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Cronopiando

El llanto y los bebés

Fuentes:

(Tomado del libro de Koldo «El Diario de Itxaso)

El que venimos al mundo llorando es, posiblemente, una de las pocas aseveraciones sobre los bebés que se ajustan a la verdad. Tan cierta como las excepciones, que las habría, de no ser por la partera y sus discretos, pero golpes, hasta lograr que el bebé que no lloró a la entrada lo haga a la salida, en la exigencia de un llanto que pruebe su vida.

Oportuno sería que los médicos explicaran porqué, en la demostración del mismo y vital soplo, no nos cuentan chistes o nos hacen cosquillas para que riamos. Obviamente, requiere menos esfuerzo propinarnos las llamadas «palmadas» que ingeniárselas para que demos constancia de estar vivos de otras maneras menos traumáticas.

Los psicólogos, cómplices de las parteras en tan temprana demostración de malos tratos, nunca se han referido a las repercusiones que en los recién nacidos provocan las citadas «palmadas» o a las secuelas que en nuestras vidas puedan dejar esos primeros golpes.

Y no van a ser los únicos recibidos.

La excusa de que «saquemos los gases», de que eructemos después de las exclusivas ingestas de leche a que se nos somete, va a servir de coartada, también, a los golpes que nos propinen nuestros padres en la espalda o el estómago y que, al igual que los médicos, se justificarán en nuestro beneficio. Frecuentemente, las abuelas de las víctimas son las encargadas de adiestrar a los padres en las citadas golpizas que, por la sutileza con que se propinan ni siquiera dejan huellas, dificultando su posible denuncia en los juzgados.

De ahí que, a nadie deba extrañar luego de semejantes experiencias, que llorar se convierta no sólo en nuestra primera manifestación de vida sino también en la actividad que más y mejor vamos a ejercer, al menos, en los primeros meses de nuestra existencia.

Al llanto inicial como respuesta a las «palmadas» recibidas en hospitales y hogares, llanto común y semejante al de cualquier adulto cuando es sometido a malos tratos, sigue otra clase de llanto que tiene en la necesidad de comunicar su razón de ser.

Lloramos para reclamar atención, afecto, cuidados, comida, todo aquello que nos es vital y que no siempre recibimos ni en el tiempo ni en la forma debida. Llorar es nuestro primer lenguaje, nuestra forma de hablar, nuestra personal y casi única manera de comunicarnos con el mundo.

Dependiendo de la necesidad, el llanto va a desarrollarse de manera gradual, expresándose de menos a más en función de la respuesta que provoque, y va a estar acompañado de otras manifestaciones, gestos y ademanes que tienen por objeto esclarecer

el mensaje a emitir por el bebé.

CUADRO 4:Fases del llanto

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Aunque hay excepciones porque cada bebé es único y, en consecuencia, irrepetible, podemos hablar de tres fases comunes a la mayoría de los recién nacidos que deben tenerse en cuenta.

-Primera Fase o Fase del Balbuceo: Fase caracterizada por breves y discretos balbuceos. Regularmente aparecen acompañados de mohínes de desagrado, los conocidos como «pucheros», hondos suspiros y gemidos ocasionales. Cuando el llanto se debe a carencias alimenticias es frecuente, en esta fase, la exhibición de la lengua y un aumento considerable de la salivación con amplia profusión de las populares babas.

Es una fase de advertencia.

-Segunda Fase o Fase del Grito: Ante la falta de respuestas satisfactorias, el bebé aumenta el tono e intensidad de su queja prorrumpiendo en llantos entrecortados y lastimeros que movilicen su entorno. En esta fase, es común el movimiento intermitente de brazos y piernas en reclamo de atención. Suele aparecer a los diez minutos, aproximadamente, de haberse iniciado el llanto y oscila entre el clamoreo y el vocerío que caracteriza sus últimas expresiones.

Es una fase de amenaza.

-Tercera Fase o Fase del Berreo: También llamado berrinche, el berreo tiene lugar inmediatamente concluye el vocerío, caso de no haber sido atendida la demanda del bebé. El llanto, permanente, se vuelve bulloso, estridente, insoportable hasta para nosotros mismos.

