El niño refugiado Aylan Kurdi murió el dos de septiembre de 2015. Ahogado, el cadáver apareció en una playa turca mientras su imagen recorrió las televisiones del mundo. En el último año han perdido la vida otros 423 niños en el Mediterráneo, «sin que Europa haya promovido medidas para evitarlo», critica la ONG Save The […]
El niño refugiado Aylan Kurdi murió el dos de septiembre de 2015. Ahogado, el cadáver apareció en una playa turca mientras su imagen recorrió las televisiones del mundo. En el último año han perdido la vida otros 423 niños en el Mediterráneo, «sin que Europa haya promovido medidas para evitarlo», critica la ONG Save The Children, que ha llamado la atención sobre los hechos con una escenificación frente al Congreso de los Diputados: 423 globos rojos en los días en que se votaba la investidura del candidato Mariano Rajoy. La acción simboliza las trabas que afrontan los menores refugiados que han logrado llegar a España. Dos hermanos sirios, Mohammed, de 17 años, y Said, de ocho, viven en Getafe desde hace un año con su padre. Superada la travesía a Europa, todavía su madre y otros dos hermanos se hallan en Turquía (desde hace un año). Las autoridades no dan el visto bueno a la reagrupación familiar.
Mohammed y Said han participado en la concentración a las puertas del Parlamento. La imagen de su padre, el refugiado sirio Osama Abdul Mohsen, también se propagó masivamente por las televisiones, al caer al suelo después que una periodista, Petra Laszlo, le zancadilleara en la frontera de Hungría. ¿En qué circunstancias llegó a España esta familia de refugiados? Abandonaron un país azotado por la guerra, primero Mohammed acompañado por un amigo de Osama; viajó solo por el mar durante quince días hasta Italia. Conserva el recuerdo «horrible» de la falta de agua y la alimentación basada en patatas. Después viajó Said con su padre hasta Getafe, ciudad madrileña donde hoy viven los tres. Los menores migrantes y refugiados que llegan a Europa ha aumentado en los últimos meses, informa Save the Children, hasta el punto de representar cuatro de cada diez personas que atraviesan el Mediterráneo. También se incrementan actualmente los desplazamientos desde Turquía a Grecia, lo que supone que centenares de niños se vean obligados a vivir hacinados en campos, sometidos a la escasez de agua y servicios básicos.
Tras recordar que Europa está viviendo hoy la crisis de refugiados más grave desde la segunda guerra mundial, Save The Children ha recogido 100.600 firmas en apoyo a la petición «No más muertes de niños tratando de llegar a nuestras fronteras». En estos desplazamientos, los menores viajan en condiciones «extremadamente inseguras e inhumanas», denuncia la ONG: «mueren ahogados en el mar o asfixiados en camiones, se ven sometidos a las mafias, a la explotación y la trata de personas; padecen hambre, frío, falta de lugares seguros donde dormir, de asistencia médica y situaciones de violencia».
Durante el presente verano, las organizaciones humanitarias han dado cuenta de drama. El 17 de agosto Save The Children informó de que la llegada diaria de migrantes y refugiados a Grecia se situaba en el punto máximo desde mayo, lo que llevó a que los campos de refugiados de las islas se hallaran en situación de hacinamiento y ponía a los menores en riesgo. Así, las llegadas a las islas helenas en la primera quincena de agosto aumentaron en un 144% respecto a los primeros quince días de julio. Uno de los mayores incrementos se vivió en Chios, que pasó de ocho llegadas al día en julio a 42 en agosto. A pesar que la capacidad de alojamiento en esta isla griega es de 1.100 personas -informa Save The Children-, en Chios se encontraban 2.985 refugiados y migrantes.
En términos estadísticos, las cifras son muy inferiores a las de 2015. Pero el cierre de campamentos y la limitación de movimientos hacia Europa han llevado al colapso a las instalaciones de las islas de Lesbos, Chios y Samos. A mediados de agosto las ONG denunciaron la presencia de más de 10.300 refugiados y migrantes -entre ellos, cerca de 3.800 niños- en las diferentes islas griegas. «Varados, en condiciones muy inseguras y desmoralizantes», según Save The Children. Algunas de las escenas recordaban las del verano de 2015, pero ahora la mayoría de los refugiados no podían continuar con la travesía ya que estaban atrapados en las islas. Amontonados y bajo un sol achicharrante. La directora de operaciones de Save The Children en Grecia, Kattie Dimmer, retrató la situación: «Madres con bebés pequeños se ven obligadas a dormir en el suelo de tiendas de campaña improvisadas; niños y mujeres en periodo de lactancia están sufriendo deshidratación debido a la escasez de agua en algunos campos; las tensiones aumentan a medida que exigen servicios básicos, como aseos y duchas».
