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¿Yo soy revolucionario, pero…?

Fuentes: Rebelión

Más o menos diez años atrás, ocurría frecuentemente que el cubano de a pie expresaba opiniones respecto a cualquier aspecto de la cotidianidad criolla, mediante una frase introductoria: “yo soy revolucionario, pero…”

A seguidas, una catarata de quejas y críticas, donde lo mismo salían mal parados el Partido Comunista, el Estado, el Gobierno o cualquier instancia del poder de Cuba. Así fue por más o menos el 2012 (1). Pero en este tan difícil 2023, la mayor de las Antillas ha caído 32 lugares en el Índice de Desarrollo Humano entre el 2007 y el 2022; degustar un par de huevos deviene acontecimiento, y el sufrido cubano de a pie o dice que «no habla de política», o si le dan la mínima oportunidad se desborda donde sea, o en las redes sociales no anda con medias tintas. Tal cual es, por mucho que también se reconozca el grave daño causado por las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos contra Cuba, vulgo bloqueo.

¿Algún peligro para los valores reales y no impostados del ser nacional? ¡Cuentos! Cuando el ciudadano se manifiesta así, expresa en realidad un sentimiento de pertenencia a un ideal de  país,  cuya carencia mayor se encuentra justo en sentirse “pertenecido”. No “perteneciente”.

Los cubanos, quede claro, no “pertenecemos” a Cuba. Cuba nos pertenece, sin derecho a exclusión  del uno por el  otro,dentro de lo internacionalmente aceptado. El “amo” se llama Liborio, nombre simbólico  del sufrido criollo de a pie. No Fidel, Raúl, Díaz-Canel o el Partido Comunista, por muy rector del Estado y la sociedad que la vigente Constitución le proclame. No por gusto, el texto constitucional deja bien claro que la soberanía reside en el pueblo.

Preguntas en pie: ¿ cómo el ciudadano ejerce su parte alícuota de soberanía popular, mediante cuáles medios es efectivamente ciudadano, elector? ¿Tales medios permiten a plenitud llegar a algo tan cardinal como el voto informado, responsable, en función del individuo y la comunidad, y en consecuencia un ejercicio real de la soberanía? «Un voto descuidado es un derecho perdido; la indiferencia frente al voto es la antesala del tirano», apuntó José Martí (2).

Si se razona en marxismo clásico, la Revolución cubana es un proceso histórico de luchas por la independencia y la justicia social de Cuba, iniciado el 10 de Octubre de 1868 y concluido en esencia el 24 de Febrero de 1976, al proclamarse la entonces Constitución de la República, cuyas reformas o cambio en el 2019 no han significado ajustes esenciales en la organización político-social criolla, excepto en una ampliación de derechos para el ciudadano y elector; a juicio de este autor aún insuficiente, pero pasos de avance al fin.

La Ley de leyes consagró  una base económica de orientación dígase socialista y una correspondiente superestructura jurídica, ideológica, cultural e incluso moral, que por muchas vueltas que se dé tiene por piezas claves al independentismo y al antiimperialismo, frente a Estados Unidos o a cualquier país que pretenda hegemonía sobre Cuba.

Ser “revolucionario”, ejercer como tal, incluso en las actuales y duras circunstancias – una Cuba cuya inflación galopante hace pensar en un  barco que hace aguas -, no necesariamente es ser marxista, fidelista, raulista, o lo que sea.  Proclama y ejercicio implican identificarse y actuar como independentista y antiimperialista, lo cual equivale a ser patriota. Para el cubano de a pie, por ende, patriotismo debe ser más que nunca lo coherente con la Oración Magna de todos los cubanos, el discurso de José Martí conocido como Con todos y para el bien de todos: «O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, —o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos» (3).

Así, un serio problema «aporrea las puertas»: ¿cómo real y honestamente se hace plena realidad una consigna del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, la cual proclama la unidad en la diversidad?

Hoy por hoy, la  unidad que se pretende sólo es posible en torno a lo independentista y  antiimperialista;  la diversidad, sólo si la apuesta es por los derechos y el desarrollo humanos, tal como se les entiende en los pactos internacionales; tal como la comunista más lúcida de la Historia, Rosa Luxemburgo, grabó a flor de fuego en un pensar, decir y hacer que ¡tantos! insisten en  ocultar bajo una avalancha de palabras de ocasión: «La libertad solo para los partidarios del Gobierno, solo para los miembros de un partido -por muy numerosos que éstos sean- no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para quien piensa de manera diferente…Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y de reunión, sin un debate libre, la vida muere en toda institución pública, se convierte en una apariencia de vida, y sólo la burocracia permanece como elemento activo…Es una dictadura, pero no la dictadura del proletariado, sino la de un puñado de políticos, es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido de los jacobinos…» (4).

La Historia, la Historia…

Thomas Mann apuntó en su novela Dr. Faustus que «si no es posible entender lo nuevo y lo joven sin estar impregnado de tradición, de igual modo será estéril el amor por lo antiguo, si excluye la comprensión de lo nuevo que de lo antiguo ha surgido por histórica necesidad » (5).

