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Los Andes: una cultura del agua

Fuentes: CEPRID

Montañas hidrográficas Los glaciares andinos son una reserva de recursos hidrícos. Están ubicados principalmente en Perú (71%), Bolivia (20%), Ecuador (4%) y Colombia (4%) (1). El agua de Los Andes alimenta así el caudal de los grandes ríos de Sur América como el Amazonas, el Orinoco, el río Negro y el río de La Plata. […]

Montañas hidrográficas

Los glaciares andinos son una reserva de recursos hidrícos. Están ubicados principalmente en Perú (71%), Bolivia (20%), Ecuador (4%) y Colombia (4%) (1). El agua de Los Andes alimenta así el caudal de los grandes ríos de Sur América como el Amazonas, el Orinoco, el río Negro y el río de La Plata. En Perú, las montañas andinas constituyen la principal fuente de agua; las grandes ciudades y zonas rurales se abastecen a través de 52 ríos que nacen en la Sierra (2). Conforman, pues, un complejo sistema hidrológico que permite la subsistencia a millones de personas.

Las milenarias civilizaciones andinas se desarrollaron gracias al conocimiento adquirido sobre el uso y conservación del agua de sus montañas, indispensable para la agricultura como base de la alimentación (3). Ejemplo son las antiguas obras de ingenieria hidráulica que aún se mantienen, sobre todo en el actual territorio peruano. La región andina, sin embargo, es hoy día objeto de una intensa e irresponsable intervención económica generadora de graves alteraciones en el ecosistema. Además, sus glaciares presentan un acelerado descenso desde la década de los años setenta del siglo XX, posiblemente a causa del cambio climático mundial. Estos hechos, evidentemente, afectan cada vez más el acceso al agua para miles de comunidades. Aún así, la «cultura del agua» que muchas poblaciones andinas han conservado como herencia de sus antepasados es, sin duda, fuente de alternativas para enfrentar un problema que pone en riesgo su propia supervivencia.

Amarú en el mundo del Sol

En el universo andino conviven la naturaleza (sallqa) y la comunidad humana (runas), interrelacionadas a través de lo sagrado (4). El agua (Pukina), fuerza vital en movimiento que nace en el Este (5), es elemento privilegiado mediante el cual se manifiesta ese vínculo. Fue en el lago Titikaka donde Wirakocha creó el mundo y a los primeros incas. Allí les ordenó atravesar las aguas subterráneas, subir luego a los ríos y lagunas para fundar pueblos y comunidades (6). Después el Creador partió al Oeste, donde van los muertos, hasta perderse en el mar (Mamacocha). Desde entonces, el agua fluye por debajo de la tierra y emerge por la cima de las montañas nevadas, baja por los ríos y mantiene así un recorrido circular para fertilizar la Tierra (Pachamama). Los runas no pueden permitir jamás la interrupción de este ciclo.

En la cosmovisión aymara, el «Mundo del Sol» surgió después de un gran incendio provocado por el intenso calor. Sólo se salvaron aquellos que pudieron refugiarse en el agua. Como divinidad sagrada, pues, es objeto de culto y ofrendas en actividades como la «limpia de canales». Para esta ocasión, la comunidad elige el Purikamari, un cargo de prestigio que recae en una persona que conoce las antiguas costumbres y puede dirigir las ceremonias (7). Se pide una buena temporada de lluvias para la cosecha; se invoca a los antepasados, a los Mallku (espíritus de la montaña) y a la Pachamama, principio de generosidad.

Esta festividad es conocida también como el Mito de Amarú, una serpiente alada con cabeza de llama y cola con escamas de pez. La leyenda relata que tras una gran sequía, de su hocico salió la bruma que cubre la cima de las montañas; movió sus alas y comenzó a llover y de su cola se desprendió granizo. Amarú permitió entonces el regreso de las aguas, cuando la vida estuvo a punto de extinguirse. Simboliza así la divinidad que distribuye, a través de los canales, el agua que baja de las montañas para regar los cultivos. Los andinos creen, además, que de las escamas de Amarú nacen todas las realidades y los sueños.

