El primero de enero de 1959, el Gobierno revolucionario heredó, por parte de la tiranía derrocada, una realidad poco halagüeña en cuanto a materia de educación se refiere: el analfabetismo afectaba a más del 25% de la población -el 42% en las áreas rurales- y el 55% de los niños y niñas no tenía una […]
El primero de enero de 1959, el Gobierno revolucionario heredó, por parte de la tiranía derrocada, una realidad poco halagüeña en cuanto a materia de educación se refiere: el analfabetismo afectaba a más del 25% de la población -el 42% en las áreas rurales- y el 55% de los niños y niñas no tenía una escuela primaria para asistir a ella. Por si esto fuera poco, el número de maestros disponibles en todo el país tampoco era muy elevado. Buena parte de ellos, además, por desempleados, estaban desvinculados de la profesión.
Urgía, pues, dar una respuesta contundente a tan grave problema. Así, el 26 de septiembre de 1960, durante su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Fidel se comprometió a erradicar en el transcurso de 1961 el analfabetismo en Cuba; promesa que, como otras muchas realizadas por el Jefe de la Revolución, se cumplió de manera satisfactoria al ser proclamada Cuba, el 22 de diciembre de aquel año, Territorio Libre de Analfabetismo.
La victoria, en aquella batalla, fue posible gracias a la inteligente utilización de una herramienta imprescindible en casos semejantes: la movilización del pueblo. Efectivamente, la Campaña Nacional de Alfabetización en Cuba fue una auténtica epopeya popular en la que participaron voluntariamente más de 300.000 personas, que contribuyeron con su ingente esfuerzo a que más de 700.000 cubanos y cubanas aprendieran a leer y escribir.
Bajo el lema martiano de «Si sabes enseña. Si no sabes aprende», la fuerza alfabetizadora estuvo integrada por 121.000 alfabetizadores populares, 100.000 brigadistas «Conrado Benítez», 15.000 brigadistas «Patria o Muerte» y 35.000 maestros, más los cuadros políticos y los trabajadores administrativos de la campaña.
Esta hermosa e impresionante campaña, sin embargo, no estuvo exenta de tremendas dificultades. El 26 de noviembre de 1961, Manuel Ascunce Domenech -joven habanero de dieciséis años que enseñaba a leer y escribir en las montañas del Escambray- fue torturado y ahorcado por bandas al servicio de la CIA que, orientadas por ésta, sembraron el terror con el perverso propósito de sabotear la campaña. Junto a su cadáver se halló el del campesino y miliciano Pedro Lantigua Ortega, su alumno. Y este no fue el único caso. Anteriormente, el 5 de enero de 1961, fueron asesinados el maestro voluntario Conrado Benítez García y el campesino Eliodoro Rodríguez Linares, en las Tinajitas, Trinidad, Sancti Spíritus. Otro maestro voluntario, Pedro Morejón, fue asesinado el 22 de febrero en Los Arabos, Matanzas; Modesto Serrano en San Cristóbal, Pinar del Río, el 11 de septiembre; y el 22 del mismo mes en El Jiquiabo, Santo Domingo, Villa Clara, el asesinado fue Tomás Hormiga, un recién alfabetizado que colaboraba estrechamente en la campaña. El 3 de octubre, también de aquel año, fue asesinado el maestro Delfín Sen Cedré, en la finca Novo, Quemado de Güines, Las Villas; cuatro días después, en la finca La Luisa, también en Quemado de Güines, los asesinos eligieron como víctima a José Galindo; y, luego de ser salvajemente torturado, Vicente Santana moría el 26 de octubre en Platanal, Pedro Betancourt, Matanzas.
La Campaña de Alfabetización se llevó a cabo en un período de tiempo especialmente complicado para Cuba revolucionaria, lo que engrandece aún más, si cabe, el éxito alcanzado. A primeros de año, pocas semanas antes de finalizar su mandato, el gobierno norteamericano de Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con Cuba -Kennedy endureció aún más su postura-, y no era difícil presenciar a entusiastas revolucionarios cavando trincheras o montando guardia en lugares estratégicos de toda la Isla. Pocas familias tenían a todos sus miembros en sus casas; y es que muchos de ellos se hallaban cumpliendo sus deberes de milicianos. La agresión imperialista se sentía inminente, y se vivía bajo condiciones de guerra no declarada. De hecho, en abril de aquel mismo año se produjo la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón, cuyo victorioso resultado de sobra se conoce. Pero ni las actividades terroristas promovidas por la CIA ni la citada invasión fueron motivo suficiente para interrumpir la Campaña de Alfabetización, que con tanto entusiasmo se llevaba a cabo en todo el territorio nacional. A este respecto y pocos días antes de producirse la agresión invasora, Fidel llegó a decir: «El mérito de nosotros no está ni estaría en rechazar cualquier ataque contrarrevolucionario sino en realizar al mismo tiempo la Campaña de Alfabetización. El hecho de derrotar a un enemigo que nos atacara no tendría mérito, o no sería enteramente tan satisfactorio, si ellos logran obstaculizar nuestra campaña». Y, sin descuidar su defensa, el pueblo de Cuba no escatimó esfuerzos en la erradicación de una lacra que hoy todavía afecta a más de 800 millones de personas en todo el mundo.
La experiencia cubana no tiene precedentes en América Latina; sí continuidad por parte de dos naciones que luchan por su verdadera independencia y el socialismo: Venezuela en 2005 y Bolivia que, el pasado día 20 y tras 33 meses de intenso trabajo, fue proclamada por la UNESCO Territorio Libre de Analfabetismo.
Ambas naciones contaron con la ayuda de Cuba -en el caso de Bolivia también con la de Venezuela-, que, además de experiencia, aportó material, método de alfabetización y personal especializado.
Con el método cubano «Yo si puedo» ya se han alfabetizado cerca de 4.000.000 de personas, y, producido en catorce versiones, actualmente se utiliza en 28 países pertenecientes al continente americano, asiático y africano, con la debida asesoría del personal cubano que la aplicación del método requiere.
Cierto que entre la erradicación del analfabetismo en Cuba y la de Venezuela han pasado muchos años, pero, aunque el interés de los gobiernos es muy importante para la alfabetización de sus pueblos y algunos todavía no lo han mostrado, el actual panorama latinoamericano invita a pensar que a Cuba, Venezuela y Bolivia pronto se unirán otros países hermanos.
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