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Entrevista a Mark Aguirre sobre El nacimiento de una especie. Un viaje a África en busca del origen de la vida humana (II)

«La primera evidencia de que alguien en el planeta piensa, simbólicamente se remonta a algo menos de 100.000 años»

Fuentes: El Viejo Topo

Mark Aguirre (Félix Lasheras, Zaragoza, 1954), economista de formación (doctorado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM), es un itinerante con raíces. Ha vivido en Yemen y Camboya, países sobre los que ha escritos sendos libros, y en los últimos años ha vivido en Mozambique, desde donde ha recorrido Africa para escribir el libro sobre el […]

Mark Aguirre (Félix Lasheras, Zaragoza, 1954), economista de formación (doctorado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM), es un itinerante con raíces. Ha vivido en Yemen y Camboya, países sobre los que ha escritos sendos libros, y en los últimos años ha vivido en Mozambique, desde donde ha recorrido Africa para escribir el libro sobre el que dialogamos. Periodista (fue corresponsal de El Mundo en Neva York y Beijing), ha sido también consultor y profesor universitario.

Ha publicado cinco libros de no ficción y numerosos artículos. El nacimiento de una especie es su primer libro de divulgación científica.

Reside actualmente en Addis Abeba, Etiopía.

***

 

Estábamos aquí. Estructura el libro en tres rupturas. ¿Qué rupturas son esas? ¿Qué debemos entender aquí por ruptura.  

La idea que quiero trasmitir es que en nuestra historia evolutiva ha habido momentos decisivos muy posiblemente ligados a drásticos cambios climáticos que han marcado nuestro destino evolutivo. Más que una metodología científica es un recurso narrativo que quiere subrayar que la evolución podía haber sido de otra manera. No hay un camino evolutivo diseñado. La primera ruptura se produjo cuando hace unos seis millones de años, grupos de un ancestro común que compartimos con el chimpancé, salieron de la selva húmeda logrando adaptarse a la vida en zonas de sabana boscosas, pantanosas y lacuestres. En este proceso evolutivo, hace aproximadamente 4,5 millones de años, aparecieron los australopitecos, homínidos que acabaron caminando como lo hacemos nosotros pero que tenían un cerebro de tamaño similar al chimpancé. Fueron ellos los que empezaron a diversificar la dieta haciendo más fácil la adaptación a ecosistemas diferentes, abriendo más oportunidades para la vida de estas especies.

La segunda ruptura fue alrededor de hace dos millones de años, posiblemente antes, cuando especies ligeras de estos australopitecos empiezan a engrandar su cerebro. Estas nuevas especies, conocidas como homos, tienen un descomunal cerebro en relación al tamaño de su cuerpo. Comienzan a comer más grasas explotando cadáveres y después cazan de manera sistemática al desarrollar y sofisticar la técnica. El invento del fuego y la cocina fue decisivo porque les permitió asegurar la energía que sus grandes cerebros demandan. Estos cerebros mayores permiten aumentar el tamaño de los grupos y manejar las relaciones más complejas que se crean.

La última ruptura es la aparición de cerebros con nuevas y más sofisticadas conexiones neurológicas, mutaciones que pudieron mantenerse con la incorporación de una dieta marina rica en Omega 3. Aparece el simbolismo, la voz interior, el lenguaje creativo, estados diferentes de consciencia… el paquete que hemos llamado «vida espiritual» que, desde el punto de vista evolutivo y a través de la religión y el arte, permitieron poner junto a grupos humanos rompiendo la barrera del parentesco. Este grado de cooperación facilitó el reemplazamiento de otras especies humanas y la colonización del planeta por nuestra especie.  

Hablando de las aportaciones relevantes de Svante Pääbo comenta usted que el genoma mitocrondrial ADN, que se transmite a través de la madre a todos sus hijos, permite la comparación con el primer genoma humano u otros genomas próximos? ¿Y cómo se consigue hacer esa comparación? ¿Cómo comparamos con un primer genoma cuya existencia solo podemos conjeturar?  

