Transcripción y notas: Vicky Torres (Chile)
Vídeo de la intervención: https://youtu.be/dV7i0BmfYiE
Quiero dar las gracias a todos los voluntarios, a todos los participantes, a toda la gente que ha hecho posible que sigamos cuidando lo que probablemente es uno de nuestros mayores tesoros, que es la capacidad de reflexionar. Si algo marcó la diferencia de Podemos, si algo hizo posible que un grupo inicialmente muy pequeño fuera capaz de hacer una lectura lo suficientemente sofisticada pero también lo suficientemente osada de la situación que había en este país para cambiarlo todo, para convertirnos en un referente único en Europa, para que estemos hablando de más de cinco millones de votos y de un cambio en el sistema de partidos, fue precisamente porque fuimos capaces de reflexionar con libertad, y fuimos capaces de debatir con libertad, a diferencia de las máquinas políticas existentes que tenían muchas dificultades para que la reflexión se pudiera traducir en política.
El contexto político actual en España y las contradicciones del PSOE
Mi objetivo en esta intervención y mi obligación como secretario general es tratar de apuntar a una serie de elementos estratégicos claves del momento que estamos viviendo, que no es un momento ni muchísimo menos sencillo. Hace casi tres años nos conjurábamos para lanzar Podemos y hace algo menos de dos, en Vista Alegre, definíamos cuál debía ser el recorrido de esa maquinaria electoral. En aquel momento, hace dos años, Podemos tenía cinco cargos públicos, cinco eurodiputados. Hoy Podemos tiene más cargos públicos de los que nunca ha tenido en los últimos noventa años en nuestro país una organización política con un programa equivalente al nuestro. Y eso no es una cosa sencilla, está llena de peligros y obliga a tener debates sobre lo que queremos ser, sobre lo que podemos hacer. Y eso no es sencillo cuando te has convertido en un partido.
Para añadir una dificultad más a esta situación, tenemos el contexto. Un contexto que parecía que se iba a cerrar. Daba la impresión de que la crisis de régimen, la crisis orgánica que se produjo en este país y que tuvo como elemento señal el 15M, un decaimiento del concepto ideológico de clases medias, unas clases medias que dejaban de verse a sí mismas como clases medias y que señalaban a las élites políticas y a las élites económicas como sinvergüenzas, como mangantes, como casta y que no se planteaba además como una suerte de venganza de la izquierda, una venganza de los perdedores de la transición sino que generaba una serie de ingredientes nuevos con los que se podía construir un nuevo artefacto político que a su vez estaba vinculado a las luchas históricas de nuestro país por la libertad, por la justicia social, por los derechos de las mujeres, contra la dictadura, daba la impresión entonces de que todo ese movimiento podía tener una solución política electoral y que eso implicara un cambio en el sistema de partidos. Bueno, el ciclo electoral sigue abierto. Las elecciones se repitieron en junio y no es imposible que las elecciones se vuelvan a repetir. Y ése es el difícil contexto en el que nosotros enmarcamos nuestro debate.
Dijimos una vez y creo que nos equivocamos, que el problema de nuestro país, que el problema de la situación de bloqueo político era que se había producido un empate. No hay empate. El empate catastrófico es una noción que utilizaban en Bolivia, que el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, utilizaba para expresar el empate político electoral de dos sectores y que tenía que resolverse de alguna manera. Era un empate electoral que impedía que en ese país – y esto ocurrió en más países latinoamericanos -, se llevaran a cabo los cambios, las reformas, las transformaciones necesarias para pasar a un nuevo ciclo político, y eso justificaba que en muchos países de América Latina se hablara de la necesidad de un proceso de tipo constituyente que sirviera para desempatar.
En nuestro país no hay empate. Salvo que ganáramos las elecciones por mayoría absoluta seguiríamos en una situación muy parecida a la que estamos. Lo más importante para entender lo que está ocurriendo en nuestro país es analizar las contradicciones que vive uno de los partidos tradicionales, el partido político tradicional más importante del sistema político español de 1978, el partido político tradicional que más se parecía a España, el partido político tradicional que más ha gobernado en España: el Partido Socialista.
El Partido Socialista vive una tensión interna que es una tensión de sistema, una tensión entre la restauración y el cambio. La paradoja de utilizar estas palabras es que los defensores del cambio en el Partido Socialista son sus sectores más conservadores. Los sectores más conservadores del Partido Socialista, como Felipe González, como Alfredo Pérez Rubarcaba, como Juan Luis Cebrián en tanto que jefe sin cargo en el partido, pero que manda en él, defienden que hay que cambiar, defienden que efectivamente el sistema de partidos ha cambiado en España y que tienen que aliarse con el Partido Popular, porque con el Partido Popular en última instancia comparten su visión sobre Europa, su visión sobre la Troika, su visión sobre las reformas económicas y laborales que hay que hacer, con el que comparten en última instancia un proyecto de país. Y yo diría que éste es el sector más sofisticado del Partido Socialista, seguramente el que haya entendido mejor lo que significa Podemos y por eso no tiene ninguna duda de que su Partido se debería aliar con el Partido Popular.
