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Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre "El Frente Popular. Victoria y derrota de la democracia en España" (VI)

«Hitler y Musssolini dieron a Franco lo que necesitaba para trasladar las tropas de África a la península transformando el golpe semifallido en una guerra larga»

Fuentes: Rebelión

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. […]

Catedrático de Historia Contemporánea en la UAB, José Luis Martín Ramos es especialista en la historia del movimiento obrero y es autor de numerosos estudios sobre los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y en el conjunto de España. Entre sus últimas publicaciones, ambas en la editorial Avenç, La rereguarda en guerra. La Guerra civil a Catalunya, 1936-1937 (2012) y Territori capital. La Guerra civil a Catalunya, 1937-1939 (2015).

***

 

Nos habíamos quedado en el capítulo IV, «La victoria de la democracia». Estamos en la mitad del libro. Déjame hacer una parada, para situarnos un poco más. Hablas elogiosamente de Ángel Viñas en la presentación. Tomo pie en él, en sus declaraciones y reflexiones. Nueve o diez preguntas, no más. La primera: «La guerra civil no fue inevitable. Hubo varios momentos en que el transcurso de los acontecimientos pudo hacer sido diferente». ¿Estás de acuerdo? ¿Qué momentos fueron esos?

R. La trilogía de Ángel Viñas -centrada sobre todo en el factor de la incidencia de la política europea en la guerra, la intervención fascista en apoyo a los sublevados, el abandono de la República por las democracias, y el casi único apoyo que obtuvo de la URSS- fue un revulsivo en el terreno de la historia de la guerra civil, en el momento en que estaba tomando cuerpo el nuevo revisionismo historiográfico sobre el que ya hemos hablado. Puso en su sitio el factor exterior en el transcurso de la guerra y reivindicó de tal manera la figura de Negrín -lo que hizo también Moradielos- que al PSOE no le quedó otra que abandonar la posición de condena en que lo mantenía.

Entrando en la frase que citas, fue una manera habitual de responder a la afirmación de esa historiografía revisionista de que dada la quiebra de la República y la democracia la guerra fue, de manera inevitable, la manifestación de aquel supuesto fracaso, y en particular del gobierno del Frente Popular. Pero ha de entenderse no en el sentido de que ese gobierno, el Frente Popular, la hubiese podido evitar, sino en el de que no estaba predeterminada por la situación política general, ni siquiera por la polarización del país.

De acuerdo con el matiz. Es importante.

Desde luego la polarización es una característica inherente a una situación de guerra civil; pero de ninguna manera toda polarización social o política desemboca «inevitablemente» en guerra. Dicho eso, evitar la guerra, o mejor dicho no llevar a ella, estuvo en las manos no del gobierno o del Frente Popular, que nunca la quisieron, ni la propiciaron; sino en las de la oposición antidemocrática, que después de su derrota en febrero de 1936 -inesperada un mes antes- tomó el camino de la guerra para imponer el programa de involución autoritaria que había sido derrotado en las urnas. Fue ella la que alentó la conspiración militar, de palabra y de obra -Viñas ha puesto al descubierto las negociaciones de Renovación Española con Mussolini para adquirir equipo bélico para los conspiradores, semanas antes de la sublevación. Luego, cuando ésta estalló y casi fracasó, situándose en un callejón de difícil salida, fue la intervención de Hitler y de Musssolini, proporcionando a Franco -impunemente- lo que necesitaba para trasladar las tropas de África a la península lo que transformó el golpe semifallido en una guerra larga.

Otra vez es muy importante lo que acabas de señalar.

