El artículo de Jaime Pastor «¿Y ahora qué?» tiene la solidez de su fuerza intelectual tantas veces demostrada en su obra. Sin embargo yo mantengo otra opinión. Punto de vista que no lo expongo como de oposición al de Jaime, sino que es sencillamente distinto y basado en otros argumentos. En un escenario complejo y […]
El artículo de Jaime Pastor «¿Y ahora qué?» tiene la solidez de su fuerza intelectual tantas veces demostrada en su obra. Sin embargo yo mantengo otra opinión. Punto de vista que no lo expongo como de oposición al de Jaime, sino que es sencillamente distinto y basado en otros argumentos. En un escenario complejo y sumamente enredado es normal que diferentes opiniones desvelen propuestas no coincidentes.
Creo que la preferencia de construir una solución a la portuguesa pudo tener tras las elecciones de mayo unas buenas posibilidades que hubieran evitado el carrusel que hemos vivido y, sobre todo, la desmoralización y perplejidad de buena parte de los electorados de izquierdas. Pero se prefirió, por razones sólidas, trabajar la vía del gobierno de coalición y ahora es complicado abandonarla sin regalar la victoria del relato al PSOE. Creo que el tiempo es clave en la dialéctica política y, sinceramente, correr a proponer ahora la vía del acuerdo programático es tratar de corregir un error con otro error. Peor aún es corregir la posición oficial de Podemos lanzando la propuesta del acuerdo programático de manera pública y por sorpresa, debilitando con ello la fortaleza negociadora de la agrupación de la que se forma parte. Otra cosa hubiera sido debatir el asunto de manera interna.
El PSOE no quería un acuerdo de gobierno de coalición, hasta que la suma de presiones sociales y políticas le obligó a aceptarlo, eso sí siempre y cuando Pablo Iglesias quedara fuera de escena. Calculó mal creyendo que la partida de ajedrez estaba decantada, pero la decisión de Iglesias fue un jaque mate que golpeó duramente a Sánchez, quien rápidamente puso en marcha otro relato como modo de seguir poniendo barricadas al gobierno de coalición. Minutos después de que se conociera la decisión de Iglesias fue casi unánime la reacción de la calle, de los voceros políticos y medios de comunicación, en el sentido de que el acuerdo estaba al caer. Podemos ganó esa partida. Y parecía que podíamos respirar.
Pero el PSOE tenía un as en la manga: seguía sin querer el acuerdo con Podemos pero no podía retirarse y romper el tablero sin ponerse en evidencia. Entonces dijo sí con una propuesta insuficiente, pensando que Podemos la rechazaría. Es lo que ocurrió. Podemos pudo elegir, a mi juicio, una mejor opción: aceptar la oferta de la vicepresidencia social y los tres ministerios.
Tomando la reflexión de Antonio Gramsci se trata de ir ganando posiciones, trinchera tras trinchera, y no pretender derribar los obstáculos con un solo movimiento o maniobra. Le falta mucha fuerza a Podemos para aspirar a liderar un gobierno de izquierda e incluso de progreso. Pero pensar que entre tanto su destino es permanecer fuera del círculo que encierra ese poder que es el gobierno, constituye a mi juicio una propuesta gelatinosa que asigna a la izquierda alternativa el ser funcional a las necesidades del PSOE. Por el contrario, acceder al poder posible en un momento dado es alcanzar una palanca desde la que luchar por nuevos posibles. Se avanza de casamata en casamata cuando la sociedad no da para más. Es la diferencia entre analizar la realidad desde la ideología o desde los datos.