El otro sector del Partido Socialista que por desgracia me temo que no es el que quiere construir el futuro con nosotros, sino que sencillamente busca la restauración, volver al año 2013, cuando en este país había básicamente dos partidos, dos partidos que se podían poner de acuerdo para cambiar el artículo 135 de la Constitución, pero básicamente dos partidos. Pienso esto porque soy consciente de lo que ha ocurrido en los últimos diez meses. En los últimos diez meses el Partido Socialista de Pedro Sánchez no quiso construir un futuro de país con nosotros, quiso convertirnos en una fuerza subalterna, y esto no es una opinión, esto es lo que ocurrió. Nos pidieron que nos abstuviéramos ante un acuerdo del Partido Socialista con Ciudadanos, es básicamente decirnos que sus cinco millones de votos valían menos que nuestros cinco millones y el millón de votos de Izquierda Unida, básicamente subalternizarnos e intentar hacer la vista gorda sobre lo que había ocurrido en este país. Espero que eso no ocurra. Espero que en los próximos días haya una posibilidad de que tengamos una difícil discusión de país y de gobierno, pero soy lo suficientemente realista como para imaginar que algunos de ellos sueñan con repetir las elecciones hasta que haya un resultado electoral que les guste. Pero me temo que hay realidades demográficas, realidades geográficas y realidades plurinacionales de nuestro país que hacen que ya sea imposible volver al año 2013. La situación es de bloqueo, sí, pero no es de empate. Y es ahí, en esa situación de bloqueo donde nosotros tenemos que ubicar nuestros debates estratégicos.
Ese contexto de tensión nos dificulta hablar de temas cruciales y de hablar de esos temas con libertad, hablar de nuestro papel en las instituciones y de nuestra relación con los movimientos populares. Esto no es un debate sobre si más calle o más institución. Últimamente parece que todo se caricaturiza y todo se ridiculiza. Es un debate básicamente sobre dónde tenemos que cavar las trincheras en un momento de guerra de posiciones. Os acordáis, nosotros habíamos planteado la necesidad del blitz, la necesidad del asalto electoral, la maquinaria electoral que iba a asumir de manera sucesiva procesos electorales continuos, y después de las elecciones llega el momento de pasar de la guerra de movimiento a la guerra de posiciones. Y discutir de la guerra de posiciones es hablar de guerra de trincheras. Cavar trincheras en política es básicamente construir tus defensas y nosotros tenemos que discutir cómo construir nuestras defensas en el espacio de la sociedad civil, cómo nos relacionamos con los movimientos sociales, cómo construimos un movimiento popular. Nosotros nacimos en la televisión, pero no podemos tener futuro en la televisión. La televisión nos sirvió para hacer el blitz, el chico con la coleta que discutía en un programa los sábados por la noche. Pero nuestro desafío como fuerza política popular es ser capaces de asumir que en el medio y en el largo plazo a nosotros no nos va a servir la tele ni les vamos a hacer la misma jugada que le hicimos a los medios metiéndole la pelota por debajo de las piernas. Hay que construir trincheras en la sociedad civil y debatir cómo establecemos la relación entre las instituciones y los movimientos, si los movimientos deben ser espacios de apoyo al trabajo institucional o si los espacios institucionales deben ser el instrumento político y Podemos tiene que ser el instrumento político de los movimientos sociales y populares. Yo me fío más de lo segundo, no por ninguna cuestión ideológica sino porque las trincheras son más profundas y más seguras cuando están cavadas en la sociedad civil y cuando no dependen sólo de la buena voluntad de los cargos públicos.
Tenemos que ser capaces de discutir de las posibilidades de gobernar en un país del sur de Europa en el marco de la Unión Europea, que no es una cosa sencilla, tenemos que discutir de nuestro estilo comunicativo y también tenemos que discutir de que ya no estamos solos, ya no es solo Podemos. Podemos forma parte de un espacio político que compartimos con Izquierda Unida, que compartimos con una organización política de ámbito catalán, que debe ser nuestra organización política hermana en Cataluña, En Comú Podem, que compartimos con En Marea y que tiene que asumir en lo político la plurinacionalidad del estado, con todas las implicaciones que eso tiene en lo organizativo. Y tenemos además que asumir que en nuestra organización política falta la sociedad civil. Esto ya no es solamente Podemos, esto es un espacio político mucho más amplio, con muchas familias, con muchos sectores, y yo estoy orgulloso de que lo hayamos construido, pero ahora toca ver cómo lo cuidamos y cómo lo hacemos crecer. Toca discutir sobre los que faltan y los que se van, toca discutir sobre los errores y los aciertos.
Por desgracia, no es un debate de universidad de Podemos, no es un debate entre intelectuales que escriben artículos y que contestan con otros artículos, no es un debate de Fort Apache ni de La Tuerka, es un debate de la tercera fuerza política del país y es un debate que por desgracia puede condicionar en última instancia quiénes ocupan los órganos y los aparatos de un partido, quiénes van en lista y quiénes son representantes públicos. Y aquí, como secretario general, tengo una responsabilidad enorme y es impedir que los debates políticos y los debates estratégicos se puedan convertir en un debate de listas, en un debate de nombres o en un debate de quién controla los aparatos del partido.
