LA ORGANIZACIÓN: SUS ELITES Y SU PERTENENCIA AL ESTADO Una parte de este documento fue presentado en Granada capital como enmienda de adición a los documentos oficiales de la VIII Asamblea Federal de IU y, después de su refrendo en la Asamblea Local, ha sido asumida en la Asamblea Provincial de Granada el domingo 21 […]
Una parte de este documento fue presentado en Granada capital como enmienda de adición a los documentos oficiales de la VIII Asamblea Federal de IU y, después de su refrendo en la Asamblea Local, ha sido asumida en la Asamblea Provincial de Granada el domingo 21 de noviembre. Una parte -capítulos 1, 3 y 5a-, debido entre otras cosas, al apremio del Consejo Político Federal por escuchar, más que leer, los análisis y propuestas de la militancia. Extraordinaria y rápida no son sinónimos. Rápidamente, será debatida en la Asamblea Andaluza el próximo fin de semana.
Ambos textos, la parte y el todo, comparten un mismo planteamiento y un mismo objetivo. El planteamiento es: una teoría coherente en sus términos, y con capacidad de hacer reconocibles la explotación económica y la dominación política frente a la elusión de la ideología dominante, es la condición necesaria, la primera arma de la revolución. Su objetivo lo constituye ser una reflexión, desde el marxismo, para la profundización de IU en su carácter de movimiento político y social anticapitalista, cuyo programa y práctica sean la construcción de una sociedad socialista.
Desde luego, el texto no es de carácter exhaustivo, pero pretende ser un cuadro más realista de la situación de IU y del movimiento obrero que los que se pueden pintar desde la oficialidad.
Podéis remitirnos vuestros comentarios, aportaciones, críticas y refutaciones parciales o totales a la siguiente dirección de correo electrónico: [email protected]
APORTACIÓN A LOS DOCUMENTOS DE LA VIII ASAMBLEA FEDERAL DE IU
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Breve historia del capitalismo español.
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I Restauración.
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II Restauración.
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El Estado social.
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El Estado democrático de Derecho.
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La clase obrera y el discurso de la producción.
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Sindicalismo y política.
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Discursos, burocratismo y modelo sindical.
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Discursos y burocratismo.
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Modelo sindical.
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Responsabilidad de la organización política. Papel de IU.
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Imperialismo y antiglobalización.
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El Estado-nación no existe o no cumple lo que tradicionalmente ha tenido como función.
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Modelo de red social primando sobre modelo de tejido social.
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La organización: sus elites y su pertenencia al Estado. Instrumentación del PCE.
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Momentos de crisis y políticas de Estado: ideología burguesa.
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Instrumentación del PCE.
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El movimiento político-social: un punto de apoyo para cambiar de base el mundo.
Comenzaremos este texto con una reflexión de alcance medio en relación con nuestro objetivo político; la presente Asamblea Federal Extraordinaria de Izquierda Unida ha de explicar:
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la práctica inexistencia de influencia política de nuestras propuestas en la implantación de la formación social capitalista generada por la constitución de 1978 y su desarrollo legislativo;
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la consolidación del régimen y el apoyo de amplios sectores de población, incluida la mayoría de la clase obrera;
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y, en último lugar, el declive electoral que se produce de forma ininterrumpida desde hace años.
Como hipótesis planteamos:
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el alineamiento con el estado en momentos críticos o significativos;
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el abandono de gran parte de las luchas ideológicas y del internacionalismo en su dimensión política;
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la desorientación generalizada de la izquierda mundial;
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la imposibilidad de construir un movimiento político y social independiente, que define sus propios objetivos y los persigue con un uso eficaz de sus recursos, con este bagaje.
A ellas volveremos, después del análisis de la historia del capitalismo español y del sistema político diseñado para garantizar la acumulación capitalista por la constitución de 1978.
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Breve historia del capitalismo español.
La historia del Estado español de los dos últimos siglos se caracteriza por la lucha del capitalismo por imponerse al Antiguo Régimen, y la posterior alianza de ambos para aplastar al movimiento obrero. Intentaremos demostrar que ésa lucha/alianza se sigue manteniendo en la actualidad.
La invasión napoleónica y el proceso que llevó a la Constitución de 1812 supusieron la primera escenificación de la confrontación entre los dos bloques ideológicos dominantes en el período considerado. Sus denominaciones han variado en el tiempo, así que, a efectos del análisis, llamaremos reaccionario-conservador y liberal-progresista a los defensores del Antiguo Régimen y del capitalismo respectivamente.
