Mi país pudo ser otro, pero es lo que es; no lo acompaña la ostentación, pero lo rodea la poesía por todas partes. Fue ella quien guió a quienes, desde 1868 hasta hoy, le dieron prioridad a los sueños. Mi país practica la generosidad a cambio de nada, la alegría en pos de la esperanza, […]
Mi país pudo ser otro, pero es lo que es; no lo acompaña la ostentación, pero lo rodea la poesía por todas partes. Fue ella quien guió a quienes, desde 1868 hasta hoy, le dieron prioridad a los sueños. Mi país practica la generosidad a cambio de nada, la alegría en pos de la esperanza, la justicia sin pedirle permiso a ninguna ley injusta o prepotente.
Esta es la cábala para ganar la historia: 59 del 59. ¿Quién lo hubiera pensado? Pero 59 al revés es 95; el palíndromo, en el orden que se lea, quiere decir que la apuesta se gana con coraje y entrega, con luz y poesía.
Esa jugada, cuyo segundo capítulo empezó en el 95 y alcanzó su punto de jolgorio en el 59, ya cumple 59. Yo tenía 9 recién sumados cuando me tocó participar, en su última versión; desde entonces la reverencio y la critico, con ese ojo escrutador que sabe que los hombres somos depredadores hasta de nuestros sueños.
El 9 reincide, y la insistencia me motiva a exponer las 9 principales razones por las que celebro lo vivido en las últimas 6 décadas:
1. Me salvó de la mentira.
2. Me salvó de la ignorancia.
3. No dejó que muriera de una enfermedad curable.
4. Puso delante de mis ojos y al alcance de mi mano todo el saber del mundo.
5. Me permitió soñar y convertir mi sueño en versos.
6. Me puso del lado de los pobres, que somos mayoría.
7. Me regaló un lenguaje diferente, que se fundamenta en el humanismo.
8. Me transportó del presente hasta un porvenir que se hizo visible, aun cuando sus contornos fueran difusos.
9. Me involucró en un proyecto de país donde todos cabemos, sin distinción de raza, sexo, preferencia sexual, creencia o discapacidad física.
¿Y qué razones tengo entonces para criticar lo que alabo? Todos mis posibles señalamientos se relacionan con los instantes en que la cultura y el pensamiento creador dejan de ser los principales protagonistas. Sé que la rutina nos acomoda en la ineptitud y la intolerancia, terreno abonado para que la burocracia lo secuestre todo hasta convertirlo en obstáculo.
Critico porque amo, porque lo creado existe para mí, pero también por mí, y es mi deber salvarlo, aunque implique sufrimiento. Con alegría y dolor me salvo a mí mismo (quisiera creer que a muchos de los que me rodean) a costa de realizaciones y renuncias.
Unos sueñan y otros construyen su utopía con este material inasible e imperfecto, casi impalpable. Pero si algo tenemos claro es el país al que aspiramos. Tuvimos la suerte de que, durante bastante tiempo, el principal arquitecto fuera el más grande soñador. Pero un hombre solo no convierte en realidad un sueño, así que lo que se impone es seguir soñando y modelando verdades de similar magnitud a las conquistadas.
Pienso que en Cuba hay personas capaces de mantener la bandera izada en la altura donde la vemos. Pero se impone el tacto, junto a la osadía, la ratificación unida al cambio, la satisfacción de todas las hambres espirituales o físicas.
Yo tuve 9 años durante casi todo el 59 (hasta el 25 de octubre); en 2018 cumpliré 69. Más que años quisiera sumar voluntades, mi propio crepúsculo bendecido por la bondad, verdades esplendorosas que compartir, frases de aliento para los que vienen a marcar su sitio en el aire encantado de la Isla.
Ya tendré 9 años el resto de mi vida, porque aquel 59 es el alfa y omega de mi espíritu: quedé impreso (no preso) en las páginas de un acontecer que a cada paso me impone un desafío. Crecí, pero permanecí embrujado por la palabra y los actos de unos visionarios. Ellos me ayudan a entender el tamaño de la Patria: pusieron en mi alma las herramientas que permiten medir su grandeza.