Si Hitler y Mussolini no hubieran aportado su contribución fundamental el curso del conflicto habría sido muy diferente. Y las potencias fascistas pudieron intervenir con toda impunidad ante la negativa de apoyo a la República por parte de Francia y Gran Bretaña. Los gobiernos de Francia y Gran Bretaña asumieron en ese momento una cuota de responsabilidad no desdeñable en la transformación del golpe en guerra. Hitler graduaba sus pasos hacia adelante, y en julio de 1936 no estaba todavía en condiciones de desafiar abiertamente a Francia; una actitud decidida del gobierno francés, accediendo a la venta de material de guerra que le pedía el gobierno de la República, habría impedido que la decisión de Hitler prosperara. La guerra se pudo evitar, pero solo por parte de aquellos que la quisieron.

 

La segunda pregunta, tomo pie en Viñas te recuerdo: «Con el tiempo nuestro fervor de aquellos años se ha matizado porque la II República cometió errores». Por ejemplo…

Ninguna política es perfecta. La cuestión es señalar los errores y su trascendencia. En mi libro he señalado algunos déficits de la política reformista del primer bienio, en particular respecto a la cuestión agraria. El republicanismo de izquierda subordinó entonces la reforma agraria a las disponibilidades presupuestarias, y la coalición republicano-socialista no encontró el punto de convergencia de los diferentes intereses campesinos populares; eso, por cierto, empezó a resolverse después de febrero de 1936. Hay acuerdo en que se cometieron errores en la política militar, sobre todo en el seguimiento del proceso conspirativo de 1936; aunque habría que matizar esa afirmación, porque algunas interpretaciones sobre el comportamiento de Azaña y Casares Quiroga son escandalosamente exageradas y tendenciosas, o se benefician del conocimiento retrospectivo. Así y todo, los déficits, que fueron asumiéndose, los errores, no desembocaron en un supuesto fracaso, ni son la explicación de la ofensiva antidemocrática de la derecha no republicana.

La tercera: «Recordemos que el 10 de agosto de 19032 hubo un sublevación encabezada por el general José Sanjurjo. La «sanjurjada» no fue una revuelta tan mal preparada como se ha dicho…». ¿No lo fue en tu opinión?

Más que mal preparada, en forma o en tiempo, fue mal concebida. Fue la evidencia de que la época de los pronunciamientos a lo Primo de Rivera había pasado. De que no era suficiente una militarada para derribar a la democracia en ciernes. No contó con apoyos institucionales adecuados; y los que pudiera tener no tuvieron opción de salir a la luz, como, probablemente, fue el caso de Lerroux El ministro de la Gobernación, precisamente Casares Quiroga acertó a la hora de neutralizarla. Lo de 1936, aunque también estuviera en ello Sanjurjo -como referente, no como organizador-, ya no fue una simple militarada.

La cuarta: «Los contactos de estos sectores [de derechas] con la Italia fascista se habían intensificado después del fracaso de la sanjurjada. Sus promotores concluyeron que necesitaban la ayuda de este país que, además, les brindaba un modelo político: el fascismo». Has hablado antes de ello pero insisto. ¿Fue tan importante y tan desde el principio la ayuda italiana? ¿El fascismo italiano fue un modelo para el fascismo español? ¿Hasta cuándo?

Mussolini empezó a ayudar a las fuerza hostiles a la República después de la sanjurjada, en 1933; como consecuencia de su creciente interés geopolítico por el Mediterráneo occidental. Contactó con representantes de Renovación Española y financió directamente a José Antonio Primo de Rivera. El fascismo italiano era un referente para el fascismo español, pero no para todo él ni el único. Para desarrollar esta pregunta tendríamos que entrar primero en la naturaleza del fascismo español, que no se limitaba a Falange; que no era un partido concreto, sino un proyecto. Luego, en 1939, el fascismo español vencedor se pasó a tomar a sí mismo como referente principal, y a sentirse ideológicamente superior al propio fascismo italiano. Es una cuestión compleja que Ferran Gallego ha desarrollado ampliamente.

