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El historiador Josep Pimentel publica En blanco y negro. Represión y exilio en tiempos de la II Guerra Mundial (Ed. Piedra Papel)

55 Historias de la resistencia contra el fascismo

Fuentes: Rebelión

En Aragón gobierna un ejecutivo de coalición entre la derecha (PP) y la ultraderecha (Vox); las cortes aragonesas derogaron -a mediados de febrero- la Ley de Memoria Democrática autonómica.

En el País Valenciano, los dos partidos promueven una denominada Ley de la Concordia que sustituya la Ley Valenciana de Memoria Democrática de 2017. En Castilla y León, el PP y Vox han impulsado el mismo procedimiento parlamentario de revocación y promulgación.

Además el líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha anunciado a primeros de abril que abolirá la legislación estatal sobre Memoria Democrática si accede al ejecutivo.

¿Cuál es la historia de las personas represaliadas durante los primeros años de la dictadura franquista? ¿Y la de los militantes antifascistas forzados al exilio, y presos en los campos de concentración “en condiciones infrahumanas”? (“abocados –además- a sobrevivir en Francia y una Europa en guerra, que les era hostil”).

Una de las posibles respuestas se halla en el libro En blanco y negro. Represión y exilio en tiempos de la II Guerra Mundial, del historiador y escritor Josep Pimentel, editado en 2024 por Piedra Papel.

Forman parte del texto 55 historias que se desarrollaron entre abril de 1939 (final de la guerra española, a la que siguieron los juicios sin garantías, fusilamientos, fosas comunes o el exilio, atravesando la frontera francesa), y abril de 1945 (conclusión de la II Guerra Mundial).

Josep Pimentel es autor de los libros Barricada. Una historia de la Barcelona revolucionaria (2014); Voces críticas ilustradas (2016); Refugiados. Una historia del exilio de 1939 (2019) y La Maleta (2022).

Una de las semblanzas recogidas en Blanco y Negro es la del militante anarcosindicalista y comerciante Agustín Villegas Parrón (el marquillas); tras las elecciones de febrero de 1936, cumplidos ya los 35 años, participó en la Comisión Gestora del Ayuntamiento de Berja (Almería).

Asimismo ejerció responsabilidades en el Sindicato Minero de la CNT, durante el proceso de colectivización de las minas en el citado municipio. Detenido y preso tras el final de la guerra española, Agustín Villegas fue condenado a muerte por un tribunal militar y ejecutado –en diciembre de 1939- cerca del cementerio de Almería.

Además de en periódicos como La Directa, Josep Pimentel ha colaborado en el libro colectivo Històries de Barcelona (2019); en el texto de Piedra Papel, el historiador se hace eco de las investigaciones del periodista Carlos Hernández de Miguel en Los campos de concentración de Franco (2021); así, al terminar la guerra, “se estima que pasaron entre 720.000 y un millón de personas por los cerca de 300 campos de concentración” en el estado español.

En campos de internamiento como el de Albatera (Alicante), más de 12.000 personas estuvieron reclusas “en unas condiciones indignas”; las alambradas y barracones de Albatera, recuerda Pimentel, permanecieron operativas -durante seis meses- en 1939.

Es el contexto de represión vivido por un pastor de Zaragoza, Fructuoso Garcés Lobera; durante la guerra estuvo en la columna Roja y Negra de Barcelona, vinculada a la CNT-FAI y cuyas acciones principales se desplegaron en el frente aragonés; el autor recoge el testimonio de este represaliado anarquista, quien al final de la guerra –huyendo de los embates de los golpistas- trató de abandonar el estado español:

“En Alicante, el punto de encuentro, en cuyo puerto nos volvimos a juntar 30.000/40.000 personas, amontonados, tumbados en las piedras, sin ropa, poca comida, durante cinco días; de ellos, a 20.000 nos llevaron al campo de Albatera”; Fructuoso Garcés estuvo también preso en el campo de Porta Coeli (Valencia)

El historiador Miquel Izard Llorens, autor de Genocidas. Cruzados y castradores. Terror y humillación en nuestro pasado (Los Libros de la Catarata, 2019), se refiere en el prólogo de En blanco y negro a la carnicería de La desbandá (febrero de 1937): bombardeos perpetrados por el bando fascista, por mar y aire, en la carretera Málaga-Almería, que ocasionaron cerca de 5.000 muertes; en marzo de 2022, el PP se abstuvo y Vox votó en contra de la declaración como Lugar de la Memoria en el Congreso de los Diputados.

En el apartado de La represión interior, Pimentel señala el ejemplo de Antonia Lisbona Celma, quien vivió en el municipio de Calanda (Teruel) y militó en las Juventudes Libertarias; estuvo detenida en diferentes ocasiones, por ejemplo en noviembre de 1940; pasó por las prisiones de Les Corts (Barcelona), Reus (Taragona), Alcañiz (Teruel) y la de Predicadores (Zaragoza).

Sometida a Consejo de guerra sumarísimo, Antonia Lisbona fue condenada a 30 años de reclusión en marzo de 1942; tras el otorgamiento de la libertad condicional vigilada (diciembre de 1945), pudo cruzar al año siguiente -de manera clandestina- la frontera con Francia.

Una de las mujeres que vivieron la ocupación francesa por parte del III Reich (1940-1944) fue Elisa Sanz: tenía 13 años cuando se estableció con sus familiares en la ciudad de Orleans; “hasta la liberación, Elisa y su hermana trabajaron en un campo de aviación que frecuentaban soldados alemanes”, apunta Josep Pimentel; y entre las experiencias, se cuenta cómo tuvo que huir de los bombardeos “y salvó milagrosamente la vida”.

El título del libro –En blanco y negro– se sustenta en experiencias como la de Pedro García Martínez, cuyo padre estuvo tres años preso -al finalizar la guerra española- en la cárcel de Poblenou (Barcelona); “durante ese periodo pasaron mucha hambre”, resalta el ensayo.

Pedro García empezó a trabajar con 12 años, en un quiosco, y su madre en unos lavaderos públicos o vendiendo veduras: tenía tres hijos a su cargo; al salir de la prisión el progenitor, Pedro García Martínez comenzó a trabajar de guarnicioneró y se apuntó a las Juventudes Libertarias.

Josep Pimentel también rescata del olvido a las nietas de las fosas comunes; como Rosa Pérez Gil, que busca a su abuela -María Silva- en alguno de los cuatro enterramientos colectivos del municipio gaditano de San José del Valle; María Silva fue asesinada cuando tenía 21 años.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.