Cinco comunidades seleccionadas de esta capital desarrollaron acciones en ese sentido durante 2017
Más de 50 mujeres víctimas atendidas y 13 ellas hoy fuera del ciclo de la violencia, son resultados de un experimento pionero de atención integral a mujeres en situaciones de maltrato, que funciona desde hace un año en cinco barrios habaneros.
Hecho realidad en los Talleres de Transformación Integral del Barrio (TTIB) El Canal, Libertad, Párraga, Alamar Este y Buena Vista, mediante la sensibilización y capacitación de especialistas y actores comunitarios, el proyecto logró procesos de articulación, movilización y atención a mujeres maltratadas.
«Entre los principios básicos de esta iniciativa se encuentran la articulación con la política social del país desde la base y la concepción de que cada comunidad es única, por lo que cada una porta recursos y experiencias propias», explicó la coordinadora general Magela Romero, en un encuentro en la Casa Comunitaria de El Canal.
«Otra de las metas fue que las personas involucradas en la prevención y la atención entendieran el problema social. No se puede improvisar porque se pondría en juego la vida y el bienestar de las mujeres y las niñas», indicó la profesora e investigadora.
A la cita, realizada el 19 de diciembre, asistieron además una representación de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, que apoya el proyecto, y la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM).
Romero destacó que lo más importante es la articulación, toda vez que «ningún actor, institución, organismo o persona, por muy líder que sea, puede solo con todo el trabajo que deseamos hacer».
Traje a la medida
Como parte del proceso, en cada comunidad se realizó un diagnóstico participativo con enfoque de género, que permitió disponer de mapas de la comunidad donde se identifican las zonas de riesgo y vulnerabilidad, los espacios donde se concentran los hombres y las organizaciones e instituciones donde se atiende la violencia.
En cada barrio, se construyó un modelo único para la atención integral a la violencia, que inserta a las instituciones que pueden responder de forma responsable, con entrenamiento y sensibilización, a las demandas de una víctima.
Cada institución, puntualizó Romero, tiene su función y están reflejados sus contactos «porque la víctima llega a su red de apoyo y en estas cinco comunidades no va a ir a cualquier policía, sino a quienes fueron entrenados en el proceso, que no las van a revictimizar».
La experta indicó que eso mismo sucede en otros sectores vinculados a la atención como «salud, educación, cultura, la Federación de Mujeres Cubanas, la iglesia, el centro de salud mental».
Se crearon además insumos para la actualización y profundización de conocimientos: una carpeta metodológica con herramientas teóricas y prácticas vitales para el trabajo de atención a las víctimas; la capacitación y sensibilización; mini bibliotecas comunitarias y una multimedia.
Romero destacó que además de las actividades planificadas desde el proyecto, las propias comunidades realizaron otras 36 acciones de sensibilización, sin contar las de bien público, que involucraron a más de 500 personas.
Voz autorizada
«Este proyecto que hemos desarrollado durante este año ha venido a confirmar en la práctica algo que sabíamos: el papel de la comunidad en el trabajo de atención y prevención a la violencia, sobre todo en la articulación para llegar a las víctimas», declaró a la Redacción IPS Cuba otra de las coordinadoras, la profesora Clotilde Proveyer.
«Muchas veces hacemos actividades a nivel nacional, de los medios, pero no llegamos a las víctimas. Y llegar a ellas es muy importante porque de las redes sociales de apoyo las determinantes son las más cercanas a las víctimas», consideró.
A su juicio, es básico garantizar que los actores de la comunidad se empoderen en el conocimiento y sus potencialidades y se apropien de las herramientas para hacer ese trabajo y comprenden la responsabilidad que tienen en la prevención, el acompañamiento y la restauración.
Ese espacio «es como un pequeño estado y allí están representados los actores más importantes, las personas cercanas a las víctimas, quienes trabajan con los niños en las escuelas, el médico de la familia, la policía, la Federación de Mujeres Cubanas, todos aquellos actores que tienen la responsabilidad social de prevenir y atender la problemática de la violencia», precisó.
Trabajo sin descanso
Una segunda etapa del proyecto persigue continuar el acompañamiento a quienes han salido del ciclo de la violencia y a las víctimas que permanecen en él, así como extender su radio de acción a otros TTIB, explicó Zulema Hidalgo, del no gubernamental Centro Oscar Arnulfo Romero y otra de las coordinadoras.
Una de las prioridades para la próxima fase es mantener la articulación con los actores ya involucrados y llegar a todos aquellos que no se han integrado y cuya participación fortalecería la acción a nivel comunitario, se recalcó en el cierre del taller.
Además de analizar fortalezas, debilidades y desafíos para una segunda fase, en el encuentro se lanzaron iniciativas como la posible realización de un audiovisual con las mujeres que consiguieron salir del ciclo de violencia y la participación de la RIAM en el trabajo con los hombres.