Existe la extendida creencia de que cada vez nos acercamos más a un escenario tipo Un día después de mañana. Los recientes huracanes contribuyen a pintarlo de ese modo. Pero, más allá de visiones catastrofistas, ¿qué se puede esperar en un futuro cercano, digamos, en los próximos años? Y, sobre todo, ¿estamos tomando los pasos […]
Existe la extendida creencia de que cada vez nos acercamos más a un escenario tipo Un día después de mañana. Los recientes huracanes contribuyen a pintarlo de ese modo.
Pero, más allá de visiones catastrofistas, ¿qué se puede esperar en un futuro cercano, digamos, en los próximos años?
Y, sobre todo, ¿estamos tomando los pasos adecuados para prepararnos y enfrentar los desastres que vienen? Los expertos consultados opinan que no.
Hay evidencias de que algo está pasando con el planeta (los glaciares se derriten, el planeta se calentó medio grado más). Pero que haya cada vez más fenómenos no necesariamente tendría que conducir a que haya más desastres, porque éstos necesariamente son provocados por la mano humana
Emily, Stan, Wilma, Beta… Este año, los nombres de los huracanes en el Atlántico y el Caribe agotaron el alfabeto romano y los clasificadores tuvieron que seguir con el griego. Cosa que no ocurría desde hace 60 años.
Pero, «los datos no son lo suficientemente diferentes para decir que ha habido más tormentas o huracanes este año que en otros. Lo que sí podemos decir es que en los últimos 30 años se han duplicado los huracanes de nivel cuatro y cinco en la escala Saffir-Simpson», explica el doctor Carlos Gay, director del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por otro lado, en Zacatecas se declaró «la sequía más intensa en los últimos 40 años… en España se dio la sequía más grande en los últimos 80 años… en 2003 hubo una ola de calor durante el verano europeo que mató a 13 mil franceses».
¿Qué está pasando?
Si bien todavía no se establece un patrón, «el clima no se está comportando como se venía comportando históricamente», explica el doctor Gay.
Y lo que sí podemos esperar es que se siga manteniendo un patrón de huracanes intensos.
¿Estamos preparados para ello?
No, coinciden el director del CCA y el doctor en geografía Jesús Manuel Macías Medrano, investigador, especialista en desastres, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
La mosca detrás de la oreja
Todo mundo tiene «la mosca del cambio climático detrás de la oreja» , dice el director del CCA. «Tratamos de explicarnos por qué suceden las cosas relativamente inusuales, y teniendo esta excusa magnífica del cambio climático, todo se lo tratamos de apuntar a él».
¿Qué hay, pues, de esta mosca?
«Durante los últimos 150 años la temperatura global ha aumentado poco más de medio grado centígrado», explica Gay.
Bueno, uno puede cambiar de temperatura corporal medio grado centígrado de la mañana a la tarde.
¿Y qué?
El detalle es que este medio grado centígrado es el promedio del cambio planetario. O sea, hay lugares en donde se ha incrementado más (hay «regiones cercanas al Polo Norte que se están calentando hasta cuatro grados. ¡Es una barbaridad!») y lugares en los que incluso hay enfriamiento («en Tamaulipas la temperatura ha estado bajando ligeramente»).
Para la República Mexicana detalla el director del CCA de aquí a 2100 se calcula un calentamiento hasta de tres a cuatro grados.
Se prevé que en el norte de nuestro país «habría una tendencia a la desertificación, mientras en el sureste habría más agua», sigue.
La diferencia que pueden hacer unos pocos grados se comprende si lo comparamos con lo ocurrido desde la última glaciación: «De hace poco más de 18 mil años hasta nuestros días, la diferencia de temperatura es de cinco grados».
Y hace 18 mil años, con sólo cinco grados menos, el panorama era otro: se trataba de un paisaje mundial prácticamente siberiano, en el que dominaban las estepas, «con enormes glaciares en Europa», explica Gay.
Y, ahora, ¿cuáles son los cambios ya visibles?
Uno, hasta ahora más anecdótico que científico, es que los agricultores lo detectan por ejemplo en que se adelanta el tiempo de lluvias, sigue el director.
Otro: los glaciares chilenos y peruanos están desapareciendo.
Si bien «una golondrina no hace verano» aclara Gay están desapareciendo los glaciares tanto de Alaska, de los Andes, como de Groenlandia. «Este cúmulo de evidencia nos indica que algo está pasando».
Ahora, ¿qué tiene todo esto que ver con el aumento en el número de huracanes de nivel cuatro y cinco?