Personas que huían de la violencia y la muerte en sus países continuaban viviendo entre la inseguridad y el miedo. Algunas, confesaban a las ONG, temían perder de vista a los vástagos por la falta de seguridad en los campamentos. Las organizaciones humanitarias apelaron a la Unión Europea para que terminara el «trato inhumano», sobre todo a los niños no acompañados y estado más vulnerable, que meses después de llegar a Grecia permanecían detenidos en estos centros. «Más de cuatro meses viviendo en condiciones insalubres», resume Katie Dimmer, que instó a que la UE proporcionara de inmediato más recursos a Grecia para mejorar las instalaciones, agilizar los procesos de solicitud de asilo y los programas de reubicación y reunificación familiar. Diariamente Serbia recibía entre 200 y 300 llegadas, la mayoría de personas provenientes de Grecia y que realizaban el recorrido por Macedonia y Bulgaria. Eran refugiados que, ante la incertidumbre y las lamentables condiciones de los campos, abandonaron las islas y continuaron el camino hacia el continente. Les acechaba el contrabando y el tráfico ilegal de personas.
En uno de los focos del conflicto, Siria, Save The Children pidió el 18 de agosto un alto el fuego de 48 horas por el empeoramiento de la situación. También exigió la posibilidad de acceso de los convoyes de ayuda humanitaria a las zonas sitiadas, donde los suministros no llegaron durante el último mes. En Alepo continuaba el asedio y los bombardeos. Algunos testigos, socios de la ONG, señalaron la imposibilidad de tratar a los pacientes en las ambulancias, ya que la mayoría no disponían de puertas ni ventanas. Algunas resultaron dañadas por los ataques aéreos. ¿Qué podían hacer los médicos en la coyuntura de guerra? En muchos casos sólo recoger a las víctimas, y llegar al hospital con la mayor urgencia por carreteras estragadas por las bombas. Los hospitales, desbordados, no podían a menudo atender a nuevos pacientes.
A los comedores de las casas llegó la cruenta realidad encarnada en Omran Daqneesh, un niño de cinco años cuya fotografía -ensangrentado en una ambulancia en Alepo- sacudió el bienestar occidental. Pero no todos los casos tuvieron tanto eco. La directora de Save The Children Internacional, Helle Thorning-Shmidt, recibió durante esos días otra fotografía. La de un niño trasladado al hospital después de un ataque aéreo. «Llevaba el traje tradicional de Alepo que usan los niños para diferentes celebraciones, como los cumpleaños; su chaqueta estaba totalmente desgarrada y llevaba una venda ensangrentada en la cabeza», relata Thorning. Falleció en el hospital como consecuencia de las heridas. «Los niños están siendo bombardeados en sus casas, colegios y parques infantiles».
En junio de 2016 Save The Children publicó el informe «Infancias invisibles», a cargo de Almudena Escorial, Liliana Marcos y Catalina Perazzo. El documento recuerda que, según Naciones Unidas, 36 millones de personas migrantes en 2015 eran menores de 20 años (un 15% de toda la migración entre países). Por franjas de edad, 25 millones tenían menos de 15 años y casi 16 millones no llegaban a los 11. Además, entre 2000 y 2015 el número de migrantes entre cero y cuatro años aumentó en un 41%. El informe resalta que tres colectivos en España se hallan especialmente desprotegidos: niñas víctimas de trata con fines de explotación sexual; menores extranjeros no acompañados e infantes refugiados. «El Estado español no está no cumpliendo con sus obligaciones legales respecto a estos grupos», critica la ONG. «Está vulnerando algunos de sus derechos por acción u omisión». Respecto a las menores víctimas de trata, el informe subraya que la policía localizó a 17 niñas en 2014, cuando la cifra estimada de víctimas -adultas y menores- se eleva a 45.000. En cuanto a los menores inmigrantes no acompañados, hay casos de niños que, pese a la obligación estatal de protegerlos y garantizar su educación y desarrollo, «viven en la calle y sobreviven como pueden».
Los niños refugiados que llegan a España no se hallan en mejor situación. Según Eurostat, 3.754 menores pidieron asilo en España en 2015. Se enfrentan a barreras como las largas esperas burocráticas, que impiden a padres y madres trabajar, reagrupar a los hijos o viajar a otros países europeos. «Es muy común que las familias se vean obligadas a separarse por distintas razones», critica Save The Children. Otros ni siquiera tocan puerto europeo. La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) calcula que los niños representaban el 34% de las muertes ocurridas en el Mediterráneo Oriental entre septiembre y diciembre de 2015. Entre las circunstancias más duras, las de los niños refugiados que viajan solos: más de 95.000 menores no acompañados pidieron en 2015 protección internacional en la Unión Europea (cuatro veces más que en 2014).
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