Reciprocidad y uso colectivo

Durante siglos, los habitantes de Los Andes desarrollaron su propia tecnología para utilizar el agua. Ejemplo son los sucaqollus en las zonas inundables del lago Titikaka, las qochas para almacenar la lluvia, los andenes y los canales de riego (8). Los páramos, por otra parte, han sido los principales proveedores de agua en la región. Estos delicados ecosistemas absorben la humedad cuando llueve, también agua de la bruma y los deshielos. Compuestos por suelos de origen volcánico, están situados entre 5 mil y 3 mil metros de altitud. Tradicionalmente se han utilizado los canales de riego para llevar el agua desde las zonas altas hasta las poblaciones y áreas de cultivo, ubicadas en tierras a menor altitud.

La dificultad para acceder al agua exigió, asimismo, el desarrollo de un sistema específico de control y distribución. En el pensamiento tradicional, nadie puede apropiarse del agua. En todo caso, los humanos son sus guardianes, como sucede en general con la naturaleza. El agua es principalmente un bien colectivo, sobre el cual las familias y comunidades tienen sólo derecho de usufructo. Las decisiones acerca de su gestión se toman, por tanto, de forma comunitaria (9). Su uso está, de hecho, rigurosamente establecido por normas consuetudinarias. La utilización del agua como bien común es, en suma, un derecho comunitario.

Este modo tradicional de gestión del agua se inserta, en efecto, en un mundo social caracterizado principalmente por la reciprocidad y la complementariedad. El agua es, ciertamente, un elemento que activa la reproducción de los principios comunitarios que rigen la vida social. Las actividades en torno al agua generan vínculos sociales, no sólo a través del trabajo, también en relación a las fiestas y ceremonias; refuerzan la cohesión del grupo social. Muestra de ello son también las labores relacionadas a la limpieza de los canales de riego. Celebración que une ritual, fiesta y trabajo, se realiza durante seis días aproximadamente a finales del mes de julio. Participan todas las familias, incluyendo los parientes que viven en otros pueblos o ciudades. Se retiran los pastos y musgos que los cubren, restaurándose las partes estropeadas para que pueda fluir libremente el agua que baja de las montañas. Al finalizar la tarea, se come, bebe y baila durante toda la noche. El trabajo colectivo (minga) y la ayuda mutua (ayni) garantizan, pues, el mantenimiento y conservación de los sistemas hidráulicos comunitarios.

Cambio climático y mercantilización

Los problemas del agua en Los Andes aparecen relacionados a dos aspectos fundamentales. Por un lado, los efectos del cambio climático; por otro, la gestión política y económica que favorece su privatización.

Aunque el tamaño de los glaciares andinos se ha reducido desde el siglo XVIII, esta situación se ha agravado considerablemente durante la segunda mitad del siglo XX, principalmente desde la década de los años ochenta. Sucede lo mismo con otros glaciares en el mundo, lo que se considera un signo evidente del inicio del calentamiento global. Se sabe que la temperatura a escala planetaria ha aumentado más de 0.5°C durante el siglo pasado; en los andes bolivianos se ha estimado este aumento en 0.3°C. En realidad, el posible impacto de estos cambios sobre los ciclos naturales del agua representa un serio problema que requerirá soluciones inmediatas, aun cuando la magnitud de sus consecuencias es desconocida (10).

