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El escritor García Márquez hizo de emisario

Cuba informó a EEUU, más de tres años antes del 11-S, de que existían planes para hacer explotar aviones en pleno vuelo

Fuentes: Insurgente

Según reveló el pasado viernes el presidente del Consejo de Estado cubano, más de tres años antes de los ataques contra el World Trade Center neoyorquino, Cuba suministró a EEUU información sobre futuros atentados, planificados en círculos contrarrevolucionarios de Florida, de similares características a los que tuvieron lugar en Manhattan el 11 de septiembre de […]

Según reveló el pasado viernes el presidente del Consejo de Estado cubano, más de tres años antes de los ataques contra el World Trade Center neoyorquino, Cuba suministró a EEUU información sobre futuros atentados, planificados en círculos contrarrevolucionarios de Florida, de similares características a los que tuvieron lugar en Manhattan el 11 de septiembre de 2004. El destacado escritor colombiano Gabriel García Márquez se encargó de entregar personalmente a la Administración Clinton los importantes documentos -que fueron silenciados- el 8 de mayo de 1998. Si se hubiesen tenido en cuenta, se podrían haber evitado los atentados contra las Torres Gemelas y las víctimas seguirían vivas.

EEUU silenció el informe aportado por Cuba sobre terrorismo. Además, catorce de los diecinueve terroristas que provocaron la masacre de las Torres Gemelas, se entrenaban en las proximidades de las oficinas del FBI de Miami. Así lo ha denunciado hace unas horas el presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba ante más de cien mil personas que se habían concentrado en la Tribuna Antimperialista José Martí, lindante con la Oficina de Intereses que EEUU tiene abierta en La Habana.

El presidente Castro aseguró categóricamente que las vidas de las víctimas del 11-S se podían haber salvado.

Fidel reveló que hubo contactos entre Cuba y EEUU durante el mandato de Clinton, en los que el escritor colombiano y premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, hizo de emisario, entregando a las autoridades estadounidenses documentos que alertaban de la existencia de planes para hacer explotar aviones en pleno vuelo.

Los contactos se produjeron durante una campaña de atentados con explosivos contra instalaciones turísticas cubanas, que ocasionaron la muerte del italiano Fabio di Celmo, además de causar varios heridos de diversa consideración.

En los documentos que García Márquez entregó a la Administración Clinton, se precisaban los métodos terroristas empleados contra Cuba, así como las pruebas de que la Fundación Nacional Cubano Americana financiaba a mercenarios contratados para cometer atentados contra ese país, dirigidos por Posada Carriles.

El texto decía concretamente que los ataques a los aviones comerciales «pueden convertirse en una epidemia, como ocurrió antes con los secuestros aéreos» y alertó de la demostrada implicación de grupos contrarrevolucionarios anticubanos.

«Si lo desean», continuaba el escrito firmado por el propio Fidel Castro, «pueden hacer abortar a tiempo esta nueva forma de terrorismo», y remarcaba que no se podía «dejar la responsabilidad de hacerlo sólo a Cuba» y que «muy pronto causarían víctimas en cualquier país del mundo».

El presidente cubano afirmó también que «poco después, viajó a La Habana una misión de expertos del Buró Federal de Investigaciones (FBI), que recibió cientos de folios sobre los atentados, así como fichas con direcciones y otros datos para la ubicación de cuarenta terroristas, que en su mayoría residían y operaban desde Miami».

Al FBI le fueron entregadas, además, grabaciones de catorce conversaciones telefónicas de Luis Posada Carriles en las que «brindaba información acerca de acciones terroristas contra Cuba», así como datos sobre la residencia, lugares que frecuentaba, características de los vehículos y matrículas utilizados por el terrorista en El Salvador, Honduras, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala y Panamá.

Según Fidel, los agentes del FBI agradecieron la información suministrada, que consideraron de gran valor, y prometieron responder prontamente.

Sin embargo, transcurridos tres meses sin noticias sobre el particular, el Gobierno estadounidense procedió a la detención de cinco agentes antiterroristas cubanos que, precisamente, se encontraban en EEUU para combatir a los grupos que operaban en Miami.

«No resultó detenido terrorista alguno en parte alguna», continuó declarando Fidel Castro, que señaló la complicidad del entonces jefe del FBI en Miami, Héctor Pesquera, con los grupos contrarrevolucionarios.

«Nuestras informaciones eran serias y fidedignas y nuestras denuncias estaban bien fundadas», concluyó Fidel.

Texto íntegro de la intervención de Fidel Castro:

Palabras del Presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz, en la Tribuna Antimperialista «José Martí», 20 de mayo de 2005.

Queridos compatriotas:

Lo que de inmediato les leeré ha sido elaborado a partir de numerosos documentos de archivo. He dispuesto para ello de brevísimo tiempo y contando con la colaboración de varios compañeros, ya que prometí ayer tenerlo listo para hoy a las 6:00 de la tarde. Opté por titularlo:

«LA CONDUCTA DIFERENTE»

12 de abril de 1997: Explota una bomba en la discoteca «Aché» del hotel Meliá Cohíba. Era la primera acción de la serie de atentados terroristas contra los hoteles ejecutada por la red montada en Centroamérica por Luis Posada Carriles y financiada por la Fundación Nacional Cubano Americana.

30 de abril de 1997: Fuerzas especializadas del Ministerio del Interior logran desactivar una carga explosiva descubierta en el piso 15 del Hotel Meliá Cohíba.

12 de julio de 1997: Se producen dos explosiones casi simultáneas en los hoteles Capri y Nacional. Cuatro personas resultaron heridas.

4 de agosto de 1997: Explosión terrorista en el hotel Meliá Cohíba.

11 de agosto de 1997: La Junta de Directores de la Fundación Nacional Cubano Americana publica un mensaje triunfalista y cínico presentando textualmente las bombas en los hoteles como «incidentes de rebeldía interna que durante las últimas semanas se vienen sucediendo a través de la Isla» y que «La Fundación Nacional Cubano Americana […] respalda sin ambages ni reparos» tales actos.

4 de septiembre de 1997: Explosiones en los hoteles Copacabana, Chateau y Tritón, y en La Bodeguita del Medio. En el primero muere el joven turista italiano Fabio di Celmo.

A partir de los actos terroristas perpetrados desde el 17 de octubre de 1992 hasta el 30 de abril de 1997, se había confeccionado una lista de 13 graves actos de esta índole, cometidos especialmente contra instalaciones turísticas, financiados casi en su totalidad por la Fundación Nacional Cubano Americana, y se elaboró un informe que se hizo llegar al Presidente de Estados Unidos a través de una destacada personalidad política que a principios de mayo realizó una visita privada a Cuba.

Sobre tales hechos se habían enviado igualmente numerosas notas al gobierno de Estados Unidos a través de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA).

1º de octubre de 1997: A las 11:00 p.m. se produce una llamada al MINREX de Michael Kozak, Jefe de la SINA, para trasladar información procedente de un tercer país que indicaba que podía tener lugar otro atentado con bomba en una instalación turística de la localidad de la Habana, los días primero o 2 de octubre, dentro de las próximas 24 horas, que no podían dar por confirmada esa información, pero deseaban que la conociéramos.

2 de octubre de 1997: En horas de la mañana, fue citado al MINREX el Jefe de la SINA para precisar detalles sobre la anterior información y agradecer oficialmente la comunicación.

5 de octubre de 1997: Se citó al Jefe de la SINA al MINREX para leerle y entregarle una copia del siguiente mensaje:

«Con relación a la información sobre el posible atentado con bomba en una instalación turística de la Habana los días primero y 2 de octubre, deseamos expresarles que aunque no se produjo explosión alguna, se ha podido comprobar que dicha información era rigurosamente exacta, y sus características similares a los planes anteriores.

«Considerando que pueda ser de interés y utilidad para las autoridades norteamericanas, deseamos comunicarle que la fuente que facilitó la misma demostró ser veraz. Se ha actuado con la máxima discreción solicitada. Expresamos nuestro agradecimiento.»

