1- La propuesta norteamericana de condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU es un paso típico en la rutina de acoso y derribo que caracteriza su relación y su estrategia respecto a Cuba. Mucho más grave aún en la fase actual de expansión colonial y hegemonía militarista, en un contexto […]
1- La propuesta norteamericana de condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU es un paso típico en la rutina de acoso y derribo que caracteriza su relación y su estrategia respecto a Cuba. Mucho más grave aún en la fase actual de expansión colonial y hegemonía militarista, en un contexto más definido y amenazante que los confusos 90, donde cualquier excusa es buena para justificar una agresión explícita o encubierta, y donde también el baile de la diplomacia internacional, por cursi que sea, tiene un papel y es un preciado campo de batalla. Si hablamos de cárcel, de derechos humanos y de derechos civiles, como ya han indicado numerosas voces respecto al bloqueo, el Departamento de Estado utiliza la peor lógica penitenciaria: el encierro, el aislamiento y el asedio, someter la voluntad de un pueblo.
2- Mucho antes de Iraq había perdido Estados Unidos la razón para denunciar a nadie en materia de Derechos Humanos, y no es absolutamente imprescindible acudir a su política exterior. Además del intervencionismo imparable e impasible, y de las mil y una noches de Abu Ghraib, el racismo institucional del sistema penal norteamericano, la aplicación de la pena de muerte, o el proceso de privatización de las cárceles que las convierte en un negocio atento a la lógica coste-beneficio, con la igual de lógica repercusión en las dantescas condiciones de existencia de su población presa, invalidan cualquier iniciativa del gobierno de George W. Bush o cualquier otro contra el gobierno cubano, en materia de derechos humanos y sistema penitenciario. Tampoco el Estado español lo tiene como para dar lecciones. Además de las decenas de detenidos y torturados cada año en la represión política contra la izquierda abertzale en Euskadi, a nivel carcelario un régimen de aislamiento total como el FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) ha dado rango de ley al maltrato psicológico, y generado las condiciones de impunidad necesarias para que los carceleros practiquen todo tipo de maltratos con entera libertad. El alargamiento sistemático de las penas a enfermos con dolencias terminales, que en numerosos casos son «liberados» días antes de alcanzar la muerte para evitar que figuren en las estadísticas, las 8.000 «muertes prematuras» en prisión entre 1998 y 2002, provocadas por el incumplimiento de normas y protocolos sanitarios básicos, y la tasa 68 suicidios anuales, hablan de una práctica de exterminio no declarada pero regulada, cotidiana y sistemática.
3- El artículo de Percy Francisco Alvarado Godoy, en defensa de «la obra redentora del sistema penitenciario cubano, encaminado a restituir al convicto a la sociedad como un hombre pleno y digno» (inSurGente, 18/03/05), hecho para levantar una voz ante la razón cínica, levanta una vez mas la cuestión histórica y política de las relaciones de la izquierda no cubana con la política en la isla y de la isla. Sobre la relación entre solidaridad y mitificación, entre amistad y sentido crítico. La relación de la izquierda intelectual, social y política occiddental y latinoamericana, han oscilado entre: «la solidaridad voluntarista que con todas sus carencias quizás ha sido la mas constructiva; la adhesión política incondicional de ‘los que usan a Cuba como ejemplo para ir detrás de un paradigma’ (Profesor J, «Cuando yo era pro-cubano»)…; o el amargo rechazo que pretende resarcirse de la muerte de los mejores sueños haciéndolo a patadas con lo que aún seguía vivo» («Cuba: la razón cínica y la razón estructural», septiembre 2003). El artículo de Godoy pertenece a la segunda categoría y no es fruto solamente de una posición aislada o de una particular relación de cercanía del autor con Cuba y la Revolución. Durante mucho tiempo el movimiento comunista adscrito a la III Internacional hizo girar buena parte de su discurso en torno a la URSS convertida en una fábula diametralmente opuesta a la pesadilla capitalista. Las consecuencias son conocidas: el empobrecimiento y desubicación del debate y la práctica en el seno de la izquierda, la reducción de la relación con el estado soviético a la subordinación y la idealización, la esquematización de la crítica dentro de los límites del juego de propaganda-contrapropaganda entre bloques, y la negación o la justificación reiterada de crímenes que hubiera sido mejor afrontar mas temprano que tarde. Una forma de argumentar, de pensar y de amar, una manera de relacionarse con los referentes políticos, que con sus peculiaridades se mantiene en la relación con Cuba. Hace dos años, cuando coincidían en el tiempo la ejecución sumarísima de los secuestradores de una lancha para huir a Estados Unidos con la detención y procesamiento del «cartel de Cason», algunos se lanzaron a condenar en nombre de la revolución a Chomsky, Saramago, Howard Zinn o Eduardo Galeano por hablar contra las penas de muerte. La única postura antiimperialista era la adhesión incondicional a las razones presentadas por el gobierno cubano, y lo que así no fuera casi ponía a personas con una larga trayectoria política e intelectual, al borde de la traición. El artículo de Alvarado Godoy se da en otro contexto y no trata de atacar a nadie que no sea la hipocresia norteamericana, pero repite otro de sus tópicos: la necesidad de encontrar un fragmento de perfección en Cuba por cada fragmento de miseria en Estados Unidos, España o Guatemala. Dibuja así un paisaje idílico y nada equilibrado sobre el orden carcelario cubano.
