Hace menos de un año que se comenzó a hablar de los biocombustibles, y menos todavía que se comenzaron a desviar productos agrícolas para ese uso. Mientras un supuesto ecologismo aplaudía la medida porque suponía sustituir los combustibles fósiles limitados, algunos locos, como el presidente de Cuba Fidel Castro, denunciaban que lo que sucedería, simplemente, es que alimentos y tierras destinadas a su cultivo sería destinadas a combustible para los países ricos.
No ha habido que esperar mucho para comprobarlo, aún no han llegado apenas los biocombustibles a España, y menos aún han podido conseguir la disminución del coste de la gasolina, y ya se han disparado el precio de los dos alimentos fundamentales de la dieta humana: el pan y la leche. El 5 de agosto leíamos sobre la subida de la leche en el diario El País. Los ganaderos se quejaban de que los piensos habían aumentado su precio un 30 % «por culpa del boom de los biocarburantes que ha disparado el coste de los cereales con los que se alimenta a las vacas». Según afirmaban, «el maíz se ha encarecido cerca del 60 % y el trigo o la cebada cuestan un 50 % más que en 2006». Ello es debido a que «están reduciendo la producción de cereales para la alimentación» para destinarlo a combustible. La leche cuesta producirla ahora un 15 % más que hace un año por lo que se prevé que el brick costará, poco más o menos, lo que el litro de gasóleo. Qué curioso, los biocombustibles no han conseguido que baje la gasolina, pero sí que la leche cueste tanto como el gasoil. Mientras, el 9 de agosto, un teletipo de Efe recogía la denuncia de la Federación Gallega de Panaderos, quienes alertaban de que la compra «masiva» de cereales para su transformación en biocombustibles supone una «clara amenaza» para el sector, porque «ha disparado» los precios de la materia prima hasta en un 66%, subida que próximamente repercutirá en el consumidor.
La ley del mercado es sencilla, si en Estados Unidos hay alguien dispuesto a pagar por el biocombustible más que nosotros por el pan o la leche, podemos estar seguros de que los cultivos se destinarán a carburante. Y mientras, la Unión Europea, multando a los ganaderos que produzcan demasiada leche.