Llegué con la precaución de quien va a intentar dialogar con una directora a la que acompaña el halo de una fortaleza de carácter y de espíritu tremendos. Confieso que comenzamos al revés, siendo yo la entrevistada, y de ahí se reveló una mujer que es una exquisita conversadora. Aunque en esta entrevista no está […]
RC: Creo que no es un momento muy feliz. Que la industria como institucionalidad está pasando por una crisis. El ámbito en que se fundó el ICAIC no es el que hay ahora; ha ocurrido, entre otras cosas, una revolución tecnológica que puede crear muchos equívocos. Toda esa democratización de los medios no significa que la gente no tenga que tener talento, no significa que no tenga que tener historias. Esas cosas alternativas a veces han abierto la brecha a mucha mediocridad y a muchas cosas que no deben ser, a mi entender. De la cantidad sale la calidad, pero de una cantidad con proyectos de una media para arriba, no de una cantidad de malos proyectos. Creo que en Cuba hay muchísima gente que domina las herramientas narrativas, pero fallan las historias. La gente joven conoce toda la carpintería, lo instrumental, pero entonces tienen como una precipitación… y por otra parte la institución no ha hecho ese trabajo de ir llamando, ir protegiendo a esos jóvenes, para que accedan a sus obras con perspectivas mejores. La clave es «Joven con talento, joven con cosas que decir». La institucionalidad no ha propiciado eso, hay un laberinto burocrático terrible; además, el cine no es de inmediatez, el cine como toda la cultura, tiene que tener su autonomía, porque las obras culturales son a largo plazo. Siento que hay una falta enorme de jerarquización artística de las cosas. Yo divido al cine en: el cine como industria y el cine como sistema cultural. Se han perdido esa cultura de ir al cine, de que el cine forme parte de tu entorno cotidiano y es imprescindible rescatar eso. Llega el Festival de Cine, que es una fiesta, pero las proyecciones dan tristeza. Cuando uno ve una película donde se ha cuidado la fotografía, la banda sonora, y va a la sala de cine, siente pavor. Uno no hace una película para verla en una pantallita de diecisiete pulgadas, eso me parece espantoso. Por otro lado, nunca como ahora, gracias a esa tecnología, circula gran cantidad de cine de baratija, y nunca como ahora ha fallado tanto la crítica cinematográfica. Quizás sea necesario se entienda que en términos de dinero la inversión es grande, pero en términos del pago ideológico, del pago cultural, es realmente imprescindible tenerlo en cuenta.