Los principales caballos de batalla que han definido como propios de su lucha y las respuestas que han concretado sus programas ideológicos son:
CLEAVEGE |
rEACCIONARIO-CONSERVADOR |
LIBERAL-PROGRESISTA |
Modelo de distribución territorial del poder del Estado |
Estado unitario centralista |
Estado descentralizado, federal o confederal |
Confesionalidad del Estado |
Estado confesional católico |
Estado aconfesional o laico |
Jefatura del Estado |
Rey |
Presidente de la República |
Principios de la relación entre el Estado y la sociedad |
Autoridad y orden social |
Derechos y libertades fundamentales |
Forma que adquiere la representación política |
Bicameral |
Unicameral |
Carácter del sufragio |
Censitario o restringido |
Universal |
La fase actual, II Restauración, es de alianza, con concesiones realizadas por ambos bloques. Las concesiones del bloque reaccionario-conservador en la Constitución de 1978 pueden resumirse en el Estado de las autonomías, cierta aconfesionalidad del Estado y un catálogo de derechos y libertades.
En cuanto a las concesiones del bloque liberal-progresista, podemos señalar la monarquía, la bicameralidad y el sufragio restringido. Pero lo fundamental es que las concesiones del bloque reaccionario-conservador han sido limitadas. El Estado social y democrático de derecho ni es federal ni laico, mientras que los derechos sociales, recogidos en el Capítulo III del Título I de la Constitución de 1978, son sólo Principios rectores de la política social y económica. Es decir, su carácter de principios informadores a tener en cuenta por el legislador garantiza su no desarrollo, gracias al mecanismo de transformación de los sufragios en representación política y de la configuración del sistema de partidos que provoca el sistema electoral.
Para profundizar en el conocimiento del funcionamiento y los objetivos que cumplen las instituciones de la II Restauración, es interesante elaborar una comparación con la primera, en lo referente a las condiciones en las que el pueblo ejerce su soberanía, el papel del Ejecutivo y del Rey en el sistema institucional y las relaciones Estado-Iglesia.
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I Restauración.
Los problemas de gobernación durante el reinado de Isabel II, la incapacidad de la burguesía española para constituirse como clase dominante y que para la consolidación del régimen era necesario dominar las insurrecciones carlista y cubana, están detrás de la alianza entre las aristocracias madrileña y rural, los terratenientes, los industriales, los comerciantes y los ejercientes de profesiones liberales que constituyen la composición social del entramado de posiciones e intereses que sostendrán el Estado-estado de la I Restauración.
El sistema político de la I Restauración fue configurado en la Constitución de 1876, elaborada después de la amplia victoria del Partido Conservador mediante fraude en las elecciones a cortes constituyentes. El partido de Cánovas, como fundador del régimen y a partir de ese momento, compartirá el poder con el Partido Liberal de Sagasta mediante los siguientes compromisos:
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la defensa conjunta del régimen constitucional;
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el carlismo, por la derecha, y el republicanismo, por la izquierda, como límites ideológicos;
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y, la obligación del Partido Conservador de asumir las reformas que introdujese el Partido Liberal.
La Constitución de 1876 partía del principio de soberanía compartida por el rey y unas cortes bicamerales, cuyos diputados eran elegidos por sufragio censitario (5% de la población hasta 1890) y cuyos senadores lo eran por derecho propio o nombrados por el rey, las corporaciones y los mayores contribuyentes.
El poder ejecutivo recaía en el rey y sus ministros, lo que permitía que el encargo de la corona a uno de los partidos turnantes para la formación de gobierno significara: primero, la disolución de las cortes, y, segundo, la victoria en las elecciones del partido en el gobierno, a través de la fabricación de los resultados dirigida desde el ministerio de gobernación y con la colaboración de gobernadores y alcaldes. Un proceso de negociación con la oposición, que pactaba una representación suficiente, ponía en marcha un complejo entramado de redes clientelares y caciquiles.
Así, se consolidó un sistema pensado para defender la propiedad privada e impedir que la clase obrera accediese al poder, y muy represivo respecto a las posibilidades de expresión y de representación de los grupos no incorporados a él.
El régimen de la I Restauración consiguió cierta estabilidad, deseada por la alianza de clases mencionada, usando otras estrategias ante otros problemas:
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La tendencia al golpismo del ejército se resolvió mediante un aumento de la retribución, la integración de los altos mandos en los círculos de la «alta sociedad» y la fórmula del «rey soldado», por la que el ejército quedaba supeditado a la corona.
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La formal separación de Iglesia y Estado convivió con un pacto por el que se condicionaba el mantenimiento de la Iglesia por parte del erario público, y su presencia en la sociedad, a la difusión de la moral católica en los sectores obreros.
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II Restauración.
Los luctuosos hechos que nos hicieron pasar de una República a una monarquía, vía dictador golpista, no le confieren al actual marco constitucional la más mínima legitimidad desde el punto de vista de, incluso, cualquier liberal consecuente. Pero ni la ilegitimidad de nacimiento del régimen, ni lo hollywoodiense de mantener una resplandeciente corona en su cúspide en el siglo XXI deberían cegarnos.