Hay una dificultad ulterior: es un debate con las puertas abiertas a los medios de comunicación y a las cámaras de televisión. Y los medios de comunicación no solamente retransmiten, participan, condicionan el debate. El señor Cebrián (1) está deseando participar del debate de Podemos. El otro día el periódico del señor Cebrián ofrecía la encuesta Torreblanca: ¿Qué Podemos prefieres, el Podemos sensato y razonable de Iñigo Errejón o el Podemos antisistema y radical de Pablo Iglesias? Todos los medios de comunicación van a tratar de influir en nuestro debate y convertirlo en un debate banal, en un debate simple. Y de nuevo como secretario general tengo la obligación de impedir que nosotros mismos caigamos en esa simpleza y que pensemos que los medios de comunicación son los campos de batalla para librar debates estratégicos internos.
Ese problema de las caricaturas no deja de sonar y me preocupa. En Podemos hay un debate entre moderados y radicales. Un columnista el otro día decía: «No pues, si esto es como lo habitual entre la izquierda, un debate entre bolcheviques y mencheviques». Es un debate entre sofisticados y simples o entre los que quieren repetir el pasado y los que quieren experimentar en el futuro. Un debate entre los que quieren parecerse al PSOE y un debate entre los que quieren parecerse al Partido Comunista. Un debate sobre los que prefieren a Coldplay o los que prefieren a Bruce Springsteen. Hay que evitar analizar las metáforas hasta la saciedad. Alguien definía antes a Nega de Los Chikos del Maíz, como un intelectual orgánico y un poeta. Y cuando el poeta soltó la metáfora todo el mundo lo entendió y nos obligó a posicionarnos a todos, aunque efectivamente hay momentos en los que nos apetece escuchar a Coldplay, momentos en los que nos apetece escuchar a Bruce Springsteen y no nos apetece escuchar a Beyoncé y por qué no pueden ser complementarios. Y sí, pero todos sabíamos a qué se refería perfectamente, independientemente de la deconstrucción que podamos hacer de la metáfora. Y ojalá el debate fuera tan fácil de caricaturizar, ojalá esto fuera tan sencillo como el Podemos de Anguita y el Podemos de Diego López Garrido. No van por ahí los tiros, a pesar de que algunos nos quieran imponer ese debate.
La primera conclusión – y con esto termino la primera parte de mi exposición sobre el contexto -, es que a pesar de las dificultades de ese contexto, a pesar de la situación de bloqueo político, a pesar de los debates dignos de los partidos del sistema, que generan una situación de bloqueo que podrían llevarnos a unas terceras elecciones, a pesar de que los medios de comunicación van a jugar en nuestro debate, a pesar de los riesgos de la simplificación, a pesar de todo eso, os pido a todos y todas la altura política necesaria para que cuidemos uno de nuestros tesoros más valiosos, que es nuestra inteligencia, nuestra capacidad de discutir, nuestra capacidad de ser uno de los laboratorios políticos más eficaces para entender la realidad. Hasta nuestros enemigos lo reconocieron cuando decían: «Son los mejores fotógrafos de la realidad, otra cosa es que luego sus propuestas ya nos gusten menos, pero haciendo el diagnóstico son los mejores». Cuidemos esa capacidad y tengamos presente que una fuerza política sin capacidad para debatir es una fuerza política sin capacidad para transformar. Una fuerza política que sólo discute de listas o de nombres, es una fuerza política más.
La primera propuesta de respuesta a una pregunta difícil que os hago: ¿Sobre qué no estamos debatiendo en ningún caso? Sabéis que a mí me fascina un periodo de la historia de España, que es la transición. Me parece uno de esos períodos que precisamente por sus enormes diferencias con el periodo actual nos sirve para entender muchas cosas. Hay una tesis doctoral maravillosa de Juan Andrade, que hace un análisis de los debates estratégicos, un análisis en paralelo de los debates estratégicos en el Partido Socialista y en el Partico Comunista. Y tienen un debate estratégico muy parecido, que se concreta en algo muy sencillo, en algo muy simbólico como en todos los debates. En el Partido Socialista discuten sobre si abandonar el marxismo y en el Partico Comunista sobre si abandonar el leninismo. En realidad no estaban discutiendo de eso, ya ves tú, quitar de los estatutos el marxismo o decir que el leninismo ya no forma parte de tu armazón teórico, es además muy divertido porque los defensores de abandonar el marxismo en el PSOE lo defendían con elogios a Marx, igual que los defensores de abandonar el leninismo en el Partido Comunista, que lo defendían con elogios a Lenin. Pero que esto no iba de Lenin ni de Marx, era mentira. Era un debate sobre el miedo. Los dos partidos estaban enormemente preocupados de no dar miedo, y no dar miedo significaba decirle a todo el mundo: «Oiga, que yo he renunciado al marxismo. Oiga, que yo he renunciado al leninismo». El anterior jefe del estado, Juan Carlos I, escribía al sah de Persia para pedirle dinero, y le decía: «Estoy muy preocupado porque hay un partido que puede ganar las elecciones y es