El Jefe de la SINA respondió que la información que se le brindaba era útil; que ellos la obtuvieron, pero que no era posible confirmarla pues se trataba de un rumor; que ahora podrían confiar más en la fuente; que viajaría a Washington el siguiente domingo y que llevaría esa información que considera positiva; que si obtuvieran más de esta fuente sabrían cómo actuar; que no habían descubierto nada más en las investigaciones que habían hecho en Estados Unidos, pero que proseguían las mismas en Centroamérica, sobre todo después del artículo publicado por el Miami Herald. Dijo que cualquier información que tenga Cuba y que se pueda aportar a Estados Unidos sería muy útil, y concluyó señalando que «esto era bueno».

7 de marzo de 1998: El Jefe de la SINA pidió ser recibido urgentemente en el MINREX para trasladar información sensible. Dijo que tenía información de una fuente de confiabilidad no determinada de que un grupo de exiliados cubanos tenían planes de realizar un atentado con bomba entre el 7 y el 8 de marzo en Cuba. Que no conocía el lugar, hora y blanco específicos; pero que según la fuente los explosivos ya estaban en Cuba.

9 de marzo de 1998: El Ministro de Relaciones Exteriores recibió al jefe de la SINA y le leyó la siguiente nota:

«En relación con la información ofrecida verbalmente el pasado sábado 7 de marzo sobre planes de atentados terroristas organizados por exiliados cubanos a realizarse posiblemente los días 7 y 8 de este mes, y que ya los explosivos estaban en Cuba, deseamos comunicarles lo siguiente:

«1. Que una vez más se demuestra que las fuentes de información de las autoridades de Estados Unidos sobre estas actividades son absolutamente fidedignas.

«2. Que el pasado miércoles 4 de marzo en horas de la tarde fueron arrestadas dos personas procedentes del exterior y ocupados los explosivos y medios con los que se proponían realizar, bajo promesa de pago en efectivo de una cantidad de dinero por cada bomba, cuatro actos de carácter terrorista similares a los realizados con anterioridad, organizados de la misma forma y con los mismos fines y métodos.

«3. Las autoridades cubanas tratan de reunir la mayor información adicional posible.

«4. Estos hechos criminales son sumamente graves y afectan no sólo a Cuba y a Estados Unidos sino también a otros países de la región. Tenemos el deber de impedir la realización impune de los mismos. Ello no sería difícil si tanto Estados Unidos como Cuba coordinan, a través de los órganos correspondientes, la lucha contra tales acciones. Así se ha hecho en determinados casos de tráfico de drogas con absoluta seriedad y discreción.

«5. Hasta el momento no hemos informado públicamente de estos hechos, mientras realizamos determinadas gestiones e investigaciones, pero no será posible dejar de hacerlos públicos oportunamente.

«6. Agradecemos sinceramente la información suministrada.»

Una vez terminada la lectura, la reacción inicial del Jefe de la SINA fue la de ofrecer gracias y felicitaciones a las autoridades cubanas por su eficiencia. Agregaron que si teníamos más información o pistas que se pudieran seguir para determinar quién está apoyando o controlando estas actividades, sería de mucha utilidad que la trasladáramos, pues el Gobierno norteamericano ya tiene tomada una decisión firme de perseguir y aplicar la ley contra quienes sean responsables de estos hechos. Insistió en que ellos todavía no tienen información sobre quién tiene la jefatura de estos hechos, que hay varias personas con historial, pero que no todos viven, trabajan o pasan por Miami, ni siquiera por Estados Unidos; que algunos están en otros países, todo lo cual dificulta las posibilidades de actuar contra ellos; que el Gobierno norteamericano está claro de que estos hechos no son de beneficio para nadie. Un funcionario de la SINA que le acompañaba agregó que les resultó de mucho interés lo planteado por el coronel Rabeiro en la televisión, al mencionar que teníamos grabaciones del salvadoreño en conversaciones telefónicas con Centroamérica, que esta información sería de mucha utilidad, pues facilitaría poder ubicar a los que controlan estas actividades. Agregaron que después de la guerra de Centroamérica quedan muchas personas de extrema derecha en esos países que se involucran en actividades criminales; valoraron mucho la importancia de poder corroborar que la fuente de ellos es confiable, y comprendieron la importancia de colaborar en esta esfera. Al final, insistieron de nuevo en la utilidad de que compartiéramos cualquier información.

18 de abril de 1998: Partiendo de los intercambios positivos relatados y conociendo de un próximo viaje a Estados Unidos del escritor Gabriel García Márquez, ocasión en que se reuniría con William Clinton, lector y simpatizante de sus libros como otras muchas personas en el mundo y con el cual el autor había tenido anteriores contactos, decidí enviarle un mensaje al Presidente de Estados Unidos, que personalmente redacté.

El mensaje abordaba de forma breve y sintética siete temas. Me limitaré a incluir en este informe el primero y más directamente relacionado con los graves acontecimientos que hoy tienen lugar: los actos terroristas organizados y financiados desde Estados Unidos contra el pueblo de Cuba.

Llevaba el siguiente título:

«SÍNTESIS DE LAS PALABRAS EXPRESADAS A GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ QUE PUEDE TRANSMITIR CONFIDENCIALMENTE AL PRESIDENTE CLINTON.

«Punto 1» (textualmente), y sin tachadura alguna:

«Un asunto importante. Se mantienen planes de actividad terrorista contra Cuba, pagados por la Fundación Nacional Cubano Americana y usando mercenarios centroamericanos. Se han realizado ya dos nuevos intentos de hacer estallar bombas en nuestros centros turísticos antes y después de la visita del Papa. En el primer caso, los responsables pudieron escapar, regresando por vía aérea a Centroamérica sin lograr sus propósitos, dejando abandonados los medios técnicos y los explosivos, que fueron ocupados. En el segundo intento, fueron arrestados tres mercenarios, ocupándoseles los explosivos y demás medios. Son de nacionalidad guatemalteca. Por cada una de las cuatro bombas que debían estallar recibirían 1.500 dólares.

«Ambos casos fueron contratados y suministrados por agentes de la red creada por la Fundación Nacional Cubano Americana. Ahora están planeando y dando ya pasos para hacer estallar bombas en aviones de las líneas aéreas cubanas o de otro país que viajen a Cuba trayendo y llevando turistas desde y hacia países latinoamericanos. El método es similar: colocar el dispositivo de pequeño tamaño en lugar oculto del avión, explosivo potente, detonante controlado por reloj digital que puede ser programado hasta con 99 horas de anticipación, abandonar la nave normalmente en el lugar de destino. La explosión se produciría en tierra o en pleno vuelo posterior. Procedimientos verdaderamente diabólicos: mecanismos fáciles de armar, componentes casi imposibles de descubrir, entrenamiento mínimo para su empleo, impunidad casi total. Sumamente peligrosos para las líneas aéreas, instalaciones turísticas o de cualquier otro tipo. Instrumentos utilizables para crímenes y delitos muy graves. Si llegan a divulgarse y conocerse tales posibilidades, pueden convertirse en una epidemia como ocurrió en otros tiempos con los secuestros de aviones. Otros grupos extremistas de origen cubano radicados en Estados Unidos comienzan a moverse en esa dirección.

«Las agencias policiales y de inteligencia de Estados Unidos poseen informaciones fidedignas y suficientes de los principales responsables. Si realmente lo desean, pueden hacer abortar a tiempo esta nueva forma de terrorismo. Imposible frenarla, si Estados Unidos no cumple el elemental deber de combatirla. No se puede dejar la responsabilidad de hacerlo sólo a Cuba, muy pronto podría ser víctima de tales actos cualquier país del mundo.»

7 de mayo de 1998: Reunión del Gabo en la Casa Blanca.

INFORME TEXTUAL DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE LA MISIÓN SOLICITADA DE HACER LLEGAR EL MENSAJE AL PRESIDENTE CLINTON.