Es una fase de consumación de advertencias y amenazas.

Cómo distinguir los llantos

La mayoría de nuestros llantos se deben a las razones que he venido citando: sensación de hambre, hambre, mucha hambre, muchísima hambre, hambre absoluta…También por ese beso, por ese abrazo, tan imprescindibles como el alimento, sobre todo, si acabas de comer; porque a nadie le agrada, pongamos que, tener ganas de cagar y no encontrar el sitio donde hacerlo debido a que tu pañal ya no da abasto; y por otras causas que hemos visto y que ustedes no ignoran.

Todos estos llantos tienen en común las tres fases citadas.

A veces, sin embargo, la razón del llanto puede ser una dolencia física: un dolor de estómago, una otitis, un padre pirómano que por no quitarse el cigarrillo de la boca te pega la brasa a la cabeza, o una madre «distraída» que te sirve el biberón hirviendo para que te escaldes la boca, la garganta, el esófago… En estos casos, no hay segunda fase. El llanto pasa del cero al infinito en una décima de segundo, exactamente lo que tardamos en contraer el rostro, cerrar los ojos y abrir la boca con toda la generosidad posible.

Los otros llantos, incluso los fingidos, se suceden de manera gradual, no así en este caso, en el que el llanto surge de inmediato, sin escalas. No hay balbuceos ni gemidos entrecortados. Sólo el grito en su más desgarrador ejemplo.

Así que, y este es un gratuito consejo para los padres a los que la curiosidad haya llevado a leer este diario, si su bebé, de improviso, comienza a berrear hasta quedarse sin voz, es porque le pasa algo.

Tópicos paternos sobre el llanto

Corrientemente, vamos a oír comentar a muchos padres, con los que voy a evitar los adjetivos, que «los bebés lloramos por… llorar». Otros, aún van más lejos y señalan que «los bebés lloramos por… joder». Y en este punto me parece obligado establecer la diferencia entre llorar y joder porque no sólo la hay sino que, además, ofende.

Llorar por llorar, en todo caso, descubre una adicción al llanto, un gusto del bebé en llorar. Por razones que bueno sería analizar y que yo no voy a hacer, el bebé que llora encuentra en su propio llanto un motivo de satisfacción tan placentero que, desde que se acuerda, sin que venga a cuento, llora, con la misma naturalidad con que los adultos silbamos o tosemos. El bebé que llora por llorar no llora contra nadie, llora para sí mismo. Llorar es lo que importa, lo prioritario, como pone de manifiesto el poeta argentino Oliverio Giraldo en el extraordinario poema que se recoge en el cuadro 5.

Llorar por llorar es, por tanto, una propuesta orgánica.

Llorar por joder implica, sin embargo, una maquinación. «Joder» es una propuesta mental y deliberada, que tiene su asiento en la voluntad del bebé. Para quien llora por joder, el llanto es secundario, lo prioritario es joder.

Y no voy a detenerme en más consideraciones, ni voy a referirme a la evidente proyección que hacen los padres sobre los bebés al reprochar en éstos sus propias asechanzas e intrigas, porque, en cualquiera de los dos casos, lloremos por llorar o por joder, ambos juicios son falsos e interesados.

Excepto raros casos, detrás de cada llanto siempre hay un porqué. Pueden ser cualquiera de los que ya hemos visto o esos en los que nunca reparan los padres: un maldito botón del pijama que se nos incrusta en los riñones, una bellísima chaquetita de lana cuyas hilachas no podemos sacárnoslas de la boca, el último discurso de Rajoy, otro bombardeo de Unidos en Iraq, puede ser, incluso, un llanto preventivo, pero siempre va a haber un motivo, una razón que explique el llanto.

El que los padres no sean capaces de descubrirlo, no sepan verlo, no anula la razón del llanto, por más que sea más fácil, antes de reconocer la propia ignorancia, suponerle al bebé hasta la capacidad de maquinar. «No están maduras, dijo la zorra». Lo que no sé, no existe, dicen los padres.

Otro de los argumentos más socorridos de los padres cuando no saben como responder al justo reclamo del llanto de un hijo es razonar:»Ya se le pasará…no es bueno que se malacostumbre».