marxista.» El miedo, el miedo. Y el pobre Santiago Carrillo que como decíamos en la ponencia anterior se tuvo que vestir con el traje de la selección española no por nada, sino para evitar el miedo. ¿Por qué se vestía Santiago Carrillo con un pantalón de la selección española y una camiseta y se ponía a darle patadas al balón. Para conjurar la imagen del terrible Carrillo de Paracuellos y la guerra civil (2). Esa rueda de prensa con la bandera con los colores oficiales del estado y aceptando la monarquía era toda una puesta en escena para no dar miedo. Un debate sobre cómo no dar miedo, sobre cómo no parecer los terribles comunistas que nos vamos a comer a los niños y el partido de la guerra civil. El debate del Partido Socialista sobre la renuncia al marxismo no tenía que ver con los planteamientos teóricos de un partido que nunca se caracterizó por contar con buenas cabezas y buenos intelectuales a la hora de pensar, pero era un mensaje al mundo, era un mensaje simbólico. La pregunta es: ¿Nosotros tenemos que tener ese debate ahora? No. Y básicamente porque la sociedad no tiene que ver con la de entonces. La de entonces era una sociedad atemorizada por la dictadura. Una sociedad – con excepciones, en Cataluña y en el país Vasco – que a pesar de contar con un movimiento obrero audaz y poderosos, a pesar de contar con movimientos sociales como el movimiento estudiantil y el movimiento vecinal, era una sociedad mayoritariamente atemorizada. Una sociedad que vota a favor de la ley de reforma política cuando los partidos de la oposición democrática pedían la abstención. Una sociedad que vota mayoritariamente a un partido fundado por franquistas como la Unión del Centro Democrático. Una sociedad con miedo a los militares, y con buenas razones para tener miedo a los militares que terminaron dando un golpe de estado en mil novecientos ochenta y uno. Se comprende, se comparta más o menos que aquellos dos partidos de la izquierda estuvieran preocupados por no dar mucho miedo.
Yo creo que ahora el debate es completamente distinto. Estamos en la sociedad posterior al 15M (3). Esta sociedad no tiene tanto miedo. Y Unidos Podemos ha demostrado una realidad que no tiene nada que ver con el sistema de partidos que queda diseñado tras 1977, lo decía antes, geográfica, demográfica y plurinacional. Unidos Podemos es la fuerza política de los jóvenes y eso tiene una serie de implicaciones innegables hacia el futuro. Es la fuerza de las nuevas generaciones. Si viviéramos en un país con una pirámide demográfica normal o más habitual como la de los países en vías de desarrollo estaríamos gobernando en este país. Si no gobernamos en este país es porque la pirámide poblacional es casi un triángulo invertido y en última instancia son las personas mayores de 65 años las que deciden quién gobierna. Pero somos la fuerza política del futuro. Somos además la fuerza política de las grandes ciudades, lo decía en la anterior charla, la fuerza política urbanitas. Eso no es solamente una debilidad, claro que hay que entrar en el mundo rural, pero es una fortaleza, porque las grandes ciudades señalan el camino en el futuro, lo que primero pasa en las grandes ciudades ocurre un poquito después en el resto de núcleos de población. En ese sentido estamos aquí para quedarnos. No somos efímeros. Y además hemos dicho algo que nadie, que nadie se había atrevido a decir en este país en los últimos 30 años, para empezar los partidos tradicionales de la izquierda: España es plurinacional, se acabó la uninacionalidad, lo decimos en Madrid, lo decimos en Andalucía, y por supuesto en Cataluña, en el País Vasco y en Galicia. Decimos que nuestro país es plurinacional, una obviedad, por otra parte, porque si no fuera obvio cómo los redactores de la Constitución en 1978 distinguieron entre regiones y nacionalidades. Cómo se pudo llegar a soluciones de la cuestión territorial que sorprendían a los constitucionalistas de todo el mundo. Hemos sido los primeros en señalar una obviedad que era un tabú y funciona. Diciendo que somos plurinacionales hemos sido la segunda fuerza política en Madrid.
Y al mismo tiempo, estamos en un ciclo económico y europeo diferente. La transición española se produce en las vísperas del éxito del thatcherismo y el reaganismo en los Estados Unidos, en el éxito de la economía financiera sobre la economía real, en las vísperas de la derrota de los mineros en el Reino Unido. Hoy estamos en una situación en el que el proyecto de la Unión Europea como espacio asociado al bienestar, al respeto de los derechos humanos y a la existencia de los derechos sociales se ha terminado, y donde la crisis económica que se produce en 2008 no va a tener una solución en forma de la vuelta al estado del bienestar. Son tiempos difíciles, son tiempos duros, pero basta ver lo que está ocurriendo en los diferentes países de Europa para saber que es el tiempo de las organizaciones políticas que cuestionan lo existente. Para decirlo claramente: el debate sobre si debemos dar miedo o no es un debate viejo de hace 40 años, un debate del PC y del PSOE, no es un debate de Podemos.