La revolución burguesa más exitosa en la historia del Estado español se inició en los años sesenta, en plena dictadura nacionalcatólica, que no fascista. El pacto del nacionalcatolicismo con las organizaciones políticas liberales, y algunas marxistas, en la Transición hizo posible que el Antiguo Régimen estuviese presente en el articulado de la Constitución de 1978. Ésta legitima la revolución burguesa comenzada en el desarrollismo tecnócrata franquista, pero la deja inconclusa.
Es fundamental el art. 1:
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1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
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La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
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La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.
Desde el punto de vista de nuestro objetivo político, no debería cegarnos el punto 3 del artículo 1. La revolución burguesa donde está inserta es en los dos primeros apartados, ahí están las bases ideológicas de un Estado liberal que garantice la dominación política y la explotación económica.
- El Estado social.
Estado social significa que, en el marco de una economía capitalista, se establecen una serie de derechos sociales compatibles con la explotación económica del proletariado por la burguesía.
Al concepto de Estado social subyace el de Estado del Bienestar, que podemos definir como: v ersión del Estado liberal que, después de la II Guerra Mundial, garantizó la acumulación capitalista con un grado aceptable de paz social para la burguesía, mediante la intervención sobre la demanda, cierta redistribución de la renta y el desarrollo de un conjunto de derechos sociales.
La constitucionalización de la fórmula «Estado social» en numerosos estados europeos y afines se debe al amplio consenso de las clases dominantes en un diagnóstico y una decisión: el fin de la II Guerra Mundial supuso para la burguesía un escenario en el que eran posibles un aumento de la conflictividad social por el paso de una economía de guerra a otra de paz, con la U.R.S.S. como potencia y modelo a seguir por el proletariado y con el riesgo añadido de que una crisis como la del 29′ se repitiese. La decisión fue muy materialista: desterrar el dogma liberal del Estado mínimo y aplicar la política económica keynesiana. Para ello fueron muy útiles dos experiencias de intervencionismo estatal con nombres muy sugerentes: el «new deal» (nuevo pacto) en EE.UU. y el «compromiso histórico» en Suecia.
El pacto o compromiso ya fuera nuevo o histórico era entre clases y consistía en:
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el proletariado no cuestiona el derecho a la propiedad, acepta las relaciones capitalistas de explotación y la guerra imperialista permanente;
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la burguesía garantiza el derecho a la vida del proletariado a través del pleno empleo o las políticas pasivas y, además, una paulatina mejora en sus condiciones materiales de existencia.
La independencia de las colonias y, como consecuencia añadida, la crisis del petróleo de los setenta significó el inicio de una restructuración del imperialismo a todos los niveles. En ese proceso han desaparecido todas las condiciones que hicieron que la burguesía propusiese ese pacto o compromiso al proletariado de la OTAN. Y ha sido disuelto en la práctica, mediante un rearme ideológico de la burguesía que podría concretarse en que sea posible decir con total impunidad: «el problema es el mercado laboral» -léase mercado de mano de obra, mercado de fuerza de trabajo, mercado de vidas- o «excluido» -léase lumpemproletariado, proletario que no tiene quien le compre su fuerza de trabajo, su vida.
El papel jugado por la teorización de la Unión Europea en lo referente a políticas de empleo ha sido muy importante. El concepto de exclusión social, sus consecuentes políticas activas de empleo (divididas por grupos de población y con beneficios fiscales por contratación) y el abandono de las políticas pasivas, disuelven el derecho a la vida y eluden que el empresario está en disposición de elegir:
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A quién contrata en función de su ideología.
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Sobre qué grupos de población va a teorizar la exclusión social lo más granado de la sociología posmarxista, con la bendición de la Unión Europea.
En este sentido, el concepto de exclusión social reproduce la ideología de aquellos que tienen una posición dominante. La diferencia que existe entre lumpemproletariado y excluido es la misma que hay entre hablar de personas que necesitan vender su fuerza de trabajo para vivir, y que si no lo consiguen tendrán que recurrir a los lazos familiares, la economía sumergida, la beneficencia, la mendicidad o esperar a ser seleccionado en algún programa de empleo, y los gustos del empresariado.
Por tanto, podemos concluir que el Estado del Bienestar se teoriza desde y para la burguesía en un momento histórico concreto y que no se puede fundar un nuevo Estado social que garantice el derecho a la vida desde el concepto de exclusión social. A lo más transformador que llegará es a que los grupos de población en riesgo de exclusión que se constituyan como grupos de presión efectivos lograrán beneficios fiscales a la contratación de su grupo, campañas de desestigmatización y crear una incipiente jerarquía a través de la diferenciación en las posiciones en el reparto de los recursos.
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El Estado democrático de Derecho.
Después de 27 años, el sistema electoral ha rendido sus frutos. Los sistemas electorales son los que crean los espacios políticos y un sistema de partidos políticos electorales determinado, y el elegido por los constituyentes los restringe a dos grandes plataformas de ámbito estatal y a múltiples concentradas territorialmente.
