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Cantantes y futbolistas contra Venezuela

No es lo mismo revolución que ganancia

Fuentes: Rebelión

El 13 de Febrero del presente año varios artistas de la industria del entretenimiento firmaron una carta protestando contra una supuesta censura que impuso el gobierno de Chávez a la actuación del cantante español Alejandro Sanz en tierras venezolanas. Esta carta fue firmada por Ricky Martin, Penélope Cruz, David Beckham, maná, Joan Manuel Serrat, Joaquín […]

El 13 de Febrero del presente año varios artistas de la industria del entretenimiento firmaron una carta protestando contra una supuesta censura que impuso el gobierno de Chávez a la actuación del cantante español Alejandro Sanz en tierras venezolanas. Esta carta fue firmada por Ricky Martin, Penélope Cruz, David Beckham, maná, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Fito Páez y otros. Firmar una carta es aceptar el contenido ineludible de su literalidad. Firmar una nota es solidarizarse hasta las últimas consecuencias con alguien, y de paso lanzar un serio reproche al causante principal de la redacción. La solidaridad de David Beckham con el cantante español Alejandro Sanz apreciado en la Miami de Posada Carriles es aceptable, porque el inglesito éste gana de paso popularidad con el mercado conservador de los Estados Unidos, donde lo ha llevado la decadencia de su futbol y la ambición por la cercanía que desea tener con el mundo del espectáculo, y la cienciologìa. Incluso puedo comprender la firma de Jennifer López quien cantó como antes lo hizo Marilyn Monroe en Vietnam, a las tropas de estadounidenses en Iraq.

Puedo perdonar la ingenuidad prolífica del grupo mexicano maná y de paso plagiador de Joan Manuel Serrat y de Silvio Rodríguez. Pero de Joan Manuel Serrat y de Joaquín Sabina no lo entiendo, no lo puedo comprender, me cuesta creer que hayan estampado su firma dándole la razón mediática con las consecuencias funestas que su aceptación general ocasionan, a un cantante de música alienante, dulzona, acaramelada de sin sentido y comercial como ellos bien lo saben. No discriminamos de ningún modo el derecho que da la democracia a cantar y hacer tonterías , pero el pueblo consumidor también tiene el derecho a desintoxicarse, y a no ceder a la alienación cultural en la que nos han postrado por tanto tiempo muchos héroes del entretenimiento , llámeseles actores y cantantes.

A Fito Páez lo entiendo porque hasta Joaquín Sabina sabe de su megalomanía que hizo fracasar una gira latinoamericana con dueto incluido por la pretensión insidiosa de imponerse a un Joaquín que le lleva diez mil leguas de distancia en música y composición literaria. Fito en un acto de soberbia, y de ignorancia manifestó que el presidente Chávez era un dictador anacrónico, pero a él se le tiene que explicar con la paciencia que requiere un párvulo, historia básica y rudimentaria acerca de que los dictadores latinoamericanos que han existido incluyendo a Francisco Franco para no dejar por fuera la abstracción iberoamericana como categoría transcontinental le servían en Bandeja de plata la soberanía económica y política a los Estados Unidos, circunstancia ajena a un presidente que junto a los demás países amigos del cono sur han impulsado una alternativa coherente contra la globalización liberal.

Una situación distinta a la de Páez y Sanz ha sucedido con Sean Pean el famoso actor estadounidense, ganador del Oscar por su actuación en la película río místico quien renunció con hidalguía a su trabajo como columnista en el San Francisco Chronicle porque no le gustó que el periódico calificara a Chávez como Dictador cuando mundialmente se sabe que fue elegido mediante el voto universal y secreto en varias elecciones por el pueblo de Venezuela, y agregó para condimentar su apología: «Ningún dictador pierde una elección», aludiendo al «no» votado en Venezuela. Actores de Hollywood como Danny Glover, Harry Belafonte, Susan Sarandon y Kevin Spacey estadounidenses de profesión con sus visitas al Presidente Chávez, nos han hecho pensar como lo dice en una canción Serrat: Que «el Sur también existe» conscientes de la decadencia del mundo del norte que paradójicamente y peligrosamente se está apoderando del espacio cultural de la Europa milenaria. Claro está que para la lirica Chávez no es objeto de inspiración puesto que no tiene esa imagen dionisiaca, y sus palabras y sus discursos directos distan mucho de aquella retorica romántica planteada por aquellos héroes revolucionarios latinoamericanos creadores de las sintaxis por donde desfilaron los mejores sueños de la América latina, y que aun hoy se siguen robando el corazón del mundo. Pero lejos de esa visión idílica y romántica, el Chávez mulato venido de las sabanas y los llanos reiterados en los relatos de Rómulo Gallegos ha recuperado poco a poco la soberanía económica muestra de ello es el conflicto con la Exxon, y ha puesto a Venezuela a jugar un papel muy importante en la escena mundial como no lo había hecho ningún mandatario venezolano después de Bolívar.

Que el cantante español Alejandro Sanz siga cantando sus ripios, incluso el señor Chávez lo ha invitado para que lo haga olvidándose generosamente que el cantante lo ha tratado de asesino y dictador. ¡Que más apertura pedir! En otros países se interpondrían sendas demandas por difamación. Ojala y si el cantante español se decide ir a Venezuela que escriba buenas canciones como Sabina o Serrat porque Venezuela se merece mucho y es un público exigente, y no recurra al facilismo de los ripios cargados con rimas asonantes herencia de la peor poesía española y mal asimilada de paso. No quisiéramos pensar en el caso de Joaquín y Serrat que el paso de los años los haya hecho adjurar de sus principios, porque hay que ser conscientes que la senilidad arrasa en muchos casos con las mentes mas comprometidas por aquello de las seguridades, sin embargo este desliz que no se compara con firmar una carta para que Posada Carriles sea juzgado en Venezuela por la muerte de tanta gente inocente, no les quitará lo bello de sus canciones y las noches en que nos hicieron soñar sin entender el despertar, pero igual no se puede soslayar que el público sin norte exige su sur, a menos que el mercado saque igualmente ventaja de las utopías y los héroes contraculturales sean inventos de marketing, pero lo que resulta cierto en esta Latinoamérica barroca, exuberante y mágica es que una avenida sin revolución es una «calle melancolía».

Milson Salgado es escritor hondureño y fiscal contra la corrupción