¿Cuáles son los debates de Podemos ahora?
Uno: ¿Qué Unidos Podemos funciona mejor electoralmente? Éste es un debatazo, es el famoso debate sobre los que faltan y dónde están los que faltan. Si los que faltan están en otros partidos tradicionales o están en la abstención o están en todas partes. Y sobre los que se van, un debate muy concreto sobre qué fue de aquel millón de votos, porque el 26 de junio nos faltaba un millón de votos. Hay quien dirá: nos sentó muy mal ir con Izquierda Unida, sin Izquierda Unida estábamos mejor. Yo no estoy de acuerdo, creo que si hubiéramos ido sin Izquierda Unida el resultado hubiera sido peor. Mi sensación después de haber sido el portavoz principal de aquella campaña es que perdemos credibilidad cuando tratamos de presentarnos como moderados en las formas. Y yo creo que se nos percibió como moderados en la forma. Dijimos una cosa que era honesta, que era verdad: tenemos un programa socialdemócrata, que por otra parte era decir que todas las organizaciones de la izquierda tradicional en los últimos 25 años básicamente tienen programas socialdemócratas, programas que dicen una reforma fiscal progresiva, políticas más expansivas, proteger los derechos de los trabajadores, apostar por la industrialización y un nuevo modelo productivo sostenible, lo que lleva diciendo toda la gente decente desde hace muchísimos años. Pero es verdad que al incidir sobre una palabra que se asociaba a la moderación, al no dar miedo, yo creo que se nos percibió como: «Son unos mentirosos. Al decir que son socialdemócratas están diciendo que son moderados y uno eso no nos lo creemos», y otra gente dijo: «No nos gusta.» Y ahí creo que si intentamos, si nos obsesionamos con parecer lo que no somos, si nos obsesionamos con no dar miedo, me temo que ni conseguimos atraer a los que faltan y por desgracia se nos van unos cuantos de los que están. Creo que la prueba es Europa. Nosotros somos una excepción, somos casi, casi, el único país de Europa donde la fuerza política outsider, la fuerza política que de alguna manera recoge la crisis de legitimidad de los sistemas políticos y de sus partidos tradicionales, la crisis que recoge la decadencia del concepto ideológico de clase media esto es una cosa que Manuel Rodríguez – aunque es muy bruto haciendo críticas – explica muy bien en un libro que las clases medias son básicamente un concepto ideológico. Ése es el éxito de la transición española, ése es el éxito del Partido Socialista, el Partido Socialista que puede caminar sin solución de continuidad desapareciendo de los movimientos sociales, convirtiéndose en un partido de cargos públicos, que asume el neoliberalismo, que asume todas las instituciones de gobernancia europea, que asume que haya ministros que trabajen en consejos de administración – trabajen… más bien que terminen en consejos de administración – básicamente porque representa la promesa de prosperidad para unas auto percibidas clases medias que consideran que la modernidad es eso, y que la posibilidad de una segunda vivienda, la posibilidad de que sus hijos vayan a la universidad es la promesa de futuro y de progreso. Se terminó eso en Europa, no hay más, las propias clases auto percibidas como medias se vieron con una hipoteca que no podían pagar, se vieron en frente de un desahucio, vieron que sus hijos se tenían que ir al extranjero y lo que no pudieron irse al extranjero tuvieron que sufrir el paro y la precariedad. Vieron cómo tenían que tirar de las pensiones de los abuelos, colocando a los abuelos en la mayor frustración existencial posible, que es la de ver a tus hijos y a tus nietos con un nivel de vida peor que el tuyo. Eso destruye una conciencia política de generaciones. Por eso en un momento como éste, lo que está funcionando en Europa son los discursos beligerantes y destituyentes, por desgracia, en un sentido progresista solamente en España. Pero los que están siendo capaces de abrir grietas en los sistemas tradicionales de partidos en Francia, en Italia, en Alemania en el Reino Unido, suenan hard, suenan duros, suenan mucho más duros que nosotros. El espacio en el que se está abriendo la grieta en Europa tiene que ver con esos terribles años 30, tiempos de República de Weimar. Por eso pienso que nuestra hipótesis original sigue funcionando bien. La hipótesis original que decía que éramos básicamente outsiders, no se puede repetir igual porque ya no somos lo mismo, pero creo que nosotros fuimos capaces de abrir grieta en una época, no abrimos grieta en una coyuntura.
El segundo debate fundamental que tenemos que tener a mi juicio es si nos iban a dejar gobernar o si el límite son los ayuntamientos y las comunidades autónomas. En las comunidades autónomas gobernamos muy poquito. En los ayuntamientos sí, en los principales ayuntamientos del estado. La pregunta es: ¿El resto de fuerzas políticas y los poderes establecidos están dispuestos y preparados para que gobierne una fuerza política como la nuestra? Esta pregunta se resumen en una más sencilla: ¿Está dispuesto el Partido Socialista a gobernar con nosotros? Cuando eso tendría dos implicaciones: una: decirle a Europa que hace falta una Europa social, que no estamos de acuerdo con las políticas de la Troika, que hacen falta políticas expansivas, que hay que acabar con los paraísos fiscales y que además hay que acabar con los consejos de administración y que la corrupción se combate con políticas económicas. Eso implica decirle a Europa que estamos dispuestos a hacerles frente y buscar alianzas muy difíciles con otros sectores europeos. ¿Está el Partido Socialista dispuesto a eso con nosotros?.
