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Izquierda Unida: Ahora…¿qué?

Fuentes: Rebelión

El slogan de Izquierda Unida para las europeas llevaba implícito el Ahora…o nunca. Y parece que el electorado ha decidido no respaldar a la organización en la última oportunidad que tenía para seguir siendo la Izquierda Unida que hemos conocido en los últimos años. Los motivos que explican la situación actual son variados y pueden […]

El slogan de Izquierda Unida para las europeas llevaba implícito el Ahora…o nunca. Y parece que el electorado ha decidido no respaldar a la organización en la última oportunidad que tenía para seguir siendo la Izquierda Unida que hemos conocido en los últimos años. Los motivos que explican la situación actual son variados y pueden analizarse desde varias perspectivas (la relación http://www.lainsignia.org/2004/junio/ibe_049.htm con ICV, http://www.espacioalternativo.org/node/view/453 las posibles nuevas líneas de actuación y la función del http://www.informacionobrera.org/rc/crisisIU.htm partido comunista). Sin embargo, pueden resumirse en única causa que, con el correr de los tiempos, se convierte en consecuencia: la ausencia de identidad aboca a IU a una crisis sobre su propia identidad. Ya era hora.

En términos de organización de empresas diríamos que de la identidad (lo que llaman visión y misión) nace la estructura organizativa de la empresa-partido (¿cómo me organizo para satisfacer mi misión), la definición de la agenda (¿qué medidas me acercan a satisfacer mi misión), las acciones de comunicación (¿cómo doy a conocer mis intenciones a los otros y logro persuadirlos) y la relación con los restantes actores (¿cómo planteo mi relación respecto a los restantes partidos-competencia, los electores-clientes,…). Todo ello permite comunicar al exterior un posicionamiento propio y diferenciado: la diferenciación resulta imprescindible pues sin ella no tiene sentido la existencia de la organización. Si Amena aspirase a tener el mismo posicionamiento de Telefónica no tendría futuro: necesita diferenciarse.

Dentro de la estructura organizativa de IU destacan dos cuestiones relacionadas con la ausencia de identidad. Por un lado, la existencia de diferentes partidos y corrientes refleja la ausencia de una identidad compartida, de forma que ha favorecido la pretensión de hacer convivir proyectos con distintas pretensiones, como http://www.nodo50.org/corrienteroja/» Corriente Roja.

Por otro, la permanencia en los puestos de responsabilidad de buena parte de las mismas personas de los últimos 20 años (particularmente en Andalucía, con Romero, Alcaraz, Meyer,…) favorece la creación de una élite «política» que ha hecho de IU su medio de vida y de las elecciones el eje de su proyecto. En este sentido, la obtención de representación se convierte en un medio en sí mismo, al margen de la misión de la organización.

La relación con los distintos actores políticos de «la izquierda» se ha caracterizado por la subordinación. Frente al PSOE, los pactos en CCAA y ayuntamientos a priori sin una negociación del programa ponen a IU en situación de debilidad. Casi por obvio, no nos centraremos aquí. Más llamativa es la subordinación al movimiento sindical, eufemismo que significa cúpulas sindicales, ya que no más del 5% de los trabajadores se encuentran afiliados. Los sindicatos menos minoritarios (CCOO, UGT) tienen un descrédito superior al del ejército, la Iglesia o la Monarquía (http://www.cis.es/Page.aspx?OriginId=382 ver boletín nº 29 del CIS). Para llegar a este nivel de ínfima confianza http://www.rojoynegro.info/2004/article.php3?id_article=1823 no puede aducirse simplemente un giro a la derecha de la sociedad, como http://iblnews.com/news/print.php3?id=93292 las elecciones y diversos estudios vienen demostrando. Desde el abandono de http://www.iuorg.net/elecciones2000/html/noticias/articulosprensa/articulosprensa005.htm la Iniciativa Legislativa Popular por las 35 horas, donde Izquierda Unida realizó alianzas puntuales con el sindicalismo http://www.cgt.es combativo, que podrían haber tenido desarrollos posteriores, IU carece de una propuesta propia en el ámbito laboral, de forma que sigue a remolque de organizaciones sumidas en el descrédito y con una apuesta de modelo social socialdemócrata a lo más.

La carencia de identidad también se hace palpable en la relación con los movimientos sociales. IU se definió en origen como movimiento social a la vez que como organización política. Sin embargo, no ejerce como tal. En el ámbito de los viejos movimientos sociales, la relación de IU se establece con las jerarquías de movimientos http://www.eurosur.org/CONSUVEC/portada.html fosilizados, sin plantear una agenda política al margen. La situación es aún peor respecto a los nuevos movimientos sociales, donde IU es vista permanentemente con recelo ante el temor a que «capitalice» esos movimientos, pese a que ha volcado su acción política en las mismas cuestiones.

