La lucha política o el debate son fundamentales para una buena teoría política. La teoría es un montón de palabras, a veces, interesante para reflexionar, no obstante, son solo palabras hasta que se contrasta con la vida real. (Carol Hanisch)
Durante algunos años ya, venimos reflexionando sobre la relación con las mujeres dentro de los movimientos de izquierda y las redes de estos movimientos de izquierda (Coaliciones, Colectivo Unitario, Izquierda Infantil[1]).
Había escrito un acápite titulado MALA FEMINISTA[2] en el que defendía la necesidad de asumir el feminismo como propio (idea de Roxanne Gay) y no como un conjunto de reglas a acatar, en las que no creo; un feminismo que nos permita ser libres- libres también de hablar y criticar al feminismo.
Pero si como feminista soy mala, como izquierdista soy pésima. Dentro de los debates sobre izquierda, feminismo, cancelación/escraches, etc escribimos harto: Culpable por ser hombre (a ocho manos)[3], Una Reflexión trenzada entre Ecuador, Brasil, México, Colombia sobre el rol de las mujeres en las movilizaciones nacionales y en la que aporté el “Quien no entienda que las izquierdas latinoamericanas son profundamente machistas, o no ha militado en espacios de izquierda o no es mujer/ LGBTIQ”[4]; y una reflexión colectiva entre mujeres, artistas, del paro 2022 para la revista de la U Artes[5].
Entregada a la tarea de una tesis de nunca acabar, he postergado propuestas colectivas para escribir sobre la marcha de mujeres de 2019 que no registran libros como El Estallido y que fue importante para frenar la violencia; marcha de mujeres convocada como estrategia por la dirigenta histórica Blanquita Chanchoso. Blanquita todavía marcha a lo largo y ancho del país con Saramanta Warmikuna, como cuando era una jovencita según nos cuenta ella misma en “Los hilos con los que he tejido mi historia” https://abyayala.org.ec/producto/blanca-chancosa-los-hilos-con-los-que-he-tejido-mi-historia-pdf/
También he postergado la escritura a cuatro manos sobre los movimientos sociales de izquierda en salud (regionales y globales) y la ceguera sistemática a las violencias basadas en género de quienes los componen: el caso del Movimiento para la Salud de los Pueblos.
Esta historia de debates y posturas no es lineal, como lo cotidiano. Es compleja y una cambia de visión y se retracta, avanza, retrocede, respira, se queda sin aliento; de acuerdo a cómo la vida le impacta en el cuerpo y en los cuerpos de los suyos. Comenzaba un recuento para un capítulo de libro sobre feministas: “una no escoge ser feminista, ni lee hasta hacerse feminista, ni teoriza para serlo, la vida se encarga”. En 2020 mi hija escogió hacer un escrache, una forma única de poder liberarse, aprendí MUCHO de ella y de sus amigues, ella es de las mujeres más valientes que conozco. La contradicción entre mi postura sobre escraches en 2018 y la postura sobre escraches en el caso de mi wawa, fue dura. Se reconoce, se enfrenta, se procesa el dolor, y se sigue.
Lo bello del feminismo es su intento de coherencia y praxis: estamos todo el tiempo tratando de ser lo que decimos que somos y cuestionando/evaluando lo que decimos que somos con lo que actuamos. Somos imperfectas, tratamos de construir otras formas de relacionarnos y de soñar. Han pasado años desde mi participación activa en instancias como el Parlamento de Mujeres y Organizaciones Feministas en 2019 pero a lo largo de todo este recorrido de debates sobre feminismo e izquierda, percibo que SOLO puedo escribir sobre lo que me pasa, lo que nos pasa; usualmente en “círculo de mujeres”, desde lo personal y que eso mismo- lo que me/nos PASA- he/hemos tratado de politizar; como lo han hecho tantas y tantas mujeres a las que he leído (ej. Cristina Rivera Garza y su bellísimo Verano Invencible de Liliana o Rosa Montero que procesó la pérdida de su pareja de años con La ridícula idea de no volver a verte, una historia de Marie Curie; libros de los que hemos echado mano para duelos propios y ajenos, de mujeres queridas). A lo largo de estos años, además, he abandonado casi todos los colectivos mixtos en los que milité con obstinación; llegando a la perimenopausia una ya no está para idealizar las transformaciones a las que le apuntó en los treintas y la mitad de los cuarentas como la redistribución de poder y los relevos generacionales en espacios regionales. Seguimos peleando por básicos: seguir vivas, tener libertad de pensamiento y agregamos otros: procesar el duelo de los incendios, evitar que nos secuestren, tener agua, luz; no enloquecer en el caos de un país a la deriva, sobrevivir al peor presidente del Ecuador, Noboa.