Copia textual sin omitir una sola palabra:

«A fines de marzo, cuando confirmé a la Universidad de Princeton que iría a hacer un taller de literatura desde el 25 de abril, le pedí por teléfono a Bill Richardson que me gestionara una visita privada con el presidente Clinton para hablarle de la situación colombiana. Richardson me pidió que lo llamara una semana antes de mi viaje para darme una respuesta. Días después fui a La Habana en busca de algunos datos que me faltaban para escribir un artículo de prensa sobre la visita del Papa, y en mis conversaciones con Fidel Castro le mencioné la posibilidad de entrevistarme con el presidente Clinton. De allí surgió la idea de que Fidel le mandara un mensaje confidencial sobre un siniestro plan terrorista que Cuba acababa de descubrir, y que podía afectar no sólo a ambos países sino a muchos otros. Él mismo decidió que no fuera una carta personal suya, para no poner a Clinton en el compromiso de contestarle, y prefirió una síntesis escrita de nuestra conversación sobre el complot y sobre otros temas de interés común. Al margen del texto, me sugirió dos preguntas no escritas que yo podría plantear a Clinton si las circunstancias fueran propicias.

«Aquella noche tomé conciencia de que mi viaje a Washington había sufrido un giro imprevisto e importante, y no podía seguir tratándolo como una simple visita personal. Así que no sólo le confirmé a Richardson la fecha de mi llegada, sino que le anuncié por teléfono que llevaba un mensaje urgente para el presidente Clinton. Por respeto al sigilo acordado no le dije por teléfono de quién era -aunque él debió suponerlo- ni le dejé sentir que la demora de la entrega podía ser causa de grandes catástrofes y muertes de inocentes. Su respuesta no llegó durante mi semana en Princeton, y esto me hizo pensar que también la Casa Blanca estaba valorando el hecho de que el motivo de mi primera solicitud había cambiado. Llegué inclusive a pensar que la audiencia no sería acordada.

«Tan pronto como llegué a Washington el viernes primero de mayo, un asistente de Richardson me informó por teléfono que el Presidente no podía recibirme porque estaría en California hasta el miércoles seis, y yo tenía previsto viajar a México un día antes. Me proponían, en cambio, que me reuniera con el director del Consejo Nacional de Seguridad de la Presidencia, Sam Berger, quien podía recibirme el mensaje en nombre del Presidente.

«Mi sospecha maligna fue que se estaban interponiendo condiciones para que el mensaje llegara a los servicios de seguridad pero no a las manos del Presidente. Berger había estado presente en una audiencia que me concedió Clinton en la Oficina Oval de la Casa Blanca, en setiembre de 1997, y sus escasas intervenciones sobre la situación de Cuba no fueron contrarias a las del Presidente, pero tampoco puedo decir que las compartiera sin reservas. Así que no me sentí autorizado para aceptar por mi cuenta y riesgo la alternativa de que Berger me recibiera en vez del Presidente, sobre todo tratándose de un mensaje tan delicado, y que además no era mío. Mi opinión personal era que sólo debía entregarse a Clinton en su mano.

«Lo único que se me ocurrió por lo pronto fue informar a la oficina de Richardson que si el cambio de interlocutor se debía sólo a la ausencia del Presidente, yo podía prolongar mi estancia en Washington hasta que él regresara. Me contestaron que se lo harían saber. Poco después encontré en mi hotel una nota telefónica del embajador James Dobbins, Director para Asuntos Interamericanos del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) pero me pareció mejor no darla por recibida mientras se tramitaba mi propuesta de esperar el regreso del Presidente.

«No tenía prisa. Había escrito más de veinte páginas servibles de mis memorias en el campus idílico de Princeton, y el ritmo no había decaído en la alcoba impersonal del hotel de Washington, donde llegué a escribir hasta diez horas diarias. Sin embargo, aunque no me lo confesara, la verdadera razón del encierro era la custodia del mensaje guardado en la caja de seguridad. En el aeropuerto de México había perdido un abrigo por estar pendiente al mismo tiempo de la computadora portátil, el maletín donde llevaba los borradores y los disquetes del libro en curso, y el original sin copia del mensaje. La sola idea de perderlo me causó un escalofrío de pánico, no tanto por la pérdida misma como por lo fácil que habría sido identificar su origen y su destino. De modo que me dediqué a cuidarlo mientras escribía, comía y recibía visitas en el cuarto del hotel, cuya caja de seguridad no me merecía ninguna confianza, porque no se cerraba por combinación sino con una llave que parecía comprada en la ferretería de la esquina. La llevé siempre en el bolsillo, y después de cada salida inevitable comprobaba que el papel seguía en su lugar y en el sobre sellado. Lo había leído tanto, que casi lo había aprendido de memoria para sentirme más seguro si tuviera que sustentar alguno de los temas en el momento de entregarlo.

«Siempre di por hecho además que mis conversaciones telefónicas de aquellos días ―como las de mis interlocutores- estaban intervenidas. Pero me mantuvo tranquilo la conciencia de estar en una misión irreprochable, que convenía tanto a Cuba como a los Estados Unidos. Mi otro problema serio era que no tenía con quién ventilar mis dudas sin violar la reserva. El representante diplomático de Cuba en Washington, Fernando Remírez se puso por entero a mi servicio para mantener abiertos los canales con La Habana. Pero las comunicaciones confidenciales son tan lentas y azarosas desde Washington -y en especial para un caso de tanto cuidado-, que las nuestras sólo se resolvieron con un emisario especial. La respuesta fue una amable solicitud de que esperara en Washington cuanto fuera necesario para cumplir la diligencia, tal como yo lo había resuelto, y me encarecieron que fuera muy cuidadoso para que Sam Berger no se sintiera desairado por no aceptarlo como interlocutor. El remate sonriente del mensaje no necesitaba firma para saber de quién era: ‘Deseamos que escribas mucho’.

«Por una casualidad afortunada, el ex presidente César Gaviria había organizado para la noche del lunes una cena privada con Thomas ‘Mack’ McLarty, quien acababa de renunciar a su cargo de consejero del presidente Clinton para América Latina, pero continuaba siendo su amigo más antiguo y cercano. Nos habíamos conocido el año anterior, y la familia Gaviria planeó la cena desde entonces con una finalidad doble: conversar con McLarty sobre la indescifrable situación de Colombia y complacer a su esposa en sus deseos de aclarar conmigo algunas inquietudes que tenía sobre mis libros.

«La ocasión parecía providencial. Gaviria es un gran amigo, un consejero inteligente, original e informado como nadie de la realidad de América Latina, y un observador alerta y comprensivo de la realidad cubana. Llegué a su casa una hora antes de la acordada, y sin tiempo de consultarlo con nadie me tomé la libertad de revelarle lo esencial de mi misión para que me diera nuevas luces.

«Gaviria me dio la verdadera medida del problema y me puso sus piezas en orden. Me enseñó que las precauciones de los asesores de Clinton eran apenas normales, por los riesgos políticos y de seguridad que implica para un Presidente de los Estados Unidos recibir en sus manos y por un conducto irregular una información tan delicada. No tuvo que explicármelo, pues recordé al instante un precedente ejemplar: en nuestra cena de Marta’s Vineyard, durante la crisis por la emigración masiva de 1994, el Presidente Clinton me autorizó para que le hablara de ése y de otros temas calientes de Cuba, pero antes me advirtió que él no podía decir ni una palabra. Nunca olvidaré la concentración con que me escuchó, y los esfuerzos titánicos que debió hacer para no replicarme en algunos temas explosivos.

«Gaviria me alertó también en el sentido de que Berger es un funcionario eficiente y serio que debía tomarse muy en cuenta en las relaciones con el Presidente. Me hizo ver además que el solo hecho de comisionarlo para atenderme era una deferencia especial de alto nivel, pues solicitudes privadas como la mía solían dar vueltas durante años por las oficinas periféricas de la Casa Blanca, o se las transferían a funcionarios menores de la CIA o del Departamento de Estado. Gaviria, en todo caso, parecía seguro de que el texto entregado a Berger llegaría a manos del Presidente, y eso era lo esencial. Por último, como yo lo soñaba, me anunció que al final de la cena me dejaría a solas con McLarty para que me abriera el camino directo con el Presidente.