Las políticas y decisiones que se toman a nivel internacional sin tener en cuenta los intereses de las comunidades, por otra parte, en poco o nada favorecen la gestión sostenible del agua. La llamada Visión Mundial del Agua (VMA), aprobada en el Segundo Foro Mundial del Agua celebrado en marzo de 2000, constituye un ejemplo significativo. Propone, en efecto, el aumento de los cultivos transgénicos como vía para reducir el consumo; en consecuencia, la sustitución de las formas tradicionales de utilización de los recursos naturales. Conjuntamente, promueve el aumento del consumo industrial y de las poblaciones urbanas, favoreciendo la privatización del servicio como garantía para la mejor distribución de un bien escaso (11)

En los países andinos, de hecho, la privatización del agua ha sido un objetivo de los diferentes gobiernos, guiados por los Planes de Ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, muchos pueblos han manifestado su resistencia, en defensa de sus propios conocimientos y valores. En Bolivia, por ejemplo, tuvo lugar en el año 2000 la llamada «guerra del agua» en Cochabamba, cuando las protestas de la población lograron que la transnacional estadounidense Bechtel se marchara del país. Esta Compañía tenía una concesión para administrar el servicio en la Ciudad hasta el año 2039. Igualmente, los habitantes de la ciudad de El Alto se movilizaron durante tres días en enero de 2005, obligando al gobierno a rescindir el contrato otorgado a la empresa Aguas del Illimani S.A (AISA), subsidiaria de la multinacional francesa Lyonnaise des Eaux. Dicha empresa estaba encargada desde 1999 del abastecimiento de agua potable a las ciudades de La Paz y El Alto. La población de esta última, integrada en su mayoría por migrantes de origen aymara, propuso la creación de una cooperativa mixta para recuperar las instalaciones y gestionar la distribución en la zona.

Hay que señalar que en los países andinos los gobiernos, desde luego, nunca han tomado en cuenta la visión de las comunidades indígenas, sus logros y eficiencia en la gestión del agua. Enfrentar el problema requiere, no obstante, recuperar y valorar adecuadamente esta visión. La cultura andina del agua es fundamentalmente integral y sostenible. Su desaparición sería una pérdida irreparable desde el punto de vista del conocimiento acumulado por la humanidad. Las comunidades también en este caso deben ser consultadas. Se les debe otorgar capacidad de decisión siguiendo normativas internacionales vigentes, dado que la presión sobre la mercantilización del agua seguirá creciendo. Un conflicto que deberá resolverse necesariamente mediante el diálogo; compartiendo información y experiencias, sin imponer violentamente un mercado que invisibiliza por completo aspectos sociales y ecológicos insustituibles. Se trata, al fin y al cabo, de no ceder a los intereses que buscan el precio de todas las cosas, sin apreciar el valor de ninguna.

Documento Adjunto : Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, Rodolfo Stavenhagen .

Notas

1 Bernard Pouyaud. Los glaciares de la Cordillera Blanca. Recursos de agua y riesgos asociados a la hora del cambio climático global. IRD. Lima, s.f.

2 Universidad Nacional Agraria La Molina. Ecología de montaña. El agua en Los Andes del Perú. Lima (?), s.f.

3 Leonidas Iza. «Derechos indígenas y acceso al agua». Ponencia presentada en el Tercer

Foro Mundial del Agua celebrado en Kioto en: Boletín ICCI-RIMAY, Año 5, Nº 48. Quito, marzo de 2003.

4 Rodolfo Tafur. «La chicha de Jora y la cosmovisión andina» en: http://revistaserindigena.cl.

5 Leonidas Iza; Art. cit.

6 Rosa Meza. «En la cosmovisión indígena, el agua es parte de un ciclo al que pertenecen los humanos» en: Boletín del Comité Sectorial de Agua y Saneamiento, Nº 11. Lima, marzo de 2001.

7 Victoria Castro; et.al. «Trabajo y fiesta. La limpia de canales» en: Excerpta, Nº 4. S.l, junio de l996.

8 Leonidas Iza; Art..cit..

9 Ingo Gentes. «Legislación de recursos hidrícos y reconocimiento de los derechos indígenas en los países andinos». Ponencia presentada en el IV Congreso Chileno de Antropología. Universidad de Chile. Santiago, noviembre de 2001.

10 Universidad Nacional de San Juan. Instituto de Geografía Aplicada. Impacto del cambio climático en los recursos hidrícos de la Cordillera de Los Andes. S.l., 2004.

11 Leonidas Iza; Art. cit.