La sociedad de los parches es una sociedad discursiva donde todos los conceptos y las afirmaciones sobre los que no hemos reflexionado, y, por lo tanto, aceptamos como si significasen algo simplemente porque nos resultan obvios, son como los parches que se ponen a los animales de tiro para que no se asusten. Constituyen parches […]
La sociedad de los parches es una sociedad discursiva donde todos los conceptos y las afirmaciones sobre los que no hemos reflexionado, y, por lo tanto, aceptamos como si significasen algo simplemente porque nos resultan obvios, son como los parches que se ponen a los animales de tiro para que no se asusten. Constituyen parches o anteojeras como las que llevan los caballos para que no se asusten con el tránsito de los vehículos que los adelantan en una carrera más veloz que la suya. Bien, esto es lo que lxs sociólogxs denominan sociedad «postmaterialista».
El Plan Bolonia es, verdaderamente, un Plan Colonia. No porque el primer acuerdo fuera firmado en la Universidad alemana de Colonia (no hubiera sido una táctica de marketing tan buena como la de elegir Bolonia, 1ª universidad europea) sino por su pretensiones de expansión «perfumada». En definitiva, es un Plan Colonia en dos sentidos. En primer lugar, por su pretensión de forjar una única colonia global a través de la economía del conocimiento (mercado de la educación; cuyo impulso vendrá, en el caso del estado español, por el Banco Santander -la verdadera casa real española- y su interés en mantener sus capitales coloniales en América latina); eso sí, siempre sostenible de acuerdo a la nueva terminología del capitalismo, que, por supuesto, ahora es más verde que todxs los verdes juntos (véase el proyecto de Ley de economía Sostenible, el perfume del cual no-vendrán las financiaciones para implementar lo que resta del EEES). En segundo lugar, por estar cargado de colonia discursiva (pura politización de de términos antropológicos) para perfumar el mal olor que desprende el caciquismo en la universidad sin abolirlo; y, así, sacar grandes beneficios de ello para reactivar de nuevo la sangrante economía capitalista. Me refiero a lo que Foucault denomino «orden del discurso», estrategia fundamental para legitimar el proceso.
Lxs estudiantes contra el EEES (Es Entonces que somos Escuchadxs Superficialmente), somos lxs estudiantes críticos, con criterios propios; los cuales trabajamos por defender el derecho a una educación pública y de calidad (términos cualitativos y cuantitativos), que no de cantidad (términos puramente cuantitativos). De ahí que, sencillamente, tratamos de hacernos más concesiones entre nosotrxs para hacer menos concesiones a los que nos restringen este derecho básico, y, además, reprimen nuestra participación en la reforma de nuestra educación.
Está situación de represión silenciada, evidentemente, está transformando a la educación en una adoctrinación en el «pensamiento cero» (neoliberal); ya que, quien participa realmente en la reforma en educación superior, es la empresa privada, los altos funcionarios de la universidad con vocación de empresarios, y, por supuesto, la iglesia de coro.
En cuanto a la suciedad de los parques, es, simplemente, un pretexto del PP para llevar a cabo sus políticas de «embellecimiento» (hortera escondimiento de la miseria), en los municipios donde gobierna (ejemplos cercanos: «Alicante guapa, guapa y guapa», «Ciudad Real te enamora»…)
«La vieja escuela» ¿interesante o interesada?
No podemos jugar a volver al pasado mas no puede olvidarse. Como estudiante universitaria, y dado que tengo una identidad histórica, comprendo la existencia de dos proyectos políticos de izquierdas claramente distintos: uno pasado y otro presente, uno que vivieron nuestrxs profesorxs y madres/padres como estudiantes y, otro, que nos vemos forzados a vivir lxs estudiantes de hoy día. Lxs primerxs estudiaron para devolver al país lo que le había sido arrebatado en la dictadura; es decir, estaban inmersos en un proyecto de responsabilidad social para reconstruir la política. Todxs eran partícipes en la construcción de un proyecto común, donde, a su vez, continuamente se oía hablar del «bienestar». Coexistia, en la izquierda, cierta diversidad de identidades políticas que, sin propósito común, todas quería devolver al pueblo lo que les había sido arrebatado en los años de miseria de la dictadura. En definitiva, se trataba de un compromiso explicito o implícito, de acabar con la desigualdad, los abusos y los sufrimientos del franquismo. Hasta aquí, podríamos decir que tuvieron un interesante papel en la historia.
