Casi 400 personas, la mayoría cubanas, se reunieron en el Hotel Radisson Mart de Miami el jueves 20 de mayo para una conferencia de prensa, cuyo mensaje era la indignación por las medidas propuestas contra la familia cubana. Las medidas entrarán en vigor el 1 de junio, si los mal intencionados asesores del Presidente Bush […]
Casi 400 personas, la mayoría cubanas, se reunieron en el Hotel Radisson Mart de Miami el jueves 20 de mayo para una conferencia de prensa, cuyo mensaje era la indignación por las medidas propuestas contra la familia cubana. Las medidas entrarán en vigor el 1 de junio, si los mal intencionados asesores del Presidente Bush se salen con la suya.
Para una ciudad que es el corazón del movimiento anticastrista, y que a menudo es usada como barómetro de la política de EEUU hacia Cuba, esto fue una gran noticia. Una noticia muy grande si se considera que demócratas y republicanos se unieron ese jueves para expresar su descontento con lo que las medidas del presidente pretenden hacer. Después de décadas en que la mayor parte de los cubanos de Miami han estado de acuerdo con las administraciones norteamericanas, 400 de ellos se unieron ese jueves para enviar un mensaje al Presidente Bush de que él se estaba pasando demasiado de la raya.
Y en el único gran periódico de la ciudad, el Miami Herald, no se escribió ni una sola palabra.
A la mañana siguiente del acto desayuné con Max Castro, mi amigo y columnista de Progreso Semanal. Mientras discutíamos las nuevas fotos de abuso y tortura provenientes de Irak y publicadas en The Washington Post, me volví a Max y le expresé mi consternación y frustración por la ausencia de cobertura porThe Herald y El Nuevo Herald sobre la conferencia del 20 de mayo.
Se viró hacia mí y me preguntó con indiferencia: «¿Y qué esperabas?»
Me di cuenta que frente a mí estaba la única persona que estando en The Herald -ahora parece que fue hace tanto tiempo- hubiera escrito el mensaje de lo que está sucediendo en Miami en relación con la situación de Cuba. Y ahora Miami es quien lo sufre.
Max hubiera escrito acerca de esta conferencia de prensa del 20 de mayo cuyo mensaje a George W. Bush era sencillo: no se inmiscuya con nuestras familias: tres años entre una visita familiar y otra es inhumano. También hay indignación por el hecho de que una administración se está dedicando al negocio de definir lo que es una familia: ya las tías, los primos e incluso las amistades no se consideran familia, según el clan Bush que se llena la boca con mensajes acerca de la unión familiar y los valores de familia, mientras proponen medidas políticas que sólo sirven para dividir a la familia cubana.
Ese viernes 21 de mayo comprendí -sin que me quedara la menor duda- que The Miami Herald es en parte culpable de esta política nefasta. Y en esa institución miamense, Max había sido la última persona que estorbaba a lo que yo creo que es un plan, informal pero bien pensado, de eliminar de Miami la diversidad de opinión que cualquier gran periódico -yThe Miami Herald ya no lo es- debiera expresar.
The Miami Herald y El Nuevo Herald tuvieron reporteros en esa conferencia. Y en ninguno de los dos se escribió ni una letra. Es más, Elaine del Valle, una de los periodistas del Herald presentes en la conferencia, me pidió que la llamara al terminar. Mientras conducía hacia Homestead para una reunión esa tarde, la llamé por mi teléfono móvil. Ella me preguntó si tenía por escrito algo de que lo yo había hablado ese día. Sí, le dije, y con mucho gusto se lo enviaría, lo cual hice por fax desde un lugar hasta donde me desvié para enviarlo -una tienda llamada Mail Mart USA en la Calle 152 SW.
Y aún no ha habido nada de esta histórica congregación para protestar por las medidas contra las familias cubanas.
El hecho es queThe Herald sabe bien que la única razón por la que no ha habido una mini revolución en relación con estas medidas presidenciales es por falta de información. Y no están dispuestos a ayudar a diseminarla. Probablemente hayan decidido esperar hasta el 1 de junio para sumarse entonces al carro, cuando estalle el problema. Recuerden mis palabras.
Al final, esta institución miamense se ha convertido en un socio del intento por destruir a la familia cubana. No podemos cruzarnos de brazos y permitir que eso suceda.
Debemos organizarnos y hacer saber al mundo que esto no es una cuestión política -en lo cual muchos están tratando de convertirlo. Esto es un asunto de familia.
Mientras más personas se enteren, más personas se indignarán. Y la próxima vez, los 400 serán 2000, o incluso 4000.
Y esa aglomeración de personas debiera reunirse frente al edificio de The Miami Herald para que ellos, al menos, escuchen nuestros gritos de desaprobación.