«La noche fue grata y fructífera, solo con nosotros y la familia Gaviria. McLarty es un hombre del sur, como Clinton, y ambos son de un trato tan fácil e inmediato como el de la gente del Caribe. En la cena se rompieron los hielos desde el principio, sobre todo en relación con la política de los Estados Unidos para América Latina, y en especial con el narcotráfico y los procesos de paz. ‘Mack’ estaba tan informado que conocía hasta las minucias de la entrevista que me concedió el Presidente Clinton en setiembre pasado, en la cual se trató a fondo el derribo de las avionetas en Cuba, y se mencionó la idea de que el Papa fuera mediador de los Estados Unidos durante su visita a Cuba.

«La posición general de McLarty en las relaciones con Colombia -y por la cual parece dispuesto a trabajar- es que las políticas de los Estados Unidos requieren un cambio radical. Nos dijo que el gobierno estaba dispuesto a hacer contacto con cualquier presidente que fuera elegido para ayudar a fondo en la paz. Pero ni él, ni otros funcionarios con que hablé más tarde, tienen claro cuáles serían los cambios. El diálogo fue tan franco y fluido, que cuando Gaviria y su familia nos dejaron solos en el comedor, McLarty y yo parecíamos viejos amigos.

«Sin ninguna reticencia le revelé el contenido del mensaje para su presidente y no disimuló su sobresalto por el plan terrorista, aun sin conocer los detalles atroces. No estaba informado de mi solicitud de ver al presidente, pero prometió hablar con él tan pronto como éste regresara de California. Animado por la facilidad del diálogo, me atreví a proponerle que me acompañara en la entrevista con el presidente, y ojalá sin ningún otro funcionario, para que pudiéramos hablar sin reservas. La única pregunta que me hizo sobre eso -y nunca supe por qué- fue si Richardson conocía el contenido del mensaje, y le contesté que no. Entonces dio la charla por terminada con la promesa de que hablaría con el presidente.

«El martes temprano informé a La Habana por el conducto ya habitual sobre los puntos básicos de la cena, y me permití una pregunta oportuna: si el presidente decidía al final no recibirme y le encomendaba la tarea a McLarty y a Berger ¿a cuál de los dos debía entregarle el mensaje? La respuesta pareció inclinarse a favor de McLarty, pero con el cuidado de no desairar a Berger.

«Aquel día almorcé en el restaurante Provence con la señora McLarty, pues nuestra conversación literaria no había sido posible durante la cena de Gaviria. Sin embargo, las preguntas que ella llevaba anotadas se agotaron pronto, y sólo quedó su curiosidad por Cuba. Le aclaré todas las que pude y creo que quedó más tranquila. A los postres, sin que se lo pidiera, llamó por teléfono a su esposo desde la mesa, y éste me hizo saber que aún no había visto al presidente pero esperaba darme alguna noticia en el curso del día.

«Antes de dos horas, en efecto, un asistente suyo me informó a través de la oficina de César Gaviria que el encuentro sería mañana en la Casa Blanca, con McLarty y tres altos funcionarios del Consejo Nacional de Seguridad. Pensé que si uno de ellos hubiera sido Sam Berger lo habrían dicho con su nombre, y ahora mi sentimiento fue el contrario: me alarmó que no estuviera. ¿Hasta qué punto pudo haber sido por un descuido mío en alguna llamada intervenida? Ahora no importaba: puesto que McLarty había arreglado el asunto con el presidente, éste debía estar ya al corriente del mensaje. Así que mi decisión de no esperar más fue inmediata e inconsulta: acudiría a la cita para entregar el mensaje a McLarty. Tan seguro estaba, que reservé lugar en un vuelo directo para México a las cinco y media de la tarde del día siguiente. En esas estaba cuando recibí de La Habana la respuesta a mi última consulta con la autorización más comprometedora que me han dado en la vida: ‘Confiamos en tu talento’.

«La cita fue a las 11:15 del miércoles 6 de mayo en las oficinas de McLarty en la Casa Blanca. Me recibieron los tres funcionarios anunciados del Consejo de Seguridad Nacional (NSC): Richard Clarke, director principal de asuntos multilaterales y asesor del presidente en todos los temas de política internacional, y especialmente en la lucha contra el terrorismo y los narcóticos; James Dobbins, director principal de NSC para asuntos interamericanos con rango de embajador, y asesor del presidente para América Latina y el Caribe, y Jeff Delaurentis, director de asuntos interamericanos del NSC y asesor especializado en el tema de Cuba. En ningún momento surgió una coyuntura para preguntar por qué no estaba Berger. Los tres funcionarios fueron de trato amable y una gran corrección profesional.

«No llevaba notas personales, pero conocía el mensaje al dedillo, y en la agenda electrónica había anotado lo único que temía olvidar: las dos preguntas fuera de texto. ‘Mack’ estaba terminando una junta en otra oficina. Mientras llegaba, Dobbins me dio una visión panorámica más bien pesimista de la situación de Colombia. Sus datos eran los mismos de McLarty en la cena del lunes, pero los manejaba con más familiaridad. Yo le había dicho a Clinton el año anterior que la política antidroga de los Estados Unidos era un agravante funesto de la violencia histórica de Colombia. Por eso me llamó la atención que este grupo de NSC -sin referirse a mi frase, por supuesto- parecía de acuerdo en que debía cambiarse. Fueron muy cuidadosos en no dar juicios sobre el gobierno ni los candidatos actuales, pero no dejaron dudas de que la situación les parecía catastrófica y de futuro incierto. No me alegré por los propósitos de enmienda, pues varios observadores de nuestra política en Washington me los habían comentado con alarma. ‘Ahora que quieren ayudar de verdad son más peligrosos que nunca -me dijo uno de ellos- porque quieren meterse en todo’.

«McLarty, con un traje cortado sobre medida y sus buenas maneras, entró con la premura de alguien que hubiera interrumpido un asunto capital para ocuparse de nosotros. Sin embargo, impuso a la reunión un tono reposado, útil y de buen humor. Desde la noche de la cena me agradó que hablara mirando siempre a los ojos. Así fue en la reunión. Después de un abrazo cálido se sentó frente a mí, apoyó las manos en sus rodillas, y abrió la charla con una frase de cajón tan bien dicha que pareció verdad: ‘Estamos a su disposición’.

«Quise establecer de entrada que iba a hablar por derecho propio sin más méritos ni mandato que mi condición de escritor, y en especial sobre un caso tan abrasivo y comprometedor como Cuba. De modo que empecé con una precisión que no me pareció superflua para las grabadoras ocultas: ‘Esta no es una visita oficial’.

«Todos aprobaron con la cabeza y su solemnidad imprevista me sorprendió. Entonces conté de un modo simple y en un estilo de narración doméstica, cuándo, cómo y por qué había sido la conversación con Fidel Castro que dio origen a las notas informales que debía entregar al presidente Clinton. Se las di a McLarty en el sobre cerrado, y le pedí el favor de que las leyera para poder comentarlas. Era la traducción inglesa de siete temas numerados en seis cuartillas a doble espacio: complot terrorista, complacencia relativa por las medidas anunciadas el 20 de marzo para reanudar vuelos a Cuba desde los Estados Unidos, viaje de Richardson a La Habana en enero de 1998, rechazo argumentado de Cuba a la ayuda humanitaria, reconocimiento por el informe favorable del Pentágono sobre la situación militar de Cuba» -era un informe en que se afirmaba que Cuba no representaba ningún peligro para la seguridad de Estados Unidos, lo añado yo-, «beneplácito por la solución de la crisis de Iraq y gratitud por los comentarios que hizo Clinton ante Mandela y Kofi Annan en relación con Cuba.»

Aquí, como se ve, enumera los demás puntos.

«McLarty no lo leyó para todos en voz alta como yo esperaba, y como sin duda habría hecho si lo hubiera conocido de antemano. Lo leyó sólo para él, al parecer con el método de lectura rápida que puso de moda el presidente Kennedy, pero los cambios de las emociones se reflejaban en su rostro como destellos en el agua. Yo lo había leído tantas veces que casi pude deducir a qué puntos del documento correspondía cada uno de sus cambios de ánimo.

