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El escritor maldito de Colombia

Fernando Vallejo

Fuentes: APM

La mayor parte de sus novelas tienen por escenario Colombia y la recurrencia se instala en la homosexualidad, la adolescencia, las drogas y la muerte. Muchos lo califican de controversial, nihilista y relator de la devastación.

«Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todavía el lector de pensamientos», así se descarna Fernando Vallejo al hablar sobre la violencia, las crisis familiares y sexuales, la iglesia católica como mal.

Es que Vallejo se encarna en sus deshace y consume en su obras. Con una prosa ágil y coloquial, una descripción de mundos dislocados y controvertidos, atrapa al lector y lo sumerge en las atmósferas colombianas.

Fernando Vallejo nació el 24 de octubre de 1942, en Medellín, Colombia. Hijo legítimo del ex senador, ministro de desarrollo, miembro de la constituyente de Colombia, presidente del Directorio Conservador de Antioquia, secretario de gobierno, director del periódico El Poder, Aníbal Vallejo Álvarez.

Aficionado a la música, fue pianista. Cursó la carrera de Filosofía y Letras; pero se graduó en Biología, y luego estudió cine en Italia. Su primer libro fue «Logoi», una gramática del lenguaje literario. Le siguió «Barba Jacob, el mensajero», una biografía del poeta, resultado de años de pesquisas y conversaciones en todos los países de América, donde vivió Barba.

No obstante, la mayor parte de su obra literaria consiste en la autobiografía. En «El río del tiempo» -compuesta por cinco entregas escritas contra las convenciones, las morales y las normas- se rompen los estrechos esquemas de los géneros literarios. Y autobiografía y novela, memorias y diario, confluyen con presente y pasado, realidad y alucinación.

«Los días azules», es la primera parte de esa autobiografía. Allí deja ver varios episodios de su niñez en la finca de sus abuelos y el tradicional barrio de Boston de Medellín. Retazos mezclados con ácidos comentarios sobre el país, la familia y el destino.

En «El fuego secreto», se mete en la rebelión adolescente de un joven homosexual que descubre el amor, la marihuana y la violencia en los cafés y las calles de Medellín y Bogotá. La entrega siguiente, «Los caminos a Roma», es un enfoque en los campos y ciudades de Colombia, para luego ampliarlo al ámbito del mundo.

Después viene «Años de Indulgencia», que se sitúa en Nueva York y el infierno. Las dos últimas obras que cierran esta serie y se publican a comienzos de la década del ’90, son «El mensajero» y «Entre fantasmas», ésta última comprende sus años en México desde 1971.

La poesía en prosa de Vallejos le sirve para llenar el tiempo vacío, ayudar a olvidar, y molestar a los hipócritas. «Porque me he hecho la ilusión de que lo que yo paso al papel lo borro de la memoria… Yo me siento como Lot huyendo de Sodoma y Gomorra y con la prohibición de Dios de no volver la vista atrás. Nunca leo lo que escribo y me tiene sin cuidado lo que se haya dicho», sostiene en una entrevista a la página Clubdelibros.com.

En 1994 llega «La virgen de los sicarios», para narrar la historia de un escritor homosexual que regresa a Medellín después de 30 años de ausencia y se enamora de un sicario de 16 años que más tarde es asesinado. La obra, una de las novelas más aplaudidas por la crítica, es llevada al cine por Barbet Shroeder.

Controversial, iconoclasta, nihilista, cronista de la devastación y maestro de la injuria, son algunos de los calificativos con los que lectores y críticos, reconocen al escritor. El narrador maldito de Colombia, ese que escribe en «La virgen de los sicarios»: «Y Colombia entretanto, se nos había ido de las manos. Éramos, y de lejos, el país mas criminal de la tierra, y Medellín la capital del odio. Pero estas cosas no se dicen, se saben».

«El Desbarrancadero», pareció ser su último libro. En esas páginas, el personaje principal Fernando, escritor colombiano residente en México, vuelve a su patria para acompañar en sus últimos días a su hermano Darío, quien está muriendo de Sida.

«No tengo nada más que decir, ni ganas de decir nada más. Este libro que estoy terminando ahora, y que se llama ‘La rambla paralela’, será lo último que yo escriba de literatura. Escribiré, pero ensayos de otras cosas. No voy a repetirme, no tengo que repetirme… Además, el que se muere ya no vuelve a escribir», afirma.

Pero en el 2005, llega «Manualito de imposturología física», donde arremete contra Darwin, Einstein y Newton, y se propone demostrar de manera científica que sus descubrimientos no son más que mentiras. Vallejo propone una nueva unidad de medida para la mentira, el «Aquino», aunque a los políticos colombianos es imposible medirlos en «aquinos», y que a ellos hay que medirlos en `uribes`, la unidad de la bellaquería política y de la demagogia tartufo, señalaba en los medios colombianos.

Y tiene más para «Navarro, Mockus, Peñalosa, Gómez Méndez… esa gente mide 0.3 `uribes`, 0.4 `uribes`… ninguno llega a la unidad. Pastrana se mide en `uribes` completos… Carlos Gaviria es un leguleyo de los que estamos hasta el gorro».