Proceso de Paz: a pesar de ETA y sin el PP La declaración de «alto el fuego permanente» de ETA en marzo de 2006 ha demostrado ser más frágil de lo que los deseos de paz hicieron creer a muchos. En estas mismas páginas ya dijimos entonces que sólo medidas audaces por parte del gobierno […]
La declaración de «alto el fuego permanente» de ETA en marzo de 2006 ha demostrado ser más frágil de lo que los deseos de paz hicieron creer a muchos. En estas mismas páginas ya dijimos entonces que sólo medidas audaces por parte del gobierno de Zapatero podían poner auténticos obstáculos a la vuelta atrás en el proceso: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=29996.
La parálisis del gobierno del PSOE, unido a la beligerancia del PP habían puesto ya fecha de caducidad a la tregua. Nadie podía saber el día, pero un atentado de ETA estaba implícito en la situación. No sólo por responder al gobierno, sino, sobre todo, por demostrar ante sus bases más radicalizadas que seguían «operativos» y firmes en su actitud.
Por supuesto que la organización terrorista vasca expresa su desmoronamiento intelectual al pretender culpar a los demás de los dos asesinatos que ha cometido. Si se ponen 500 kilos de explosivos no se puede pensar que no va a producirse el resultado que se ha dado. Aunque podía ser mucho peor, las muertes de estos dos trabajadores deben caer sobre los hombros de ETA y de quienes les apoyan.
Pero ¿acaba aquí el debate? Parece que así es para todas las fuerzas políticas: como ETA ha vuelto a matar, nos dicen, ya se ha acabado el proceso, volvamos a la Guardia Civil y los Jueces para acabar con el problema. La única discusión que surge es si «todos los demócratas contra los violentos», lo que supone dar cabida al PNV, y de paso a IU y otras fuerzas, o si el pedigrí de demócratas sólo lo tienen el PSOE y el PP y reviven así el nefasto «Pacto por las libertades y contra el terrorismo», que debía haberse llamado el «Pacto para la limitación de las libertades y contra el nacionalismo vasco». Porque algunos no estamos de acuerdo con esta óptica de «vía policial y judicial» y «demócratas contra violentos».
Sería muy ambicioso por nuestra parte reivindicar aquí un análisis marxista, aunque lo compartimos; nos basta con reclamar el análisis de la experiencia. La vía represiva en todos sus grados (desde el nefasto GAL, hasta la limitación de libertades, cierre de medios de comunicación, macrojuicios, ley de partidos, ilegalización de HB, alejamiento de presos…) nunca ha sido capaz de resolver el conflicto, sino que periódicamente lo reaviva en un círculo vicioso de terrorismo y represión.
Los distintos pactos de «demócratas contra violentos», sólo han servido para arropar al «Estado de derecho», es decir a la acción represiva de jueces y policías. Pero siempre que se ha llegado al momento de dar una salida política a la situación, basada en abordar los problemas políticos de fondo, el diálogo y la negociación, se ha producido el desgajamiento del PP. Y es normal.
El PP ha apoyado la guerra en Irak, respalda a los gobiernos responsables de Guantánamo, de Abu-Graib, del asesinato diario de palestinos…y tantos otros horrores que empequeñecen los atentados de ETA. Luego, no debería extrañar a nadie la hipocresía de su política en este tema o en cualquier otro. Tolo el mundo, en la izquierda, ha podido comprobar como al partido de Rajoy le importa mucho más la caída de ZP, y gobernar ellos, que el posible fin de ETA. El PP ha adoptado en este terreno una política de extrema derecha y no va a cejar en ella mientras le dé réditos en la movilización y las elecciones.
La aporía vasca
Intentar «contar con el PP» para dar una alternativa democrática, es sinónimo de renunciar a esa alternativa. Contar con el PP no es la solución, ya que el PP es parte del problema. Sólo dejando de lado al PP se puede iniciar un camino de proceso de paz en el conflicto vasco.
¿Eso quiere decir que defendemos como alternativa el diálogo con ETA ahora mismo?
Este es el otro error de planteamiento: el diálogo con ETA. Zenón de Elea, en la antigua Grecia, se divertía poniendo problemas de lógica que no tenían solución, como el del veloz Aquiles que nunca podía alcanzar a una tortuga. Estas «aporías», se basaban en una sutil trampa: la aceptación por parte de la audiencia de un punto de partida, aparentemente razonable, pero falso. Una vez aceptado el primer razonamiento el camino para resolverlo no tiene salida, de ahí su nombre griego.
La aporía vasca se basa principalmente en dos falsedades que se resumen en una: Las dos únicas alternativas son la «unidad de los demócratas contra los violentos» (lo que supone aceptar que el PP es demócrata) y la del «diálogo con ETA».
Claro, que las falsedades que tienen un efecto social lo consiguen en parte porque se apoyan en algo verdadero de aceptación generalizada. La alternativa debe ser «democrática», eso lo puede apoyar todo el mundo, el problema viene cuando el PP piensa que es democrático someter al sufrimiento a las familias de los presos haciendo que sus familiares o amigos estén en cárceles alejadas de su región de origen, o que es democrático cerrar Egunkaria, o detenciones arbitrarias, por ejemplo, y otros pensamos que lo democrático es el derecho de autodeterminación, la libertad de expresión y de manifestación, etcétera.
Por supuesto que habrá que negociar con ETA, habrá que establecer, si se quiere garantizar la paz, el tratamiento penitenciario, la entrega de las armas y otros aspectos que garanticen el cese de sus actividades. Pero el proceso de paz no puede basarse en el diálogo con ETA, pues se deben abordar problemas políticos que no corresponden a ellos.