Pero la situación y, por tanto, las preocupaciones de lxs que somos estudiantes hoy día, evidentemente es radicalmente distinta. Hoy nos encontramos en la ardua, triste y, sobre todo, absurda situación, de estar siendo empujarnos a competir en la más absoluta precariedad laboral, en un mercado esquizofrénico y diagnosticado de devastador para la humanidad. Esta situación choca de manera frontal con nuestra empatía social; la cual nace el deseo de cambiar un orden económico-político-cultural generador de excesivas desigualdades que llevan a la pobreza y un gran sufrimiento espiritual y material.
La diferencia entre ambas situaciones por tanto es enorme. Se trata de dos mundos completamente distintos; ya que ahora, la concordancia entre propósito individual y propósito social, no se da ni por asomo. Sucede que, en el momento que un ser humano se forma como estudiante en el contexto socioeconómico actual, lo hace para entrar en la competencia profesional llevada al extremo. De ahí que, éste, hace de su vida estudiantil un proceso de preparación para participar en un ámbito de interacciones que se define en la negación del otro bajo el eufemismo: mercado del libre conocimiento y sana competencia. Pero, sencilla y llanamente, el conocimiento no puede ser libre porque la nuevas NTIC son disponibles para una minoría de la población (a parte de las leyes existentes -o futuras- en cuanto protección de datos y/o derechos de autor); y la competencia no es ni puede ser sana para el ser humano, porque se constituye en la negación del otro.
Para ilustrar comentar que, este mismo año, en la Universidad de Alicante, fueron organizadas por un profesor de sociología (con la colaboración de sus compañerxs de departamento) las jornadas de «La profesión del sociólogo». De entrada, el cartel publicitario ya hacía gala del refrán «una imagen vale más que mil palabras». Este era un hombre blanco, con traje de chaqueta y maletín, subiendo por unas escaleras mecánicas hacia la luz, la luz…¿qué hay en esa luz? ¿la salvación por el Dios mercado?..ejem, ejem…Ante el reventón del mercado financiero mundial, para paliar daños, se propone una economía «sostenible» en base a El plan de educación superior privatizada colonial (EEES). Hagamos cuentas: hombre + blanco + escaleras mecánicas que te suben (y no que te bajan)= saldrán curados (o sostenidos) los hombres blancos y de familias pudientes que puedan costearse un master y trabajar en la empresa que «financia» el mismo (lo financia el que lo paga, o bien, el banco al que se le pide prestado; el cual antes lo ha robado…). En definitiva, toda una enorme estrategia neocolonial, perfumada en colonia discursiva y envuelta en papel burocrático. Así, en la jornadas, salvo pequeñas excepciones, una panda de cínicos empresarios asistieron como ponentes para, hablando mal y pronto, escupirnos en la mismísima cara; por supuesto, dispuestos a rociarnos después a perfume (psicología barata del éxito). Se limitaron a vomitarnos, sin ningún tipo de reparo, que nuestra única salida era ser explotadxs como animales de carga y tiro en la empresa privada. Y por si fuera poco, una estúpida pretendió darnos un taller de cómo ser un gran sociólogx autogilipolletica; es decir, cómo decir ¡amén! y no cometer el pecado de cuestionar la oración del día.
En respuesta al fin del ciclo económico de los 90`s, Acuerdo General de Comercios y Servicios (OMC, liberalización progresiva del sector público), la Europa del capital venia promulgando diferentes legislaciones en política laboral (estrategia de Lisboa) política industrial (directiva Bolkestein) que irían orquestando la mercantilización y liberalización de la educación (EEES). Pero fue cuando comenzaron a darse, ligeramente, los cambios deductivos en la Universidad del estado español y que, de manera paulatina, dirigía el EEES (versionado para el contexto del Estado mediante el informe Bricall), que nos preguntábamos de dónde procedían estas reformas, y quién/quiénes estaban formando parte de las sucesivas negociaciones en educación. Lxs profesorxs, a pesar de venir sufriendo los cambios en cuanto a la docencia, se mostraban totalmente desorientados en este sentido. Eso nos reveló que era preguntas fundamentales que jamás se habían hecho; ya que quien se haga esa pregunta no puede sino trabajar para obtener las respuestas, y, una vez obtenidas, trabajar para detener semejante proyecto criminal.