 

Tienes razón: ampliamente desde luego, en más de 1.000 páginas. Dejemos para luego el tema que acabas de señalar. No me olvidaré. La quinta pregunta: «El Duce se metió en el avispero de Abisinia y hasta que no salió de allí poco pudo hacer en España, apenas entregar ayuda financiera a Falange, lo que, por cierto, la salvó de la ruina económica pues sus aristocráticos financieros de primera hora la habían abandonado». ¿Fue así, la abandonaron? ¿Por qué?

Porque Falange era una propuesta minoritaria, grupuscular, que sólo creció en el escenario del fracaso de la CEDA en 1936 y de la estrategia de la tensión promovida por la derecha aquella primavera.

La sexta: «Payne sigue insistiendo en que fue la revolución [la de octubre] mejor preparada de la época. Es para echarse a reír. Pero la izquierda no acudió a Moscú para que le allanaran un cambio político en España». ¿No hay dudas sobre esto? ¿Está justificada la risa de Viñas?

La llamada «revolución», en realidad insurrección fue un desastre táctico y organizativo de pe a pa; entre otras cosas porque es más que dudoso que su principal promotor, Largo Caballero, pensara en ella como una opción real, y no como un amago/amenaza para intentar bloquear el acceso de la CEDA al gobierno. Lo de Payne da risa, por lo mal informado que parece estar; no porque el episodio pueda mover a risa, que desgraciadamente no fue así.

La séptima, en la misma línea: se cita a Anthony Beevor: «Hoy sabemos que el levantamiento de julio de 1936 empezó a fraguarse en la revolución de 1934, cuando la izquierda se levanta contra los gobiernos de la derecha y se producen los hechos de Barcelona y Asturias…» Viñas responde que Beevor no es ninguna autoridad en este tema. Y añade: «Por lo demás he encontrado que Beevor manipula documentos soviéticos que ha tomado de otros autores sin citarlos». ¿Es así? ¿Qué opinas de todo esto?

Es absolutamente cierto, lo que dice Viñas. Se trata de una frase equívoca que podría atribuir tanto a octubre del 34 la naturaleza de un primer asalto al poder del que el Frente Popular sería la continuidad y consumación, como el hecho del mal paso de la izquierda que despertó a la fiera de la conspiración militar, que de otra manera habría quedado dormida. Ninguna de las dos es cierta y, en cualquier caso Beevor pretende exculpar a la derecha de su responsabilidad como promotora de la guerra. Por un lado no hay un nexo directo entre la insurrección de octubre de 1934 y la política del Frente Popular, más allá de la continuidad de los protagonistas colectivos; pero sus comportamientos son muy diferentes, la política del Frente Popular significó, precisamente, la rectificación del error cometido con aquella insurrección, mal concebida y peor preparada. Y la fiera de la conspiración militar -que de vez en cuando abría un ojo para comprobar si había llegado o no su oportunidad- no se despertó y se puso en marcha, con su nuevo proyecto de contrarrevolución democrática total, hasta que se comprobó el fracaso del intento de la CEDA en adueñarse del poder y llevar a cabo esa contrarrevolución desde las instituciones. No fue el mal paso de la izquierda el que tuvo como respuesta la opción del levantamiento, sino el de la CEDA, que además, tras darlo fue derivando hacia el apoyo a la opción militar. No es el único error de Beevor, hay que ver también las sandeces que dice sobre la naturaleza del Frente Popular como maniobra de «caballo de Troya».

La octava y la novena son mías, sin referencias indirectas. La primera de ellas: ¿no hubo una división excesiva en la izquierda en todo este período?

Hubo una importante y trascendente división en el seno del socialismo español. Esa fue la división negativa; las diversidad de proyectos ideológicos, por el contrario, no me parece negativo sino una manifestación del pluralismo consustancial de la izquierda y en última instancia de la heterogeneidad de las clases populares.

¿No había demasiado utopía quimérica en sus planteamientos? ¿No querían asaltar los cielos con demasiada rapidez?