Y la siguiente pregunta es: ¿Están dispuestos a asumir una obviedad electoral, que España es plurinacional? Hoy vamos a ver cómo se vota en el País vasco, ya hemos visto cómo se votaba en Cataluña, es evidente que hay algo diferente. Está dispuesto ese partido a asumir que un proyecto de fraternidad solamente se puede construir reconociendo la soberanía de naciones que forman parte de lo que nosotros deseamos con un proyecto colectivo. Están dispuestos a reconocer que mientras sigan gobiernos centralistas en España cada vez va a haber más gente en esos territorios que se va a querer ir. Si es normal, si sigue el Partido Popular mucho tiempo más, del Puente de Vallecas nos vamos a querer ir también. Bueno, hasta ahora no han querido y la prueba es el plantear una alianza estratégica con la fuerza política que representa al Ibex 35 (4) y lo reconoce abiertamente el famoso Podemos de derechas, el Podemos de los bancos, que reconocía a través de su portavoz en el ayuntamiento, Begoña Villacís, que ellos estaban en política básicamente para impedir que Podemos pueda gobernar. Ese es un debate que tenemos que tener y en función de eso definir los pasos en los próximos meses y en los próximos días, porque hay debates a corto plazo.
Segundo debate: Hay quien dice: «Vamos a darle al Partido Socialista la investidura a cambio de nada y que se estrellen ellos solos con 85 diputados.» El problema es que a lo mejor se estrella el país y a lo mejor eso nos coloca en una posición incómoda en el Parlamento porque ahí no seríamos la oposición nosotros, sería el Partido Popular al que si damos un cheque en blanco a cambio de nada pues a lo mejor nos estrellamos todos. Yo tengo dudas. Hay otros que dicen, bueno, a cambio de un programa muy social, como puede ser. Eso está mucho mejor, pero todos sabemos que los programas y los papeles se los lleva el viento y que al final es fundamental quien tome las decisiones y quien los aplique. Yo hasta ahora me he posicionado siempre en el: me fio no solamente de qué, sino del quién. No sé si me fío de Jordi Sevilla como nuevo ministro de economía, de Nacho Álvarez un poquito más, aunque vayan con el mismo programa. Pero en cualquier caso tengo muchas dudas y tendremos que tener este debate sin que nos desangre, el debate sobre lo que estamos dispuestos a hacer. A lo mejor se imponen a partir de mañana los sectores conservadores del PSOE y se las tiran al Partido Popular. Pero nosotros tenemos que tener ese debate.
Un tercer debate, a mi juicio, el más importante y que no es un debate retórico, el debate del movimiento popular, el debate de las trincheras. Se lanzaba el otro día la iniciativa VAMOS, que empieza el 17 de octubre y que va a plantear que Podemos tiene que ser un instrumento para proclamar que en este invierno a nadie se le puede cortar la luz y que ese planteamiento no puede ser estrictamente un planteamiento institucional, que eso no puede ser otra vez la ley 25 que llevemos al Parlamento, a las cámaras legislativas de las comunidades autónomas o de los ayuntamientos. Si tenemos tantos cargos públicos tiene que servir para relanzar un movimiento popular que nos sirva para cavar las trincheras que van a ser lo único con lo que podamos contar a medio plazo. El debate sobre el movimiento popular, el debate sobre la relación de Podemos con la sociedad civil, el debate sobre si Podemos tiene que ser un instrumento político en manos de la sociedad civil, es un debate que va a determinar nuestras posibilidades de éxito político y probablemente es la mejor garantía de que Podemos no se convierta en algo que no deseamos. Yo no estoy de acuerdo con que los movimientos sociales tengan que trabajar a favor de los gobiernos progresistas. Los movimientos sociales tienen una lógica diferente y ojalá puedan tener una relación armónica con los gobiernos progresistas. Pero creo que nosotros no podemos ser una organización política que aspire exclusivamente a gobernar. Tenemos que ser una organización política que ponga todo su capital para cavar las trincheras más importantes de la que va depender nuestra supervivencia, las trincheras de la sociedad civil.
