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En primera instancia

Carlos Fuentes y El Cultural

Fuentes: El Cultural

Con el título En primera Instancia el escritor Rafael Reig lleva a cabo juicios literarios en los que la ironía le permite ejercer una crítica literaria argumentada y no cobarde, cosa que no había sucedido en los grandes medios de comunicación españoles desde la depuración del crítico Ignacio Echevarría.

Sala 2ª de lo mediático

Han sido vistas las diligencias seguidas contra D. Carlos Fuentes y El Cultural y ha sido probado y así se declara como:

HECHOS PROBADOS:

-PRIMERO: Que la revista El Cultural difundió en su portada lo que ellos mismos llamaron «los coros raperos» del último libro de D. Carlos.

-SEGUNDO: Que, no contentos con la portada, en El Cultural dedicaron cuatro páginas completas a D. Carlos, que afirma no sentirse «portavoz de la sociedad», ya que «hoy todo el mundo tiene voz en América Latina»[sic]. Que D. Carlos, sólo dos días después, declaró en otra entrevista: «Todas las historias que voy contando están rodeadas por un coro, que es la voz de los que no tienen voz. He querido darle una voz muy poderosa a esa voz de la miseria (…) de la gran mayoría de los mexicanos».

-TERCERO: Que dichos «coros raperos» resultan ser unos patéticos versículos redactados en un lenguaje que se pretende juvenil y coloquial. Otrosí: que D. Carlos se fotografía veraneando en mansiones de Mallorca y ahora hasta canta rancheras en público. Ítem plus: que al parecer D. Carlos veranea con calcetines translúcidos y zapatos brillantes.

-CUARTO: Que el libro comienza con la desconcertante frase: «Para él, guiñar un ojo -uno sólo- es una forma de cortesía». Otrosí: que el libro acaba con algo que D. Carlos llama «Corocodaconrad», compuesto únicamente de las palabras: «la violencia, la violencia». Que, en prueba pericial, semejante «homenaje a Conrad» ha sido calificado de «propio de repetidor de bachillerato». Ítem más: que D. Carlos habla de la «violencia latente» y la «violencia subyacente» en México.

FUNDAMENTOS DE DERECHO:

Los hechos probados son constitutivos de los delitos de negligencia criminal, destrucción de imagen pública y pedantería insufrible. D. Carlos escribió un libro titulado Todas las familias felices, un conjunto de historias que, según los peritos, «no desmerece del resto de su obra» [sic]. Sin embargo, guiado por el afán de parecer juvenil y atrevido, les añadió los infames y prescindibles «coros raperos». Igual podía, con parecido efecto y menor daño para sí mismo, haberse hecho una coleta, haberse vestido de punk o de mariachi o haberse presentado con un piercing en la mejilla. El Cultural, en lugar de callar la existencia de semejantes necedades, como debería haber hecho por piedad, decidió darle la máxima difusión, con la maliciosa voluntad de ridiculizar a D. Carlos y produciendo con ello una lesión irreparable a su imagen pública.

Por su parte, D. Carlos ha llegado en su temeraria imprudencia a hablar de «violencia latente» en México, lo que equivale a acusar de prostitución «encubierta» a un club de la carretera de Valencia. Así mismo ha llegado a precisar que un personaje guiñaba un solo ojo, como si fuera posible guiñar los dos a la vez, y así sucesivamente hasta culminar con el citado «Corocodaconrad» que avergonzaría a cualquier escolar por su pedantería, vacuidad y facilidad. En su furor mediático, D. Carlos ha incurrido en negligencia delictiva y se ha dejado fotografiar como si fuera Catherine Z. Jones o Claudia Schiffer, al tiempo que pretendía «dar voz a la miseria» y realizaba declaraciones incongruentes.

Se aprecia la atenuante de afán de notoriedad en la conducta de D. Carlos, en atención al caso que le hacen los suplementos. En la maliciosa actuación de El Cultural, en cambio, concurre la circunstancia agravante de ensañamiento, toda vez que realizaron males innecesarios para la ejecución de su crimen, con el ánimo de aumentar el sufrimiento de su víctima. No les bastó con publicar los coros: además tuvieron que preguntarle si sabía algo de rap o música moderna (y D. Carlos tuvo que confesar que no tenía ni la más remota idea).

ACUERDO

Que debo condenar y condeno a D. Carlos, como autor de delitos de negligencia atolondrada y pedantería intolerable, a la pena de pasar el próximo verano, en lugar de una mansión de Mallorca, en Benidorm, en un viaje del Inserso, con su chándal reglamentario, gafas bifocales, botella de agua y bolsa riñonera.

Que debo condenar y condeno a El Cultural, como autor de un delito de destrucción de imagen pública, a la pena de publicar una extensa crítica de Ricardo Senabre sobre el fondo de armario de Jaime de Marichalar, con la accesoria de ilustrarlo con fotos de Ouka Lele.

Contra esta resolución cabe interponer recurso de apelación en el plazo de siete días ante el juzgado digital de segunda instancia: www.elcultural.es

Así lo pronuncio, mando y firmo.