La propuesta de lograr que Europa se convierta en un espacio de energías limpias ha partido de Alemania, el socio que mayores emisiones de CO2 emite a la atmósfera.
Los planes de los países contra el cambio climático. Europa Press
La estrategia 2050, para erradicar las emisiones de gas de efecto invernadero y conseguir que el conjunto de la UE se convierta en un espacio libre de humos -polución cero, se denomina en la propuesta- en el ecuador de este siglo, ha partido de la canciller alemana. Angela Merkel busca la complicidad de los líderes europeos para propulsar un road map de largo recorrido, pero que exige la puesta en marcha de acciones inmediatas para su adecuado cumplimiento. Para ello, se labró desde el primer instante el apoyo de Francia, España, Dinamarca y Suecia . Aunque aún deberá ejercer toda su influencia, antes de abandonar la política activa, para lograr que el resto del bloque comunitario se adentre en una transición energética que supondrá reconvertir gran parte de las industrias y sectores productivos altamente contaminantes. No será fácil. Pero el órdago está lanzado.
«La cuestión de cómo emprender la senda hacia la neutralidad climática para 2050 se debe resolver ya; este mismo año», explicó Steffen Seibert
Merkel subrayó la trascendencia de activar de inmediato la hoja de ruta a seguir. «La cuestión de cómo emprender la senda hacia la neutralidad climática para 2050 se debe resolver ya; este mismo año» , precisó Steffen Seibert en un briefing con la prensa en julio, convocada para recibir el documento redactado por Berlín. Las mayores hostilidades en el Consejo Europeo parten de los socios del Este. En especial, Polonia y Bulgaria, reticentes a abandonar la energía de origen fósil -petróleo, carbón y gas- porque, aducen, dañarán su actividad económica. Sin embargo, la presión del núcleo duro próximo a Alemania ya ha logrado inclinar la balanza a su favor. La última cita de Bruselas se saldó con una veintena de socios dispuestos a emprender el proyecto. La primera escala del compromiso real de los socios europeos se verá en noviembre, con el primer diagnóstico de la renovada Comisión Europea.
Entonces se perfilará el diagrama real, con parámetros precisos, sobre el grado de cumplimiento adquirido por los Veintiocho -a la espera de la salida de Reino Unido- de los Acuerdos sobre el Cambio Climático de París, que Donald Trump abandonó de forma unilateral. A partir de esta radiografía se dibujará la guía estratégica que Berlín pretende que sea suscrita por los líderes europeos para finales de año.
Viraje de Berlín por cuestiones domésticas
La iniciativa de Merkel tiene una clave interna incuestionable: la subida electoral de los Verdes , después de una década y media de ostracismo en tareas ejecutivas; en concreto, desde que la formación ecológica viviera una etapa de proyección nacional e internacional en la figura del exministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, integrante del gabinete de Gerhard Schröder, y que ahora, en los últimos comicios regionales – länders – se ha convertido en la más seria amenaza al bloque conservador que conforman la CDU de la canciller y la CSU, su partido hermano en la industrial y rica Baviera.
El discurso de Merkel es que el combate de Alemania contra el cambio climático debe obtener el consenso político de una estrategia de Estado. Idea inequívoca de que sólo asumiendo las tesis ecologistas de los Verdes, la CDU podrá rivalizar con esta formación que se ha hecho con un amplio sector de simpatizantes socialdemócratas. Y lograr, claro está, el reto de que la mayor economía del euro reduzca, en un 80%, sus emisiones de CO2 en 2050 respecto a sus niveles de contaminación de 1990, como exige el Pacto de París. Un objetivo que requiere un esfuerzo adicional en los próximos años y medidas más ambiciosas de las planificadas en su estrategia oficial. Porque para 2020, según los propios cálculos del Gobierno federal, Alemania debería reducir en casi un 32% sus emisiones contaminantes.
En sus trece años al frente del Ejecutivo federal, Angela Merkel ha dejado un rastro de permisividad hacia la industria automovilística del país
La maniobra de Merkel, pues, esconde un doble rasero . Su reputación como «canciller del clima» contrasta con el escaso éxito de sus políticas medioambientales. En sus trece años al frente del Ejecutivo federal ha dejado un rastro de permisividad hacia la industria automovilística del país, una de las joyas de su economía, que da trabajo a más de 800.000 personas en suelo germano.
