Si cada voto valiera lo mismo en España, los resultados proporcionales de las elecciones del 20D hubieran sido bien distintos. Los grandes perjudicados de la circunscripción provincial y de la aplicación de la ley electoral por el método D´Hondt son, por este orden, Izquierda Unida, Ciudadanos, Podemos y Bildu. El sistema le roba a IU […]
Si cada voto valiera lo mismo en España, los resultados proporcionales de las elecciones del 20D hubieran sido bien distintos.
Los grandes perjudicados de la circunscripción provincial y de la aplicación de la ley electoral por el método D´Hondt son, por este orden, Izquierda Unida, Ciudadanos, Podemos y Bildu.
El sistema le roba a IU 12 escaños, 10 a Ciudadanos, 5 a Podemos y 3 a Bildu. Por el contrario, los grandes beneficiados son PP y PSOE, con 21 y 12 diputados extras cada uno. En total, el bipartidismo tradicional tiene un plus de 33 actas que no le correspondería si todos los sufragios tuvieran idéntico valor sin diferenciar de manera cualitativa enclaves o territorios rurales y urbanos, siempre a favor de los primeros.
Los resultados hipotéticos de unos comicios con igualdad de voto hubieran sido estos:
PP, 102 diputados y diputadas.
PSOE, 78.
Podemos, 74.
Ciudadanos, 50.
IU, 14.
ERC, 10.
DL (Artur Mas), 9.
PNV, 6.
Bildu, 5.
Coalición Canaria, 2.
Otro dato a tener en cuenta es que con la abstención registrada, superior al 25 % del censo electoral, deberían permanecer 94 escaños vacíos en el Congreso de los Diputados.
Con los datos proporcionales podría pensarse en una coalición o pacto de izquierdas entre PSOE, Podemos, IU, ERC y Bildu que contaría con el respaldo de 180 escaños en representación de 12,5 millones de votos frente a una oposición de 11,6 millones de sufragios populares.
Tal es la democracia parlamentaria española, una ficción que apoya las tesis de los partidos mayoritarios, PP, PSOE, y también de las fuerzas nacionalistas de Catalunya y Euskadi, en detrimento de las fuerzas de izquierda, muy principalmente de IU y antes el PCE.
La situación actual aboca a un escenario complejo que puede desembocar en un gobierno minoritario del PP, una legislatura breve mediante componendas entre PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos con algunas concesiones cosméticas o sociales a la izquierda o bien una repetición de las elecciones generales al no obtener ningún candidato la mayoría absoluta o relativa de la cámara parlamentaria.
El valor actual de la izquierda, sumadas las energías de PSOE, Podemos e IU, es de 11,6 millones de votos y entre 161 y 166 escaños, mientras que PP y Ciudadanos representarían juntos a 10,7 millones de sufragios con una horquilla de diputaos y diputadas entre 152 y 163, según adoptemos la perspectiva proporcional pura o el sesgo provincial de la vigente normativa sobre elecciones.
Otra alternativa sería la denominada gran coalición de PP y PSOE, pero eso dejaría el espacio de izquierdas a merced de las maniobras de Podemos, que encara ahora mismo un tiempo nuevo en el que podrían abrirse grietas entre sus distintas sensibilidades al no haber conquistado los cielos que perseguían. No es descartable esta opción aunque se antoja muy difícil, salvo que algún acontecimiento de envergadura, atentado terrorista o similar o presiones bajo cuerda de Bruselas o el FMI, pudiera ser usado como elemento conductor convincente ante la opinión pública.
Lo más factible a medio plazo es que se produzca un reagrupamiento de las derechas probablemente en torno a la figura de Albert Rivera y algún dirigente de nuevo cuño del PP. Las derechas saben que unidas multiplican sus posibilidades de victoria. Una coalición electoral entre el PP y Ciudadanos está a la vista. La fórmula todavía no se ha implementado pero demos tiempo al tiempo. Desde luego, Rajoy tiene sus días contados.
Respecto a la izquierda, el PSOE seguirá en solitario, si bien Pedro Sánchez tampoco será el cartel a medio plazo. IU tendrá que soportar indecibles presiones emocionales para no confluir obligatoriamente con Podemos. Pablo Iglesias se convertirá en el polo de la nueva izquierda reunificada en competencia clásica contra el PSOE.
Este nuevo ambiente propiciará una nueva polarización izquierda-derecha no muy distinta a la salida de la transición del 78. Cabría suponer, no obstante, que las movilizaciones neutralizadas por la doble irrupción de Podemos y Ciudadanos volverían a tomar la calle otra vez, con renovado protagonismo sindical o con los residuos deshilachados y a la baja de las reivindicaciones que aún quedaran dentro de la mochila de la izquierda transformadora de índole social.
Lo que no se atisba en el horizonte es un movimiento radical hacia una España o Estado plurinacional de sesgo izquierdista. El bipartidismo, aun con pérdidas notables, resiste y los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, solo servirán como recambio funcional del futuro que se avecina. Tal vez, para eso nacieron, para lavar la cara al sistema que presuntamente tanto critican en su verborrea oficial.
La realidad da la sensación de ser una tautología ideal o una leyenda infantil que nos dice que todo lo que es lo que es, pero también es, muy principalmente, lo que se oculta a conciencia por los medios de comunicación y las perspectivas particulares de los líderes políticos y los partidos a los que se deben. Los resultados oficiales del 20D no son lo que parecen: su relato es engañoso, artificial, interesado.
En resumen, Podemos no quiere arriesgar y se ha instalado en la socialdemocracia de toda la vida, el PSOE no desea moverse ni un ápice de su inmovilismo constitucionalista y Ciudadanos sirve para lo que sirve, ser la versión dulce, pujante y joven del espectro conservador. Visto lo visto, ganan las derechas, gana el PP, ganan las elites.
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