Son las doce del mediodía del domingo 27 de marzo, voy paseando con la Quinta Avenida de la Habana. Son los primeros días de la temporada de calor y ya los cubanos comienzan a evitar las horas centrales del día. Súbitamente, por el boulevard de la avenida encuentro más de medio centenar de personas, en […]
Son las doce del mediodía del domingo 27 de marzo, voy paseando con la Quinta Avenida de la Habana. Son los primeros días de la temporada de calor y ya los cubanos comienzan a evitar las horas centrales del día. Súbitamente, por el boulevard de la avenida encuentro más de medio centenar de personas, en su mayoría hombres, cargando cámaras de televisión y filmando. En algunos momentos avanzan poco a poco, en otros cruzan raudos de un lado a otro del boulevard. Algunos, la verdad, no llevan cámaras, sólo un micrófono que les une a ellas.
Alejan y acercan el zoom, enfocan, filman. Vuelven a cambiar de posición y comienzan la misma operación. En sus cámaras se aprecian adhesivos de las más importantes agencias de prensa y medios de comunicación del mundo. Es imposible que puedan realizar una toma en la que no salgan en el encuadre otros tres o cuatro cámaras.
La avenida está desierta, pocos automóviles al ser un día festivo, casi ningún peatón debido al calor. La masa en movimiento resulta ajena al entorno y a la ciudad mientras discurre por el boulevard, no hay curiosos ni niños como los que suelen rodear cualquier actividad callejera. Tampoco veo personas diferentes a las que portan las cámaras de televisión o micrófonos.
Alguien me explica que los hombres de las cámaras, desde hace unas semanas, realizan la misma manifestación todos los domingos por la mañana.
Cuando ya voy a dejar de prestarles atención descubro algo nuevo, unas mujeres. Sí, una veintena de mujeres de blanco se aprecian en el interior de la manifestación de hombres con cámaras.
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