En el bienio republicano-socialista no hubo, en líneas generales, aceleración sino más bien excesiva cautela en algunas cuestiones fundamentales, como la campesina. El pacto sobre la cuestión territorial fue un ejemplo de negociación positiva, sin renuncias ni acelerones.

En 1934 hubo una concepción quimérica, infantil, de la insurrección; una concepción poco madurada de la lucha contra el fascismo. Pero no se quería asaltar los cielos, sino evitar los infiernos. Luego en 1935-1936 la construcción del Frente Popular hizo descender a todos al campo de la realidad terrenal; no veo entonces ninguna aceleración.

La décima: ¿pensó bien la República su relación con la muy poderosa Iglesia católica? ¿No dio demasiado duro con fuerzas no muy potentes y muy de entrada?

¿No fue la Iglesia la que reaccionó de manera intolerante ante el cambio de régimen? La Iglesia española, no el nuncio vaticano. La república democrática no podía construirse aceptando la pervivencia de un poder fáctico controlador en el seno de la sociedad española. No hay que dejarse llevar por la imagen de la expulsión de los jesuitas; esta, en realidad, fue la moneda de cambio para transaccionar una resolución más moderada sobre la cuestión religiosa que la que pretendían algunos sectores republicanos anticlericales, con los que el propio Azaña llegó a disentir. Pero esta cuestión está tan deformada, que necesita una explicación larga; me remito a la que he dado en el libro y que no creo oportuno resumir más de lo que está en él

Ya están las preguntas-Viñas. Sobre el IV capítulo, para coger marcha y apetito. ¿Por qué victoria de la democracia? ¿Antes no habían habido victorias democráticas?

El subtítulo no se refiere a que esa victoria fuese única, sin antecedentes; la propia proclamación y construcción de la República fue una victoria democrática. Lo que persigue es enfatizar que fue una victoria de la democracia, en la forma y en el contenido; contra las afirmaciones insidiosas que sostienen que las elecciones fueron espurias y que el objetivo del Frente Popular era acabar con la democracia. Y se juega con la antinomia entre victoria y derrota, la que supuso el triunfo de la sublevación en 1939.

¿Fue decisiva la participación de la CNT? ¿Por qué su cambio de orientación?

Hablando con plena propiedad no hubo participación de la CNT; lo que se produjo fue la renuncia de la CNT-FAI a repetir una campaña negativa, de llamada a la abstención, como en 1933. Y tampoco hubo un comportamiento unánime. El Pleno Regional de Cataluña acordó tras dura discusión mantener la ortodoxia apolítica, abstencionistas, pero lo hizo por inercia retórica, sin trasladarlo a una campaña activa contra la participación electoral. «Solidaridad Obrera», bastión del abstencionismo se circunscribió a recordar la posición de principio anarquista; que cada quien interpretaba, por otra parte, a su manera. Eso pudo facilitar una mayor participación electoral de las clases trabajadoras, que en Cataluña contrastó con un descenso de la participación de la burguesía; sin embargo no hay todavía estudios que cuantifiquen con precisión esos procesos como para determinar hasta qué punto fueron decisivos. En Andalucía las organizaciones anarquistas tuvieron una actitud menos cicatera respecto a la participación, y eso se reflejó en una gran afluencia de votantes con carnet de la CNT Y tampoco sabremos nunca que hubiera ocurrido si la CNT-FAI hubiera vuelto a hacer una campaña activa contra la participación electoral, porque la fuerza de la movilización unitaria por la amnistía, política y laboral, era tan fuerte que desbordaba a las direcciones partidarias, como ocurrió con Largo Caballero. Fue la constatación de esa fuerza unitaria, y de la singularidad del momento, lo que llevó a algunas voces de referencia de la CNT-FAI a no insistir en la abstención; e insisto en la decisión por pasiva, porque no todos en la CNT-FAI lo veían de la misma manera y la división confederal impedía tomar una posición clara en positivo, fuera la que fuese.

