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Entrevista al poeta valenciano Enrique Falcón

«Valencia es uno de los lugares donde mejor puede encontrarse una poesía socialmente comprometida»

Fuentes: Xarxa

  Enrique Falcón (Valencia, 1968) vive en el Barrio del Cristo, un «barrio de acción preferente» de la periferia obrera a 8 kilómetros de la ciudad de Valencia. Además de su activo compromiso a pie de calle con el movimiento vecinal y con diversas organizaciones sociales de base, está considerado como uno de los escritores […]

 

Enrique FalcónEnrique Falcón (Valencia, 1968) vive en el Barrio del Cristo, un «barrio de acción preferente» de la periferia obrera a 8 kilómetros de la ciudad de Valencia. Además de su activo compromiso a pie de calle con el movimiento vecinal y con diversas organizaciones sociales de base, está considerado como uno de los escritores más significativos del actual panorama poético en España. Autor de libros como «La marcha de 150.000.000», «Autt», «Amonal» y «El amor y la ira», su obra a menudo ha sido relacionada con un tipo de poesía estéticamente renovadora y políticamente comprometida. Hablamos con él, en su casa del Barrio, acerca del actual momento literario en Valencia.

A.M.: Tras varios poemarios ya editados, acabas de publicar un nuevo libro («El amor, la ira») en el que reflexionas –creo que de una manera contundente y polémica– sobre las posibilidades de escribir poesía política en la España de hoy. ¿Cómo valoras la existencia de esta poesía «de corte social» en Valencia?

E.F.: Bueno, en realidad toda poesía es «social», en la medida en que es imposible no ubicarse, desde la literatura, en el contexto sociopolítico y cultural desde el que se escribe. Uno no puede obviar (ni siquiera cuando escribe poesía) que, en la Valencia de la «Copa América» y de la violencia inmobiliaria, una de cada cuatro personas vive por debajo del umbral de la pobreza. Ahora bien, si me preguntas específicamente por la suerte actual de un tipo concreto de poesía, ideológicamente más comprometido con nuestro tiempo desde claves liberadoras o insurgentes, he de decirte que Valencia es –en efecto– uno de los polos geográficos donde mejor puede detectarse esta voluntad de escribir una poesía crítica de signo insurreccional, una poesía socialmente más comprometida.

A.M.: ¿Y de qué escritores valencianos estaríamos entonces hablando?

E.F.: Habremos de acostumbrarnos a ser más cautelosos con esto de los escritores «valencianos». En un nuevo contexto de globalización como el que vivimos, he de reconocer que –por ejemplo– uno de los mejores poetas que ha escrito su obra en territorio «valenciano» no era ni siquiera español ni escribía en castellano o valenciano: Modou Kara Faye, un joven escritor senegalés, escribió toda su poesía en Alicante, y en lengua francesa. Tras tener que emigrar a nuestra tierra por razones económicas y políticas, el cáncer se lo llevó hace dos años (contaba con sólo 18 años de edad) y dejó tras de sí una de las obras poéticas más impresionantes que se han escrito en tierras valencianas. Luego, sí, hay un buen grupo de escritores «valencianos» que también están escribiendo y publicando una excelente poesía de corte rebelde.

A.M. : ¿En ambas lenguas?

E.F.: Sí, en ambas lenguas, aunque personalmente detecto que es en castellano desde donde se están escribiendo de manera más radical libros de poesía ideológicamente más rupturistas y socialmente más comprometidos.

A.M.: Danos nombres y pistas…

E.F.: En valenciano, ahí tienes por ejemplo la obra de Marc Granell, un conocido poeta de amplios registros, entre los cuales destaca una actitud de resistencia, de recuperación de la memoria histórica y de esperanza más que encomiable. Recomendaría al lector que se asomara a algunos de sus poemas más recientes –por fin ya publicados– como «Els desapareguts», «Fossa oberta», «El gall» o «Suite africana». Junto a la obra de Granell, tienes también la de Lluís Roda, o la de un joven escritor como Eduard Marco. Y, a medio camino entre el castellano y el valenciano, dos nombres más: los de Antonio Martínez Ferrer y Vicent Camps. El primero acaba de publicar una trilogía de libros sobre si es posible resistir con dignidad en un mundo injusto (el libro se titula «El soroll del pati»), sobre la guerra de Irak («Corre, corre, xiquet d’arena») y sobre la opresión ejercida contra las mujeres («Angoixa»). Vicent Camps, por su parte, es autor de un poemario bilingüe en el que, bajo el título de «Taller», recoge su experiencia en la empresa metalúrgica en la que trabajó durante casi veinte años.

A.M.: Los poetas valencianos que se adscribirían a este tipo de poesía «más comprometida» parecen ser más usuales en lengua castellana, ¿verdad?