Y esta es para nosotros la piedra angular desde la que se puede construir una alternativa: existe un problema político, con raíces históricas, y este problema ha creado entre un sector de la población vasca la falsa percepción de que sólo ETA defiende sus derechos. Punto de vista que es reforzado por la postura de los partidos españoles, que pretenden que algunos derechos democráticos elementales, como los penitenciarios, o la libertad de partidos, sólo pueden ser una «contrapartida» al cese de actividad de la organización armada. Esto es lo que proporciona a ETA una capacidad de supervivencia tan asombrosa ¡que se basa en un problema real! No es una cuestión de delincuencia común, sino un conflicto con raíces políticas, cuya expresión más extrema es el terrorismo y una organización que tiene apoyo o justificación entre una parte de la población vasca.
El interlocutor es el pueblo vasco
Por tanto, en nuestra opinión, la propuesta que debe formularse es la de reconocer todos los derechos democráticos que el pueblo vasco reivindica y ha expresado en la calle y en sus instituciones (no que los supuestos demócratas del PP decidan cuales son esos derechos). Eso supone, en primer lugar, el acercamiento de los presos, la reapertura de los medios de comunicación clausurados (Egin y Egunkaria), la legalización de partidos (Batasuna), la derogación de la ley de partidos, y el establecimiento de un mecanismo para poder ejercer el derecho de autodeterminación. Es con más libertades, no con menos, como se puede combatir a ETA. Es reconociendo los derechos y libertades como la existencia de ETA quedaría reducida a un apoyo residual y sería más sencillo abordar el desenlace del proceso. Si se acerca a los presos, si se respetan sus derechos, si se arbitran medidas de reinserción y redención de penas, se conseguiría que el sector más sólido, el de los familiares y amigos de los presos (miles de personas en Euskadi) apoyasen con firmeza el proceso de paz, haciendo muy difícil una vuelta atrás por parte de los partidarios de mantener el terrorismo.
Para llevar adelante estas medidas lo esencial no es la negociación con ETA, sino la «negociación» con el pueblo vasco, que es el interlocutor decisivo. Esa negociación se cortó cuando desde el parlamento español se negó siquiera la admisión a trámite del proyecto de reforma del estatuto de autonomía aprobado por el parlamento vasco. Lo decisivo es no ceder al nacionalismo español, tan en boga y reconocer los derechos democráticos. La negociación con ETA sería una consecuencia de este proceso, no el punto de partida. Pero se debe empezar por una mesa de partidos en Euskadi, sin exclusiones (lo que supone aceptar la presencia de HB), y el debate abierto de la alternativa en los parlamentos de la Comunidad Autónoma Vasca y de Navarra.
Por eso, en este momento, cabe la posibilidad de una «declaración unilateral de la paz», a pesar de ETA y sin contar con el PP. Dejar la llave de la puerta que abre el paso al camino de resolución del conflicto en manos de la extrema derecha y de ETA sería un grave error que pagaremos todos.
En cualquier proceso, después de décadas de conflicto, habrá avances y retrocesos. En Irlanda se produjo el salvaje atentado de Omagh, y a pesar de ello se mantuvo el proceso. Claro que había dos diferencias esenciales: el gobierno estaba tomando medidas, y los dos grandes partidos estaban de acuerdo.
En el Estado español, esperar el acuerdo del PP es lo mismo que renunciar al proceso. Todos hemos visto su actitud ante la manifestación del día 13 de enero. Seguro que si el 11 de marzo, en el aniversario, se convoca además de por la paz y contra el terrorismo, «contra las guerras», el PP tampoco participaría. Parece que sólo los líderes de la izquierda se niegan a ver lo que la gente tuvo claro el día 13: el PP sólo moviliza cuando le interesa.
Lo que la izquierda debe hacer no es llamadas pueriles a que el PP se una, sino una denuncia implacable de su hipocresía, de su falta de voluntad de paz, de su alineamiento con las guerras. Y «esperar» a que ETA tenga una posición razonable es irracional. Lo que cuenta es tomar medidas que conciten el apoyo del pueblo vasco, minen el apoyo social de ETA y sitúen el conflicto en la dimensión política en que debe ser abordado.
Ese ha sido el mayor error del gobierno de ZP, no han comprendido el carácter del problema ni como abordarlo, y, desde ese punto de vista, tienen una grave responsabilidad en la situación. Quien atenta es ETA, quien boicotea es el PP, pero no olvidemos que quien detenta la mayoría parlamentaria en el Estado español y, por consiguiente, puede tomar o no las medidas legales y políticas pertinentes, es el PSOE. ZP no puede escurrir el bulto de sus responsabilidades.
La mayoría aplastante queremos que no se detenga el proceso de paz. Alguien tiene que tener desde la izquierda el valor de mostrar el camino, de contraponer en la calle la movilización por estos objetivos desplazando a la derecha, profundizando la vía que los manifestantes exigían el 13 de enero.
Ojalá Izquierda Unida sea capaz de reivindicar ese papel. Somos la única organización de ámbito estatal que hemos defendido los derechos democráticos del pueblo vasco, incluido el derecho de autodeterminación. Pero no se puede tener un programa «para los días de fiesta», y luego defender el pacto de «demócratas contra violentos», basado en la unidad con el PP y el programa que cierre el camino al proceso de paz, pues en él no tendría cabida ni el acercamiento de los presos ni la derogación de la ley de partidos ni tantas otras cosas.
Tenemos una gran responsabilidad como organización de la izquierda transformadora para estar, al menos, a la altura de la valentía de aquellos que salen a la calle defendiendo los derechos democráticos, y a quienes decimos representar.
* Alberto Arregui es miembro de la Comisión Permanente Federal de IU / Henar Moreno es miembro de la Presidencia Ejecutiva Federal de IU