Recomiendo:
0

El por qué del Movimiento de Defensa por los Derechos de los Animales

Fuentes:

El llamado movimiento por los Derechos de los Animales surge como respuesta a la indefensión que miles de millones de animales sufren cada día como consecuencia de su consideración como útiles o herramientas, ya sea en el ámbito moral ó legal. Es curioso que recibamos muchísima información sobre como viven algunos animales en estado salvaje, […]

El llamado movimiento por los Derechos de los Animales surge como respuesta a la indefensión que miles de millones de animales sufren cada día como consecuencia de su consideración como útiles o herramientas, ya sea en el ámbito moral ó legal. Es curioso que recibamos muchísima información sobre como viven algunos animales en estado salvaje, ó animales en peligro de extinción, pero que a su vez, ignoremos cual es la situación real de aquellos animales que se encuentran prácticamente a nuestro lado. Esto contrasta sorprendentemente con el hecho de que los abusos más brutales son cometidos sistemáticamente en las granjas, centros de experimentación, etc. Estos abusos no se producen de forma puntual, sino constante. Ignorar la capacidad de sufrimiento físico y psíquico de estos animales al considerarlos como objetos implica por un lado un desconocimiento general de las vidas de estos animales, y consecuentemente un desconocimiento total del amplio mundo emocional del que son poseedores.

El término especismo fue acuñado hace treinta años por distintos autores especialistas en la cuestión del estatuto moral y jurídico de los animales. Significa prejuicio y discriminación contra los animales (o más adecuadamente, ya que también los seres humanos lo somos, contra los demás animales, los animales no humanos). Si hablamos de sufrimiento, la cuestión no es si podemos hablar, ni siquiera si podemos razonar, sino tan sólo, evidentemente, si podemos sufrir. En tal sentido cada animal debe disfrutar de una serie de derechos fundamentales: a la vida, a la libertad, a no que no se le inflija sufrimiento… Lo cual comienza por abandonar su concepción como objetos a que pueden ser utilizados (esto es, tratados como útiles, como meros recursos) y por empezar a entender que para cada animal su vida es importante y la valora en consecuencia.

Datos estadísticos sobre cria de animales y consumo

En el año 1999 (Fuente: Vegi-Info 3/98) se criaron en todo el mundo 1.000.000.000 cerdos, 1.300.000.000 vacas, 1.800.000.000 ovejas y cabras, 13.500.000.000 gallinas,. en total 46.000.000.000 animales. Esas cifras dan un cálculo aproximado: cada mes y medio se mata una cantidad de animales tal como personas existen en el planeta.

Un consumidor medio de carne come a lo largo de su vida unas 11 vacas, 30 cerdos, 36 ovejas, y 1.100 pollos, seres desamparados y enfermos a los que se ha privado de su madre nada más nacer, de mamar, de hierba, de espacio, de luz y de sus instintos más elementales. Además de esta privación, son prácticas habituales el marcado de los animales, la castración y mutilación sin anestesia (pico, rabo, dientes,.)

Producir semejante cantidad de animales supone que una de las principales preocupaciones de la industria ganadera es la de cómo encerrar el mayor número de animales en el menor espacio posible, o lo que es lo mismo, maximización de beneficios mediante la minimización del coste en términos de espacio. Esto se ha traducido en una privación tal de necesidades tan vitales que el sufrimiento por individuo ha alcanzado cotas insospechadas.

Ineficacia en la producción de recursos

Una dieta basada en la carne, aparte de la innegable crueldad que implica, supone un uso ineficaz de los recursos.

Por ejemplo, en Estados Unidos, más del 90% de los cereales producidos en ese país, se utilizan para alimentar vacas, cerdos, corderos, etc. que terminan servidos en la mesa. Según fuentes del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, el hecho de utilizar los cereales para producir carne es una gran pérdida de dinero ya que obtenemos solamente medio kilo de carne por cada 16 kilos de cereales utilizados para producirla.

Tomando la cantidad de 2.200 calorías mínimas diarias recomendadas por la ONU, un cerdo de 110 kilos que ha consumido aproximadamente 275 Kg. de maíz y 45 Kg. de soja, puede alimentar durante 50 días a una persona. Si en lugar de aprovecharnos de ese ser «sintiente», utilizáramos esos cereales, se podría alimentar a esa persona durante más de 500 días.

Insolidaridad

Además, por citar el ejemplo de las aves de corral, únicamente cincuenta grandes corporaciones controlan alrededor del 90% de todas las aves de corral que se producen en Estados Unidos, ocho de las cuales se llevan el 50% del negocio.

La insolidaridad con los que menos tienen puede ponerse de manifiesto con el dato de que con la cantidad de grano que se utiliza para alimentar a una vaca en un día podría suponer un sustento diario para quince personas necesitadas. Gran parte de las cosechas de los países de la periferia no se destina a alimentar a la población local, sino a cebar a los animales consumidos en el llamado «Primer Mundo»

Contaminación y desmedido consumo de recursos escasos

Producir un kilo de carne alimentada con grano implica el consumo de casi ocho litros de gasolina. Por ello, la producción de carne se ha denominado producción de petróleo. La cría de animales para consumo implica un consumo de agua diez veces superior al que realiza una persona. Para la obtención de cada kg. de carne de vaca se llegan a emplear 15.000 litros de agua. El 80% de los recursos acuíferos del planeta se destina al consumo del ganado. Un lamentable derroche que no tiene en cuenta la escasez mundial y nacional de agua y suelo agrícola.

Por último hay que mencionar el problema de la contaminación por los desechos de las granjas: en España, el ganado produce 20 veces más excrementos que los humanos (solamente los cerdos generan 45 millones de toneladas al año). La mayor parte de éstos se vierten directamente al agua de los ríos y cauces subterráneos, dejándola pestilente e inservible para el consumo, y los gases tóxicos generados por estos residuos, como amoniaco, metano y dióxido de carbono, contaminan la atmósfera, afectando a la capa de ozono y contribuyendo al efecto invernadero. También las piscifactorías destruyen los ecosistemas locales con sus enormes vertidos de desechos y agua con antibióticos.