«El primer punto, sobre el complot terrorista, le arrancó un gruñido: ‘Es terrible’. Más adelante reprimió una risa traviesa, y exclamó sin interrumpir la lectura: ‘Tenemos enemigos comunes’. Creo que lo dijo a propósito del punto cuarto, donde se describe la conspiración de un grupo de senadores para sabotear la aprobación de los proyectos Torres-Rangel y Dodd, y se agradecen los esfuerzos de Clinton para salvarlo.

«Al terminar la lectura, le pasó el papel a Dobbin, y éste a Clarke, quienes lo leyeron mientras ‘Mack’ exaltaba la personalidad de Mortimer Zuckerman, dueño de la revista US News and World Report, que había viajado a La Habana en febrero pasado. Hizo el comentario por una mención que acababa de leer en el punto sexto del documento, pero no contestó la pregunta implícita de si Zuckerman había informado a Clinton de las dos conversaciones de doce horas que sostuvo con Fidel Castro.

«El punto que ocupó casi todo el tiempo útil después de la lectura fue el del plan terrorista que impresionó a todos. Les conté que había volado a México después de conocerlo en La Habana y tuve que sobreponerme al terror de que estallara la bomba. El momento me pareció oportuno para colocar la primera pregunta personal que me había sugerido Fidel: ¿No sería posible que el FBI hiciera contacto con sus homólogos cubanos para una lucha común contra el terrorismo? Antes de que reaccionaran, les agregué una línea de mi cosecha: ‘Estoy seguro de que encontrarían una respuesta positiva y pronta por parte de las autoridades cubanas’.

«Me sorprendieron la inmediatez y la energía de la reacción de los cuatro. Clarke, que parecía ser el más cercano al tema, dijo que la idea era muy buena, pero me advirtió que el FBI no se ocupaba de asuntos que fueran publicados en los periódicos mientras estuvieran en investigación. ¿Estarían los cubanos dispuestos a mantener el caso en secreto? Ansioso por colocar la segunda pregunta le di una respuesta para distender el ambiente:

‘Nada les gusta más a los cubanos que guardar un secreto’.

«A falta de un motivo apropiado para la segunda pregunta, la resolví como una afirmación mía: la colaboración en materia de seguridad podría abrir paso a un clima propicio para que se autorizaran de nuevo los viajes de norteamericanos a Cuba. La astucia salió mal, porque Dobbin se confundió, y dijo que eso quedaría resuelto cuando se implantaran las medidas anunciadas el 20 de marzo.

«Aclarado el equívoco, hablé de la presión a que me encuentro sometido por los muchos norteamericanos de toda clase que me buscan para que los ayude a hacer en Cuba contactos de negocios o de placer. Entre ellos mencioné a Donald Newhouse, editor de varias publicaciones periódicas y presidente de la Associated Press (AP), quien me ofreció una cena estupenda en su mansión campestre de New Jersey al terminar mi taller en la Universidad de Princeton. Su sueño actual es ir a Cuba para tratar con Fidel en persona la instalación de una oficina permanente de la AP en La Habana, semejante a la que tiene la CNN.

«No puedo asegurarlo, pero me parece que en la animada conversación de la Casa Blanca quedó claro que no tenían, o no conocen o no quisieron revelar ningún propósito inmediato de reanudar los viajes de norteamericanos a Cuba. Lo que sí debo destacar es que en ningún momento se habló de reformas democráticas, ni de elecciones libres o derechos humanos, ni de ninguno de los latiguillos políticos con que los norteamericanos pretenden condicionar cualquier proyecto de colaboración con Cuba. Al contrario, mi apreciación más nítida de este viaje es la certidumbre de que la reconciliación está empezando a decantarse como algo irreversible en el inconsciente colectivo.

«Clarke nos llamó al orden cuando la conversación empezó a derivar, y me precisó ―tal vez como un mensaje- que ellos darían los pasos inmediatos para un plan conjunto de Cuba y los Estados Unidos contra el terrorismo. Al final de una larga anotación en su libreta, Dobbins concluyó que se comunicarían con su embajada en Cuba para encaminar el proyecto. Yo hice un comentario irónico sobre el rango que le daba a la Oficina de Intereses en La Habana, y Dobbins me replicó con buen humor: ‘Lo que tenemos allá no es una embajada pero es mucho más grande que una embajada’. Todos rieron no sin cierta malicia de complicidad. No se discutieron más puntos, pues en verdad no era del caso, pero confío en que los hayan analizado después entre ellos.

«La reunión, contado el retraso de ‘Mack’, duró cincuenta minutos. ‘Mack’ la dio por terminada con una frase ritual: ‘Sé que usted tiene una agenda muy apretada antes de volver a México y también nosotros tenemos muchas cosas por delante’. Enseguida hizo un párrafo breve y ceñido que pareció una respuesta formal a nuestra gestión. Sería temerario intentar una cita literal, pero el sentido y el tono de sus palabras era expresar su gratitud por la gran importancia del mensaje, digno de toda la atención de su gobierno, y del cual se ocuparían de urgencia. Y a manera de final feliz, mirándome a los ojos, me coronó con un laurel personal: ‘Su misión era en efecto de la mayor importancia, y usted la ha cumplido muy bien’. Ni el pudor que me sobra ni la modestia que no tengo me han permitido abandonar esa frase a la gloria efímera de los micrófonos ocultos en los floreros.

«Salí de la Casa Blanca con la impresión cierta de que el esfuerzo y las incertidumbres de los días pasados habían valido la pena. La contrariedad de no haber entregado el mensaje al presidente en su propia mano me parecía compensada por lo que fue un cónclave más informal y operativo cuyos buenos resultados no se harían esperar. Además, conociendo las afinidades de Clinton y ‘Mack’, y la índole de su amistad desde la escuela primaria, estaba seguro de que el documento llegaría tarde o temprano a las manos del presidente en el ámbito cómplice de una sobremesa. Al término de la reunión, también la Presidencia de la República se hizo presente con un gesto gallardo: a la salida de la oficina, un ujier me entregó un sobre con las fotos de mi visita anterior tomadas seis meses antes en la Oficina Oval. De modo que mi única frustración en el camino del hotel era no haber descubierto y gozado hasta entonces el milagro de los cerezos en flor de aquella primavera espléndida.

«Apenas tuve tiempo de hacer la maleta y alcanzar el avión de las cinco de la tarde. El que me había llevado de México catorce días antes tuvo que regresar a su base con una turbina averiada, y esperamos cuatro horas en el aeropuerto hasta que hubo otro avión disponible. El que tomé de regreso a México, después de la reunión en la Casa Blanca, se retrasó en Washington una hora y media mientras reparaban el radar con los pasajeros a bordo. Antes de aterrizar en México, cinco horas después, por causa de una pista fuera de servicio. Desde que empecé a volar hace cincuenta y dos años, nunca me había sucedido nada semejante. Pero no podía ser de otro modo, para una aventura pacífica que ha de tener un sitio de privilegio en mis memorias. Mayo 13 de 1998.»

Aquí concluyó el histórico informe.

9 de mayo de 1998: Se recibe en el MINREX al Jefe interino de la SINA, John Boardman. El objetivo era trasladar un mensaje sobre el cual recibieron instrucciones el 8 de mayo en la noche para que se lo comunicaran a Alarcón y al MINREX -indiscutiblemente que ese mismo día llegó el mensaje o tuvo los efectos que el Gabo esperaba del mensaje. Dijo -el jefe interino- que por alguna vía que él desconocía el Gobierno de Cuba había hecho saber al Gobierno de su país que nuestras autoridades tenían preocupaciones fundadas de que hubiera la intención por parte de organizaciones radicadas en los Estados Unidos de llevar a cabo acciones terroristas contra Cuba, en particular en la esfera del turismo y muy específicamente acciones contra aviones de pasajeros con turistas que viajan desde y hacia Cuba.

La respuesta del gobierno de los Estados Unidos que se trasladaba por esta vía era la siguiente:

«hEl Gobierno de los Estados Unidos no tiene información sobre vínculos existentes entre ciudadanos de los Estados Unidos y los actos terroristas que se cometieron en los hoteles. La prensa ha hecho especulaciones pero el gobierno de los Estados Unidos no tiene información seria al respecto.

