Uno siente que la humanidad está en grave peligro. Cuando hay una terrible carnicería en Irak con bombas y superbombas que relampaguean a todas horas en todo el mundo se enjuicia y condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando Estados Unidos hace una guerra de conquista para apoderarse del país que poseía […]
Uno siente que la humanidad está en grave peligro. Cuando hay una terrible carnicería en Irak con bombas y superbombas que relampaguean a todas horas en todo el mundo se enjuicia y condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando Estados Unidos hace una guerra de conquista para apoderarse del país que poseía la primera reserva de petróleo mundial no privatizada, se condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando la mayor parte de las naciones del mundo padecen crecientes problemas de desempleo, insalubridad, hambre y educación mientras en Cuba toda la población tiene empleo, servicios de salud, alimentación y escuelas, se condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando a la anunciada invasión a Irak se añaden nuevas amenazas de intervención contra «El Eje del Mal» en el que Estados Unidos incluye a Cuba al tiempo que acentúa el bloque cincuentenario contra la Isla, se acusa de violación de derechos humanos a Cuba.
A tan burdos sofismas se añaden otros, en que olvidando las llamadas «operaciones encubiertas», con «siembra de pruebas» que «confirman» los cargos, se ve como natural el que en vísperas del «juicio», los «cubanos desesperados» se roben un día tras otro aviones y barcos, clamando asilo y apoyo de Estados Unidos, ya no sólo para que la inefable «Comisión de Derechos Humanos» emita un «veredicto» adverso a Cuba, sino para que los pueblos del Mundo, empezando por el de la vieja España, apoyen una nueva acción contra Cuba parecida o semejante a la que el gobierno Español realizó contra Irak al lado de Inglaterra y Estados Unidos. Piden que España olvide a España y el mundo su pasado de mentiras coloniales.
Todo olvido útil se respeta. Es más, hay olvidos que se consideran naturales, prudentes y hasta «necesarios» para defender «los derechos humanos». La fuerza del olvido es de por sí grande; pero se complementa con insólitas formas de razonar, como la de Saramago que se pone por un lado a sí mismo y por otro pone a Cuba y entre los dos pinta una raya. A esa original razón de la sinrazón, Saramago añade una no menos singular: muchos estamos contra la pena de muerte en general, y por lo tanto estamos, en éste y cualquier caso, contra la pena de muerte; pero es raro que como «personas entendidas», por un acto con el que no estamos de acuerdo hagamos un desplante y deslinde en el teatro del mundo cuando apenas empieza el nuevo drama mundial, y nos sumemos entre ambigüedades a uno de los juicios más hipócritas, que pretende justificar una intervención mayor de Estados Unidos contra Cuba, intervención de tal modo amenazadora e intimidante que los cubanos se ven obligados a recordar que están dispuestos a morir antes que a perder su libertad. Es lamentable que en tan dramáticas condiciones hombres como Saramago presten su fama, ganada en desiguales batallas, para defender al gigante intervensionista. Creo que el magnífico escritor es un «comunista ontológico», como él mismo se definió, y que por eso hoy ha hecho tanto daño a la lucha por la democracia, la liberación y el socialismo que encabeza -entre contradicciones- el pueblo y el gobierno de Cuba.
Cada quien escoge sus contradicciones. El hombre sin contradicciones es una entelequia. «Los muchos» escogemos nuestras contradicciones con Cuba, su pueblo y su gobierno y esperamos ser miles de millones quienes luchemos, con firmeza, por la defensa de esa pequeña Isla que ha llevado mucho más lejos que cualquier otro país del mundo la práctica de la liberación, la democracia y el socialismo. Cuba merece nuestro apoyo contra cualquier argumento falaz que se sume a las justificaciones del bloqueo y de la Intervención anunciada. Venceremos.
México a 25 y Madrid a 26 de abril del 2003.
Postdata. Estuve el 18 de marzo en la manifestación de Madrid entre un millón de gentes que se pronunciaron contra la guerra. Me detuve en la Plaza del Sol a unos pasos de la plataforma donde José Saramago leyó un bello discurso en que anunció que «los pueblos lucharán todos los días y en todas las instancias para que la paz sea una realidad y deje de ser manipulada como un elemento de chantaje emocional y sentimental con el que se pretende justificar las guerras». Espero que ni Madrid, ni España, ni Saramago apoyen la campaña contra Cuba que es una justificación más de la «guerra en serie» contra la humanidad.