La Historia, más implacable de las maestras, demuestra sobradamente que en la saga cubana hay un gran culpable en  obstaculizar la realización del ser nacional: Estados Unidos de América. No el único; pero sí el líder de los culpables, antes y ahora.

“Culpables”, reitera este periodista: Fulgencio Batista pisoteó el 10 de marzo de 1952 a la muy progresista Constitución de 1940, con al menos el consentimiento de Estados Unidos. Tan progresista fue «la del 40», que  sirvió de borrador para redactar a la Declaración Universal de Derechos Humanos. Hubiera bastado a la entonces Administración Eisenhower no reconocer la infame violación, inicio de una dictadura no menos infame, para que no se hubieran dado las circunstancias históricas por las cuales emergió un líder como Fidel Castro. Desde luego, el entonces joven político, más temprano que tarde, hubiera sido un actor protagónico en el devenir nacional e internacional. Pero nunca con la velocidad y aceleración imputable a los estadounidenses, en primer lugar, y quizás no con la carga geopolítica e ideológica que tanto perturbó a sucesivos gobiernos de Estados Unidos.

¿“Revolucionario”, ahora?

Marx, Engels por delante, queda claro que en la Cuba de hoy es teóricamente imposible ser “revolucionario”, porque la Revolución defendida ya se hizo. Simbólicamente, seguro que sí. No por gusto el concepto de Revolución enunciado por Fidel  Castro evade precisiones jurídicas y se concentra en lo ético, lo que en las presentes circunstancias criollas tiene un inmenso valor inclusivo.

«Revolución es  sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo, es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo y nuestro internacionalismo» (6).

Curioso: Fidel no se afilia a ninguna ideología partidista en su enunciado ¿No parece que ese concepto de Revolución es tan inclusivo como el párrafo mayor del Con todos y para el bien de todos de José Martí? ¿Cómo explicar entonces la exclusión de tales o cuales ciudadanos? ¿Con Martí, con Fidel? ¿Es éso de revolucionarios que llevan a la práctica el concepto fidelista de Revolución?

No obstante, pende esa espada de Damocles sobre Cuba que es Estados Unidos, incluso en contradicción paradojal: adversario mayor y a la vez el vecino de mayor potencial como socio en igualdad y respeto mutuos, lo cual conduce a lo que, intereses burocráticos y espúreos aparte, pudiera llamarse «síndrome de plaza sitiada». 

Principal manifestación  del síndrome, que de paso es de perversa utilidad para encubrir o justificar errores y horrores: según el economista Juan Triana, en Cuba se ven primero las amenazas, no las oportunidades. La “amenaza” de Internet; la de las inversiones privadas, nacionales o extranjeras; las de las pequeñas y medianas empresas; la de «no dar armas al enemigo» –  ¿lees, prensa cubana? -, y hasta la de los humoristas criollos, cuyas corrosivas sátiras serían el primer indicio de una  buena salud social ¿O ya no se recuerda? Durante el tristísimo quinquenio 1991-95, en los años más duros del llamado Período Especial, no hubo chistes en la calle. Ni uno… en país de chistosos natos.

¡Viva el “símbolo”!… pero no basta

Vale muchísimo que el proclamarse y ejercer como “revolucionario”, sea un  símbolo de  potenciales defensivos y movilizadores. No obstante, sólo con el mismo no se conducirá a Cuba hacia los índices de Desarrollo Humano a los cuales se aspira, razón por la que urge bajar al símbolo de las nubes y dotarle de nombre y apellidos.

¿Qué significa, entonces, ser “revolucionario”? Por pura lógica y marxismo clásico ante Revolución consolidada, es ante todo respetar ad literam, promover y desarrollar el orden constitucional de aquella nacido, no «hacerse el chivo loco» para no respetarlo o demorar la muy necesaria legislación complementaria para regular, no reprimir, los derechos ciudadanos. Ahora mismo, la muy necesaria Ley de Comunicación Social, aprobada tras arduos debates y nada menos que 34 versiones, espera desde el 25 de mayo para ser publicada en la Gaceta Oficial… ¿qué hace la prensa cubana? ¿Es «revolucionario» guardar silencio?

“Sin prisas pero sin pausas”, es una consigna bien conocida. Quizás no tanto este refrán de Ifá:  “haga las cosas completas”.

Notas y enlaces:

1.- Manuel David Orrio.Cuba: yo soy revolucionario, pero…

https://cubainformacion.tv/

2.-jcguanche.files.wordpress.

https://jcguanche.files. › …PDF

3.- José Martí: Discurso pronunciado en el Liceo Cubano, de Tampa, el 26 de noviembre de 1891. OO.CC., t. 4, p. 269.

4.- Rosa Luxemburgo.

https://psicologiaymente.com/

https://www.latercera.com/

https://www.mundifrases.com/

https://ctxt.es/es/20220101/

5.- Manuel David Orrio. El retorno de Carlos III.

6.- Fidel Castro. Concepto de Revolución.

https://www.presidencia.gob.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.