Este informe, encargado por el Gobierno del PSOE en Mayo de 2004, ha servido como base ideológica del «Diálogo Social», tanto en el Acuerdo de Negociación Colectiva para 2005 como en las negociaciones para la Reforma Laboral. Su título es: MÁS Y MEJOR EMPLEO EN UN NUEVO ESCENARIO SOCIECONÓMICO: POR UNA FLEXIBILIDAD Y SEGURIDAD LABORALES […]
Este informe, encargado por el Gobierno del PSOE en Mayo de 2004, ha servido como base ideológica del «Diálogo Social», tanto en el Acuerdo de Negociación Colectiva para 2005 como en las negociaciones para la Reforma Laboral. Su título es: MÁS Y MEJOR EMPLEO EN UN NUEVO ESCENARIO SOCIECONÓMICO: POR UNA FLEXIBILIDAD Y SEGURIDAD LABORALES EFECTIVAS.
El texto, hecho público el 1/II/05, se compone de cinco capítulos[1] . Parte de la consideración del trabajo (la actividad de las personas para la producción de la parte material de su vida individual y social), como un mercado (mercado de trabajo) regido por el aumento constante de la productividad y la competitividad.
A partir de aquí, es decir, a partir de la propuesta esencial del neoliberalismo, compartida por gobierno socialista, patronal y sindicatos, se produce un monólogo con apariencia de diálogo. La democracia de este diálogo es tan democrática como las asociaciones políticas que, en el seno del Movimiento Nacional, promovió el presidente del gobierno Arias Navarro el 12 de Febrero de 1974 en las Cortes Franquistas, o como la separación funcional entre la Unión de Empresarios y la Unión de Trabajadores y Técnicos, en la CNS (Central Nacional Sindicalista), el sindicato único y obligatorio del el franquismo.
Los «expertos» parten de una premisa mayor compartida: el trabajo humano es una mercancía cuyo comportamiento debe ser acorde con el constante aumento de productividad que requiere la competitividad de las economías abiertas en los mercados globales. Desde este dogma extremista proponen en la «INTRODUCCIÓN» de su informe una receta mágica: «Competitividad y más productividad a las empresas, fortaleciendo la flexibilidad y haciendo ésto compatible con la seguridad en el empleo» … «mediante acuerdos entre los agentes sociales con el apoyo del gobierno»
La propuesta no es racional porque el aumento de la flexibilidad laboral no es compatible con la estabilidad y la seguridad en el empleo. Estaríamos de acuerdo si el empleo cuya estabilidad se defiende se completara con el calificativo «basura».
En los CAPÍTULOS SIGUIENTES el texto especifica dos contenidos de la flexibilidad: 1) La flexibilidad externa como la capacidad empresarial para realizar contrataciones y despidos y organizar el proceso productivo con la utilización de servicios de otras empresas. La capacidad de despedir requiere: a) disminuir la protección al empleo en los contratos de trabajo, ampliando las causas del despido objetivo y reduciendo la indemnización de los mismos, b) Crear nuevos contratos de duración determinada, c) Suministro externo de mano de obra. 2) La flexibilidad interna como la capacidad empresarial de modificar las condiciones de empleo y la organización del trabajo, dentro de la propia empresa, mediante la movilidad funcional, la movilidad geográfica, la modificación de las condiciones laborales y del tiempo de trabajo.
En el CAPÍTULO IV se señala que «la alta dosis de pacificación social de las relaciones laborales propiciada por un sólido y continuado proceso de concertación social y consensos, junto a la moderación salarial, han sido factores claves para el crecimiento del empleo», aunque reconoce que «la consecuencia del crecimiento del empleo basado en la moderación salarial ha supuesto un bajo crecimiento salarial en amplios grupos de trabajadores»
Se valoran positivamente las reformas laborales de 1994, 1997 y 2002 a pesar de reconocer la alta tasa de temporalidad resultante, la reducción de la duración media de los contratos temporales y la excesiva dedicación de recursos públicos a bonificaciones empresariales sobre contratos que se hubieran realizado de todas formas, en particular en el caso de contratos de obra y servicio [2] . Las iniciativas que proponen son:
o Potenciar las ETTs como agencias capaces, a diferencia del INEM, de resolver en el complejo mercado de trabajo actual, la mediación entre la oferta y la demanda de empleo, particularmente en segmentos especializados de ciertas actividades profesionales.
o Nueva regulación del despido disciplinario y del despido económico, reduciendo su costo y agilizando el procedimiento administrativo y judicial de sus causas.
o Creación de nuevas figuras contractuales intermedias entre los tradicionales contratos indefinidos y temporales.
o Agilizar las normativas que regulan la negociación colectiva y la capacidad de modificación empresarial de las condiciones laborales.
o En la protección por desempleo, separar la función aseguradora ante la contingencia de desempleo de la subvención económica como protección social en casos de necesidad.
o Considerar de forma integrada la prestación por desempleo y la indemnización por la extinción del contrato laboral, ya que ambas tienen una misma finalidad: dotar de recursos económicos al trabajador para que sobrelleve su situación de desempleo.