Éste sistema electoral asegura la existencia de dos partidos turnantes, al más puro estilo canovista, en el que se incluye cierta representación para los partidos nacionalistas y regionalistas que acepten el artículo 1 de la Constitución en su totalidad, incluido el apartado 2.
El uso del Estado social para la compra de voluntades de determinados grupos de población, y la clara defensa de los partidos políticos de la burguesía que hacen los medios de comunicación de masas, mientras proclaman su objetividad, se constituyen como los dos mejores mecanismos para el fraude.
En cuanto al Estado de Derecho, las vulneraciones de los derechos y libertades fundamentales por parte del Estado, en sus distintos niveles, son muy conocidas. Más fructífero que proceder a una enumeración de casos, y después de lo expuesto anteriormente, será constatar el carácter de aparato de dominación de clase de la burguesía a nivel ideológico, político y económico.
Los intentos de articular a la izquierda anticapitalista sobre la base de un elemento mágico que nos incluya a todos -ecologismo, feminismo, pacifismo, república…- están destinados al fracaso. La explotación económica capitalista y la dominación política del Estado burgués, su análisis y la elaboración de propuestas desde las distintas perspectivas de la izquierda anticapitalista es lo que puede articularla.
Los intentos de hacerlo en torno a la III República, evocando un momento tan significativo para la clase obrera como es la II República, el único en el que no ha sido subalterna a los bloques reaccionario-conservador y liberal-progresista, es equivocado.
Ni IU nació para terminar la revolución burguesa inconclusa, ni significan lo mismo la República de 1931 que la de 1936. Nuestros referentes históricos hicieron ya la República. Lo que se dejaron a medias fue una revolución.
En el marco de las consecuencias que tuvo el duro siglo anterior para los referentes históricos de la izquierda plural, IU nació con la voluntad de construir espacios de trabajo comunes con las personas, organizaciones y movimientos transformadores en el ámbito del Estado español. El objetivo era crear así un espacio político distinto a los establecidos por el sistema electoral que disfuncionara y tuviera incidencia en éste.
Tarea nuestra es, porque nos la impusimos como tal, hacer lo que nos sea posible por construir mejores relaciones y espacios de colaboración dentro y fuera del movimiento político y social, por limitados que sean. En ello tendremos que poner toda nuestra creatividad y empeño. La recomposición de la izquierda anticapitalista sigue siendo nuestro horizonte. Lo que caracteriza a los movimientos es el camino, y saber dónde estamos es nuestro mejor recurso:
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para la recomposición de la clase obrera: reparto del trabajo en condiciones dignas y sindicalismo de clase;
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para la democratización de la vida política: democracia participativa, mandato imperativo, principio de subsidiariedad.
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La clase obrera y el discurso de la producción.
La distribución de los sectores productivos a nivel mundial actualmente está marcada por un flujo de éstos hacia los países donde los niveles de protección social y demás trabas a la explotación resultan más bajos. Eso provoca que en países como España, donde aún conservamos ciertas reliquias de tiempos en los que la correlación de fuerzas fue más favorable, en los que la clase obrera estaba en posiciones mucho más maduras en lo que respecta a la organización-acción. Este trasvase viene provocando el radical desmantelamiento del tejido industrial que venimos sufriendo.
La oligarquía burguesa española, y la extranjera que había instalado sus fábricas en nuestro país, prefieren a los países del Este (con las facilidades que la ampliación europea da a este respecto), China, América Latina, etc. Este proceso se da en todo el territorio español, siendo más grave en zonas donde el proceso de industrialización real no ha sido nunca completo como Andalucía.
Reemplazando a este sector productivo, se están asentando por un lado las empresas vinculadas al ocio y al turismo; y por otro un sector productivo esencialmente agrícola de máxima intensidad: se trata de empresas mayoritariamente extranjeras que adquieren a precios muy bajos extensas zonas, las explotan al máximo en poco tiempo gracias a la tecnología que controlan y al uso parásito que hacen de los recursos naturales (fundamentalmente el agua) y que, en cuanto agotan literalmente la zona, se marchan dejándola baldía.
El sector turístico destroza nuestro entorno natural, desfigura nuestro patrimonio cultural y es la fuente de condiciones laborales más paupérrimas; desde la total flexibilidad, precariedad e inseguridad.
Sólo I.U. puede hacer frente a esto, planificando la reindustrialización con empresas públicas y restringiendo la implantación del capital parásito y turístico (que a menudo resultan sinónimos).
Se trata de impulsar un plan industrial público porque ninguna medida a base de impuestos/subvenciones permite un verdadero control de la actividad empresarial, ni garantiza que se vaya a quedar el capital privado. Así, desde la inversión tecnológica y la reutilización en la medida posible de los «cementerios industriales» que las empresas en huida han dejado tras de sí, podemos garantizar empleos estables, lo que no va a hacer ninguna empresa hoy por hoy.
Además, permite la articulación paralela de un tejido social que pueda pasar a tomar partido en la producción, una democracia participativa de la producción, mucho más real y antagonista que ninguna otra, basada en ampliar las consultas populares.
