«Dicen que me arrastrarán por sobre rocas cuando la Revolución se venga abajo,que machacarán mis manos y mi boca,que me arrancarán los ojos y el badajo.Será que la necedad parió conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio:la necedad de asumir al enemigo,la necedad de vivir sin tener precio.» Silvio Rodríguez A veces, muchas […]
«Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo,
la necedad de vivir sin tener precio.»
Silvio Rodríguez
A veces, muchas veces, yo misma no me entiendo y creo que sería mas fácil vivir de otra manera, más cómoda y tranquila, tal vez gris y sin brillo, pero sin confrontaciones. Seguir la ola de la mayoría, rebajarse hasta esos compromisos tan «tiernos» que permiten obtener «pequeños» o «grandes» privilegios, dependiendo de cuánto, una misma, está dispuesta a pagar. Pagar, y no debe necesariamente ser con dinero, puede ser con favores más o menos turbios… o con el cuerpo… o con ideas propias. Pero, en mi caso yo no puedo hacerlo, es algo intangible que en mi interior, en lo profundo de mi ser, me obliga a rebelarme.
Y todo esto es obra de mi padre, otro gran necio, que me crió y me enseñó a no venderme nunca, como dice el trovador italiano Edordo Bennato: «Todo tiene su precio, pero nadie sabe cuánto cuesta mi libertad».
Hoy es un día donde me siento inspirada en las canciones, primeramente, de Silvio Rodríguez, después en las de Bennato, y ahora en las de otro trovador italiano, Francesco Guccini, con su canción «Cyrano», en cuya letra me puedo identificar: «Que vengan adelante, con su nariz corta, señores acicalados, yo ya no los soporto,
pondré mi pluma bien adentro en su orgullo, con esta espada los puedo matar cuando quiera. No me importa nada si soy un equivocado, ningún placer para mí es un placer, me encanta ser odiado, por los listos y los prepotentes; siempre me deleito y al final del duelo… ¡no perdono y toco, no perdono, no perdono y toco!
La verdad ustedes la buscan en la tierra, como los cerdos, que comen las bellotas y me dejan las alas; que los enanos se quiten de mi camino, porque para mi ira necesito enormes gigantes. En los dogmas y en los prejuicios nunca voy a caer y al final del duelo, yo no perdono y toco…. ¡no perdono, no perdono y toco! Dedico esta reflexión a los que me odian, que no me entienden, precisamente porque buscan sus verdades mezquinas a un nivel muy bajo, como los mafiosos, (¡y recuerden que yo los conozco, ya que nací en el país que logró exportar la mafia hacia todo el mundo!) se protegen entre ellos mismo, marginando a quienes no piensan como ellos; se creen invencibles. Son los oportunistas que saben flotar bajo la bandera de cualquier partido político, y están dispuestos a cambiarlo, sólo por defender sus pequeños intereses personales. Son peligrosos, y mucho; son capaces de destruir, con el poder que ejercen, a la gente por envidia; abusan sin pena de las personas, de jerarquía inferior que trabajan con ellos»
Y aunque parezca imposible, estoy escribiendo esto con el amor, la ira y la preocupación de que estas personas pueden destruir este maravilloso proyecto que es la Revolución Cubana.
Fidel Castro, Comandante en Jefe, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en su discurso del 17 de noviembre 2005 se pronunció con claridad sobre la definición de la naturaleza humana, dijo: «El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a través de los instintos, el instinto de supervivencia es uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por otro lado la conciencia lo puede conducir a los más grandes actos de heroísmo». Y esto nos hace darnos cuenta de lo difícil que es construir el proyecto socialista, especialmente recordando otras dos frases de Fidel en el mismo discurso, donde se enfrenta a dos verdades dolorosas: «Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo»… «Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra».
Desde el 2005 han pasado muchas cosas, Fidel Castro sigue siendo el líder indiscutible de la Revolución caribeña, mientras que su hermano, el presidente Raúl Castro ha empezado una tarea hercúlea para enderezar la sociedad cubana hacia los senderos de la eficiencia y llegar a un estado mínimo de bienestar general, siempre prometido al pueblo pero varias veces pospuesto.