Lo personal es político da cuenta del ejercicio de poder que las mujeres no ponían todavía en palabras pero que claramente las afectaba de forma distinta que a sus compañeros de movimientos mixtos de izquierda, según comenta Carol Hanisch a fines de los 60s. “Lo personal es político” no es la extrapolación de mi experiencia propia para “disminuir lo político” sino la toma en cuenta de los testimonios varios de mujeres como parte de ese disputar el ejercicio de poder patriarcal en las instituciones, en las organizaciones, en el colegio de los hijxs, en las familias; ese patriarcado como sistema de opresión que lo ejercen tanto hombres, como mujeres, claro. Leo la historia de publicación del librito de Carol Hanisch y me sorprende su relevancia para hoy:
“Mientras trataba de pensar cómo cambiaría el texto «lo personal es político» si pudiera volver a escribirlo con la perspectiva de hoy, en realidad me vi sorprendida por cómo la experiencia ha resistido el paso del tiempo…… Las mujeres son inteligentes para, a veces, no luchar solas cuando no podrán triunfar y las consecuencias serán peores que la opresión. Sin embargo, la lucha individual hace que, a veces, consigamos algunas cosas, y cuando el movimiento de liberación de la mujer está en marea baja, incluso invisible, tal vez sea lo mejor que se puede hacer. Siempre tenemos que estar superando los límites, aun cuando el movimiento de liberación de la mujer está en marea alta, porque nuestra opresión se lleva a cabo, la mayoría de las veces, en circunstancias de aislamiento como en el hogar, incluso se requiere la acción individual para poner en práctica lo que el movimiento defiende. Pero la lucha individual es siempre limitada; vamos a necesitar de un movimiento más fuerte que cualquiera de los que hemos visto hasta ahora para poner fin a la supremacía masculina.”[6]
Poner fin a la supremacía masculina no es un odio a los hombres, ni una segregación de hombres, ni una persecución o falta de empatía, ni una venganza. Es demandar lo que por historia, derecho y justicia nos compete: un mundo en el que seamos seres humanos con la misma dignidad.
Nuestra venganza es otra; nuestra venganza – como dice la querida María Galindo- es ¡SER FELICES!
Notas:
[1] Conjunto de colectivos agrupados bajo el epíteto que inventó Rafael Correa Delgado calificando así a la izquierda que quiso mantener su coherencia con la defensa del Yasuní (y el derecho a la consulta previa), de la defensa de los derechos colectivos y sindicales, contra su postura desarrollista.
[2] https://planv.com.ec/historias/entretejiendo-voces-violencias-resistencias-y-disidencias/
[3] https://planv.com.ec/historias/culturas/culpable-ser-hombre-feminismos-una-sociedad-patriarcal/
[4] En la Reflexión trenzada publicada “En el Volcán” de México 2020 identificaba algunos PENDIENTES: 1) que los hombres se deconstruyan y cuestionen sus propias prácticas de poder y puedan ser horizontales dejando de decir qué es lo que deberían hacer los colectivos de mujeres o cómo se deberían organizar, 2) reconocer que hay mujeres de izquierda, colectivos y movimientos que han luchado desde hace mucho tiempo, que luchan contra el patriarcado y son parte de las luchas más amplias, 3) crear en estos espacios colectivos – que surgen de las nuevas movilizaciones – otras formas de ejercer el poder que se fundamentan en el cuidado: cuidado del espacio, cuidado y tejido de las relaciones sin protagonismo, cuidado de las otras/los otros y autocuidado.http://www.enelvolcan.com/enefebmar2020/640-reflexion-trenzada-el-rol-de-las-mujeres-en-los-paros-resistencias-nacionales-aportes-para-las-izquierdas-en-la-region#_ftn6
[5] A octubre de 2022 enfrenta(ba)mos algunos retos
todavía: – Lograr que la paridad no sea un lujo o que se vuelva a subsumir la
pelea contra el patriarcado a la lucha de clases. Las mujeres somos capaces de
asumir cargos de dirección y la apuesta es asumirlos con otras formas de
ejercer el poder.
– La soberanía de nuestros cuerpos está ligada a la soberanía de nuestros
territorios, todavía nos falta construir
solidaridades más profundas entre las grandes
movilizaciones por la soberanía de nuestros cuerpos de las clases medias
urbanas, con los territorios que enfrentan el extractivismo y la explotación.
– Poder construir en unidad con compañeros que estén dispuestos a su
deconstrucción y autocrítica.
– Poder escuchar —desde el feminismo urbano— lo que las mujeres y sectores
populares tienen que decir, un
feminismo que no dé cátedra ni aleccione a los sectores campesinos y populares,
que genere encuentros.
– Lograr tejer todas las luchas: anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal;
construir
otros universos distintos
a las prácticas caudillistas. https://ilia.uartes.edu.ec/f-ilia/texturas/el-paro-nacional-y-la-memoria-una-mirada-desde-las-mujeres-y-el-arte/
[6] Lo personal es político. Carol Hanisch. Ediciones Feministas Lúcidas https://www.legisver.gob.mx/equidadNotas/publicacionLXIII/Carol%20Hanisch%20-%20Lo%20personal%20es%20pol%C3%ADtico.pdf
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