retórica vacía el ideario comunitario; nada que ver con una Europa ciudadana y democrática».
Si la situación requería una UE más solidaria y cohesionada, prosigue FL, «ahora tenemos una UE más insolidaria y fracturada, donde prevalecen las prácticas no cooperativas» y donde no rige otra ley que la postulada por el darwinismo social: la ley del más fuerte, «la de aquellos países o grupos que tienen capacidad para imponer sus designios en las instituciones comunitarias». Siempre ha sido así, desde luego, no seamos ingenuos, «pero ahora con una muy marcada diferencia: los espacios de consenso y los contrapesos son prácticamente inexistentes».Resulta más que ilustrativo, en opinión de FL, «la resistencia, activa y exitosa, por parte de las economías más ricas, lideradas por la alemana, a que se pongan en común recursos que pudieran financiar intervenciones comunitarias de mayor calado».
La unión económica y monetaria europea ha situado a las firmas más competitivas, muchas de las cuales proceden de los países centrales de la UE, «en las mejores condiciones para acrecentar sus beneficios, transnacionalizando la cadena de creación de valor, ampliando la escala de producción y aumentando las ventas». La economía alemana ha cosechado superávits con la mayor parte de sus socios comunitarios, especialmente, remarca FL, «desde la implantación de la moneda única».
El presupuesto de la UE, por otra parte, «que no expresa sino la voluntad política de implementar políticas comunes, ya se había reducido antes del estallido de la crisis, hasta situarse en un 1% del PIB comunitario». ¿Qué significa adelgazarlo todavía más? La respuesta de FL: un claro mensaje político enviado desde Bruselas. «No existe otro proyecto europeo que el promovido por los mercados y las élites». Las instituciones comunitarias «renuncian a asumir un papel destacado en una salida de la crisis que necesitaría de la aplicación de un importante plan de inversiones públicas y un sustancial aumento del gasto social comunitario». De este modo, concluye FL, los recortes de Bruselas, además de entrar en colisión y apuntar en la dirección contraria de una Europa más estratégica, «perjudica más a aquellos que en mayor medida se beneficiarían de un proyecto comunitario con un formato más redistributivo que mercantil, los más débiles». Aquellas economías cuyas finanzas públicas no lo permiten o que permanecen atrapadas en el bucle de las políticas de austeridad, asegura finalmente, «no podrán implementar las políticas que antes se cubrían con fondos comunitarios».
Resultado de todo ello: una Europa más fracturada social y productivamente.
Por la misma senda ha transitado Àngel Duarte Montserrat [ADM] en una entrevista reciente aparecida en el Front. Hace pocos días, comenta el gran historiador catalán, alguien tan comedido como Antón Costas, en el suplemento Negocios de El País -«o sea, no en un medio anti-UE sino más bien todo lo contrario»- recordaba que la economía española se había comenzado a recuperar hacia 1999 y señalaba, en concreto, que «el modelo productivo se orientaba hacia actividades productivas y de mercado». ¡No me diréis que no lo echamos en falta!, comenta ADM «¡Actividades productivas! Y de repente , sigo con Costas, se empiezan a torcer las cosas: «Pero a partir de 1999 algo comenzó a torcerse. Volvieron los desequilibrios macroeconómicos y la economía se orientó hacia actividades especulativas y suntuarias, como las grandes inversiones en AVE, aeropuertos,… De forma intrigante, el inicio de este deterioro coincidíamos con la entrada de la peseta en el euro». ¡Intrigante, afirma don Antón Costas! La izquierda, en opinión de ADM, debería empezar a responder con un cierto nivel de precisión, y sin eludir las responsabilidades adquiridas en el pasado «-existe, como asegura Giaime Pala…, un europaletismo de izquierdas muy extendido-, de cómo y por qué tuvo lugar el falso boom económico del pasado más reciente, una situación en la que una enorme cantidad de capitales extranjeros llegaron aquí y reventaron -en buena medida a través del endeudamiento privado- el país». Con ello, concluye ADM, nos han dejado «completamente empantanados y a las clases subalternas, perdonad la expresión, en ‘pelota picada».
Por su parte, el imprescindible periodista Antonio Cuesta [AC], en su «Cuaderno de Atenas» trazaba, el lunes 16 de septiembre, este más que sombrío panorama:
Todos los medios han coincidido en destacar en Grecia el inicio de una semana plagada de huelgas. «Cinco días en la educación pública, dos en la enseñanza privada, cinco en las oficinas de empleo (total, para lo que sirven, dirán algunos), cinco en la seguridad social, tres en los hospitales, dos los abogados y dos el resto de empleados públicos…» Todos, entre otras cosas, «contra los despidos en la administración». Si alguien no lo remedia, a finales de 2013, «podría haber cerca de 30 mil funcionarios menos». Cuando la semana pasada, el ministro de Trabajo griego, hablaba de la «tendencia positiva» en el empleo, ¿se estaba refiriendo a esto?», pregunta irónicamente AC.
Lo han vuelto a hacer. El ministro de Finanzas griego, Yanis Sturnarás, señala AC, «ha vuelto a asegurar que Bruselas no presiona para que se adopten nuevas medidas de austeridad o más recortes». De eso nada. ¿Nada? El editorial de «Eleftherotypia publica hoy que el ‘nuevo golpe’ afectará a 150 mil pensionistas, y a otros 50 mil en trámites, que solicitaron su jubilación después del 1 de julio de 2012. Los pagos únicos a tanto alzado y las pensiones complementarias podrían verse recortadas hasta en un 40% y de forma retroactiva, debido a las exigencias de los acreedores que desean ver reducido el déficit de los fondos de pensiones».
