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Feministas en el frente, por Honduras

Fuentes: SEMlac

Los testimonios de violación a los derechos humanos de las mujeres en el contexto del primer golpe de estado del siglo XXI en la región, superan cualquier especulación. La narrativa femenina traspasa la idea general de la violación y el abuso sexuales: se las limita en el tránsito, se les niega el derecho a la […]

Los testimonios de violación a los derechos humanos de las mujeres en el contexto del primer golpe de estado del siglo XXI en la región, superan cualquier especulación.

La narrativa femenina traspasa la idea general de la violación y el abuso sexuales: se las limita en el tránsito, se les niega el derecho a la libre expresión, se las persigue y abusa, se las amenaza con el despido, se allanan sus casas, se persigue a sus hijos e hijas y se les golpea tolete (porras) en mano.

El 14 de agosto, Irma Villanueva y su familia recibieron una golpiza y una violación sexual, fueron sodomizadas por cuatro policías a las afueras del departamento de Choloma, en unos matorrales.

Igual sor Reyna del Carmen Rodríguez, de la congregación Educadoras de Notre-Dame. Ella vivió momentos de angustia, discriminación, acoso y violencia sexual porque un policía la tocó sexualmente y amenazaron con introducirle el tolete en su vagina, al mismo tiempo que se referían a ella en términos sexualmente implícitos y en lenguaje vulgar.

Según la abogada Yadira Minero Rodas, directora del Centro de Mujeres en San Pedro Sula, las 110.000 trabajadoras de las maquiladoras internacionales son amenazadas sistemáticamente con el despido si participan en la resistencia.

En Honduras, 53 días después del golpe perpetrado el 28 de junio contra el gobierno constitucional que encabeza Manuel Zelaya Rosales, se mantiene un movimiento de resistencia en amplios sectores de la sociedad, que incluye a las mujeres feministas, cuyo protagonismo empieza a ser fundamental.

«Las mujeres amamos la paz incluyente, la paz que toma en cuenta la diversidad de colores, de ideales, sentimientos, entre otras y no la paz de quienes están sentados(as) en las cunas de oro, pero cargados(as) de odio, perversidad y desprecio hacia las pobres y los pobres», reza un pequeño comunicado de la Colectiva Feminista.

Fue repartido a las mujeres el 18 de agosto, cuando una multitud tomó, como todos los días, las calles de la capital hondureña -de más de 800.000 habitantes-, donde cesó el toque de queda en virtud de la visita de altos funcionarios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Esta Comisión recibió cientos de denuncias de abusos, en una suite del hotel Intercontinental de esta capital.

Bertha Oliva, del Comité de Familiares de Desaparecidos en Honduras, dijo a SEMlac que en los primeros 15 días después del golpe recibió más de 950 denuncias de abuso y violación a los derechos humanos; asesinatos y detenciones extrajudiciales.

Visiblemente conmovida, sostuvo que quienes tomaron el poder por la fuerza «se ha ensañado en el cuerpo de las mujeres».

«Acabo de recibir a una maestra con la pierna rota, una incapacidad que le durará varios meses, y una indignación que supera todo lo que he visto en los últimos 25 años», relató.

Represión a la sombra

Llegar de noche a Tegucigalpa, como lo hicimos nosotras, conmueve. La vida en la ciudad es aparentemente apacible. Las calles están semidesiertas, las luces son de paro, de falta de vida, de algo muerto, y el aire tibio pasa lentamente.

Tras cada ventana se anida el miedo. Así lo dicen, sin reparo, jóvenes entre los 23 y 35 años, antiguas feministas, ex presas políticas, dirigentes sociales, jefas de ONG y luchadoras por los derechos sexuales y reproductivos.

En este país no existe el aborto terapéutico y se negó, tras el golpe militar, la distribución de la anticoncepción de emergencia, que había admitido el presidente depuesto aquel día de junio que cegó un tenue proceso hacia la democracia.

Palabra de mujer

Las mujeres «hemos peleado por todas las autonomías», explica Bertha Cáceres, de la Coordinadora de Pueblos Indígenas de Honduras, (COPINH), en una larga entrevista con SEMlac.

Bertha es reconocida por las Feministas en Resistencia como una de las más claras dirigentes. De apenas 38 años, con cuatro hijos, contó que no tiene descanso, ni se subleva.

La entrevista se realiza a la sombra de un árbol, al pie de la Corte Suprema de Justicia, donde se analizan los casos de 24 hombres y mujeres encarceladas desde hace semanas. Entre las detenidas figura Alma Leticia Ochoa, feminista de amplia trayectoria, sujeta por medidas cautelares.

Hablamos mientras se lleva a cabo un largo mitin, tras una marcha por una de las grandes avenidas que llevan al aeropuerto y que hoy no fue reprimida, en virtud de la visita de los altos funcionarios de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH).