3- El dicurso de Godoy presenta el punto débil fundamental. Extraer de una experiencia personal, de estancias necesariamente cortas en distintos penales cubanos, «elementos para conocer la verdad sobre las cárceles en Cuba y la situación de los derechos humanos en las mismas». Despliega toda una serie de vivencias, desde el interés de los presos por intervenir en sucesivas charlas dentro y fuera de la prisión o su esfuerzo «genuino» por «reeducarse», hasta la organización «voluntaria» de un Primero de Mayo en el interior de la prisión de Ariza, o la organización de un Comité de Solidaridad con los Cinco presos de los servicios secretos cubanos en Estados Unidos. Todo esto le ocurre a un intelectual a priori afín al gobierno, que asiste a la cárcel en calidad de invitado, y es conducido por las propias autoridades del país. Algo, que independientemente de la consideración que se tenga de Cuba y su sistema político y social, no puede menos que condicionar e influir no ya en la percepción del visitante, sino en el comportamiento mismo de los presos. Las diversas manifestaciones «espontaneas» o «entusiastas» que cita Godoy, no pueden dejar de ser relativizadas por el contexto de un encierro y una condena, y un periodo temporal reducido y condicionado. Algo parecido hizo el escritor y columnista de El País, Juan José Millas, cuando visitó hace aproximadamente cuatro años, si no recuerdo mal, la prisión de Valdemoro para realizar una posterior apología de las cárceles «de la democracia» en el dominical de su periódico. Cuando Alvarado Godoy indica que «los guardias penitenciarios cubanos tienen terminantemente prohibido el uso de la fuerza y la tortura contra los detenidos en las prisiones, fundamentado en los principios éticos de la Revolución», olvida que, salvo Israel, que en su impunidad manifiesta se ha permitido el lujo de legislar la tortura, no hay un solo estado que no la prohíba de una u otra manera. En el Estado español mismo la tortura oficialmente no solo está proscrita, sino que no existe, ni para Falsimedia ni para las intituciones, a pesar de que se practica a diario. Si el sistema penitenciario cubano tiene virtudes comparativas respecto a otros, me gustaría conocerlas, pero sea como sea, esas diferencias no pueden analizarse ni comprenderse a la luz de una experiencia tan parcial como esta.
4- Un término como el de reeducación debería ser abolido de nuestro lenguaje cuanto antes. A un nivel atribuye un acto, por ejemplo un robo, a una cuestión de conducta, a una especie de error de personalidad que puede ser corregido. En este sentido, obvia las contradicciones sociales y económicas, a través de las cuales hay que comprender los hechos considerados delictivos, y Cuba también las tiene; y a otro nivel, hace un juicio moral sobre la dignidad o la bondad y maldad del individuo. De hecho, sin dudar de sus buenas intenciones, en el texto de Godoy se aprecia esa posición paternalista, un encuentro y un reencuentro con mujeres y hombres desviados del «buen camino», hijos pródigos que volverán al seno de la revolución. Como si ésta fuera un espacio puro del que se entra o se sale. Como si las contradicciones que han llevado a los presos a serlo no formaran parte de ella. Se obvia así, por ejemplo, como para una estructura de poder, es extremadamente fácil condenar un hurto o un asesinato individual y ocultar los abusos o errores, de importante trascendencia social o económica, cometidos desde el aparato burocrático. Hay que señalar aquí que es sencillo ver un ser indigno en un ladrón y un hombre respetable en un funcionario del aparato del Estado. Respecto a la política, respecto al delito, se pueden abrir opciones personales y mejorar las condiciones de existencia, pero «reeducar» conductas o ideas políticas, si es un planteamiento totalitario.
5- Respecto al artículo 91 del Código Penal y la Ley 88 que cita en su informe Amnistía Internacional, efectivamente este tipo de leyes forman parte del ordenamiento jurídico de cualquier estado, y cuando no se utilizan es porque el estado X no está sufriendo los riesgos y las agresiones que obligan a ejecutarlas. Nuestro delito de sedición no se aplica por su ineficacia, antiguedad, malsonancia y falta de jurisprudencia, pero se sustituye por una ley de partidos que entre otra generalidad de normas, cuya ejecución se deja a la arbitrariedad del Estado, criminalizan de antemano las libertades de expresión y organización desde el momento en que supongan una seria amenaza para el régimen. En este sentido, leyes que condenan por realizar actividades «en interés de un Estado extranjero», ejecutar actos «con el objeto de que sufra detrimento la independencia del Estado cubano o la integridad de su territorio» o «encaminados a quebrantar el orden interno, desestabilizar el país y liquidar al Estado Socialista y la independencia de Cuba», dejan un amplio margen a la arbitrariedad de las autoridades sujeto a un uso abusivo. En una situación como la actual, a escasos kilómetros de la boca del lobo, el ordenamiento jurídico cubano no puede más que tener estos mecanismos de defensa frente a las actuaciones infiltracionistas. Pero por otro lado, este tipo de leyes deberían estar menos sometidas a la arbitriedad política, y sí a un mayor alto grado de control y de independencia del poder judicial.
6- No necesitamos que Cuba sea perfecta para saber de parte de quién estamos frente a una agresión continuada y sistemática.