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Ecosocialismo: devastación capitalista o nueva civilización

Fuentes: Rebelión

Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la devastación de la naturaleza y de los pueblos pobres del Norte y del Sur, como resultado de la extensión planetaria del capitalismo. La raíz de la crisis: el paradigma ético del individualismo competitivo y su corolario económico de la lucha sin tregua por la máxima ganancia, […]

Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la devastación de la naturaleza y de los pueblos pobres del Norte y del Sur, como resultado de la extensión planetaria del capitalismo. La raíz de la crisis: el paradigma ético del individualismo competitivo y su corolario económico de la lucha sin tregua por la máxima ganancia, al margen de cualquier otra consideración de orden social, ecológico, político o cultural.

No se trata solamente de un sistema de relaciones económicas cuyas reglas de juego conducen, fatalmente, a la opulencia de una minoría y a la miseria y la exclusión de las mayorías. Además de eso, la encrucijada por la que atraviesa hoy la humanidad nos obliga a repensar el sentido de los avances tecnológicos producidos en los últimos doscientos años para dominar y transformar a la naturaleza. Nos obliga a ensayar nuevos modos de organizar la toma de decisiones políticas, hoy secuestrada por las élites económicas y militares del «casino global». Nos obliga a inventar otra manera de afrontar los desafíos de la educación, la comunicación y la convivencia entre los pueblos, para darle cabida a la diversidad de las culturas creadas por el ingenio de la especie. En fin, la exacerbación de la inestabilidad y los conflictos que todos los individuos y sociedades del mundo sufrimos en la actual transición histórica, responde a una dinámica mucho más profunda que la de una debacle cícl
ica de la economía de mercado y se revela, cada vez más, como una crisis civilizatoria.

Son al menos cinco las dimensiones cruciales de esta crisis.

La primera es la transición de la era de las energías contaminantes (carbón, petróleo, gas, energía nuclear) a la era de las energías limpias (eólica, solar, hídrica, geotérmica), indispensable si queremos revertir la destrucción de los ecosistemas de los cuales depende nuestra supervivencia.

La segunda transición es la que marca el paso desde la propiedad privada y la gestión vertical de los medios de producción, hacia la propiedad colectiva y la gestión horizontal de los mismos. Esta dimensión económica de la transformación en curso, tiene sus antecedentes en las distintas vertientes de la tradición socialista y libertaria, derivada de más de dos siglos de luchas populares para superar la pobreza y la exclusión provocadas por la «mano invisible» del mercado.

La tercera es la transición de la representación a la participación como criterios fundacionales de la organización política de la sociedad. La crisis de los partidos y de las instituciones clásicas de la democracia delegativa apunta a la necesidad de construir una nueva institucionalidad, que dé respuesta a los crecientes reclamos de participación permanente de los pueblos en la toma de decisiones sobre los asuntos de interés colectivo. En este contexto, la democracia participativa y la democracia directa son las tendencias que irrumpen como alternativas frente al viejo orden político agonizante en el horizonte del siglo XXI.

La cuarta transición se refleja en las luchas contemporáneas contra la homogeneización cultural, impuesta a sangre y fuego a partir del siglo XV con la colonización cristiano-occidental de América, África, Asia y Oceanía; e implantada con las armas de la seducción publicitaria, a partir del siglo XX, con las redes globales de la comunicación de masas. Frente a esta tentativa de aniquilación de las identidades originarias de los pueblos, brotan las fuerzas del multiculturalismo para combatir las taras de la discriminación, el racismo y la xenofobia, mediante la afirmación respetuosa de las diferencias y el diálogo paritario entre las civilizaciones.

Por último, la quinta transición tiene que ver con el desplazamiento de la sociedad patriarcal por una nueva era de igualdad entre los géneros, evidenciada en el protagonismo creciente de la mujer en el ejercicio de roles anteriormente reservados a los hombres.

En síntesis, estas cinco tendencias y otras tantas que irrumpen a cada paso en la presente coyuntura histórica, expresan la complejidad de una serie de transformaciones sociales que apuntan, en su conjunto, al surgimiento de un nuevo paradigma civilizatorio, de alcance planetario y al mismo tiempo arraigado en las particularidades locales. Una nueva era a la que preferimos denominar Ecosocialista, para aglutinar en un solo término la multiplicidad y profundidad de los procesos revolucionarios en curso.

Vale advertir que al esbozar los rasgos esenciales de esta coyuntura, en modo alguno pretendemos sugerir que se trata de una dinámica lineal y exenta de eventos traumáticos. Al contrario, cabe esperar que todos estos cambios se desarrollen dentro de una compleja trama de resistencias y conflictos, cuya resolución dependerá, principalmente, de nuestra capacidad de discernimiento y empuje organizativo.

Es en este trance donde el Ecosocialismo emerge como expresión política de una ética global, centrada en la responsabilidad compartida de preservar la continuidad de la vida sobre la Tierra, mediante la selección de patrones tecnológicos y energéticos respetuosos de la salud del hombre y la naturaleza. Una ética que salvaguarde el derecho inalienable de los pueblos a escoger su propia senda de desarrollo en concordancia con los saberes ancestrales y las identidades culturales autóctonas. Una ética que haga posible la construcción de un nuevo orden económico internacional equitativo y solidario, donde la pobreza, la exclusión y la guerra fratricida se conviertan, más temprano que tarde, en vestigios de una etapa histórica superada por la humanidad.