La mayor parte de las plataformas de la economía colaborativa que operan en España -un 55%- están orientadas fundamentalmente a construir relaciones sólidas entre sus usuarios, mientras que el 35% busca una mera transacción y sólo el 10% tiene como objetivo contribuir a una transformación social. Son datos de un estudio de la Organización de […]
La mayor parte de las plataformas de la economía colaborativa que operan en España -un 55%- están orientadas fundamentalmente a construir relaciones sólidas entre sus usuarios, mientras que el 35% busca una mera transacción y sólo el 10% tiene como objetivo contribuir a una transformación social. Son datos de un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) que la entidad ha avanzado esta semana en Ouishare Fest, el primer evento profesional sobre el sector que se ha celebrado en Barcelona.
Hace tiempo que se oye hablar en España de la eclosión de la economía colaborativa, de las oportunidades y de los retos que plantea. Pero aún hay pocas cuantificaciones sobre el sector. Por eso, la OCU, junto a otras tres organizaciones de consumidores de Bélgica, Italia y Portugal, se ha puesto manos a la obra para medir el impacto que el sector tiene a nivel económico, social y medioambiental. Y lo ha hecho junto a los investigadores de Cibersomosaguas de la Universidad Complutense y con el apoyo de la red Ouishare. En total, se han analizado 57 plataformas, 22 de las cuales operan en España. Aunque el informe completo no se publicará hasta enero de 2016, la organización española ha aprovechado la celebración de la primera edición del Ouishare Fest en Barcelona para avanzar algunos datos referidos al impacto social de las plataformas del sector.
El estudio constata que sólo el 10% de las plataformas que operan en España tienen como objetivo una transformación social. La mayoría, hasta un 55%, buscan construir redes sociales sólidas entre sus usuarios. Y el resto están orientadas fundamentalmente a facilitar una transacción. En el primer grupo, la OCU sitúa básicamente a dos plataformas, La Colmena dice sí, concebida para crear grupos de consumo de alimentos, y Huertos compartidos, que posibilita el alquiler de terrenos infrautilizados para la agricultura ecológica. No son, ni de lejos, las más conocidas del sector, que están más bien en la segunda categoría. En esta se incluyen plataformas como Airbnb, Time Republik, Blablacar, Ulule, Verkami o Social Car. Según el informe, suelen ser internacionales y muy bien diseñadas, fomentan redes de relaciones basadas en intereses comunes y en la reputación digital, y son las que consiguen mejores puntuaciones en todos los criterios analizados salvo en el referente a la comunidad. Por último, entre las orientadas a la transacción, hay otras como Creciclando, Eslife, Amovens o Segundamano.
A nivel europeo, la realidad es un poco diferente y las iniciativas del primer grupo suponen un 25% del total. Lo ha explicado en el evento Amaya Apesteguia, especialista en consumo responsable en la OCU, que ha añadido que el porcentaje sube gracias a Italia y Bélgica, donde «la sociedad tiene valores más sostenibles».
Apesteguia ha presentado estos datos en el Ouishare Fest de Barcelona, que, durante dos días, ha convertido la capital catalana en punto neurálgico de la economía colaborativa. El Parque Tecnológico de Barcelona Activa ha sido el escenario de conferencias, mesas redondas y actividades lúdicas en las que han participado más de 40 expertos en el sector. Entre ellos: Antonin Leonard, co-fundador de Ouishare; Rosa Guirado, abogada y economista; Susana Martín Belmonte, economista y defensora de la reforma monetaria y las monedas ciudadanas; y Javier Creus, especialista en diseño de estrategias y modelos de negocio abiertos y colaborativos en Ideas for Change y autor de Pentagrowth.
A vueltas con la regulación
En estas dos jornadas, se han tratado aspectos relacionados con la sociedad, las organizaciones, el nuevo modelo productivo, el capital, la educación, el turismo y la sanidad. No sólo se ha hablado de las oportunidades que representa la economía colaborativa, sino también de las posibles intersecciones con otros modelos como la economía social y solidaria, la economía circular o la economía directa. Y también de los retos que presenta el sector. No se ha dejado de lado, por ejemplo, el tema de la regulación, que ha sido objeto de diversas conferencias y debates. En una mesa redonda sobre este tema, la abogada y economista Rosa Guirado ha defendido que regular más no es la solución. Según ha dicho, incluso conviene des-regular aquellos mercados que se regularon por una cuestión excepcional en momentos en los que se entendió que hacía falta una intervención pública -ha puesto como ejemplo determinadas líneas de autobús que no eran rentables-. Guirado argumenta que, si ahora el mercado está demostrando que se puede prestar el mismo servicio sin una regulación, ésta ya no tiene sentido.