Finalmente, tengamos claro que este tipo de propuestas atacan a la piedra angular de la economía neoliberal hoy, convirtiéndose en las banderas que tienen un verdadero valor a la hora de la movilización y la organización. Y por otro lado, la reivindicación de un tejido productivo en España va a ser llevada a cabo, utilizando también la baza del paro creciente, por movimientos que, en lugar de defender a la clase obrera, buscan que esta defienda al capital; nos referimos a movimientos fascistas, seudofascistas o de índole parecida que encuentran el caldo de cultivo perfecto en los sectores más desfavorecidos de la clase obrera que las organizaciones de la izquierda han ido dando de lado.
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Sindicalismo y política.
La situación actual del movimiento obrero en general y del sindicalismo en particular es la peor de los últimos treinta años. El retroceso en derechos laborales en la legislación y sobre todo en la realidad, apenas puede ser contenido por los sindicatos, cuando lo intentan. Y en la mayor parte de los casos han sido cómplices en ese retroceso.
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Discursos, burocratismo y modelo sindical.
«…como la moneda esto tiene dos caras,
por un lao el obrero y por otro el burgués…»
Hechos contra el decoro
Para hacerse una idea de cual es la situación del movimiento obrero actualmente y de cual hacía donde puede ir en el futuro, solo hay que observar la situación, la acción y el discurso de los dos principales sindicatos del país.
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Discursos y burocratismo.
La situación en estos sindicatos es de una despolitización absoluta. Muy adecuada para que exista ese burocratismo y verticalismo que le permite a las cúpulas hacer y deshacer según convenga a sus intereses, que en muchas ocasiones no son otros mas que los de la burguesía.
El discurso que están imponiendo, más evidente en UGT, ya que en CCOO existe resistencia por parte del sector crítico, es el de la negociación a cualquier precio, desapareciendo poco a poco la movilización y la presión. En definitiva desapareciendo la oposición a la políticas burguesas, evitando la lucha. Esto lleva al sindicato como gestoría (que es a lo que quieren llegar), eliminando de este modo el carácter de clase.
Esa «vocación» de gestoría junto con su dependencia económica del Estado provoca que a lo que se le de más importancia sea a lo cuantitativo. El número de afiliados, el de delegados sindicales, etc. Que sin dejar de ser importante en estas organizaciones de masas, debe estar acompañado de un cierto nivel de organización, concienciación y formación de los afiliados. Si lo que se quiere es que los sindicatos sean un instrumento útil a la clase obrera.
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Modelo sindical.
Participación
Del discurso oficial se diferencia el sector crítico de CCOO y por supuesto otros sindicatos como CGT. Pero ese discurso de clase que mantiene el sector crítico, siendo muy importante, no está implicando en la realidad una participación diferente de los afiliados, más acorde con dicho discurso. Un sindicato menos burocrático, en el que los afiliados puedan participar y se sientan más corresponsables de las decisiones que se toman. En el que se les forme sindicalmente y se transmita el sindicalismo como la solidaridad entre los trabajadores, no como algo en lo que solo se busca el propio interés. Intentando que los afiliados se impliquen también en las luchas que no les afectan directamente. Un sindicato para el que no sea la afiliación lo más importante. Que sea capaz de poner, siempre que sea necesaria, la unidad de los trabajadores en las empresas por encima de la obtención de delegados sindicales propios. Algunas de estas características las tiene el sindicato CGT, pero también el inconveniente de ser un sindicato minoritario.
Nuevo modelo de producción, viejo modelo sindical.
El problema principal que tenemos actualmente en la lucha contra el capital es la dificultad para organizar al movimiento obrero tras el cambio del modelo de producción fordista por el posfordista y la no adaptación de los sindicatos a esta nueva situación.
El capital cambió el modelo de producción para combatir la organización y resistencia del movimiento obrero, sin embargo nosotros no hemos sido capaces de modificar el instrumento con el que luchamos en ese nuevo modelo. Esto le está permitiendo a la burguesía conseguir lo que se propuso con ese cambio. La relación es bastante directa, pues los sectores de la clase obrera que están manteniendo una mayor oposición a la precarización o desaparición de sus empleos son los que trabajan en empresas con modelo fordista.
Necesitamos un modelo sindical que no se limite a organizar a los trabajadores en su centro de trabajo en torno a lo establecido legalmente (delegados y comités de empresa), pues esta forma de organización no sirve para los que están en paro o en condiciones laborales precarias. Además la conexión con el sindicato no es posible a través de las ramas o federaciones ya que los trabajadores en estas condiciones cambian de sector habitualmente.
Hay que darles nuevas armas y formas de lucha. Que se organicen en el centro de trabajo, pero también territorialmente los que no tienen una continuidad en el empleo, dándoles así una conexión y participación estables con el sindicato. Para esto deberá modificarse parcialmente la estructura del sindicato, pues ahora está organizado para un trabajo por sectores.