Si bien aún no se comprueba una conexión entre estos factores y el aumento en el número de huracanes grandes, lo que sí se puede decir es que «hay un aumento de medio grado de temperatura en los océanos del planeta. Los huracanes necesitan energía para desarrollarse y la energía proviene de los océanos y, en términos laxos, se están volviendo más adhoc para la formación de estos fenómenos». (Uno de los factores para que se vuelvan más adhoc es que estén más calientes, pero no es el único.)
O sea, a pesar de que hay «poderosas razones y principios físicos muy claros que nos indican que esto es como se tendría que comportar el sistema climático en el contexto de un calentamiento debido a las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antropogénico», explica Gay, «todavía no tenemos modelos matemáticos y físicos que alimentemos con estos factores y nos den lo que queremos demostrar».
A pesar de que aún no se tenga un modelo, muchos creen que no basta con quedarse ahí. Por eso, en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cumbre de Río, 1992) se estableció el llamado «principio de precaución». «Aunque no tengamos las cosas atadas, eso no debe ser una justificación para no actuar», sigue el doctor.
El hecho es que el planeta tiene medio grado más de temperatura global. ¿Se trata, entonces, de una tendencia irreversible?
«Hay estudios que dicen que tendríamos que evitar rebasar los dos grados de calentamiento global, porque rebasados los dos grados ya no vamos a saber para dónde va el sistema», explica Gay; entraríamos en lo que los científicos llaman «singularidad».
Otro punto que según los científicos habría que evitar es rebasar las 400 partes por millón en concentraciones de bióxido de carbono.
«Ahorita andamos en casi 380 partes por millón», sigue el director del CCA.
Si se toma en cuenta que aumenta a «una tasa de cerca de dos partes por millón al año», en unos 20 años entraríamos en una fase irreversible.
Así las cosas, aunque no haya un modelo que determine que el cambio climático está relacionado con un posible patrón de más fenómenos como los huracanes de nivel cuatro y cinco, no está de más, explica Gay, que «los gobiernos tomen acciones drásticas en el contexto del cambio climático».
En el marco del Protocolo de Kyoto, por ejemplo, los gobiernos de los países industrializados se proponen reducir 5% las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012.
«Muy poco», opina Gay.
Para empezar porque para el año 2030 (si no es que antes), «las emisiones de los países en vías de desarrollo van a rebasar las emisiones de los países desarrollados», sigue el director del CCA.
Nuestro concepto de bienestar, «los esquemas actuales de organización, de intercambio económico y social en el planeta nos atan a una manera de ser» con el que «vamos directo a los dos grados y a las 400 partes por millón». «Tendríamos que estar pensando en reducciones de emisiones del orden de 60%, no 5%».
La única salida, plantea Gay, es «cambiar los estilos de vida. No podríamos mantener un planeta con mil 300 millones de personas en China que dispendien la misma energía que los estadunidenses. El mundo no aguantaría mil 300 millones de estadunidenses. El planeta tronaría».
«Si no cambiamos nos va a llevar el clima», asegura el doctor Gay.
De fenómeno a desastre
Así las cosas, la única certeza es que el nivel de consumo de energía se vuelve cada vez más insostenible.
Pero no hay certeza de que el enorme consumo de energía influya en un cambio climático. Y tampoco se sabe a ciencia cierta si este posible cambio climático tenga algo que ver con un incremento en el número de fenómenos naturales.
En cambio, lo que sí se sabe es que recientemente estos fenómenos naturales han sido inmensamente destructivos (Katrina, Wilma, Stan), pero esto claramente ha tenido que ver con acciones humanas.
Y es que y esto, según los expertos, es de vital importancia no es lo mismo un fenómeno natural que un desastre.
«Un desastre es esencialmente un fenómeno social, una crisis de la sociedad que puede ser mediado por un fenómeno natural», explica el geógrafo social Jesús Manuel Macías Medrano, del CIESAS.
O sea, un fenómeno natural no necesariamente tiene que devenir en desastre.
Así que parecerían ser dos preguntas distintas: ¿por qué hay más fenómenos naturales?, y, por otro lado, ¿por qué hay más desastres?
Vayamos a la segunda: Para empezar, dice Carlos Gay, «porque hay más recursos, gente y dinero, expuestos a estos fenómenos. El fenómeno natural va a seguir ocurriendo, pero si hay más gente expuesta, va a haber más daño». O sea, «es un problema de planeación, de prevención, de falta de visión de cómo se deben hacer las cosas».