De modo que, el resto, decidieron ser juez y parte del oscuro plan denominado «Bolonia», poniéndose el traje del escepticismo y, por tanto, abandonando todo atisbo de optimismo (ignorantes muchxs de ellxs de que, son y serán, tanto y más afectados por la intoxicación del perfume del Plan colonial), ante la vida que comenzaba a surgir entre lxs estudiantes. De esta manera, los que tienen el culo bien salvado (de los cuales gran parte, en su día, fueron promotores de cambio revolucionario), se han constituido a lo largo del proceso como una «policía simbólica», acusándonos de denunciar falsos problemas en las reformas que supone el EEES. Obviamente, esta es la postura fácil que les permite «trabajar» cómodamente en sus sillones burocráticos, mientras adaptaban los planes de estudios a los (des)grados europeos. Así como el Estado moderno viene siendo desposeído de su poder por «la mano invisible», ellxs lo están de sí mismxs al acceder a ser actores de la pantomima y el circo del Plan Colonia. Ahora, podríamos decir que tienen un interesado papel en la historia
Pero detrás del decorado, lo que realmente ocurre entre tanto, es que la iglesia -como santa madre del mercado y el estado moderno-, toma terreno de nuevo en los procesos de decisión sobre la educación en «democracia» (teórica; pues en la práctica, nuestra estructura de gobierno está más próxima a una oclocracia). Me estoy refiriendo al Consejo de Coordinación Universitaria (LOU 2001), donde, además de los rectores de nuestras universidades, participan un amplio sector de la empresa privada; y, la iglesia, dispone de representación. ¿Auschwitz comienza el siglo XXI? [1]
Becarixs y Investigadorxs. ¿En apuros o apuradxs? La neurosis de la cita.
La sociología -hablando desde la experiencia- parece haberse quedado plenamente satisfecha con Beck y su teoría de la sociedad del riesgo (sin ánimo de menospreciar la lucidez de dicha la teoría, respecto a la modernidad tardía). Pero precisamente, debido a la excesiva tecnificación, parece ser la ausencia de riesgo en lxs investigadores; es decir, no hacer coinvestigación desde las cosas mismas, es lo que ha dejado a las ciencias humanas y sociales en una infinita autoconfrontación. No hay riesgo por parte de estos investigadores sino una postura cómoda forjada a base citas y citas y más citas. De modo que, gran parte del cuerpo de docentes, esta dentro de esta tipología de sujetos que no quiere afrontar problemas y tan sólo se limita a buscar soluciones a la carta. Es una situación donde nadie lee a nadie. Están tan absortos con los proyectos personales, que se lee sólo lo que puede favorecer el proyecto personal. Y, es así, que malentendemos al otro; porque no le dedicamos tiempo. El tiempo apurado de lxs investigadores que pone en apuros a lxs becarios. El Plan Colonia, alimenta una mecánica donde ya nadie sabe leer sin proyectarse. Todxs compran, pensando que eso es elegir, aromas de los perfumes que se ofertan en el mercado educacional colonial. Así es que pierden su propio aroma, y acaban confundiéndose entre las de los demás.
Al parecer, consideramos cambios progresivos a la vanidad satisfecha de sí misma. Me refiero a ese tipo de sujeto, al cínico burócrata apadrinado por las instituciones de la modernidad, resabio de una jerga sacada de su contexto; por tanto, ajeno a todo lo que sucede fuera del ente académico.