E.F.: Bueno, esto habría que matizarlo mucho, porque en Valencia hay poetas que escriben, en castellano, un tipo de poesía emocionalmente plana, estéticamente coja e ideológicamente muy conservadora. Pero, sí, es cierto lo que dices: destaca en Valencia una fuerte presencia de poetas más transgresores que están intentando escribir una literatura que, a mi juicio, está más acorde con la altura del temblor de nuestro tiempo, en fuerte complicidad con otros autores del resto del Estado español como Antonio Orihuela, Jorge Riechmann, David Eloy Rodríguez, David González, Daniel Bellón o Isabel Pérez Montalbán. Entre los valencianos, así, yo te destacaría la obra de Virgilio Tortosa, Antonio Méndez Rubio, Mª José Pastor, Julia López de Briñas, Begoña Pozo, José Luis Ángeles, Uberto Stabile o Carlos Durá. En Valencia, además, están localizados el consejo de redacción de «Lunas rojas» (una revista literaria ideológicamente muy comprometida que se distribuye por toda España y Latinoamérica) y el núcleo dinamizador del MLRS (una plataforma en red presente en toda la Península). Añade a esto la constancia del programa radiofónico que, desde Radio Klara, el poeta José Montoro lleva dedicando a la poesía desde hace más de 20 años, o los espacios para el recital poético que en Benimaclet está generando Guillermo Cano, y tendrás un buena radiografía de lo que está pasando en nuestra ciudad. Además, habría que recomendar la lectura de la obra de algunos poetas procedentes del Cono Sur y que ya han echado raíces en nuestra tierra: Pedro Montealegre (que anda por Manises) y Arturo Borra y Laura Giordani (que andan por Alzira).

A.M.: En tu ultimo libro, tú mismo has escrito: «Mirar de frente a la desesperanza y no bajar los ojos. Por eso escribimos»… En este panorama de la poesía comprometida de Valencia, ¿qué lugar ocuparía tu propia obra, de la que ya se han publicado varios libros?

E.F.: El espacio concreto que ocupa mi poesía procura responder a esta triple pregunta, que también como ciudadano me hago constantamente: si es posible la esperanza en un mundo repleto de víctimas; si tienen un futuro nuestros muertos (y si es factible llamarlos «nuestros» muertos); y si cabe entre nosotros (moradores de una vida cómplice con el sistema que los produce) la posibilidad de una vida plena y resistente que podamos, finalmente, celebrar.

A.M.: ¿Nos leerías un poema tuyo, con el que poder finalizar esta entrevista y poder conocer más de cerca tu obra literaria?

E.F.: Cómo no… Es un poema incluido en mi libro «Amonal y otros poemas» (Ediciones Idea, 2005) y está escrito en el Barrio del Cristo, donde yo vivo, la noche del 13 de marzo de 2004, a la vuelta de las manifestaciones ciudadanas frente a las sedes del Partido Popular, cuando el llanto, el duelo y la rabia ya se nos daban de la mano tras el terrible atentado del 11-M y durante esta indecente guerra de ocupación que el imperialismo ha dejado, en Irak, todavía abierta:

«Vientres de Madrid y de Bagdad»

Sólo entonces
os he visto.

En la nuca partida del suelo iraquí.
Y en la sangre bramando por la grava de Atocha.

Y en el Pozo:
izando sus calambres tras una siembra triste,
los ombligos de los hombres
abiertos y a cuchilla por los perros del Amo.

Yo cuido de los vientres de las novias perdidas
-los hombros de los niños se han quedado sin hora;
cuido de las oraciones cansadas de la tierra
y del largo cabello de todos nuestros muertos.

Soy el pueblo sin puñal y tres veces devastado,
el silbo de una cuenta enmudecida.
Yo cuido de las flores y los peines:
soy un hombre en la altura de todas vuestras muecas.

Y escarbo en las costillas de la bestia
besando lo imposible que habla en vuestra sangre:
soy el hombre que cuelga de un ombligo,
la cólera enterrada en los pozos del mundo.

Y os digo:

que la lumbre tronará por los espejos
que un caballo volteará por vuestra boca
que siempre las heridas
de todos estos hijos
saldrán casi estallando por un fundado cielo.

Sólo entonces
os he visto,
a los unos y a los otros, sangre terca unida ahora.

Desde entonces sea el hombre:

yo bramo en vuestro propio
cordón umbilical.

NOTA FINAL: En sucesivos números de «Xarxa», Enrique Falcón irá presentando, poco a poco y uno a uno, a estos poetas que, desde Valencia y desde otros lugares de España, están escribiendo esta «nueva poesía social», con un poema de cada uno.