AC recuerda que otro miembro destacado del gobierno, «que le gusta prometer lo que de antemano no está en su intención cumplir», es el ultraderechista ministro de Sanidad, Adonis Yeoryiadis, el Boi Ruiz griego. Adonis «aseguró en junio (tras ser elegido para el puesto) que no habría despidos ni recortes. Lleva ya 8 hospitales cerrados y más de 1.500 trabajadores con un pie en la calle». ¿No había suficientes recortes en Sanidad? Sí, desde luego, «un 25% del gasto de salud entre 2009-12 y un tercio del gasto farmacéutico. La tasa de hospitalización de 5 euros pasará a 25». Mañana, y hasta el jueves, informa un AC más que razonablemente indignado, incluso prudente, «los médicos estarán de huelga contra los planes de este pinocho antisemita, responsable de la sanidad griega».
Lo dejo en este punto. Hasta aquí el capítulo de los horrores europeos. Hay más, mucho más, pero lo apuntado es muestra representativa.
Pues bien, esta Europa del mal, el capital y la barbarie inconmensurable e incorregible, ha hablado y ha dicho lo siguiente respecto al tema de la independencia de Catalunya:
«La parte segregada de un Estado de la UE no es miembro de la UE». «El nuevo Estado no se beneficiaría de los acuerdos de la UE con otros países». «La Comisión europea advierte: una Catalunya independiente automáticamente deja de pertenecer a la UE y se convierte en un ‘país tercero». «Bruselas cierra las opciones sobre el futuro europeo de un Estado catalán» «En la UE se mira con preocupación lo que ocurre en Cataluña y no precisamente con simpatía». «La entrada de un nuevo miembro en la UE debe ser aprobada por unanimidad y España no sería la única en vetar el ingreso de Cataluña tras una secesión unilateral». «Las ventajas del mercado único desaparecerán para las empresas catalanas. Cualquier firma radicada en la comunidad estaría sujeta a posibles aranceles». «Los estudiantes no podrían optar al programa Erasmus ni a otros». Etc, etc [4]
Las cosas, con las matizaciones que se quieran introducir, parecen pintar así. Si cuaja la «independencia» de Cataluña, otros mundos y países similares, con propósitos afines, son posibles y esas comunidades están en éste, en este mundo, en el resto de la UE. Y no están pensando en Euskadi únicamente.
Puestos en esta tesitura, ¿cuál es la duda entonces? ¿Qué supuesto cartesiano, por hiperbólico que este sea -hipótesis del sueño, percepción errónea, Dios maligno o incluso un diabólico Diablo omnipotente- puede impedirnos sacar veraces conclusiones? ¿No se imponen, con meridiana certeza, sin atisbo para ninguna incertidumbre, por ellas mismas?
Si Cataluña se independiza, parece que adiós euro, adiós Europa de los mercaderes sin escrúpulos, adiós neoliberalismo sin entrañas, adiós lobbys insaciables, adiós Deutschland über alles, adiós recortes antipopulares, adiós leyes antiobreras, adiós política exterior otánica, adiós dictados de la Comisión Europea, adiós migraciones sangrientas, adiós ausencia de democracia real, adiós no hay futuro, adiós no hay esperanza, etc etc. Luego entonces, ¿qué ciudadano/a que no comulgue con el neoliberalismo sin entrañas puede dejar de gritar y apoyar «¡viva la independencia de Cataluña!»?
¿Y ya está? ¿Cataluña fuera y la vida, para los demás, sigue igual?
No, desde luego. Es sólo el primer compás, es el buen ejemplo que todos hemos ansiado. Al instante siguiente, o al mismo tiempo incluso, se independizan, nos independizamos el resto de los pueblos y comunidades de Sefarad. Ganamos lo mismo, exactamente lo mismo: dignidad, esperanza, libertad, rebelión; perdemos subordinación, servilismo e imposición de la tiranía neoliberal.
Y luego, puestos a pensar en un mundo que ya podemos imaginar como quería el poeta, hablamos, dialogamos, iniciamos procesos constituyentes democráticos, pensamos en objetivos y en instituciones populares comunes y afables y nos unimos voluntariamente, haciendo piñas, disolviendo malos entendidos, con nuestras propias tradiciones, culturas e idiomas, respetándonos todos, en una República federal y fraternal donde podamos seguir juntos, viviendo en armonía, justicia, equidad y libertad, como dicen que viven los que han amado y luchado mucho.
Notas:
[1] http://blogs.publico.es/econonuestra/2013/09/17/la-europa-de-los-mercados/#
[2] Entrevista a Àngel Duarte Montserrat, especialista en historia social y cultural de la política. «Se impone una rectificación democrática, radical, de un parlamentarismo que empieza a recordar el viejo del liberalismo patricio». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=174106
[3] Fuente: http://deatenas.tumblr.com/post/61422266710/la-estacion-de-las-huelgas
[4] El agujero de estos fondos, señala AC, que se estima en 2,5 mil millones de euros, «se debe a los continuos recortes presupuestarios, las asfixiantes medidas de austeridad y al brutal incremento del desempleo que ha llevado a la desaparición de los cotizantes». ¿Qué se les ha ocurrido? «Ir ahora a por los ingresos de los pensionistas, ante su incapacidad manifiesta para que las cuentas tengan un algo de lógica».
[4] El País, 17 de septiembre de 2013, pp. 10-11.
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
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