«hEl Gobierno de los Estados Unidos ha presentado numerosas Notas diplomáticas indicando su disposición para analizar cualquier información o evidencia física que el Gobierno de Cuba tenga que fundamente esas informaciones.

«hEl Gobierno de los Estados Unidos desea reiterar que esta es una oferta seria. Está preparado para recibir cualquier información y evaluar alguna oportunidad para que sus expertos examinen cualquier evidencia física que el Gobierno de Cuba pueda tener al respecto.

«hEl Gobierno de los Estados Unidos manifiesta su preocupación por esas acciones terroristas y está dispuesto a actuar sobre esas informaciones para hacer cumplir la ley y combatir el terrorismo internacional.

«hEl Gobierno de los Estados Unidos solicita al Gobierno de Cuba compartir las informaciones adecuadas con otros gobiernos que puedan tener en relación con el riesgo de actos terroristas sobre vuelos a Cuba desde sus territorios.

11 de mayo de 1998: Remírez informa que fue citado por el Departamento de Estado para encuentro con John Hamilton, quien le hizo los siguientes planteamientos:

«1) Objetivo reunión era reiterar planteamiento de la SINA el pasado sábado, y consistía en dar respuesta a nuestras preocupaciones sobre actividades terroristas contra Cuba, usando para agilizar ‘double track diplomacy’ (diplomacia dos vías).

«2) Como en ocasiones anteriores, acogieron con seriedad nuestras preocupaciones sobre posibles actos terroristas contra instalaciones turísticas y aeronaves.

«3) Según las verificaciones que han realizado no hay elementos permitan indicar existencia planes desde Estados Unidos.

«4) En pasado, ante nuestros alegatos de que personas y/o organizaciones en Estados Unidos puedan estar involucradas en actos terroristas contra Cuba, nos han pedido evidencias con interés investigar.

«5) En estos momentos quieren enfatizar la seriedad de la oferta de Estados Unidos para investigar y tomar acciones apropiadas ante cualquier evidencia tengamos. No es intento de devolver la pelota a nuestra cancha ni tampoco un trámite formal

«6) Seriamente quieren examinar de conjunto cualquier evidencia tengamos y darle seguimiento hasta su esclarecimiento. Por nuestra parte agradecimos ofrecimiento asegurándole lo trasladaríamos nuestras autoridades y le preguntamos si oferta incluía cooperación entre los dos países en eventual proceso investigativo, a lo que Hamilton contestó que suponía así fuera. Reiteró que oferta era seria y no mera respuesta diplomática, agregando que único objetivo reunión por su importancia era ese.»

12 de mayo de 1998: El MINREX citó al Jefe Interino de la SINA y le trasladó la siguiente respuesta a la solicitud que plantearan el pasado sábado 9 en nombre del Gobierno de los Estados Unidos:

Recuerden que la entrevista fue el 8, la del Gabo, en la Casa Blanca. La respuesta nuestra decía:

«Las informaciones nuestras son muy seguras, pero por vías muy sensibles a la divulgación de las fuentes. No podemos trabajar como proponen. Nos satisface saber que están alertas y prestando atención al problema.»

El Jefe interino de la SINA aceptó y agradeció la pronta respuesta y manifestó su disposición a tramitar cualquier información que estimáramos apropiada sin que se comprometiera la fuente. Su acompañante, quien había sido descrito como el funcionario SINA encargado de los asuntos relativos al cumplimiento de las leyes y temas de seguridad, intervino para afirmar que van a seguir de cerca este asunto por todas las vías posibles, a través de todas sus agencias, y en contacto con los diferentes grupos. También verificarán con servicios de otros países. Comentó que ellos consideran que «a estas alturas, cualquier amenaza de esta naturaleza es intolerable».

20 de mayo de 1998: Alarcón recibe una llamada de Hamilton desde Washington en la que le explicó le llamaba personalmente por la importancia del asunto y que deseaba plantearle lo siguiente:

«hSobre riesgos actos terroristas contra aviones viajen a Cuba: Toman muy seriamente información le trasladó Cuba y adoptarán medidas seguridad en aviones salgan de Estados Unidos.

«hPara desarrollar otras acciones necesitarían analizar pruebas poseemos en Cuba. Están dispuestos enviar expertos norteamericanos a Cuba para analizarlas con nosotros.

«hCon elementos ellos recibieron de nosotros no pueden hacer advertencias a otros países desde donde también salen aviones hacia Cuba. Caso nosotros hagamos tal advertencia, podemos informar a esos países que Estados Unidos estaría dispuesto a considerar forma expedita solicitudes asistencia técnica para prevenir incidentes.»

3 de junio de 1998: El Jefe de la SINA, Michael Kozak, se entrevista con Alarcón. Le informa sobre los preparativos para el envío a Cuba de una delegación del FBI y le entrega el texto que los norteamericanos piensan circular entre las compañías aéreas para consideración de la parte cubana. El texto dice lo siguiente:

«Hemos recibido información sin confirmar acerca de un complot para colocar artefactos explosivos a bordo de naves aéreas civiles que operan entre Cuba y países latinoamericanos. Las personas involucradas en el complot planean dejar un pequeño artefacto explosivo a bordo de una nave aérea con el intento de hacer que el artefacto estalle durante la prolongación del servicio. El artefacto explosivo, según informes, es de tamaño pequeño, contiene un fusible y un cronómetro digital capaz de ser programado 99 horas antes. No se ha identificado blanco, lugar y marco de tiempo específicos.

«No podemos descontar la posibilidad de que la amenaza pueda incluir operaciones de carga internacional desde los Estados Unidos. El Gobierno de Estados Unidos continúa buscando información adicional para esclarecer, y verificar o refutar, esta amenaza.»

4 de junio de 1998: Se instruye a Alarcón responder que la delegación puede viajar a partir del día 15.

5 de junio de 1998: Alarcón entrega al Jefe de la SINA respuesta cubana, que yo también redacté personalmente -venía siguiendo el problema, como es lógico, como es elemental, desde el momento en que enviamos el mensaje-, a la propuesta de información circular presentada por los norteamericanos, que dice textualmente:

«Nosotros no solicitamos que se hiciese advertencia alguna a las compañías de aviación. No es esa la forma de enfrentar este problema para cuya solución se pueden y deben tomar otras medidas.» Efectivamente, nosotras tomamos muchas medidas cuidando los aviones, sobre todo, durante semanas estuvimos planteando eso, hasta que, claro, los golpes que ellos recibieron con los arrestos aquí, el descubrimiento de todos sus planes, las confesiones de todos los arrestados, permitieron conocerlo todo en detalle, denunciarlo, desbaratar sus planes. Fue Cuba la que desbarató esos planes. Entonces le decíamos, por eso debo explicarlo: No es esa la forma de enfrentar este problema para cuya solución se pueden y deben tomar otras medidas. «Nadie podría garantizar la discreción. Una indiscreción en este caso pudiera incluso dificultar la investigación y obstaculizar medidas más eficientes.

«Su difusión además podría crear pánico», y, efectivamente, creó pánico «ocasionando considerable daño a la economía de Cuba, que es precisamente lo que están buscando los terroristas. Este daño además afectaría a las líneas aéreas.

«Por esas razones no estamos de acuerdo con que se trasmita la advertencia y nos oponemos seriamente a ello. Con el grupo de expertos podemos analizar bien los pasos más aconsejables.»

Porque ellos, realmente, tuvieron la delicadeza, si se quiere, o la elemental cortesía de consultar con nosotros la nota que iban a circular. Les expusimos nuestro punto de vista.

En la reunión, el Jefe de la SINA planteó que pudiera tratarse de una confusión con el mensaje inicial (que ellos pensaron que les pedían se hiciera la advertencia) o que hubiera alguna obligación legal para sus autoridades de advertir a las líneas aéreas y cubrirse de eventuales reclamaciones. Dijo que trasmitiría la posición cubana a Washington y que no harían advertencia.