 

¿Cuál fue el programa básico del Frente? ¿Un programa de máximos…o de mínimo socialistas? ¿Y la cuestión nacional?

No fue en absoluto un programa socialista; fue un programa de recuperación e intensificación de las reformas emprendidas en 1931-1932; el máximo y el mínimo lo dictaban la defensa de la república democrática. Y por lo que se refiere a la cuestión nacional, lo mismo: impulso del proceso autonómico acordado en 1931-1932, con el restablecimiento pleno de la autonomía catalana y el inicio de sendos procesos autonómicos en el País Vasco y en Galicia.

¿Se dieron enfrentamientos violentos y campaña sucia durante los días de mítines y movilizaciones antes de las elecciones?

La mayor suciedad de la campaña estuvo en la propaganda; no hay más que hacer un análisis semántico al discurso de la «defensa del orden» que hizo la derecha, o las manifestaciones de autoridades de la iglesia católica a todos los niveles. El triunfo del Frente Popular era el del diablo y el resultado era el infierno Por lo demás las movilizaciones y los mítines tuvieron muchos menos incidentes violentos que en elecciones anteriores; por lo menos, esa es la conclusión del principal estudio, hasta la fecha, de las elecciones de febrero de 1936, el de Xavier Tusell.

 

¿Dónde, en qué zonas españolas, tuvo más éxito el frente?

En Andalucía, el País Valenciano, Madrid, Badajoz, las ciudades industriales… los territorios de mayor presencia histórica del movimiento obrero y el republicanismo.

¿Qué fuerzas y políticos lo dirigieron esencialmente? ¿Quiénes creyeron más en la opción?

El republicanismo de izquierdas, los comunistas, una parte del socialismo. Azaña, Prieto, la dirección del PCE; Largo Caballero y Martínez Barrio, por razones diferentes, se resignaron a un pacto en el que no creían, pero contra el que no tenían alternativa real. En Cataluña, Esquerra Republicana y las formaciones del Comité de enlace que debatían la unificación que dio lugar al PSUC, ya en los primeros días de la guerra; Companys y Comorera. Aunque en Cataluña Carles Pi i Sunyer -dirigente temporal de ERC ante la prisión de Companys- impuso una marca electoral diferente, «front d’esquerres», que enfatizaba la continuidad con la alianza entre ERC y la USC de la etapa republicana anterior.

¿Cómo reaccionó la derecha una vez conocida su derrota y el triunfo de las fuerzas populares?

La respuesta fue iniciar el camino de la conspiración, del golpe de fuerza, para conseguir con la violencia, con las armas, lo que no se había conseguido en las urnas. Una manifestación de ello fue el declive de la personalidad política de la CEDA y de Gil Robles, y el ascenso de Calvo Sotelo como líder de la oposición no solo al Frente Popular, sino a la República misma. No se le dio ningún período de gracia a la nueva mayoría parlamentaria y al nuevo gobierno. Dejando aparte las presiones directas de Franco, abusando de su cargo al frente del estado mayor, para intentar evitar el acceso la formación del nuevo gobierno correspondiente al resultado de las urnas, desde los primeros días de marzo Mola, Franco, Goded y otros generales dan los primeros pasos de la conspiración militar. Otro sector de la derecha, que tendrá participación fundamental en la sublevación -aunque no en su organización ni dirección- el carlismo, está en pie de guerra ya desde mucho tiempo antes y acuerda responder al triunfo popular del 16 de febrero con la nueva guerra carlista del siglo XX; Mola los acabará integrando en su plan. Algunos políticos lerrouxistas se ven involucrados desde febrero en las reuniones de los conspiradores; Renovación Española les da apoyo político y logístico; Gil Robles no deja de aportar también su grano de financiación, por más que decenios más tarde escribiera con una falta de memoria absolutamente cínica que «no fue posible la paz».

Sí, si, cinismo no le faltó aparte de otras cosas. Seguimos con el capítulo, más en detalle.

Cuando quieras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.