De lo que sí es partidaria la abogada y economista es de clarificar cuestiones como dónde está la diferencia entre un particular y un productor que realiza una actividad económica. En la misma línea, Apesteguia ha propuesto que se defina cuándo un particular se convierte en profesional. Básicamente, ha dicho, porque, en el momento en el que interviene la figura del profesional, se puede aplicar la legislación de consumo, que protege al consumidor, al que se considera la parte más débil.
Por su parte, el director de promoción de la competencia en la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), Antonio Maudes, se ha mostrado contrario a establecer una regulación extra a un sector que, según él, aún está en desarrollo. Tampoco ve pertinente forzar un frenazo en la economía colaborativa para estudiar el fenómeno. Maudes ha definido el sector como una «innovación imparable» que va más allá de ser un fenómeno coyuntural causado por la crisis económica. Según él, la economía colaborativa tiene efectos medioambientales positivos, favorece la competencia, empodera a los consumidores y contribuye al bienestar general. Por tanto, considera ilógico no aprovecharlo. Tampoco entiende que la administración no vea claramente que puede ser una fuente de ingresos a través de impuestos y cuotas a la Seguridad Social. En este sentido, ha concluido que los gobiernos están perdiendo una oportunidad y ha remarcado que estos deberían adaptar sus sistemas de cobro de impuestos y de cuotas para incluir a las nuevas plataformas de economía colaborativa.
El pago de impuestos y cuotas a la Seguridad Social también se ha colado en el debate de otra de las mesas redondas -en este caso sobre el futuro del trabajo y el rol del peer to peer-, en la que Salvador Duarte, secretario general de la Confederación de Trabajadores Autónomos de Catalunya (CTAC), ha calificado de injusticia el hecho de que este colectivo «en el momento que cobra un euro, tenga que estar de acuerdo con la ley», mientras que una parte de la economía colaborativa se mantiene «fuera del sistema», según él. Además, ha afirmado que esto provoca que la administración tenga menos ingresos y así se reduce, por ejemplo, su capacidad para redistribuir la riqueza.
Jaume Baró, de Barcelona Activa, ha asegurado que las altas barreras de entrada en los sistemas fiscal y de Seguridad Social no deja fuera solo a parte de la economía colaborativa, sino también a otras muchas actividades que acaban traduciéndose en economía sumergida. Según Baró, la mayoría de los que realizan una actividad económica querrían estar dentro del sistema para beneficiarse de sus protecciones, pero la administración no ha sido capaz de facilitarlo. En este sentido, se ha mostrado partidario de flexibilizar ambos sistemas para introducir figuras nuevas como la del ciudadano productor. Precisamente esta figura ha sido citada repetidamente durante las jornadas como una de las de más proyección en el contexto actual.
Eventos paralelos
El festival de la economía colaborativa se ha extendido más allá del jueves y el viernes con varios eventos paralelos. El primero, con el título de Rethink<>Remix Business Experience y celebrado el miércoles, se propuso formar a empresas tradicionales que quieren adaptar si estrategia a la evolución colaborativa. Contó con el co-fundador de Blablacar España, Vicent Rosso, y dos referencias internacionales en el sector: Lisa Gansky, autora del bestseller The Mesh: Why the future of business is Sharing, y Nick Grossman, inversor y director general de la sociedad de capital riesgo Union Square Ventures, dedicada a plataformas digitales con impacto social y la evolución de las políticas públicas.
El otro es el Share&Fest, que tiene lugar este mismo sábado. En este evento,gratuito, se citan numerosas start-ups del sector, el mercado de segunda mano FleaMarket BCN y varias actividades festivas. El objetivo es invitar a los asistentes, vecinos de Barcelona y entidades del barrio, a disfrutar del hecho de compartir, co-crear y colaborar.
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Solo-un-10-de-las-plataformas-de