6 de junio de 1998: Nueva reunión de Alarcón con el Jefe de la SINA. Este entrega mensaje norteamericano en respuesta al documento entregado el día anterior, que antes le había leído por teléfono, en el que se plantea:

«1. El proyecto de aviso suministrado ya a la parte cubana es llamado una ‘información circular’. De acuerdo con las leyes y regulaciones de aviación de los Estados Unidos, se requiere suministrar informaciones circulares a las oficinas de seguridad interna de las líneas aéreas cada vez que el gobierno de los Estados Unidos tiene cualquier información creíble relativa a posible amenaza al avión.»

Explican que hay leyes, que hay regulaciones, que los obligan a informar. Bien, en realidad esto pudo haberse discutido cómo hacerlo, y no con todos los datos que nosotros habíamos incluido en el mensaje.

«2. Aproximadamente de 15 a 20 informaciones circulares son emitidas cada año por la Administración Federal de Aviación. Estos no son documentos públicos.»

Claro, no son públicos; pero si usted circula decenas y cientos de documentos crea alarma en todas partes, no hay modo de llevar a cabo una investigación seria, que es lo importante, investigar, probar, descubrir y capturar a los autores. Pero bien, tengo el deber de informar que lo que se argumentó; es posible, no conozco todas esas regulaciones, que se sintieran obligados por ley a informar.

«3. De acuerdo con nuestra ley y regulaciones, estamos requeridos a proceder inmediatamente con la notificación a las aerolíneas que tienen aviones que vuelan entre los Estados Unidos y Cuba directamente o a través de terceros países, y de notificar a los gobiernos de los terceros países. No tenemos alternativa a este respecto» -dijeron-, «en la medida en que creemos que la información es creíble.»

Sí, la información era bien creíble; nosotros teníamos todos los elementos para conocerla, como lo demostraron las respuestas que le dimos y que indicaban con toda seguridad que los datos que nos habían hecho llegar eran ciertos, y que estaban capturados en algunos casos los autores y en otros habían escapado.

«4. Dada la naturaleza de esta información, y nuestra obligación de cooperar con otros países para prevenir ataques contra la aviación, seguimos creyendo que es importante que ustedes o nosotros notifiquemos a las aerolíneas que vuelan desde otros destinos y a los gobiernos responsables. Si fuera posible para la parte cubana adelantar la reunión de expertos para comienzos de la próxima semana (por ejemplo, martes o miércoles) propondríamos hacer tales notificaciones después que hubiéramos tenido una oportunidad de evaluar la información con la parte cubana. Si tal reunión temprana no es realizable, nosotros procederíamos a hacer las notificaciones. Cualquier paso adicional podría ser determinado durante la reunión de expertos la semana del 15 de junio.»

Realmente, esta nota es del 6 de junio. Una reunión como aquella del 15 no se improvisa, no se prepara en dos días, requería un mínimo de cinco o seis días; de modo que no se podía adelantar para el 7, realmente tuvo lugar el 15, que era la fecha acordada.

«5. Nosotros reconocemos los puntos señalados por las autoridades cubanas que procuremos evitar daños a la investigación en pactos adversos sobre las líneas aéreas y la economía cubana. Estamos haciendo el máximo respecto a estos puntos dentro de la limitada discreción otorgada por nuestras leyes y regulaciones y la prioridad que atribuimos a la prevención de ataques contra aviones civiles. Nuevamente, estas circulares de información son relativamente de rutina y en nuestra experiencia, incluso cuando ellas se han hecho públicas, normalmente no tienen impacto significativo o duradero en la transportación aérea de pasajeros o carga.»

En realidad, debo decir que ellos venían respondiendo cada una de las cuestiones que nosotros planteábamos. A mi juicio, estos intercambios los realizaron de buena fe, no hubo mala fe. Hemos tratado de profundizar y veíamos la insistencia con que ellos planteaban que determinados instrumentos legales los obligaba a hacer eso.

Ese propio día, Alarcón entrega al Jefe de la SINA nueva respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores, redactada en los términos siguientes:

«Estamos en desacuerdo. La probable publicidad de esa información perjudica los trabajos de investigación, satisface y alienta los planes de los terroristas contra la economía cubana.

«Ignoramos y no podemos comprender la existencia de obligaciones de carácter legal que, lejos de beneficiar, pueden afectar los esfuerzos que se realizan para evitar víctimas humanas y daños materiales.

«La divulgación en detalle de los procedimientos que pueden ser utilizados para tales actos, constituye un incuestionable error que puede favorecer los planes de grupos terroristas activos o potenciales» -no queríamos que lo publicaran, porque estaban dando datos técnicos sobre la forma de preparar esos atentados. «Respetamos los criterios de las autoridades norteamericanas, pero no coincidimos en la forma en que deben contrarrestarse tales actividades, las cuales deben ser analizadas, a partir de la información disponible, con el cuidado y la profundidad requeridos.»

Ahora se comprende con mucha claridad. Es incuestionable que albergaban el temor de que se produjera un hecho, un sabotaje de ese tipo, y ellos, teniendo la información, no la hubieran divulgado a la aerolínea, aunque esto no sirviera para nada en absoluto; las aerolíneas no están en condiciones, no disponen de los medios ni de los antecedentes, ni de la información para evitar un acto terrorista de ese tipo.

El Jefe de la SINA señaló que había hablado con el señor Dobbins, responsable de América Latina en el Consejo Nacional de Seguridad, quien pidió trasladara los siguientes comentarios adicionales:

«hQue tenían la obligación de alertar a las empresas que vuelan desde Estados Unidos por las leyes norteamericanas, y a las que desde otros países vuelan a Cuba, como consecuencia de acuerdos internacionales. La decisión de ellos de trasmitir esa advertencia indicaba que tomaban seriamente nuestra información y la consideraban creíble.»

Y lo demostraban con esa inquietud tremenda que los llevaba de inmediato a circular la información.

«hCon respecto al párrafo 4 del documento, Dobbins insistió en que no lo fuéramos a interpretar, en modo alguno, como un elemento de presión. De lo que se trata es que si bien ellos tienen la obligación de informar inmediatamente a las líneas que vuelan desde los Estados Unidos, la obligación respecto a las que salen desde otros países, aunque también existe, no les resulta tan presionante, pero no pueden retenerla durante toda una semana. Teóricamente, la reunión de expertos pudiera llevarlos a la conclusión de que la amenaza no fuera tan inminente, pero como parten de la base de considerar seriamente nuestra información y darle credibilidad, entonces no podrían esperar ese tiempo sin cumplir su obligación.»

Yo no tengo duda, realmente, de que estos intercambios por parte de ellos fueron de buena fe; fueron serios por ambas partes, debo reconocerlo, es justo.

8 de junio de 1998: La Agencia Federal de Aviación emite la información circular. Esta que hemos estado mencionando. Es decir, ese mismo día casi, dos días después.

15 de junio de 1998: Llega a La Habana delegación del FBI para sostener contactos con las autoridades cubanas.

16-17 de junio de 1998: Se efectúan varias reuniones conjuntas en La Habana entre expertos cubanos y oficiales norteamericanos del FBI sobre el tema de los planes de atentados terroristas. Se entrega a la delegación norteamericana del FBI abundante información documental y testimonial. Los materiales entregados incluían 64 folios en los que se aportaban elementos investigativos acerca de 31 acciones y planes terroristas contra nuestro país, ocurridos entre 1990 y 1998. A la mayor parte de estas acciones estaba vinculada la Fundación Nacional Cubano Americana que, además, organizó y financió los más peligrosos, especialmente los ejecutados por la estructura terrorista dirigida por Luis Posada Carriles en Centroamérica. Se adjuntaron relaciones detalladas y fotografías del armamento, los explosivos y los medios ocupados en cada hecho. Además, se entregaron 51 folios con información sobre el dinero suministrado por la Fundación Nacional Cubano Americana a diferentes grupos terroristas para realizar acciones contra Cuba; se incluyeron también las grabaciones de 14 conversaciones telefónicas de Luis Posada Carriles en las cuales brindaba información acerca de acciones terroristas contra Cuba; datos para ubicar a Posada Carriles, tales como direcciones de sus residencias, lugares que frecuentaba, características de los autos y chapas en El Salvador, Honduras, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala y Panamá. Se entregaron también las transcripciones de 8 conversaciones de terroristas detenidos en Cuba en las que revelan sus vínculos con Posada Carriles.