Esta organización territorial conectaría con trabajadores que no se acercan normalmente al sindicato por el tipo de trabajo o por su situación laboral o personal (vendedores ambulantes, trabajadores en paro, trabajadores sin papeles, etc.), ya que los organizaríamos en el ámbito en el que viven.
Otro sector consecuencia del cambio de modelo es el de los trabajadores autónomos, en el que el sindicato que les está dando más cobertura hasta ahora es UGT creando la rama o federación de autónomos.
El modelo posfordista por las condiciones materiales de atomización de la clase obrera dificulta que ésta se reconozca así misma como clase, por lo que en este nuevo modelo sindical es mucho más importante que en el anterior la ideología que se crea en el sindicato a través de la formación, de las actividades del propio sindicato y de la acción sindical.
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Responsabilidad de la organización política. Papel de IU.
«Cuánto mayor es la postración del Partido,
mayor es la de la clase obrera»
León Trotsky
En la situación actual del movimiento obrero y de los sindicatos ha influido entre otros factores el que las organizaciones políticas como la nuestra han dado de lado al movimiento obrero como consecuencia del cambio del discurso de la producción por el de la distribución. Esto ha provocado un cambio en la centralidad de nuestro discurso, dejando como secundaria la contradicción capital-fuerza de trabajo.
Este cambio de discurso es consecuencia de la derrota ideológica que hemos sufridos en los últimos quince años, ante lo cual la dirección de IU (sobre todo después de Julio Anguita) en vez de mantenerse firme, a vertebrado el discurso en torno a un compendio de contradicciones no antagónicas al capital, sin darles siquiera a estas contradicciones un carácter de clase.
Cuando en nuestra organización se trata el movimiento obrero no es para desarrollar una política constante sino por algunos conflictos puntuales, como en el caso de los astilleros, que los utilizamos de forma oportunista.
Este discurso político afecta no sólo a nuestra actividad como organización, sino a nuestro trabajo en los sindicatos, que es descoordinado, sin una línea política clara y por tanto falto del carácter anticapitalista y emancipador que deberíamos aportar al movimiento obrero.
La derrota ideológica y la falta del componente emancipador provocan que los sindicatos y nuestra organización siempre actúen a la defensiva. Sólo para defender lo conseguido o para exigir mejoras salariales, mejores condiciones laborales, mantener los puestos de trabajo, distribución del trabajo, o como mucho para oponernos a la privatización de las empresas públicas. Pero nunca orientamos el discurso hacia la necesidad de la posesión de los medios de producción por los trabajadores como forma de acabar con la explotación capitalista. Incluso cuando se habla de la importancia del sector público, los argumentos para oponerse a la privatización suelen ser los de estabilidad y calidad del empleo y mejores servicios por parte de las empresas públicas. Nunca se utiliza el sector público en estos conflictos para mantener la idea de la propiedad colectiva de los medios de producción.
El papel de IU en el movimiento obrero, debe ser servir de nexo entre los sindicatos y los trabajadores que no están organizados en su centro de trabajo (por las razones anteriormente expuestas) utilizando las asambleas territoriales. Y potenciar que los militantes de IU trabajen en sus respectivos sindicatos en la línea antes expuesta, para variar el modelo de sindicato y conseguir que el discurso sea anticapitalista.
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Imperialismo y antiglobalización.
I.U. debe participar en el movimiento antiglobalización sin perder su identidad, lo que no significa usar al movimiento buscando réditos electorales, sino buscando organización y concienciación… ni tampoco caer en sus errores teóricos u organizativos.
Entre las organizaciones populares que se están planteando la respuesta al capital globalizado, están tomando consistencia diferentes tesis teóricas que pasan por:
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El Estado-nación no existe o no cumple lo que tradicionalmente ha tenido como función.
Sin embargo, si alguna duda existía, la guerra global permanente recrudecida (que no iniciada, que se lo digan al pueblo colombiano, cubano, etc.) a partir del 11-S por parte del imperialismo norteamericano, no puede sino reafirmarnos en la idea de que el Estado es imprescindible en la defensa del capital, más aún en una fase de ultramadurez del capitalismo. El concepto de Estado como «administración», como «gestor» de las disputas en la sociedad, oculta su verdadero papel, esto es, producir y reproducir las condiciones de explotación.
El Estado toma partido por la explotación no sólo más allá de sus fronteras, no sólo como fuerza militar ocupante, lo cual es hoy, en los países imperialistas, una realidad incontestable. El Estado sumerge sus tentáculos en la llamada «sociedad civil» (y que no es otra cosa que el conjunto de las clases dominadas y explotadas), organizándola, sí, para la «gestión» de la explotación, es decir, para garantizar que el flujo de extracción de plusvalía se mantenga sin interrupciones.
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Modelo de red social primando sobre modelo de tejido social.