El cuarto debate: izquierda/derecha. Yo creo que ya no podemos plantearlo en términos de mayo de 2011. Nosotros dijimos que el 15M no era la venganza de la izquierda, que el 15M no era la venganza de los perdedores de la transición. Que el 15M inauguraba una nueva gramática política. Nosotros planteamos además una crisis entre los sectores que veníamos de la izquierda y parece que entendimos un poco mejor el 15M, y los sectores que estaban un poco enfadados por el adanismo del movimiento, los que decían: «Yo llevo indignado muchos años para que vengan estos chavales ahora en la Puerta del Sol.» Cuando lo que representaba ese movimiento era la construcción de una gramática nueva, la existencia de una crisis orgánica, una crisis de régimen en el que se había convertido en mayoritario, el grito social, que les llamaba mangantes, que les llamaba delincuentes, lo que nos permitió al decir casta, establecer la dicotomía política fundamental entre democracia y economía privada, entre pueblo y oligarquía, entre gente y casta. Pero han pasado muchos meses y nosotros hemos elegido cosas. Hemos elegido pactar en ayuntamientos y en comunidades autónomas con el PS y con fuerzas políticas que se reivindican de la tradición de la izquierda. No hemos hecho como Syriza (5), que pactó con un partido nacionalista en Grecia. No pactaron con el Pasok, sino con un partido nacionalista de derechas (ANEL), planteando que el eje era entre patriotas y antipatriotas. Nosotros no planteamos ese eje. No pactamos con Ciudadanos diciendo que el eje era regeneración o viejo. Pactamos con quien pactamos, y eso implica reconocer que el debate en estos momentos es más complejo, e implica reconocer que el espacio político que nosotros estamos obligados a liderar ya no es un espacio político solamente nuestro. Nosotros compartimos espacio político con organizaciones hermanas que se reivindican abiertamente y sin matices de la izquierda. Y no estoy pensando solamente en Izquierda Unida, pienso también en En Comu Podems o pienso también en En Marea.
¿Cómo hacemos compatible una transversalidad que forma parte de nuestro ADN? Pero la transversalidad no es un discurso moderado, no hay nada más transversal que la PAH (6), que paralizaban desahucios poniendo sus cuerpos delante de los antidisturbios mientras se les criminalizaba. La transversalidad es apelar a sujetos muy distintos que vienen de sujetos muy distintos. No necesariamente parecerte a los actores políticos rivales. ¿Cómo hacemos posible la politización del dolor con tradiciones políticas a las que nosotros abrazamos y que estamos encantados de que caminen con nosotros? Ese debate ya no es tan sencillo. Ese no es un debate entre viejos y modernos, no es un debate entre Anguita y López Garrido, no es un debate entre los que se quieren parecer al PSOE o los que se quieren parecer a no sé qué. Es el debate de una fuerza política que aspira a ganar y que aspira a ganar siendo el rompeolas y el espacio en el que coinciden muchas tradiciones políticas, la de la transversalidad que es la de la politización del dolor, no la de parecerse a otros partidos. Ser transversal no es parecerse al PSOE o al Partido Popular, es parecerse a la PAH y las tradiciones políticas que de alguna manera se han acercado a nosotros y con las que yo estoy orgulloso de caminar.
Por eso la próxima dirección política de Podemos no puede ser ni errejonista, ni echequinista, ni garzonista, ni anticapitalista. Tiene que ser la dirección política de la organización que está llamada a liderar un espacio político mucho más amplio en el que tienen que caber todos. Si existe el pablismo desaparece Podemos. Lo que le pedí a Pablo Echenique es que no fuera pablista, es que fuera un secretario de organización de todos. Y creo que no miento si digo en este momento que nadie pueda plantear una sola queja respecto del trabajo de la secretaría de organización en este sentido.
Las corrientes pueden ser invitaciones legítimas al debate, pero no pueden ser partidos dentro del partido que se constituyan como aparatos que pueden ocupar, que pueden conquistar el conjunto de los aparatos. Eso no solamente haría que nos pareciéramos a los partidos viejos, sino que inhabilitaría nuestro instrumento político. Es demasiado amplio, demasiado plural lo que hemos creado para que pueda ser un espacio de combate entre corrientes políticas que se construyen como partidos dentro del partido. Por eso es tan importante el debate teórico, porque en realidad aunque debatamos duro, aunque tengamos posiciones diferentes, debatir sirve. Y no porque las ideas sean complementarias, eso es una estupidez, una suerte de sincretismo de: y Coldplay, y Bruce Springteen y Los Chikos del Maíz y todos juntos ¡NO¡ Debatir significa elegir, hacer política implica decir que sí a unos cosas y decir que no a otras, pero a través del debate político que nos permita encarar el futuro, siendo conscientes de lo que hemos construido. Lo que hemos construido se traduce en 5 millones de votos que no están interesados en peleas internas de poder, pero que seguramente su permanencia, que crezcan o que se reduzcan, dependerá de nuestra habilidad, de nuestra capacidad intelectual, de tener en este momento los debates estratégicos que toca.