Los oficiales del FBI recibieron también 60 folios con las fichas de 40 terroristas de origen cubano, la mayoría residentes en Miami, incluidos los datos para su ubicación. Se llevaron, además, tres muestras de sustancias explosivas de 2 gramos cada una, de las bombas desactivadas antes de explotar en el Hotel Meliá Cohíba el 30 de abril de 1997 y en un microbús de turismo el 19 de octubre de 1997, así como del artefacto explosivo ocupado a dos terroristas guatemaltecos el 4 de marzo de 1998.

Se entregaron, además, 5 casetes de video y 8 de audio con declaraciones de los terroristas centroamericanos arrestados por la colocación de bombas en los hoteles, en los cuales narran sus vínculos con organizaciones terroristas cubanas que operan desde Estados Unidos y en particular con Luis Posada Carriles.

La parte norteamericana reconoció el valor de la información recibida y se comprometió a dar respuesta del análisis realizado a estos materiales en el más breve plazo.

Transcurren extrañamente casi tres meses sin la respuesta seria prometida. Se reciben sólo algunas noticias intrascendentes.

El 12 de septiembre -presten bien atención, no se habían cumplido tres meses- son arrestados los cinco compañeros, hoy Héroes de la República de Cuba (Aplausos), que, destacados en Miami, constituían la principal fuente de información sobre las actividades terroristas contra nuestro país. No resultó detenido ningún terrorista en ninguna parte, resultaron detenidos los compañeros que habían suministrado la información -aunque, desde luego, no había ningún elemento para identificar las fuentes-; pero lo que sí pudieron apreciar es que había informaciones serias y fidedignas, y que nuestras denuncias estaban muy bien fundadas, eran exactas; desde luego, no las únicas, pero eran de las fundamentales.

Uno de ellos tenía la misión de seguir las actividades de Orlando Bosch nada menos, ese que indultaron allí, a pesar de sus monstruosos crímenes.

¿Qué había ocurrido realmente? La dirección de la mafia de Miami se había percatado de los contactos e intercambios entre las autoridades de Cuba y Estados Unidos con relación a los brutales actos de terror que venían cometiéndose impunemente contra nuestro país, y movieron todas sus fuerzas e influencias -que, como se sabe, son muchas- para impedir a toda costa cualquier avance en ese terreno.

¿Quién fue uno de los responsables principales en la ruptura de los contactos? El jefe del FBI en Miami: Héctor Pesquera. Este funcionario había ostentado el mismo cargo en Puerto Rico, coincidiendo con el arresto del comando organizado directamente por el grupo paramilitar de la Fundación Nacional Cubano Americana capturado por los guardacostas en las proximidades de aquella isla donde fueron arrestados, ocupándoseles el yate y las armas. Todos conocen cuál era el objetivo de ese comando en la Isla Margarita, en una reunión internacional en la que nosotros estábamos invitados y fuimos.

Pesquera, que era un miembro de la mafia, fue clave en lograr la impunidad total del grupo terrorista.

Se conoce que en los niveles más altos del FBI había determinada resistencia a la idea de romper los intercambios con Cuba, pero el empuje y la influencia política de los líderes de la mafia pudieron más. Pudieron más, incluso, que el Presidente de Estados Unidos y que el Consejo de Seguridad Nacional de ese país, era evidente.

Sin duda que el FBI venía ya siguiendo los pasos del grupo antiterrorista cubano, cuya información acerca de los planes de hacer estallar aviones de aerolíneas en tierra o en pleno vuelo, yo había hecho llegar al presidente de Estados Unidos. Tales actos monstruosos podían costar la vida tanto a ciudadanos cubanos como a norteamericanos, muchos de los cuales viajaban a Cuba en esos aviones.

Pesquera, jefe del FBI en Miami, concentró todas sus fuerzas en identificar, perseguir y enjuiciar a los cubanos. Se conoce el trato brutal recibido por los patriotas cubanos.

De acuerdo con lo publicado por El Nuevo Herald el 15 de septiembre de 1998, a los primeros que Pesquera informó del arresto de nuestros Cinco Héroes fue a los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart.

El propio Pesquera hizo confesiones en un programa radial de Miami, que permiten comprobar cómo había llegado desde Puerto Rico con la orientación de proceder a cualquier costo contra el grupo de cubanos infiltrados en las organizaciones terroristas miamense:

«Yo llegué aquí en mayo de este mismo año, del 1998. Me ponen en conocimiento de lo que hay. Empezamos entonces a hacer hincapié en esta investigación. A los efectos de inteligencia, ya no debería mantenerse ahí. Y debería cambiar de rumbo e irse entonces a una investigación criminal.»

El ya tiene la decisión tomada y las órdenes y dice que ya no hay que seguir la búsqueda de actividad de inteligencia, sino que hay que llevar a cabo una investigación de carácter criminal contra los patriotas cubanos.

La línea que siguió nuestro país fue muy distinta. En entrevista concedida a la periodista Lucía Newman, de la CNN, en Oporto, Portugal, sede de una Cumbre Iberoamericana, el 19 de octubre de 1998, le dije textualmente -todavía no se habían cometido las monstruosidades legales que después conocimos. Eso fue el 19 de octubre, un mes y unos días después que habían, incluso, arrestado a los primeros compañeros:

«Estamos dispuestos a colaborar en la lucha contra actividades terroristas que puedan afectar a Cuba o puedan afectar a Estados Unidos.

«Estados Unidos corre un riesgo potencial con relación a los cientos de organizaciones extremistas, muchas de las cuales están armadas en los propios Estados Unidos, y algunos de los procedimientos que usan contra Cuba pueden usarlos allá, porque algunos de estos están desarrollados, sofisticados» -me refiero a los métodos, a los procedimientos, a la técnica. «Nosotros les hemos planteado a las autoridades de Estados Unidos, les hemos hecho saber, les hemos comunicado las experiencias, los métodos terroristas que se usan contra nuestro país, lo cual es una contribución que puede ayudarlos a defenderse, porque lo considero un país muy vulnerable a esos tipos de ataques.»

Lo más dramático para el pueblo norteamericano es que mientras Pesquera y sus efectivos se consagraban con ensañamiento a la persecución, arresto y enjuiciamiento escandaloso de los cubanos, no menos de 14 de los 19 participantes en los ataques del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York y otros objetivos vivían y se entrenaban precisamente en el área de responsabilidad y ante las narices de Pesquera.

Apenas habían transcurrido tres años del arresto de nuestros abnegados y valientes compañeros ―que con los informes que recogieron y fueron puestos por Cuba a disposición del pueblo de Estados Unidos tal vez salvaron numerosas vidas de ciudadanos de ese país-, cuando miles de norteamericanos inocentes perdieron la vida aquel funesto día del 2001. Es decir, no habían transcurrido en realidad tres años de ese arresto y miles de norteamericanos perecieron allá en Nueva York, víctimas de un atentado, en el que la inmensa mayoría de los actores se entrenaron en la Florida.

Como nuestros compatriotas y la opinión pública internacional pueden observar, ninguno de los documentos desclasificados por nosotros contiene una sola tachadura.

Antes de concluir, deseo expresar que el autor del informe, Gabriel García Márquez, fue consultado sobre su publicación. Ayer mismo le envié mensaje a Europa, en el que le trasmitía lo siguiente:

«Tengo imprescindible necesidad de hablar del tema del mensaje que envié contigo sobre las actividades terroristas contra nuestro país. No afecta en nada al destinatario y mucho menos afectará tu gloria literaria.

«Se trata en esencia del texto que yo envié y del maravilloso informe que me remitiste y lleva tu inconfundible estilo. Son como las memorias mías, y pienso que las tuyas estarían incompletas si no contienen ese mensaje.»

Todo lo que he narrado explica por qué, al iniciar mis palabras, hablé de «La conducta diferente».

¡Viva la amistad entre los pueblos de Cuba y de Estados Unidos!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!