Se refieren los padres a la «malacostumbre» de los bebés de demandar más atención, más afecto, más cuidados, cuando no los reciben. Y son los padres, designados por ellos mismos, los que van a establecer cuál es la medida de la buena costumbre, hasta dónde se debe complacer el reivindicativo llanto, durante qué tiempo, de qué manera. Pocas veces le suponen al bebé otro derecho que no sea llorar y, en cualquier caso, para desconocerlo.

A ellos no les importa que nos malacostumbremos a la infame programación televisiva de la que viven cautivos; no les preocupa que, ya para los tres meses de vida, estemos pendientes del cáncer de la famosa tonadillera, de la posible boda de la única princesa soltera que queda en Europa; o de la mala racha de la Real Sociedad. Tampoco les importa que nos malacostumbremos a todas sus cotidianas miserias.

Su preocupación siempre va a correr paralela al esfuerzo que se les demande con el agravante de que la cantidad de esfuerzo, también la determinan ellos.

Si queremos seguir un poco más en sus brazos… «no hay que malacostumbrarlos».

Si no queremos acostarnos, todavía… «no hay que malacostumbrarlos»

Si, ese día, queremos dormir con ellos, en su cama, sólo por la proximidad a nuestra ración nocturna de leche… «no hay que malacostumbrarlos».

Si despertamos y queremos que se nos cambie… «no hay que malacostumbrarlos».

Todos los días la misma insoportable letanía para justificar que se haga siempre su voluntad. A todas horas la misma excusa para que a nadie quepan dudas sobre la identidad de los que mandan.

Y, además, el cínico tufillo didáctico que añada al pretexto una cierta cobertura pedagógica. Al fin y al cabo, es por nuestra buena educación, por nuestro bien, que «no hay que malacostumbrarnos».

COMO LLORAR, CUANDO HACERLO Y CONTRA QUIEN

Suerte que no todos los padres son tan intransigentes e intolerantes como quienes nos han servido de referencia en anteriores ejemplos. Frente a los demás padres, al igual que ante otros familiares, saber cuándo y en qué tono debemos llorar, puede ser la diferencia que separe el éxito del fracaso.

Cuando, además de llorar, «aprendemos» a llorar, es que los padres encuentran motivos para preocuparse.

En este punto, y sólo en atención al personal compromiso que asumo al redactar estas notas en relación a la veracidad de las mismas, me siento en la obligación de revelar algunos aspectos muy poco conocidos en los llantos de los bebés. Tal vez no sea lo más prudente y, al igual que los magos guardan escrupuloso y profesional silencio sobre la forma en que efectúan sus trucos, yo tampoco debiera esclarecer en este diario los secretos y artes de nuestros llantos pero, repito, sólo por respeto a la verdad y a ustedes, lo voy a hacer.

Existen unas reglas básicas que todo bebé debe seguir para que su llanto sea efectivo y que voy a compartir con ustedes.

-Primera regla: Antes de todo, incluso, antes de llorar, lo primero que debemos hacer los bebés es estudiar la personalidad de los padres y familiares más allegados, como abuelos y tíos. Sólo así estaremos en capacidad de explotar sus debilidades y hacer nuestra voluntad.

Aquellos familiares cuyas visitas son menos frecuentes, a los que apenas vemos, son más susceptibles de ser manipulados. En general, nuestros llantos son más efectivos con quienes nos visitan sólo esporádicamente que con aquellos que pasan por la casa de manera regular.

Son más vulnerables a nuestros llantos los familiares que no tienen hijos que aquellos que sí los tienen, como es más fácil conmover a aquellos parientes cuyos hijos ya son adultos que a quienes tienen bebés.

-Segunda regla: Bajo ningún concepto debemos renunciar a los logros obtenidos. Una vez, en virtud del llanto, hemos sentado un precedente, debemos mantenerlo y conferirle rango de ley. Si un día, después de haber desplegado todas las artes del berrinche, conseguimos que se nos bañe antes de cenar, por ejemplo, de ninguna manera deberemos aceptar que, al día siguiente, el baño se posponga para mejor ocasión. Tan importante como el logro de una reivindicación es mantener su conquista.