«Tras 53 días, las mujeres estamos teniendo un papel protagónico en la resistencia del pueblo hondureño. Este ha rebasado toda dirigencia y organización y reclamó una lucha clara, enérgica y firme», señala.

«Antes del golpe, nuestros espacios organizativos estaban débiles; no dimensionamos lo que se nos iba a venir, no teníamos conciencia de que los avances que hizo Zelaya -como energía térmica, en el tema agrario, indígena, en la incorporación a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), Petrocaribe, píldoras anticonceptivas, salario mínimo- iban a ser respondidos por una oligarquía agresiva», reflexiona.

Y recuerda: «se decía de El Salvador y Guatemala, pero aquí no lo sabíamos, que la tutela de las transnacionales gringas son igualmente responsables del golpe y de la represión que se está produciendo», agrega.

«Antes del golpe, los grupos contrarrevolucionarios venezolanos, la mafia cubana de Miami y los halcones de Estados Unidos estuvieron aquí y eso tenemos que decirlo. Este golpe no puede servir a los títeres como Micheletti (el actual presidente de facto)», añade.

«A ellos no les importa que el golpista esté con la imagen por el suelo y gastada, lo que les interesa es continuar su proyecto de dominación», precisa.

«El pueblo hondureño, más que la cuarta urna, lo que quería era una asamblea popular constituyente: popular, democrática y transparente, dando voz a los tradicionalmente excluidos. La preocupación de los sectores oligárquicos es por la consulta popular, y por eso la intención de la dictadura es clara», afirma.

El día de la instalación del Observatorio, el gobierno de facto anunció la privatización del servicio de agua y se teme que el salario mínimo se reduzca 50 por ciento.

«Zelaya lo había aumentado en 60 por ciento», dice a SEMlac la abogada Yadira Minero, jefa del Centro de Mujeres de San Pedro Sula, «pero ni lo recibimos, ni lo gozamos».

Pero es Cáceres quien nos brinda un panorama de la situación actual. «Si el pueblo no sabía qué era eso de tener una nueva constitución, hoy sí que lo entiende», dice.

«Y eso es algo positivo del golpe: hay más conciencia de la necesidad de una reforma agraria integral, de la vigencia de la declaración universal de los derechos de los pueblos indígenas, de los derechos de las mujeres, la despenalización del aborto», añade.

«Todo eso se tiene que concretizar en una nueva constitución; el tema del agua, por ejemplo, es algo estratégico, debe ser un bien común, un derecho humano inalienable e intransferible, que quede prohibida su privatización… (también) la defensa de nuestra diversidad cultural y la biodiversidad, amenazados por el capitalismo depredador», prosigue.

Mientras hablamos, los manifestantes corean la canción que escribió Liliana Felipe, argentina afincada en México: «nos tienen miedo porque no tenemos miedo…ellos, sus botas militares, son el atrás, están atrás, nos ven reír, nos ven luchar, son el atrás…».

Bertha asiente: «No tenemos miedo a plantear que los derechos de las mujeres sean constitucionales; los derechos a expresarnos, a nuestro arte, a nuestra cultura…».

«Tenemos que reconocer que refundar un país no sólo lo va a hacer una asamblea popular democrática y constituyente, sino que nosotros, como movimientos sociales y políticos, tenemos que refundarnos. Es el principio de una lucha larga y difícil que pretende desmontar las estructuras patriarcales, racistas, que nos oprimen», continúa.

Como el de ella, hemos recogido otros testimonios en pocas horas, con miles de palabras y sentimientos, a lo largo de visitas a organizaciones, con las protagonistas de los días que van y vienen, a veces en jornadas de más de 20 horas.

Habla un dirigente

Y este 18 de agosto hubo dos grandes marchas. Mientras, desde un templete, los hombres arengaban, la prensa internacional cubría diversos ángulos y los ministros de la Corte Suprema regateaban la libertad de los presos políticos y de las mujeres bajo custodia, uno de los dirigentes campesinos más renombrados, Rafael Alegría, también habló con SEMlac.

Alegría tiene seis hijos: cuatro mujeres y dos hombres. Su compañera de vida, Gloria Zelaya, labora en el Instituto Nacional de Ciencias Forestales y durante 34 años han compartido, me dijo, una constante lucha por lograr la justicia en el campo, «éste, de Honduras, de café, de piña, de tabaco y bananos».

Sonríe y admite que las mujeres en resistencia le han dado, en estas largas semanas, un perfil fundamental a las tareas de organización y defensa de los derechos humanos.

Están representadas como feministas en el Comité Nacional de Resistencia, están en todas las demostraciones, han sido mancilladas en sus cuerpos, apresadas y perseguidas.

«No me sorprenden, me enseñan» afirmó, y dijo que el golpe ha fracasado «y no se pueden echar para atrás los avances para la transformación». Los temas del momento son: el regreso a la constitucionalidad, a la paz, pero advirtió «con o sin constitución, con o sin elecciones, seguiremos hasta el final».