El quintos tema de debate que propongo es el del bloque histórico. El debate sobre el bloque histórico implica asumir dos límites: el límite del ciclo electoral y el límite del Estado. Hemos sido una máquina electoral cuando teníamos que ser una máquina electoral y deberemos seguir presentándonos a las elecciones cuando las haya e intentar ganarlas. Pero no podemos seguir siendo solamente una máquina electoral. Al mismo tiempo, debemos asumir los enormes límites de los dispositivos administrativos del estado, el propio gobierno, los gobiernos de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos. Son espacios limitados para la transformación y para la acción política. Y una organización que se convierta exclusivamente en una organización de cargos públicos está condenada a morir. Lo vimos en la izquierda. Cuando las organizaciones están dominadas por sus cargos públicos, los cargos públicos tienen intereses propios, lógicas propias, adquieren ideologías propias que les alejan de la gente. Por eso necesitamos que la gente apunte sus fusiles dialécticos sobre el Consejo Ciudadano, sobre los órganos de dirección, sobre los cargos públicos. Necesitamos unas bases que tengan en control todos los aparatos del partido. Hubo un tiempo en que esto no fue así y yo lo defendí con mucha dureza, hablando del famoso asalto, del famoso blitz. Era un momento en el que necesitábamos una dirección que pudiera correr. Ahora sí que hay que atarse los cordones en serio, ahora sí que necesitamos no solamente unas bases de Podemos, sino un movimiento popular con mecanismos que permitan articular el control sobre los cargos públicos y sobre los aparatos de mando de la organización.
Y por último, una reflexión.
Hay un error histórico del marxismo, que es el error de pensar que la historia caminaba inexorablemente hacia una sociedad sin clases, una sociedad más justa, que al fin y al cabo el papel de los revolucionarios era simplemente empujar las contradicciones existentes, pero que el propio desarrollo de las fuerzas productivas iba a producir en una errónea noción de avance y de progreso histórico la llegada de una sociedad mejor. Es mentira. Es mentira. Y la historia ha probado que quizás lo peor esté todavía por llegar.
Por eso quiero reivindicar algo que no es muy abstracto y que tiene implicaciones en la política presente, que tiene que ver con eso que el genio sardo (7) llamaba optimismo de la voluntad para contraponerlo al pesimismo de la inteligencia. Y es que nosotros queremos cambiar esta sociedad. No queremos parecernos a ella. Hacer política no es parecerte a la sociedad que tienes, hacer política es intentar cambiarla por una sociedad mejor, y eso tiene muchos riesgos. Puede que haya partidos que pareciéndose a lo peor de la sociedad consigan tener éxitos electorales. Se ha escrito mucho últimamente a propósito del miedo, que básicamente un fascista es un burgués enfadado. A lo mejor un burgués enfadado se parece mucho más a nuestra sociedad. Pues yo no quiero que nosotros nos parezcamos a la sociedad, quiero que seamos una organización política que aspira a una sociedad mejor, a una sociedad más justa. Cuando hablamos de feminismo no hablamos de algo que nos echamos en cara entre compañeros y que tenga que ver con los portavoces. Hablamos de que queremos una sociedad más justa. Cuando hablamos de ecologismo, hablamos de que queremos una sociedad más justa. Cuando hablamos de combatir la desigualdad y de defender los derechos sociales, hablamos de que aspiramos a una sociedad mucho mejor a la que tenemos. Y eso seguramente no se consigue solamente con una organización política de cargos públicos, no se consigue solamente con una máquina electoral, se consigue con una organización política capaz de convertirse en un instrumento de un gran movimiento popular de transformación social.
Muchísimas gracias
Notas:
(1) Juan Luis Cebrián Echarri es presidente del diario español El País, del grupo de prensa PRISA y presidente de su comisión ejecutiva. Vicente Cebrián, su padre (fallecido en 2010), franquista, fue secretario general del Movimiento hasta 1970 y director del diario Arriba, órgano de la Falange española. En 1974, Juan Luis Cebrián, su hijo, fue nombrado director de RTVE. Es miembro del comité de dirección del Club Bilderberg, formado por 130 personalidades de la diplomacia, negocios, política y medios de comunicación, especialmente norteamericanos y europeos, que desde 1954 realiza un Fórum anual en el Hôtel Bilderberg (Países Bajos), y tiene oficinas en Leyde. Este Fórum es objeto de grandes controversias debido al carácter confidencial de las conclusiones de sus conferencias.
(2) Referencia a las masacres de Paracuellos en las primeras semanas de la batalla de Madrid (noviembre-diciembre 1936), durante la guerra civil española, donde fuerzas republicanas ejecutaron durante un traslado de cárcel a miles de prisioneros políticos.
(3) El Movimiento 15M o Movimiento de los Indignados surge a raíz de la manifestación del 15 de mayo de 2011 convocada por diversos colectivos. Después de que cuarenta personas decidieran acampar en la Puerta del Sol esa noche de forma espontánea, se produjeron una serie de protestas pacíficas en España con la intención de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP y del dominio de los bancos y corporaciones, una «auténtica división de poderes» y otras medidas tendientes a mejorar el sistema democrático.
(4) El IBEX 35 es el principal índice bursátil de referencia de la bolsa española elaborado por Bolsas y Mercados Españoles (BME). Está formado por las 35 empresas con más liquidez que cotizan en el Sistema de Interconexión Bursátil Electrónico (SIBE) en las cuatro bolsas españolas (Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia).
(5) Syriza, coalición de partidos de izquierda y de extrema izquierda fundado en Grecia en 2004, que se transformó en partido en 2013 y en las elecciones legislativas del 25 de enero de 2015 se transformó en partido mayoritario en parlamento, con 149 diputados de 300.
(6) Plataforma de Afectados por la Hipoteca
(7) Antonio Gramsci
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