Si el recurso del llanto nos ha servido para suprimir la coliflor o la berza de nuestra dieta el lunes, no es admisible que el martes terminemos aceptando semejante propuesta alimenticia. Todo el llanto derramado el día anterior no habrá servido de nada si permitimos que vuelva a imponerse la citada verdura.

-Tercera regla: No siempre, por más desgarrador que el llanto sea, es acompañado por el éxito. Con dolorosa frecuencia podemos encontrarnos con más resistencia de la esperada, especialmente, en el caso de la madre. Para cuando las lágrimas no son suficientes, conviene saber que el llanto no es la única herramienta que podemos manejar. Unas buenas arcadas, un nauseabundo vómito, pueden resultar más efectivos que el llanto, incluso, en su versión histérica y, sobre todo, menos agotadores.

-Cuarta regla: La fatiga en los padres, así como sus eventuales diferencias, siempre van a jugar a nuestro favor. Debemos explotar sus debilidades en nuestro beneficio, calibrando en cada momento con quien debemos mostrarnos más intransigentes y llorosos y con quien más complaciente.

-Quinta regla: Conviene que nuestro llanto o el tipo de queja que implementemos no sea demasiado clara, demasiado evidente en sus propósitos. De ninguna manera es bueno que seamos nosotros, los bebés, quienes expongamos la naturaleza del problema y su posible solución. Para el ego de nuestros padres y el éxito de nuestra empresa, es bueno que sean ellos, por sí mismos, los que arriben a las conclusiones debidas y den, por consiguiente, con las respuestas que demandamos. Si el problema es el hambre, por ejemplo, no es prudente que se lo hagamos saber de manera taxativa. Es preferible, en este sentido, manejarnos en el terreno de la insinuación, por supuesto llorosa, y esperar que sean ellos los que lleguen a las conclusiones correctas.

Creer que nos interpretan debidamente, no por lo que los bebés podamos expresar sino por lo que ellos sean capaces de deducir, es la garantía de un seguro triunfo.

-Sexta regla: A veces, también es conveniente saber perder una batalla si ésta nos abre las puertas de la victoria en la guerra. Por ello es importante que, ocasionalmente, establezcamos llorosas escaramuzas por asuntos nimios, de ningún interés para nosotros, de manera que puedan los padres imponer sus criterios y reafirmar su liderazgo.

-Séptima regla: La elección del momento adecuado es clave para el buen desenvolvimiento de nuestro llanto. Cualquier reivindicación que vayamos a hacer cinco minutos antes del inicio del partido de fútbol por televisión, por ejemplo, será satisfecha de inmediato, y el mismo resultado obtendríamos de tratarse del capítulo de la telenovela.

-Octava regla: Son muy peligrosos los momentos en que ellos están muy eufóricos o deprimidos, porque por exceso o por defecto, en esas circunstancias suelen mostrarse poco tolerantes a nuestras lacrimógenas demandas. Si están, por ejemplo, lanzándose reproches a la cabeza y compitiendo en ver quien grita más, no es prudente, por nuestra parte, tomar iniciativas llorosas. Conviene, mejor, permanecer en calma, como si no estuviéramos siendo testigos de sus vergüenzas.

CLASES DE LLANTO

1.- Llanto de Ablandamiento: También llamado de Persuasión, se caracteriza por un permanente lloriqueo de baja intensidad, sumamente monótono, acompañado de quejidos ocasionales, cuyo propósito es ir minando la resistencia de los padres antes de desencadenar la ofensiva final.

2.-Llanto Guerrillero: Llanto de breve exposición que se reitera, esporádicamente, alternando sus lacrimógenas manifestaciones con otras más comunes, incluso, alegres. Durante uno o dos minutos el bebé se agita, grita, berrea, llevando la inquietud a su alrededor y creando la natural alarma. Esa será la ocasión elegida por el bebé para, bruscamente, interrumpir el llanto y prodigarse en sonrisas y en entrañables gagueos que, minutos más tarde, cuando ya la calma en el hogar se haya restablecido, volverán a dar paso a nuevos gritos y berreos.