Pero vayamos por partes.
En nuestro país, la instancia gubernamental encargada de la reducción de riesgos y desastres es el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), de la Secretaría de Gobernación, creada después de los terremotos de 1985. Dentro del Sinaproc se encuentra el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), su área técnica.
La bronca, explica el doctor Macías Medrano, es el enfoque con el que fue creado: «La fórmula de la protección civil se creó para responder a ataques del enemigo». (Tiene su origen en la Segunda Guerra Mundial, cuando los países se querían proteger de un ataque nuclear y tenían que idear cómo mover a la población.)
Bajo esta fórmula, «un temblor o un huracán es un enemigo que ataca. (El sistema) no tiene planteamientos conceptuales ni de arreglos de organización adecuados para pensar en términos de prevención», sigue.
O sea, lo que hay es un organismo que «sólo tiene capacidades para responder a una emergencia».
En el Cenapred «básicamente hay ingenieros que estudian fenómenos naturales y problemas de ingeniería civil. El director es un ingeniero instrumentista… No tienen idea de lo que es prevenir desastres».
Macías Medrano, quien ha realizado un extenso trabajo de campo relacionado con la prevención de desastres durante años, es claro: «Después de tratar con los burócratas de Protección Civil, con los directores del Cenapred, te afirmo que no saben qué es prevenir».
En primer lugar, explica, «confunden el desastre con el fenómeno natural. Para ellos un sismo es un desastre», pero un sismo es un fenómeno natural, «un sismo no mata gente, lo que mata es un desastre». Y un desastre es un fenómeno social.
«Si se pensara en estos términos, se pondría como centro a la sociedad y no a las amenazas naturales».
No basta con investigar sobre los fenómenos naturales, se requiere «usar esos conocimientos y aplicarlos eficientemente para la prevención», dice el investigador del CIESAS.
El problema es que en nuestro país ni siquiera hay una investigación adecuada de la meteorología, señala, por su lado, el director del CCA.
«Nuestro desarrollo meteorológico está para llorar», coincide Macías Medrano; en 2000 «resultaba más barato mandar al diablo todo el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y comprarles servicios meteorológicos a una empresa estadunidense».
Actualmente, el SMN consulta información con el Centro Nacional de Huracanes, en Miami, porque no tenemos un centro mexicano.
«No estamos generando conocimiento en el país», explica Gay.
En nuestro país sólo hay unos 14 meteorólogos con posgrado (dos de ellos en el CCA), denuncia el doctor Gay. Y departamentos de física atmosférica y meteorología habrá en unas cinco universidades.
Por su parte, Macías añade: «Lo peor es que no hay plazas disponibles para incorporarlos a la planta académica. Ya que tienen doctorado, terminan de taxistas o en otro país».
Y sí, el director del CCA explica: «El Servicio Meteorológico no puede contratar gente de alto nivel, les recortan los recursos…»
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Ante la falta de una auténtica política de prevención de desastres, varias dependencias se han repartido la labor de la recuperación, como Sedesol, Turismo y Comunicaciones y Transportes.
Por poner un poco afortunado ejemplo, el entonces secretario de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma Barragán, puso en marcha, tras las tremendas lluvias de 1998, el programa Nuevo Milenio para reubicar comunidades en Chiapas.
Y sí, construyeron casas en otros lados, pero las zonas de riesgo no se deshabilitaron.
No sólo eso: las casas mostraron fallas de construcción desde un principio.
Además, Nuevo Milenio enfrentó a las mismas comunidades entre ellas y con los administradores locales.
Macías resume lo ocurrido en Chiapas tras 1998: se rehicieron puentes que ahora se volvieron a caer… «se gastó dinero en la recuperación y ahora está peor la situación. ¿Qué hicieron los gobiernos locales, estatal y federal para prevenir (lo que ahora ocurrió)? Nada».
Macías concede que con la administración de Ernesto Zedillo se habían logrado ciertos avances: la creación de un sistema de alerta contra huracanes y la creación del Fondo Nacional de Desastres (Fonden).
Con el gobierno de Vicente Fox no sólo no hubo ningún avance, sino que el Fonden terminó siendo «un asunto muy burocrático… si hoy sucede una emergencia, a la mejor dentro de un mes declaran emergencia o desastre y no sé cuánto después llega el dinero», sigue el doctor del CIESAS.
Y peor: la Coordinación General de Protección Civil está sumida en una acusación de desvío de casi mil 300 millones de pesos.
