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¿Condenar la violencia?

Yagüe y Zapatero: un general asesino y un presidente cobarde

Fuentes: InSurGente

Juan Yagüe Blanco fue un asesino entorchado, un uniformado canalla sin escrúpulos, un criminal de guerra que destrozó dolosamente las vidas y las haciendas de miles de personas inocentes, tanto entre la indefensa población del norte de Marruecos como entre sus compatriotas «españoles». Curtido en las sanguinarias campañas militares del Rif, colaboró con Franco en […]

Juan Yagüe Blanco fue un asesino entorchado, un uniformado canalla sin escrúpulos, un criminal de guerra que destrozó dolosamente las vidas y las haciendas de miles de personas inocentes, tanto entre la indefensa población del norte de Marruecos como entre sus compatriotas «españoles».

Curtido en las sanguinarias campañas militares del Rif, colaboró con Franco en la represión de la llamada revolución de octubre de 1934 en Asturias y, dos años después, pasaría definitivamente a la historia de la infamia como uno de los principales integrantes de la sublevación de 1936 contra el legítimo gobierno de la II República.

Juan Yagüe, considerado por muchos historiadores como el estratega más agresivo y eficaz de todos los mandos del ejército rebelde, fue uno de los precursores de la blitzkrieg o guerra relámpago, que harían famosa algunos años después los militares nazis conducidos por Hitler. Así, el frenético ritmo de avance de las cinco columnas de legionarios y soldados regulares dirigidas por Yagüe a través de Andalucía y de Extremadura durante el mes de agosto de 1936, al comienzo de la guerra, no había tenido parangón en conflicto bélico alguno hasta entonces, y sólo se vio superado durante la Segunda Guerra Mundial por las fuerzas acorazadas alemanas. En menos de un mes, Yagüe avanzó medio millar de kilómetros, deteniéndose a sólo cien de la invicta villa de Madrid.

Dicen que su dios los cría y ellos se juntan. Así, Yagüe fue amigo de José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador jerezano y fundador de la Falange Española, inspirada en el Partido Fascista italiano, a la que llegó a afiliarse. Militar antes que político, las veces que su ideario militante colisionó con las órdenes de su caudillo, como cuando la unificación con los carlistas en 1937 que dio lugar a la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET y de las JONS), a la que se opuso el dirigente Manuel Hedilla, siempre optó por la disciplina castrense.

Si hubiera practicado la vieja tradición mercenaria de grabar una marca en el cinturón por cada muerto matado, sólo durante la llamada Guerra Civil su correaje se habría desgastado por las muescas, tal fue la carnicería cometida bajo sus órdenes entre 1936 y 1939. Participó en la sublevación de la colonia de Ceuta y, tras cruzar el Estrecho y arribar a Algeciras, ayudó a su colega, el sádico locutor amateur Gonzalo Queipo de Llano, a afianzar la rebelión en Sevilla. Después continuó su recorrido matarife por tierras extremeñas, reprimiendo ferozmente a los indefensos lugareños, hombres, mujeres y niños, sembrando a su paso la destrucción y la muerte, siendo la masacre de Badajoz la más conocida de sus hazañas bélicas .

Cuentan que, en cierta ocasión, entrevistado por el periodista estadounidense John T. Whitaker sobre el genocidio, contestó sin despeinarse: « Claro que los fusilamos. ¿Qué esperaba? ¿Suponía que iba a llevar 4.000 rojos conmigo mientras mi columna avanzaba contrarreloj? ¿Suponía que iba a dejarlos sueltos a mi espalda para que volvieran a edificar una Badajoz roja?». Tales eran su prepotencia y su segura impunidad.

Ascendido a coronel por tamaños méritos, continuó avanzando hacia la capital siguiendo el curso del río Tajo, aunque una discrepancia logística sobre la oportunidad de desviarse para rescatar a los fascistas que se habían hecho fuertes en el Alcázar de Toledo, le costó ser relevado por el general Varela, pero en julio de 1937 fue nombrado jefe del I Cuerpo del Ejército marroquí, al mando del cual entró a sangre y fuego en Barcelona en enero de 1939.

Finalizada la guerra, tras la victoria de los facciosos, Franco lo ascendió a general de división y lo incluyó en su Gobierno, pasando a desempeñar el cargo de ministro del Aire hasta 1940. La confianza depositada en él por su «generalísimo» lo llevó a ser ascendido a teniente general, siéndole encomendada, en 1943, la máxima jefatura de la capitanía general de la VI Región Militar, con sede en Burgos, ciudad en la que fallecería en 1952.

Tras su muerte, el pequeño pueblo soriano en el que nació en 1892, San Leonardo, fue rebautizado con el nombre de San Leonardo de Yagüe, denominación que sigue vigente en la actualidad para mayor bochorno de todos los gobiernos habidos desde el parto con fórceps de la supuesta democracia en la que sobrevivimos quienes pagamos por nuestros cafelitos bastante más de 80 céntimos de euro.

55 años después, la hija del asesino aprovecha las nuevas tecnologías para hacer apología del terrorismo franquista revisando la historia, al mejor estilo de Pío Moa (del que, por cierto, hemos de decir que jamás militó en los GRAPO, como le gusta exhibir en su cuuriculum mortis). El excipiente legal es una fundación fascista, creada en 2006 con el objetivo de maquillar la infecta memoria de su progenitor. Se trata de la Fundación Yagüe: http://www.fundacionyague.org

Si visitan el tenebroso sitio, se encontrarán entre los patronos a lo más rancio de la burguesía soriana y castellana vieja, presididos «honoríficamente» por Manuel Sainz de Vicuña y García Prieto, marqués de Alhucemas y Grande de España, o sea.

Y suponemos que a estas alturas se preguntarán ustedes qué pinta el presidente Zapatero en el título que encabeza este articulito. Pero tiene que ver, y mucho. Porque no es de recibo que quien, como hemos dicho, permite el nacimiento sacramentado de instituciones privadas delictivas como la que nos ocupa -o como la Fundación Francisco Franco-, tenga tantos prejuicios a la hora de dar el visto bueno a un partido que representa, al menos, a doscientas mil personas empeñadas en vivir en paz.

¿Con qué legitimidad se exige a la izquierda abertzale que «condene expresamente» la violencia de una de las partes, mientras los descendientes de los mayores criminales que han conocido las Españas campan por sus respetos imponiéndonos la miserable biografía de sus ancestros como si de una hagiografía se tratase?

Cobardía se llama la figura.