Conviene que los accesos de llanto se dispersen por toda la casa. Si el primero tuvo lugar en el baño, oportuno es que el segundo se ejecute en la cocina, y el tercero en el pasillo…

De esta manera se acentúa el desgaste psíquico de unos padres a los que se fuerza a un vía crucis por la casa, siempre detrás de los llantos.

El llanto guerrillero no es continuo ni busca el enfrentamiento directo. Su propósito es alterar, sacar de quicio a los padres, sea para minar su resistencia de cara a futuras contiendas, sea como preludio de un ataque de llanto inmediato y definitivo.

3.-Llanto Compungido: Llanto sumamente eficaz que algunos bebés somos capaces de elevar a la categoría de arte. Prácticamente, carece de sonido, limitándose éste a enternecedores gemidos intermitentes, acompañados de dramáticas muecas de singular tristeza. La gestualidad en esta clase de llanto, a la que mucho ayudan los ojos de «cordero degollado»(*) tiene más importancia que el llanto mismo. Los llamados «pucheros» son una de sus expresiones más usuales.

4.-Llanto Preventivo o de rutina: Llanto breve y de baja intensidad cuya característica principal es que siempre se emite a altas horas de la madrugada, cuando ya todos en la casa duermen y que sólo busca perturbar el sueño de los padres, llevar la zozobra, la intranquilidad a su descanso, de manera que ni siquiera dormidos lleguen a olvidar que al lado de la cama, en su cuna, o en la habitación próxima, hay alguien más.

Esta clase de llanto no persigue un objetivo próximo ni la resolución inmediata de una demanda insatisfecha. Su razón de ser es exclusivamente intimidatoria.

5.-Llanto de Desestimación: Llanto ocasional cuyo objetivo es evitar el conformismo paterno, el que los padres crean que las iniciativas que tienen con sus bebés van por buen camino. Suelen producirse, precisamente, inmediatamente los padres hayan tenido una buena idea para pasar la tarde, o encontrado tiempo para un fin de semana en la playa o en el campo.

El llanto de desmotivación se da, generalmente, los domingos y festivos, a la vuelta de los paseos, al salir de las heladerías o al terminar la película. Así no haya razón alguna, el bebé llora para que los padres no incurran en el error de pretender que, con su festiva iniciativa dominical, ya han satisfecho sus compromisos y no están obligados a nuevos esfuerzos.

6.- Llanto de Desprestigio: Esta clase de llanto, que se efectúa siempre delante de testigos y en espacios públicos, sea la calle, un supermercado o una cafetería, busca poner en evidencia a los padres de manera que el llanto cuestione su presunta capacidad y experiencia, cuando no insinuar, incluso, la posibilidad de malos tratos.

Ante el súbito e inconsolable llanto del bebé que, no por casualidad, ocurre siempre frente a vecinos y parientes, los padres, avergonzados, improvisan, una tras otra, todas sus posibles artes disuasorias sin que ninguna resulte efectiva, padeciendo el lógico y público descrédito.

Llama la atención en esta clase de llantos que, de haber más de un bebé en el área, los demás aprovecharán el llanto del primero para exhibir sus más angelicales gracias y saberes, PARA mayor bochorno de los padres del llorón.

7.-Llanto Kamikaze: El más común y popular de los llantos. Carece de cualquier sutileza o discreción y se caracteriza, sobre todo, por su exposición abrupta, explosiva y directa. A diferencia de otros llantos, el Kamikaze tiene por objeto la reivindicación de una exigencia urgente que debe ser atendida en términos inmediatos, sin derecho a apelación ni demora. Se acompaña de otros muchos recursos que refuercen la demanda del llanto, como pataleos, vómitos y abundante lagrimeo.

Aunque registra un alto porcentaje de efectividad, sin embargo, el inusual despliegue de energía que necesita su ejecución hace que, en ocasiones, provoque tal desgaste en el llorón que termine por dormirlo.

(*) Les confieso que no sé como es que ponen los ojos los corderos instantes antes de ser degollados porque nunca, a Dios gracias, he asistido a semejante espectáculo, pero por lo que he oído el símil se presta.