El doctor Macías Medrano recién estuvo en Cancún: «Wilma no dejó títere con cabeza… pero de lo que se tenía que volar: se llevó los hoteles con materiales endebles, las construcciones sólidas se quedaron, todas las casitas de techo de lámina se volaron».
Así como ocurrió con el tsunami en el sudeste asiático, en las costas de Quintana Roo, la erosión de los manglares provocó que el oleaje fuese más destructivo y se llevara en esas zonas incluso las edificaciones sólidas.
Por otro lado, los medios informaron que hace unos días la inconformidad de damnificados del huracán Stan se extendió a seis municipios, donde los afectados tomaron carreteras y alcaldías, y pidieron a las autoridades alimento y agua, e información sobre el proceso de reconstrucción de sus viviendas.
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Entonces, ¿cómo prevenir desastres?
«La clave fundamental es alcanzar niveles de desarrollo, como base», señala el doctor Macías Medrano.
Explica: «Tenemos una sociedad con muchas carencias y con una enorme diferenciación social. Y además, gobiernos de derecha. Los fenómenos naturales potencialmente desastrosos ocurren en condiciones en las cuales los más pobres son los más vulnerables».
Un ejemplo: a raíz del terremoto del 85 se aplica una nueva reglamentación de construcción en la ciudad de México. Más allá de que esta reglamentación cumpla con lo que se propone, «más de 80% de la vivienda se construye en la esfera informal».
Como este ejemplo, un sinfín. Otro caso: por más regulaciones que haya, mientras la necesidad lo dicte, los tapachultecos continuarán asentándose en las orillas de ríos.
En segundo lugar, «se requiere producir conocimiento de los distintos tipos de amenazas», sigue el investigador. Como se ilustró más arriba, esto no está ocurriendo.
El doctor Gay, por su parte, propone la creación de «un proyecto de investigación de meteorología».
Y, en tercer lugar, dice Macías, «es necesario tener un organismo que use el conocimiento, que se articule o que asuma funciones de otras dependencias para generar programas de desarrollo social». Un organismo basado en la fórmula del ‘manejo de desastres’, inventada por los estadunidenses durante la Guerra Fría. «Lo sacaron de manos de los militares, el gobierno federal era el regulador».
«La característica esencial de este sistema es que la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) era una organización independiente, con poder de decisión, con presupuesto directo y nivel de gabinete», explica el investigador Macías Medrano.
Tras el 11 de septiembre de 2001, George W. Bush «tronó el sistema federal de manejo de emergencias y creó el sistema federal de respuesta rápida. Le dio en la torre a todo lo avanzado. Desmanteló y burocratizó todo. Lo enfocó a lo terrorista. Ahora (con Katrina) están viendo las consecuencias de no contar con un organismo eficiente».
«Habría que tomar en cuenta las características de ese modelo que resultaron eficientes. Que reúna funciones de otras secretarías es clave», explica Macías.
Por su parte, para el doctor Gay, la prevención tiene varias caras: por un lado, se deberían evitar las posibles causas. Por ejemplo, de las sequías: «Si no detenemos los procesos de cambio de uso de suelo, la deforestación, vamos a contribuir a que haya más pérdida de suelos, más sequedad, más incendios forestales».
En el caso de las inundaciones en Motozintla, este año quedó claro que la deforestación de los cerros que la rodean permitieron que el agua bajara con desmedida fuerza.
Por último, Macías Medrano señala que «la esfera política es determinante»: «si los funcionarios siguen manteniendo la idea de que los cargos públicos son para enriquecerse, cualquier oportunidad se usará para eso; y si se mantienen políticas de derecha se van a seguir favoreciendo a los favorecidos».
Como en el caso de Cancún: «Una cosa es que cuides el turismo, que generes recursos para que no se caiga el empleo, y otra que sea lo único que atiendas y a lo demás no le hagas caso».
En su reciente visita a Cancún, el investigador pudo atestiguar que «los empresarios tienen un exceso de oferta de trabajo; los hoteleros se van a recuperar muy bien, pero los pobres no tienen cómo hacerlo, y menos si están en la antesala de quedarse sin empleo».
«Las zonas pobres y zonas medias no se están atendiendo. Le están metiendo todos los recursos a la zona hotelera. En Cancún ves la basura ahí, acumulada en las orillas».
«En términos de reparación de desastres es importante que se atiendan todos los aspectos, y hay una esfera emocional: si la gente sigue viendo la basura, que siguen despidiendo a la gente, se incrementa el sufrimiento que dejó los destrozos del fenómeno natural».