Para Carolina, maestra e intérprete de signos No hay que olvidar de dónde venimos y dónde estamos. Se trata de la crisis del régimen del 78 y en ella continuamos. Si no partimos de esta realidad no entenderemos lo que está pasando. Un ejemplo lo explica todo. Hace unos días, nada más y nada menos […]
Para Carolina, maestra
e intérprete de signos
No hay que olvidar de dónde venimos y dónde estamos. Se trata de la crisis del régimen del 78 y en ella continuamos. Si no partimos de esta realidad no entenderemos lo que está pasando. Un ejemplo lo explica todo. Hace unos días, nada más y nada menos que el ministro del Interior del Gobierno de España nos viene a decir que resulta sospechoso que continuamente se abran casos de corrupción en el PP y solo en el PP. Puede parecer patético, lo es, pero hay un punto de verdad: el Gobierno ya no controla el núcleo duro del aparato del Estado. Es típico de las transiciones y señala la tendencia de las instituciones políticas a autonomizarse y a su disgregación relativa.
Puesto que estamos en una excepción que se acaba convirtiendo en regla, lo singular se apropia de la realidad. Si echamos un vistazo al resultado electoral se puede decir sin exagerar que tuvo tres claros perdedores y un ganador: Rajoy, Pedro Sánchez y Rivera de un lado, y de otro, Pablo Iglesias. El PP perdió millones de votos y decenas de diputados, el PSOE tuvo su peor resultado desde la Transición y Rivera sacó 40 diputados, mucho menos de lo esperado y, lo que es peor, con la sensación de que en gran parte, su proyecto había pinchado.
El acuerdo Ciudadanos-PSOE es, en muchos sentidos, el gran triunfo de Rivera. Nunca, con tan poco, se está consiguiendo tanto. ¿Qué es Ciudadanos? Un producto creado por los poderes económicos para frenar a Podemos y -es lo fundamental- para construir un nuevo marco político que asegure que la crisis del régimen se resuelva con la enésima restauración borbónica en nuestro país. No es casualidad que al frente del proyecto estén realmente auténticos «intelectuales orgánicos» de los poderes económicos dominantes, ligados de mil formas y maneras con los gestores más operativos del neoliberalismo. Rivera, derrotado y con un miedo más que justificado a la repetición de las elecciones generales, está haciendo todo lo posible para cumplir lo que se espera de él: construir un gobierno capaz de estabilizar la situación a favor de los que mandan.
Lo de Pedro Sánchez es algo diferente. Se trata –lo he escrito recientemente en varias ocasiones– de un político en libertad vigilada y con fecha de caducidad. Su aparente audacia es la de aquellos que saben que ya nada tienen que perder. Su estrategia ha sido clara desde el principio: negociar con los poderes económicos, es decir, con Ciudadanos, y situar a Podemos ante una alternativa discursiva especialmente costosa: o nosotros (esto que ahora Sánchez llama el centro-izquierda) o el retorno de la derecha. Es la vieja acusación permanente de «la pinza».
La operación tiene muchos riesgos para el futuro candidato y para el PSOE. El giro a la derecha ha sido demasiado fuerte y el peso de Rivera ha crecido. Podemos ha actuado con mucha inteligencia, sabiendo que se adentraba en un territorio minado y que la verdadera batalla era contra ellos. Se han cargado de razón y dejan un margen no demasiado amplio para Sánchez. El peligro, lo señalaba hace unos días Enric Juliana, es que el verdadero vencedor del pacto, Rivera, se autonomiza y busca desesperadamente un acuerdo con el PP. Si al final se va a elecciones generales, el PSOE no lo tendrá nada fácil. Su verdadero programa será el pactado con Ciudadanos y su previsible candidato estará muy marcado por su fracaso en la investidura.
Ahora bien, todavía pueden pasar muchas cosas. Sobre el papel es claro que el pacto Rivera-Sánchez será derrotado en la investidura. Toda la esperanza de Ciudadanos y el PSOE es conseguir, en último término, la abstención del PP. Si no ocurren elementos catastróficos de relevancia, el PP se va a mantener firme y sin miedo a una repetición de elecciones. Le han dado mucho y le van a dar todavía mucho más. No les queda otra que mantenerse unidos y negociar con los que verdaderamente mandan. Su hipótesis es clara y tienen encuestas que lo confirman: el PP, a pesar de todo, tendría un resultado mejor que en las últimas elecciones; el PSOE seguiría en su decadencia y Ciudadanos tendría que hacer enormes esfuerzos para sobrevivir. Coste de repetir elecciones: que Podemos se convertiría en la oposición real y legal. Ventajas: que sería más factible un gobierno de concentración en torno a la derecha política.
La partida continúa. Nos tocan días de gloria para el tándem Rivera-Sánchez, reyes por una semana del universo mediático y convertidos en hombres de Estado, como dice Sánchez, en protagonistas de un acuerdo histórico. En este pacto uno sube y otro baja y, en medio, unas clases dominantes que se siguen negando a la convocatoria de unas nuevas elecciones generales que considerarían una derrota, su derrota. Se continúa buscando desesperadamente un Monti.