Las redes y foros sociales están cumpliendo un papel fundamental a la hora de poner en contacto diferentes formas de trabajo, y superar en ciertos aspectos el sectarismo. Además, es a estas redes a las que debemos el embrión de convocatorias importantes que se han venido sucediendo en los últimos tiempos, como contra la Guerra de Irak.
Sin embargo, tomar como norma organizativa estas redes, y no como punto de encuentro, nos hace olvidar la necesidad de organizar a la gente entorno a un proyecto que les suponga una madurez política, organizativa y sobretodo ideológica.
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La organización: sus elites y su pertenencia al Estado. Instrumentación del PCE.
Una organización que pretende la transformación del sistema capitalista en un sistema socialista, no puede pertenecer al Estado. Nos referimos a una pertenencia ideológica. A considerar el Estado, no como el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, sino como una estructura conciliadora y neutral que se puede utilizar tanto a favor de la burguesía como a favor de la clase obrera. Este error lleva a la defensa del Estado (Capitalista).
El Estado es un aparato de dominación de clase. En este caso, de dominación de la clase obrera por la burguesía, no se puede transformar el sistema sin transformar el Estado en un instrumento de dominación de la burguesía por la clase obrera, es decir, en un Estado Socialista. Pensar lo contrario sería considerar al Estado por encima de la lucha de clases. Como si éste no estuviese subordinado a los intereses de una clase. En este caso a los de la burguesía.
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Momentos de crisis y políticas de Estado: ideología burguesa.
«Cuando las cosas se tuercen,
no siempre hay que enderezarlas»
Desechos
Actualmente nuestra organización pertenece al Estado, principalmente por la pertenencia a éste de sus dirigentes. Claros ejemplos de esto los tenemos en momentos de crisis en los que era posible cuestionar el Estado, agudizando así la crisis para hacer más visibles las contradicciones políticas, y en los cuales lo defendimos tanto o más que la burguesía.
Uno de estos momentos de crisis se produjo durante los días del 11 al 14 de Marzo de 2004. El día 11 fuimos la única organización (ni siquiera el PP lo hizo) que en el comunicado sobre los atentados habló explícitamente de E.T.A. Y el día 13 con las manifestaciones espontáneas ante las delegaciones del gobierno civil y las sedes del PP, no fuimos capaces en esas circunstancias de cuestionar la democracia burguesa, lo cual se podía haber conseguido con la presencia en las manifestaciones de nuestros cargos públicos, candidatos y dirigentes, y llevando nuestras banderas.
Sin embargo la derrota ideológica sufrida por nuestros dirigentes en los últimos veinte años, hace que asuman el Estado como algo neutral (de ahí la supervaloración de la importancia de las instituciones burguesas y el consecuente electoralismo). Y su conversión de elites en aristocracia obrera, les hace no cuestionar el Estado, ya que eso podría afectar a la organización cambiando el status quo interno, peligrando la existencia de esa aristocracia. Toman de esta manera sus intereses, como si fuesen los de la organización. A partir de esto ven la organización, no como un medio sino como un fin en sí misma. Adoptando y justificando decisiones porque «es lo mejor para la organización». No porque sea lo mejor para la clase obrera, para la emancipación de ésta.
Esta desviación de los objetivos iniciales que han provocado los dirigentes (permitida por la falta de formación de la militancia), es realizada en la mayor parte de los casos de forma inconsciente. Producto de la ideología dominante, que en muchos de los dirigentes ha sometido a nuestra ideología durante la lucha interna que se produce en todos nosotros. Ayudada además, por la caída del referente que era el campo socialista y por las condiciones de vida de los dirigentes, que llevan muchos años sin sufrir la explotación económica capitalista.
Toda esta pérdida de perspectiva para avanzar hacia nuestro objetivo. Esa pertenencia al Estado y el justificar decisiones contrarias a lo que deberíamos hacer, «por la coyuntura» y porque «es lo mejor para la organización» no está solo en los dirigentes actuales, sino también en los que lo han sido y en los que se postulan como tales. También es palpable en los niveles inferiores y en parte de los jóvenes militantes. Esto último es especialmente preocupante, pues detrás de argumentos y actitudes supuestamente muy radicales, se deja como secundaria la contradicción capital-fuerza de trabajo y no se cuestiona este Estado. Además algunos se definen como dirigentes, detalle bastante significativo.
Por tanto, el problema es la lucha de clases dentro de la organización. El hecho de que existen diferentes clases, ideológicamente hablando, y que en la mayor parte de los dirigentes la dominante es la ideología burguesa. De esta forma nuestra organización, que debería ser lo más impermeable posible a la ideología burguesa, y creadora de ideología socialista, termina no siendo independiente ideológicamente del Estado. No siendo por tanto independiente del capitalismo.
Nuestra organización, que es un instrumento creado para organizar a todos los sectores de la sociedad que por la explotación sienten la necesidad de luchar contra el sistema, dirigir esa lucha y darle un carácter revolucionario, en la realidad lo que consigue es lo contrario. Desde luego, sí organiza a parte de esos sectores descontentos, pero en vez de dirigir esa lucha de forma revolucionaria, la desvía de su objetivo inicial ahogándola en las políticas de Estado.