Lo que sostengo es que en el momento actual de Podemos, con una tendencia desfavorable, tener un pie en el gobierno le otorgaría más beneficios que lo contrario, a pesar de las dificultades presupuestarias. Se ha dicho que la última propuesta del PSOE a Podemos sólo alcanzaba el 5% presupuesto. No es mucho, desde luego. Pero hay otras variables a considerar. Así, en el gobierno de coalición en Euskadi el PNV maneja el 95,2% del presupuesto y el PSE el 4,8%. El Eusko Barómetro de esta misma semana da al PSE el aumento de cinco escaños al parlamento vasco, la mayor entre los partidos vascos, siendo que el PNV subiría dos y Podemos perdería cinco. Esto lo sabe la base inscrita de Podemos en Navarra que ha aprobado con un 80% el ingreso en el gobierno de coalición de la comunidad con la sola consejería de políticas migratorias y justicia.
Las ventajas para Podemos en el gobierno de coalición estatal vendrían dadas por una mayor visibilidad del partido ligada a la idea de voto útil; las posibilidades de hacer una gestión ejemplar e inédita, poniendo el contraste a las políticas de los dos partidos del turnismo; tener una voz de máxima autoridad en la lucha por la igualdad con lo que ello significa en la batalla de las ideas. Justamente, esto último, la batalla de las ideas sería un pilar fuerte de la gestión ministerial, construyendo de este modo lo que la Brunete mediática y la derecha tratan de destruir. Podemos podría trabajar las condiciones más favorables para un siguiente escenario electoral. Hay que reconocer que el apoyo desde fuera no da los puntos de apoyo que pueden obtenerse sentándote en el consejo de ministros. Ya se ha denunciado el incumplimiento de acuerdos programáticos por parte del PSOE, y no se ve porque ahora sería distinto.
La correlación de fuerzas, lo posible y sucesivos posibles, junto con las nuevas oportunidades constituyen los factores a tener en cuenta. Gráficamente, al análisis de estos tres elementos sucede la parada de un tren al que podemos subir o dejar pasar. Nadie sabe si habrá más trenes en lo que da a la vista. Parece que de subir tendremos que hacerlo en la categoría de tercera, mientras otros ocupan la máquina y la primera clase. Pero si estás en el tren la lucha por nuevos posibles aparecen en la ruta, si no del actual viaje del siguiente, en la medida en que la gente te reconoce y considera que es de utilidad votarte.
No subir al tren y permanecer en posiciones de pureza es algo que ya ha sido probado por agrupaciones a la izquierda del PSOE, a lo largo de cuarenta años. Siendo el balance tan malo que tuvo que producirse el tsunami del 15M para intentar una nueva izquierda social y política, y nuevas estrategias. Ahora bien, la pregunta que me hago a mi mismo es ¿hay todavía posibilidad de negociar un gobierno de coalición? El PSOE ya ha corrido a decir que no es posible, que esa vía está agotada. Pero tiene un problema: ni el PP ni Ciudadanos le van a regalar una abstención. Sólo le queda Podemos o elecciones. Pero más allá de si hay o no posibilidades sería conveniente interpelar a la gente, dar cuentas a la gente, confiar en la gente.
En el punto en que nos encontramos, Podemos debería dirigirse a la gente y reconocer que el poco recorrido de la mesa de negociaciones ha sido fallido. Y hacer una reflexión en el sentido de que la política y los partidos están fallando a la gente. Y reconocer que la gente quiere gobierno y los negociadores no han sabido llegar a un acuerdo. Es desde estos puntos de partida que Podemos puede decir: «¡Estamos en disposición de aceptar formalmente la oferta de una vicepresidencia social y tres ministerios!». Una disposición que viene dada por la voluntad de servir al pueblo y de poner por encima de otras consideraciones los intereses y deseos de la gente.
Se trata de aceptar la vicepresidencia y tres ministerios mirando a la gente, no al PSOE. Hacerlo y colocar la pelota en su tejado, mientras la gente observa el movimiento de los socialistas. La psicología de masas, en nuestra sociedad, es muy dada a castigar al soberbio y premiar a quien se presenta con la bandera de la sinceridad. Para ir a la vía portuguesa siempre habrá un mañana. Hoy toca defender y agotar el gobierno de coalición.
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