En este sentido, la ausencia de identidad determina también la incapacidad para marcar una agenda política propia: de nuevo desde la ILP por las 35 horas, no puede señalarse ninguna campaña específica de IU con cierta relevancia. En la LOU y la LOCE, la guerra de Irak, el PHN, el Prestige o la Huelga General, IU ha apostado con toda su fuerza para dar soporte a movilizaciones de alcance, pero no ha realizado ninguna otra campaña con alcance por sí misma. Ha participado en movilizaciones bajo banderas ajenas o en sopas de siglas heterogéneas, sin que esto le haya servido ni para obtener el respaldo de las burocracias sindicales, más cercanas a quien más puede favorecerlas, ni para ganar ascendente entre la nube de mosquitos de la antiglobalización, siempre temerosa de su autonomía.

Podría señalarse que IU efectivamente ha dispuesto de una identidad propia pero que ha sido incapaz de hacerla llegar a la sociedad por su débil imagen pública, originada en que los capitalistas controlan los mensajes que se distribuyen a la ciudadanía. Sin duda este factor influye, pero no es suficiente. Por un lado, se han emitido mensajes contradictorios: se ha transmitido la intención de ser complemento al PSOE a la vez que su alternativa. Por otro, respecto a los medios, IU ha pretendido obtener de ellos visibilidad, sin pretender desarrollar modos autónomos de comunicación directa con la ciudadanía. Así, IU no ha desarrollado un pool de medios: ni siquiera lo ha intentado. Los medios identificados con IU resultan risibles si los comparamos con los que, por ejemplo, en un contexto mucho más desventajoso, ha creado la izquierda abertzale.

Ante este listado de deficiencias asociados a la ausencia de identidad, necesariamente se plantea la pregunta: ¿qué identidad? Al menos tres posibles identidades alternativas se abren ante IU: ser una opción socialdemócrata que se pretende diferenciada del PSOE pero en actitud de colaboración con éste, lo que viene a ser la misma opción que hasta el momento se ha desarrollado. Otra posibilidad es constituir un opción ecosocialista con un espacio propio, a semejanza de los Verdes alemanes. Y finalmente, una apuesta por un modelo comunista con pretensiones de adaptación, al modo de http://www.rifondazione.it/hp/index.html Rifondazione Comunista. 

La respuesta la tendrán, por supuesto, sus afiliados y simpatizantes. En este sentido, se planteará de nuevo la tentación del electoralismo: habida cuenta del fracaso en las urnas de un posicionamiento subalterno al PSOE, esta opción parece descartada. La opción verde resulta atrayente en la medida en que de nuevo el respaldo electoral de los Verdes alemanes o, en menor medida de ICV, hacen creer en la existencia de un espacio electoral en el estado español aún sin cubrir. Sin embargo, los resultados electorales no son el mejor indicador para definir como quiere la organización ser. Volvemos de nuevo al caso de la empresa: no siempre tener más ventas significa ser más rentable. Las empresas saben que en ocasiones les interesa perder clientes (por ejemplo, no atender zonas rurales) si a cambio obtienen un margen de beneficio mayor (pueden concentrarse en zonas urbanas, donde con un mismo comercial logran atender a una mayor cantidad de población). Igual que el objetivo de una empresa no es vender más sino obtener más beneficio, el objetivo de una organización política (no siempre de sus élites) no es obtener representación e ingresos sino marcar la agenda política. Un ejemplo claro es el caso del Front National de Le Pen: tras las elecciones a la presidencia de la República se dijo que había conseguido lepenizar el país, sin haber obtenido la victoria frente a Chirac. Logró marcar los temas de debate que a su organización le resultaban de interés.

Decía en 1986 Jesús Ibáñez que «si queremos medir la «fuerza» de una fuerza política, los dispositivos de medida -perspectivas metodológicas- medirán solo los dispositivos de acción que tengan su misma forma. Así, por ejemplo, en España, el PSOE o Coalición Popular parecerán tener mucha fuerza medida con dispositivos distributivos (unas elecciones o una encuesta); los artistas o intelectuales parecerán tener mucha fuerza con dispositivos estructurales (una tertulia o un grupo de discusión); MC o Comisiones Obreras parecerán tener mucha fuerza medida con dispositivos dialécticos (una manifestación o un socioanálisis). El PCE se suicidó políticamente el día que aceptó medir sus fuerzas con dispositivos distributivos (la fuerza de las urnas). La democracia totalitaria intenta reducir la participación de los ciudadanos a los votos: votar es necesario (hay que votar) y votar es suficiente (no hay que hacer otra cosa que votar)». Si hoy, casi veinte años después, cuando IU defina su identidad, se deja llevar por mecanismos de medida en los que no puede competir tan solo profundizará en el suicidio del PCE en la Transición.



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