o Evitar que las prestaciones por desempleo se utilicen como rentas de prejubilación o de ayuda económica a las familias, o para compensar a los trabajadores fijos discontinuos durante su periodo de inactividad o a los acogidos a los expedientes de regulación de empleo por suspensión o reducción de jornada
En el CAPÍTULO V aparece otra propuesta estratégica: «las políticas de empleo deberían proteger a los trabajadores, no a los puestos de trabajo. La posibilidad de disponer de un flujo permanente de ingresos laborales no tiene por qué articularse necesariamente a través de un único y permanente puesto de trabajo». Dicho de otra manera: Se trata de romper por completo la relación de un trabajador concreto con un puesto de trabajo, concreto. Esta relación jurídica entre el trabajador y el empleador, la estabilidad de la relación entre trabajador y puesto de trabajo facilita la protección de la parte más débil, la persona asalariada. Por el contrario, la relación de una persona trabajadora con la empresa, a través de un ente abstracto como es el mercado de empleos que, al ser propiedad privada de los empresarios y tener la forma de todos y cada uno de los puestos de trabajo, carece de forma concreta, dificulta la defensa jurídica de un trabajador ante cambios unilaterales del emp resario en sus condiciones de trabajo. La disolución material de los rasgos de una de las partes contratantes, disuelve también las obligaciones de ésta y sitúa el contrato de trabajo en una asimetría radical: la hegemonía estructural de los derechos del empresario frente a los derechos del trabajador. Esta hegemonía explica que en la doctrina jurídica y política del capitalismo global, los derechos sociales y sindicales de la clase trabajadora aparecen como una función derivada del buen fin de los derechos del capital. Desde esta teoría se despliega el aparato argumental de los expertos «el principal problema del mercado laboral es su rigidez», por lo tanto, es necesario flexibilizarlo.
EL DISCURSO DE LOS «EXPERTOS» NO PUEDE SER NUESTRO DISCURSO.
Necesitamos reconstruir un discurso verdadero en lo tocante al trabajo y a los trabajadores y trabajadoras. Nuestra propuesta es: «el principal problema del mercado del trabajo, es precisamente, esta denominación. Dicho de otra manera: el principal problema de todo el trabajo, el asalariado y el de cuidados es el mercado.
Trabajo y mercado son dos categorías contrapuestas. El trabajo es una actividad humana que produce los bienes y servicios que satisfacen las necesidades de las personas a través de una división social del trabajo y en metabolismo con la naturaleza [3] . Al principio y al final de esta actividad hay necesidades humanas. El mercado es un espacio físico, político y cultural en el que se producen intercambios rentables. Al principio y al final del mercado hay una sustancia abstracta, el dinero, que al entrar en el ciclo económico con la exclusiva finalidad de su propia reproducción ampliada, se llama capital.
Aunque los «alterglobalizadores» no parecen reparar en ello, someter el trabajo humano a la lógica de los intercambios rentables en mercados cada vez más grandes, dominados por enormes acumulaciones de capital que cuentan con un inmenso poder económico y político, ajenos y opacos al control de la sociedad y de las instituciones democráticas, es un acto de barbarie, una superación sin precedentes de las mayores violencias y genocidios de la historia de la humanidad.
Desde la afirmación de partida: «Mercado de Trabajo», solo se puede llegar a conclusiones pervertidas en las que cada solución sirve para aumentar el problema. El sindicalismo y la izquierda están ahí. Por eso, las soluciones que nos ofrecen impulsan la fuerza política del mercado (el capital) y la debilidad política del trabajo (la clase obrera).
El mercado, la economía capitalista, necesitan manejar la producción de escasez para producir riqueza. No sería racional que las cosas elementales que necesita la gente sean abundantes y carezcan de precio, porque entonces la economía y las condiciones de existencia de los que se benefician de ella (los capitalistas y sectores sociales «incluidos» de la globalización),entrarían en crisis. Necesitamos salir del horizonte de las propuestas del enemigo: mercado de trabajo, flexibilidad, productividad, globalización, competitividad, crecimiento económico. Es decir, necesitamos salir de las propuestas de la derecha aunque, desgraciadamente hayan sido asumidas por la izquierda. Sin propuestas, aunque también batallemos, en el día a día desde dentro, no hay salida.
En la negociación colectiva y el diálogo social necesitamos índices que midan la precariedad, la inseguridad, la vulnerabilidad, la muerte, la enfermedad, la humillación, la desigualdad, la mentira, la frustración, el miedo, el desamparo, la angustia, la desesperación y la soledad. No se puede firmar ningún convenio sin un estudio de «impacto social» en el que se mida lo que matan y enferman los principios recogidos en ese convenio, no solo en el resto del mundo, sino también en el propio país, en la propia rama, en la propia empresa y en la propia población.
NOTAS
[1] I Introducción; II El marco normativo de la contratación laboral; III Evolución general y sectorial del mercado de trabajo; IV Respuestas al mandato y V Conclusiones.
[2] De los 15,7 millones de contratos realizados en 2004, solamente el 5,7% ha sido indefinido y de esta cifra, la mitad según el contrato indefinido tipo «b», producto de la reforma del 97, que cuenta con una indemnización menor en caso de despido objetivo improcedente (Boletín de Estadísticas Laborales y elaboración propia).
[3] El Capital. Karl Marx. Capítulo I (Pág. 53). Ed. Siglo XXI. 1994
* Agustín Morán es miembro del CAES