De esta forma nuestra Organización funciona como un aparato ideológico del Estado, siendo en la sociedad un supuesto canal o instrumento para luchar contra el capitalismo, que en la realidad apuntala al Estado, y por tanto al capitalismo, en los momentos que éste más lo necesita.
Esta pertenencia ideológica al Estado es más fuerte en tanto en cuanto la institucionalización de la Organización hace que dependa económicamente de éste. Sin que utilicemos o al menos tengamos prevista otra forma de financiación (un aumento de la cuota, etc.). Claro que si nunca vamos a cuestionar el Estado, esto no es necesario.
Por todas estas razones hemos pasado de basar nuestro discurso en la contradicción fundamental capital-fuerza de trabajo, a basarlo en otras contradicciones asumibles por el capitalismo. La consecuencia de esto es una falta de estrategia y no tener claro cual es el sujeto al que va dirigido nuestro discurso.
Esta falta de estrategia, es sustituida por el oportunismo más absoluto, del cual hay muchísimas muestras, y queda al descubierto en los momentos tácticos importantes (el ejemplo del 11 M con E.T.A., no apoyar a la revolución cubana en momentos importantes porque estábamos en elecciones pero querer en otros momentos aparecer como los mayores defensores de ésta, apoyar a SINTEL en todas sus acciones y después invitar a Fidalgo a la asamblea federal, etc.), dando una idea de cual es la función que cumple nuestra organización en la actualidad.
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Instrumentación del PCE.
En principio podría no parecer adecuado hablar del PCE en un documento de IU, pero dada la instrumentación que se hace del PCE en los procesos asamblearios de IU, creemos importante tratar el tema.
La falta de formación marxista que existe en nuestra Organización es consecuencia de que en los diferentes niveles la clase dirigente no le da la suficiente importancia. Quizás porque la existencia de esa aristocracia obrera es debida en gran medida a la falta de formación de la militancia.
Esa falta y las listas cerradas consiguen que en estos procesos los militantes no nos agrupemos por corrientes teóricas o ideológicas sino que lo hagamos en torno a nombres de esa aristocracia. Esto permite a los dirigentes tener esas luchas de poder por los cargos de dirección.
Es especialmente grave como se utilizan las estructuras del PCE en sus diferentes niveles por parte de las direcciones para ganar esas luchas. Pidiendo en esos momentos cohesión y disciplina sin existir debate previo, cuando para cuestiones políticas más importantes nunca se exige esa disciplina. Con esta instrumentación llega incluso en ocasiones a coartarse el debate teórico.
Esta instrumentación y la falta de actividad propia del PCE da una muestra de cual es la función que para algunos dirigentes tiene el PCE en el seno de IU.
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El movimiento político-social: un punto de apoyo para cambiar de base el mundo.
La deriva política e ideológica, la situación electoral, etc., son cuestiones que nuestra organización viene planteándose con mayor o menor acierto desde hace tiempo. Sin embargo, no se atiende quizás a la debilidad orgánica, a la dispersión de los militantes, y a la total separación entre el debate y la acción, siendo ambos, además, muy reducidos.
Para solucionar esto, para construir organización, para cohesionar desde un proyecto común, no desde vacíos llamamientos a la unidad, es necesario recuperar la organicidad. Para vertebrar IU, para que la organización esté por encima de corrientes o sensibilidades, hay que introducir el sistema de delegación en nuestros órganos; que nuestros órganos reflejen los debates que provienen desde la base sistemáticamente, con cupos elegidos para ello. De la misma forma, han de bajar los debates de órganos superiores.
Es imposible la unidad si no proviene de una convergencia real de intereses, no podemos basarnos ni en la retórica de la disciplina ni en falsos consensos de reparto de pastel. Por un lado, el estancamiento intestino en combates entre personalismos, corrientes, etc., es provocado por la ausencia de un trabajo allí donde las contradicciones de nuestra sociedad afloran. Sólo el trabajo sistemático incorporará a nuevas formas de crear política a la organización, y nos hará ir superando las trabas en que nosotros mismos nos metemos.
Redefinir las áreas para la intervención en la sociedad. La gente que se incorpora a la organización, hoy por hoy, no tiene un lugar donde actuar, un punto de apoyo para cambiar el mundo. Es ahí donde está la fuerza potencial de nuestra organización: reclamamos poder popular, pero nosotros mismos SOMOS YA PODER POPULAR. Es conseguir que la base de nuestra organización deje de ser un órgano consultivo y sea un lugar donde pueda organizarse la gente, no ya sólo protestar sino para proponer y ejecutar nuestros planteamientos.
David Molina Cuadros y Valentín Berrocal Ruiz
(militantes del PCE y adscritos a IU en Granada capital)