Como también utilizó paños calientes en uno de los casos que más ha deteriorado la, hasta hace poco, casi inmaculada imagen de solvencia y eficacia de esta industria: el affaire Volkswagen de emisiones excesivas de gases en sus vehículos diésel, detectado por los test de calidad del aire en EEUU, y que la firma germana tuvo que admitir hace tres años, después de haberse saltado sin discrepancia alguna, los controles de emisiones en Alemania y Europa. «Merkel, más que la canciller del clima es, en realidad, la canciller de los coches contaminantes», alerta Jürgen Trittin, antiguo titular de Medio Ambiente del Partido Verde. Y, en la actualidad, sus políticas de apoyo al sector «están saltando por los aires, la industria ha colisionado y saltado en mil piezas».
El poder de las marcas automovilísticas
Durante dos décadas, las marcas automovilísticas eligieron -y vendieron- sus vehículos diésel como alternativa con una alta tecnología limpia y ofrecieron descuentos de entre el 20% y el 25% para impulsar su stock productivo en detrimento los coches de gasolina, a los que colgaron el cartel de menos eficientes en emisiones de dióxido de carbono. De hecho, varios movimientos ecologistas han emprendido docenas de causas judiciales contra la normativa a favor del diésel y los jueces han dictado resoluciones a favor de la limitación del uso de estos vehículos en una docena de ciudades del país, incluidas Berlín, Fráncfort y Múnich.
Después de que autoridades sanitarias federales hayan admitido la vinculación entre los gases contaminantes de este tipo de motor y dolencias cardiovasculares, problemas respiratorios y colapsos físicos en la ciudadanía alemana, algunos con resultados de muerte. «Merkel ha minusvalorado totalmente el problema desde hace demasiado tiempo», asegura Jürgen Resch, director de Deutsche Umwelthilfe, grupo medioambiental que ha promovido gran parte de los procesos judiciales a Bloomberg. «Está al total servicio de la industria automovilística», matiza. La proporción de coches diésel y gasolina en circulación sigue siendo dominante en el mercado germano en comparación con los híbridos o los eléctricos.
En octubre pasado, sin embargo, la canciller reclamó al sector metas más exigentes para realizar la transición hacia los vehículos de bajas emisiones. Pero se topó con la respuesta mercantilista de los grandes fabricantes. Los vehículos serán 5.000 euros más caros. Días después se produjo el resultado electoral en Hesse , länder al que pertenece Fráncfort, que se saldó con el salto de más de 20 puntos de los verdes, que quedó como segunda fuerza política a un puñado de votos de la CDU y dejando a los socialdemócratas del SPD como tercer grupo parlamentario en uno de sus feudos históricos.
Desde entonces, y con el riesgo latente de la extrema derecha de la AfD, su discurso ha girado casi diametralmente, hasta el punto de defender nuevas restricciones a la industria para que aceleren la retirada de sus vehículos de carburantes fósiles. «Merkel siempre ha postpuesto este asunto», el de inculcar en el sector vehículos de energía limpia, pero, «ahora la opinión pública está furiosa y ha convertido este tema en una reivindicación central» , afirma Sören Bartol, diputado del SPD y portavoz de políticas de transporte.
La estrategia establece grandes inversiones para alcanzar el equilibrio ecológico que reclama Merkel
Es como si la canciller hubiera asumido de repente la doctrina del Green New Deal que se está adentrando en los compromisos de los distintos candidatos demócratas a la Casa Blanca como una de las armas arrojadizas más importantes que esta formación pretende usar contra Trump en las elecciones del próximo año. Estrategia popularizada por la emergente figura Alexandria Ocasio-Cortez y abanderada, junto al senador Bernie Sanders, de la adopción de la doctrina de la socialdemocracia europea en el partido. Por encima de iniciar un impeachment presidencial.
La estrategia, abrazada por los principales favoritos, incluida Elizabeth Warren, la senadora por Massachusetts, establece grandes inversiones para alcanzar el equilibrio ecológico que reclama Merkel. Incluso antes, en 2030. Un informe de la consultora BCG, que lleva la firma de su think-tank corporativo, el Instituto Henderson , precisa que Alemania podría adoptar una transición energética más ambiciosa. «Estaría en disposición de reducir las emisiones de CO2 entre un 72% y un 93% de los niveles de polución de 2015, para el ecuador de este siglo», lo que equivale -dice el estudio- a unos recortes de entre el 80% y el 95% en relación a la cota de gases de efecto invernadero de 1990. Dentro de un horizonte «económicamente viable».
Cuantitativamente -dicen en esta consultora- exigiría suprimir 62 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono y la eliminación de ciertos sectores industriales, que serían suplidos por otros segmentos de actividad. Y constantes inversiones. Porque » toda reducción superior al 77% requiere nuevos instrumentos tecnológicos para llevarla a cabo» . Y Alemania, uno de los líderes indiscutibles en digitalización industrial, está «plenamente capacitada» para ello.