La información genética nuclear que se hereda es una combinación aleatoria de genes paternos y maternos. Pero eso no ocurre con el mitocondrial ADN, un segmento de ADN que queda inalterado. La razón es que son las mujeres las únicas que pueden trasmitirlo y por tanto, generación tras generación, se trasmite el mitocondrail ADN de la madre. Eso abría la posibilidad de llegar tirando hacia atrás al linaje del que nos originamos todos los humanos. Los científicos para estudiar su conexión reunieron tantas muestras de tipos diferentes de ADN mitocondrial como pudieron. El primer estudio de este género hecho en los 1980’s reunió 150 de todo el mundo. Hay que señalar que este mitocondrial ADN muta con rapidez, lo que facilita conocer cuando tipos diferentes compartieron por última vez un ancestro. Para establecer su relación hasta llegar a un único hipótetico ancestro común los científicos crearon un modelo computarizado. Conociendo el número de mutaciones que ha habido, se ha podido estimar el tiempo que vivió esa Eva mitocondrial.

Cómo sabes, eso no quiere decir que sólo hubiera una mujer en la población ancestral pero si solo una tuvo la suerte de que su mitocondrial ADN sobreviviera. A través de analizar la distribución de la muestra conocemos además el lugar donde vivió. Es por eso que sabemos que nuestro linaje apareció en Africa hace «poco», unos 200.000 años, y que somos poco diversos genéticamente.

Puedes criticar el modelo o las muestras que seleccionas. Pero lo que es importante señalar es que la evidencia fósil encontrada confirma los resultados de los científicos que analizaron la evolución del ADN mitocondrial, no dejando dudas de que nuestro origen es africano.  

Estructura el libro en tres rupturas. ¿Qué rupturas son esas? ¿Qué debemos entender aquí por ruptura?  

La idea que quiero trasmitir es que en nuestra historia evolutiva ha habido momentos decisivos muy posiblemente ligados a drásticos cambios climáticos que han marcado nuestro destino evolutivo. Más que una metodología científica es un recurso narrativo que quiere subrayar que la evolución podía haber sido de otra manera. No hay un camino evolutivo diseñado. La primera ruptura se produjo cuando hace unos seis millones de años, grupos de un ancestro común que compartimos con el chimpancé, salieron de la selva húmeda logrando adaptarse a la vida en zonas de sabana boscosas, pantanosas y lacuestres. En este proceso evolutivo, hace aproximadamente 4,5 millones de años, aparecieron los australopitecos, homínidos que acabaron caminando como lo hacemos nosotros pero que tenían un cerebro de tamaño similar al chimpancé. Fueron ellos los que empezaron a diversificar la dieta haciendo más fácil la adaptación a ecosistemas diferentes, abriendo más oportunidades para la vida de estas especies.

La segunda ruptura fue alrededor de hace dos millones de años, posiblemente antes, cuando especies ligeras de estos australopitecos empiezan a engrandar su cerebro. Estas nuevas especies, conocidas como homos, tienen un descomunal cerebro en relación al tamaño de su cuerpo. Comienzan a comer más grasas explotando cadáveres y después cazan de manera sistemática al desarrollar y sofisticar la técnica. El invento del fuego y la cocina fue decisivo porque les permitió asegurar la energía que sus grandes cerebros demandan. Estos cerebros mayores permiten aumentar el tamaño de los grupos y manejar las relaciones más complejas que se crean.

La última ruptura es la aparición de cerebros con nuevas y más sofisticadas conexiones neurológicas, mutaciones que pudieron mantenerse con la incorporación de una dieta marina rica en Omega 3. Aparece el simbolismo, la voz interior, el lenguaje creativo, estados diferentes de consciencia… el paquete que hemos llamado «vida espiritual» que, desde el punto de vista evolutivo y a través de la religión y el arte, permitieron poner junto a grupos humanos rompiendo la barrera del parentesco. Este grado de cooperación facilitó el reemplazamiento de otras especies humanas y la colonización del planeta por nuestra especie.  

Hablando de las aportaciones relevantes de Svante Pääbo comenta usted que el genoma mitocrondrial ADN, que se transmite a través de la madre a todos sus hijos, permite la comparación con el primer genoma humano u otros genomas próximos? ¿Y cómo se consigue hacer esa comparación? ¿Cómo comparamos con un primer genoma cuya existencia solo podemos conjeturar?  

