Los líderes de Unidos Podemos, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, han tenido la encomiable y muy necesaria idea de lanzar una especie de manifiesto, «Unidad para transformar y ganar», en el que se comprometen a formar un frente conjunto para abordar los inveterados problemas de España, que la Transición, lejos de resolver en su totalidad, […]
Los líderes de Unidos Podemos, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, han tenido la encomiable y muy necesaria idea de lanzar una especie de manifiesto, «Unidad para transformar y ganar», en el que se comprometen a formar un frente conjunto para abordar los inveterados problemas de España, que la Transición, lejos de resolver en su totalidad, ha ido empeorando.
Creo que el hábitat económico, social, político, jurídico, cultural y sociológico en el que vivimos en la actualidad está resumido de manera magistral cuando sostienen con firmeza que nuestro país está ante el serio dilema de democracia o involución reaccionaria. Y esto es así, y hasta tal extremo, que nos vamos deslizando hacia un régimen de no dictadura formal en el que la democracia es cada día más ninguneada y degradada. Una lectura reposada de la Constitución, los Derechos Humanos y las sentencias contra el Reino de España dictadas por todos los altos tribunales internacionales a la luz de la cotidianeidad que nos golpea, me exime de más comentarios. Por no hablar de la empantanada cloaca máxima en la que se han convertido el Poder y sus aledaños de toda índole y condición.
Pero la acertada convocatoria de ambos dirigentes necesita con premura una logística clara, una hoja de ruta explícita, unos ejes de acción muy concretos que la hagan posible. En primer lugar, el llamamiento debe suponer, desde ya mismo, el trabajo conjunto de ambas militancias (Podemos e IU), cuadros medios y dirigentes nacionales, regionales y locales. Sin esta premisa, la operación está condenada a ser estéril.
Y tampoco puede quedarse en un proyecto exclusivo de Podemos e IU; muy al contrario, hay toda una mayoría social que ni está organizada ni tampoco es proclive a adherirse a operaciones que puedan sonarles a campañas electorales inminentes.
Necesitan ofrecer algo más concreto, inmediato y común denominador a esa gran mayoría de la sociedad. Eso se llama Programa a corto, medio y largo plazo. Y si es posible discutirlo y hacerlo con ellos, mucho mejor.
En esta España postrada, sin pulso, sin horizonte, saqueada por un estatus dirigente e incursa en una involución de toda índole y condición, los convocantes a un cambio profundo deben, sin concesiones a estados de opinión fabricados y efímeros, decirle al país la situación y la carencia de proyecto de futuro por parte de los creadores y mensajeros del discurso oficial: España necesita pedagogía y una didáctica desmontadora de falacias y coartadas en nombre del Estado de Derecho o la Constitución.
Artículo publicado originalmente en El Economista