En fin, esto es lo que denominan progreso, «avanzar» hasta alcanzar un completo estado de inautencicidad. En el sentido de que no se entra más en el supuesto estado de apertura sino que simplemente se aplica, traslada, copia; en definitiva, imita mecánicamente pero no se parte más desde un «llamado de las cosas mismas». Así. Hoy por hoy, la academia está infectada de sofistas e incompetentes lameculos. Esto es el precio pagado por una economía de mercado que para su supervivencia, necesitó y necesita profesionalizar todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Ocurre además que, sin literatura, cine y música autenticas; es decir, enhebradoras de los silencios, la vida -los valores humanos- seguirá en continua disminución por más que suavicemos lxs sociólogos en el SPSS. Las enfermedades del miedo al otro, la depresión, esquizofrenia… continuarán en aumento hasta alcanzar el estado de entropía social global -muerte por asfixia-, del cual, recién, estamos sufriendo los primeros síntomas (el verdadero virus es el modelo neoliberal, constituido en red capilar, con sus «sanadineros fiscales»; y no los pobres animalitos, los cerdos enfermados).
El semiocapitalismo y la generación postalfa
«El semiocapitalismo es una fábrica de infelicidad también para los vencedores, que corren cada vez más rápido para mantener el ritmo, obligados a dedicar sus energías a competir contra todos los demás por un premio que no existe. Desde el momento en que la comunicación se está integrando progresivamente a la economía, vencer se convierte también en el imperativo categórico de la comunicación. En consecuencia, mientras el estereotipo publicitario muestra una sociedad empapada de felicidad consumista, en la vida real se extienden el pánico y la depresión, enfermedades profesionales de un ciclo de trabajo que pone a todos a competir con todos, y culpabiliza a quien no logra fingirse feliz» [2]
Es el eterno cuento del neoliberalismo, el del burro y la zanahoria; el cual, en el semiocapitalismo:
El señuelo sigue siendo una zanahoria sólo que de origen transgénico. La pista de carreras ya no es una autopista de cemento, sino un escenario virtual que la reproduce con añadidura de todo lujo de detalles (cuya verdadera base es una cinta mecánica); pero, eso sí, patrocinado por Google y bendecido por la Santa Iglesia «apostora» y «roma-gana» (ella apuesta por una empresa, la cual gana). En cuanto al burro, no sólo está equipado de anteojeras sino que lleva «lentes progresivas». Estas lentes, permiten ser indiferente a la desaparición paulatina del espacio; por tanto, ya ni siquiera es movido por el deseo de alcanzar la zanahoria sino que es empujado por la inercia de andar cada vez más rápido, sobre la cinta mecánica, para mantener las pulsaciones por minuto exigidas (con ayuda del Prozac). Así, de este modo, es que se mantiene: yendo hacia algo que no recuerda qué es, pero cree desear…Finalmente, el que va sobre el burro, padece de la visión esquizofrénica de poseer «La gran zanahoria mutante»…
Evidentemente, esto es una caricatura de la realidad que nos acompaña a la generación post-alfa (por seguir con los términos de Bifo); pero no significa que sea menos real.
Para terminar a empezar, me gustaría acabar comenzando, por destruir las obviedades que nos destruyen (dinamita semiótica). Ha llegado el momento de parar la maquinaria capitalista cognitiva y quitarse los anteojos. Esto significa no dejarse seducir/persuadir por el hedonismo mercantil de «La Europa del Conocimiento» (las lentes progresivas). Decirles a los dominadores, que en su veloz carrera, no olviden que después de la calma vuelve la tempestad. Y con esto quiero decir, que hay muchos seres disfrazados de burros que se niegan a llevar anteojeras; éstos, que se respetan a sí mismos y, por tanto, a los demás, regresan a la carga con claros objetivos…
*¿Qué si podría haber escrito este artículo en términos de sociología autogilipolletica? Sí, claro que sí; pero, entonces, estaría desmintiendo todo lo escrito hasta ahora…y ahí, en ese momento, es que empezaría la función y su bonito decorado de palabras: «La suciedad de los parques y El Plan Bolonia».
Notas:
[1] Título del libro, publicado en 2002, de Carl Amery
[2] Franco Berardi en «Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo»
Ana Carrasco, de la Assemblea d’Estudiants de la Universitat de Alacant
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-sociedad-de-los-parches-y-El.html