Cuando escuché a Raúl el año pasado, el 18 de diciembre de 2010, se me llenó el corazón de esperanza y de confianza; su fuerza y su honestidad, confirmaron sus palabras del agosto de 2009: «A mí no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo».
Sigo citando a Raúl en su discurso de diciembre de 2010 porque creo que nos dio todas las claves por proceder de manera correcta: «Hay que luchar para desterrar definitivamente la mentira y el engaño de la conducta de los cuadros, de cualquier nivel. No por gusto el compañero Fidel en su brillante definición del concepto Revolución, entre otros criterios, señaló: ‘No mentir jamás ni violar principios éticos’. Conceptos que aparecen reflejados en la primera página de los lineamientos que hemos estado discutiendo»… «Si queremos salvar la Revolución hay que cumplir lo que acordemos, y no permitir después del Congreso -como ha sido hasta ahora en
muchos casos muy elocuentes- que los documentos vayan a dormir el sueño eterno de las gavetas, como se estuvo explicando en estos días de discusiones, fructíferas, democráticas y verdaderamente profundas».
El punto que, realmente, más me gustó fue cuando autorizó al pueblo a ser críticamente constructivo (una cualidad que corre por mis venas) y dijo: «no teman buscarse problemas por enfrentar lo mal hecho, porque buscarse problemas es, en estos momentos, es una de nuestras tareas principales para superar todas esas deficiencias que hemos mencionado»… «Soy un defensor de la lucha contra el secretismo, porque detrás de esa adornada alfombra es donde se ocultan las fallas que tenemos, y los interesados en que sea así y siga así. Y yo recuerdo algunas críticas; ‘sí, saquen en el periódico tal crítica’, le orienté yo mismo, antes, hace muchos años, y, naturalmente, no se habló de un organismo, sino de un producto, etcétera. Inmediatamente la gran burocracia empezó a moverse: ‘Esas cosas no ayudan, desmoralizan a los trabajadores’. ¿A qué trabajadores van a desmoralizar? El que quiera guardar secretos de sus propias deficiencias que luche y dedique ese gran
esfuerzo en evitarlas (me refiero a las deficiencias)… «Vale recordar, otra vez, que el desconocimiento de la ley no exime a nadie de su cumplimiento y que, según la Constitución, todos los ciudadanos tienen iguales derechos y deberes, por lo cual quien cometa un delito en Cuba, con independencia del cargo que ocupe, sea quien sea, tendrá que enfrentar las consecuencias de sus errores y el peso de la justicia».
Todo esto demuestra que la Revolución Cubana está atravesando un momento difícil en el cual necesita más que nunca del esfuerzo de todos y todas, del coraje de mostrar que estamos luchando por un mundo mejor posible, que es el socialismo; que sólo puede lograrse mejorando el socialismo, para que sea cada vez más radical, más diáfano; aplicar el principio de que la Revolución es permanente, una lucha continua para defender los logros profundos de Cuba en los últimos cincuenta años.
Como escribió una gran amiga fallecida (el 7 de septiembre de 2011, por desgracia, marcó el tercer año de su desaparición física), Celia Hart Santamaría, en su artículo «Cuba, en marcha revolucionaria… y sin Fidel (primera parte)»: «El futuro de la revolución socialista de Cuba debe ser uno de los desvelos de los revolucionarios de todo el orbe, pero, si es cubano, con el peso de saber que esta Revolución fue fabricada por Fidel y el Che, entonces, ese compromiso, se convierte en el mismo sentido de la propia vida».
Yo no soy cubana, pero el hecho de vivir aquí durante casi 11 años, me compromete hasta los tuétanos a preservar esta experiencia única, dispuesta incluso a perder la vida, sin dudarlo un segundo, si es necesario.
Y, por último perdón, Presidente, pero una vez más vuelvo a sus palabras, audaces y llenas de esperanza y certeza: «Grandes han sido los retos y también los peligros desde el triunfo de la Revolución y de la proclamación de su carácter socialista y muy especialmente a partir de la victoria de Girón, mas ninguna dificultad ha podido doblegarnos. Estamos aquí y estaremos por la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica y el espíritu de sacrificio y revolucionario del pueblo de Cuba, que hace mucho tiempo hizo suyo el concepto de que el socialismo es la única garantía para seguir siendo libres e independientes».
Hasta la victoria siempre…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.