La información genética nuclear que se hereda es una combinación aleatoria de genes paternos y maternos. Pero eso no ocurre con el mitocondrial ADN, un segmento de ADN que queda inalterado. La razón es que son las mujeres las únicas que pueden trasmitirlo y por tanto, generación tras generación, se trasmite el mitocondrail ADN de la madre. Eso abría la posibilidad de llegar tirando hacia atrás al linaje del que nos originamos todos los humanos. Los científicos para estudiar su conexión reunieron tantas muestras de tipos diferentes de ADN mitocondrial como pudieron. El primer estudio de este género hecho en los 1980’s reunió 150 de todo el mundo. Hay que señalar que este mitocondrial ADN muta con rapidez, lo que facilita conocer cuando tipos diferentes compartieron por última vez un ancestro. Para establecer su relación hasta llegar a un único hipótetico ancestro común los científicos crearon un modelo computarizado. Conociendo el número de mutaciones que ha habido, se ha podido estimar el tiempo que vivió esa Eva mitocondrial.

Cómo sabes, eso no quiere decir que sólo hubiera una mujer en la población ancestral pero si solo una tuvo la suerte de que su mitocondrial ADN sobreviviera. A través de analizar la distribución de la muestra conocemos además el lugar donde vivió. Es por eso que sabemos que nuestro linaje apareció en Africa hace «poco», unos 200.000 años, y que somos poco diversos genéticamente.

Puedes criticar el modelo o las muestras que seleccionas. Pero lo que es importante señalar es que la evidencia fósil encontrada confirma los resultados de los científicos que analizaron la evolución del ADN mitocondrial, no dejando dudas de que nuestro origen es africano.  

Un capítulo de la primera parte lo titula «La reivindicación de Darwin». ¿Hay que seguir reivindicando a Darwin a estas alturas? ¿Quiénes no lo aceptan? Por cierto, ¿cómo consiguió Darwin conjeturar que origen de nuestra especie estaba en África? No era en su tiempo, salvo error por mi parte, un saber o una hipótesis aceptada.  

Además de nuestro origen africano hay un consenso general entre los biólogos y otros científicos que la teoría de la evolución es cierta. Los creacionistas no tienen una base científica que sustente sus posiciones. La teoría de la evolución se confirma una y otra vez y en ese sentido hay que reivindicar a Darwin. Muchas de sus teorías explicativas de como la evolución trabaja han quedado superadas claro, pero la idea de la evolución biológica permanece. Darwin veía la evolución como una sucesión de especies modificadas para adaptarse mediante la selección natural al medio ambiente.

El pensaba que nuestro origen estaba en Africa porque los primates más cercanos a nuestra especie eran africanos. Nos teníamos que haber modificado de una especie que vivía en Africa.

Esta hipótesis no era fácil que fuera aceptada porque cuando Darwin hizo publicas sus teorías no había prueba fósil de ello. En cambio, se habían descubierto fósiles humanos diferentes a nuestra especie en Europa.  

Una pregunta muy especulativa. Discúlpeme. ¿Con qué podemos asociar en su opinión nuestra capacidad simbólica? Salvo error por mi parte, Ernst Cassirer afirmó, como tesis central, que lo que nos caracterizada a los seres humanos era ser animales simbólicos.  

La primera evidencia de que alguien en el planeta piensa simbólicamente se remonta a algo menos de 100.000 años. Es una época que coexisten varias especies humanas pero sólo una de ellas piensa simbólicamente, el h. sapiens, o al menos existe una clara evidencia de ello que no hay en lo dejado por otras especies humanas. Por tanto, no todo lo humano es simbólico pero sin duda nuestra especie es un animal simbólico.

Pero yo no creo que el simbolismo sea un producto del mito y la religión sino a la inversa, el mito y la religión son producto del simbolismo. El simbolismo sería un producto de la neurología, de las conexiones neuronales, de los cerebros de nuestra especie.  

Tomemos otro descanso  

De acuerdo  

Nota de edición:

Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Mark Aguirre sobre El nacimiento de una especie. Un viaje a África en busca del origen de la vida humana (I). «La historia no ha borrado a la especie, se ha construido sobre sus hombros» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247642

 

Fuente: El Viejo Topo, junio de 2018.