Estas ideas bien pudieran constituir un modesto homenaje a la Revolución Cubana y a Cuba en ocasión de celebrarse un nuevo aniversario del 26 de Julio de 1953, fecha en que con más rebeldía que armas, una generación de revolucionarios, en representación del pueblo, asaltó los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel […]
Estas ideas bien pudieran constituir un modesto homenaje a la Revolución Cubana y a Cuba en ocasión de celebrarse un nuevo aniversario del 26 de Julio de 1953, fecha en que con más rebeldía que armas, una generación de revolucionarios, en representación del pueblo, asaltó los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, entonces ergástulas de una tiranía oprobiosa.
Tomando como referencia la actual crisis económica social que se proyecta con ribetes alarmantes sobre los países ricos del mundo e integrantes de los clubes exclusivos del denominado primer mundo, cabe analizar a través de esta lente particular la imagen admirable de Cuba en una era, iniciada veinte años atrás, cuando todo el mundo esperaba su caída estrepitosa o su rendición obligada bajo el peso de los acontecimientos derivados del desplome del campo socialista y, en especial, de la Unión Soviética. Por eso, una mirada a través el ojo emétrope de la historia verdadera, permite ver su imagen nítida, real y luminosa en el punto focal. Sólo los ciegos no podrán imaginar su representación real; así como los miopes, con ojeriza añadida, que jamás podrán fijar en sus retinas su figura luminosa, después de atravesar un contexto complejo como ninguno, convertido en una lente particular para apreciar lo real maravilloso de un país y su pueblo.
Todo el mundo conoce que la actual crisis económica mundial tiene atareados y alarmados a los gobernantes de los países ricos, las denominadas potencias o grandes economías que integran el primer mundo desarrollado.
Y los pueblos respectivos de esos países, que han disfrutado, en general, del privilegio de un bienestar que se sustentó desde siglos atrás en la explotación de las sociedades de los países subdesarrollados o del llamado tercer mundo, hoy parecen despertar de un largo sueño de verano y sufren los ajustes insoportables en medio de reclamos, lamentos y protestas, mientras reciben a cambio la desatención, la falta de consulta o de consenso, y también, por supuesto, las represiones de todo tipo que son capaces de descargar tales sistemas que, aunque blasonan de democráticos, siempre han ejercido una fuerza desmedida, más o menos disfrazada, silente o explosiva según los casos, sean estos tiempos armónicos o conflictivos.
Por doquiera se han escuchado los ayes de lamentos y se ha anunciado la bancarrota de las empresas y bancos monopólicos y transnacionales, así como también de las arcas públicas de los Estados. Sin embargo, poco se habla, discute y analiza que el actual estado de cosas en la economía de las grandes potencias y, por consiguiente, del resto del mundo, es resultado de un proceso acumulativo determinado que se ha caracterizado por la implantación a raja tabla de una política denominada globalización neoliberal, exaltada como una revelación divina por los «santos dioses y patronos» del capitalismo mundial.
Utilizando las recetas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, obsecuentes instrumentos de los Estados Unidos y sus aliados, éstos concibieron o elucubraron la doctrina de economía política, crearon los resortes y diseñaron y aplicaron los mecanismos para hacer tabla rasa de todas las decisiones y las políticas nacionales soberanas de los Estados más vulnerables que quedaron subordinados a un engendro maquiavélico en que los ilustres patricios del neoliberalismo ofrecían como ayuda lo que en realidad era un puñal puesto en el cuello o en el pecho.
Fue así que cantaron una victoria anticipada y prometieron el advenimiento de paraísos en que el crecimiento y el estado de bienestar inundaría la existencia de la una humanidad enajenada por la cacareada superchería del libre mercado, con su poder de autorregulación de las sociedades y sus promisorios augurios de bonanzas para todas las personas.
Pero en la práctica, este proceso descargó sobre las espaldas de los pueblos el enorme peso de lo peor que tal sistema destinaba a las grandes mayorías más o menos pobres , y permitió lograr a la vez incrementos del porcentaje de la minoría de la población más rica y del porcentaje de la mayoría de la población más pobre. En fin, se hizo más patente y criminalmente más injusta la desigual distribución de las riquezas, y creció el abismo entre ricos y pobres y, por lo tanto, la deuda social para el desarrollo armónico de las sociedades. Ocurrió un enriquecimiento de las clases más ricas a expensas de las clases más empobrecidas a nivel de todos los países, con un aumento del desamparo de toda protección social como nunca antes.
Mientras tanto, en las grandes empresas del capitalismo, en los Estados Unidos y en la cofradía que regenteaban el fetiche del modelo neoliberal, la burbuja financiera crecía gigantescamente bajo los efectos de la levadura distintiva de las bolsas y de los bancos, empeñados en los juegos malabares de casino, que se fueron divorciando cada vez más de la economía real y productiva de los países. Paralelamente pulularon los préstamos desenfrenados a los países y a los particulares, y se dilapidaron inmensas fortunas en proyectos y planes armamentistas y guerreristas, algunos de los cuales se pusieron en práctica y duran hasta hoy, como son los casos de Afganistán e Irak. Tal parecía que el dinero brotaba de manantiales inagotables, gracias al poder de impresión de la divisa fuerte representada por los dólares estadounidenses a cargo de la Reserva Federal de Estados Unidos.
A consecuencia de todos estos actos y acontecimientos signados por la irresponsabilidad aventurera, la crisis económica fue emergiendo allá y acullá, hasta que irrumpió abruptamente en los Estados Unidos, como lo había vaticinado Fidel a mediados de los ochenta, cuyas empresas y bancos cayeron en una bancarrota sorpresiva, y arrastraron en su caída la economía individual de millones de norteamericanos y removieron las arcas públicas de la más poderosa economía del mundo.
Lo que sobrevino después, se propagó como una pandemia de crisis económica, que despuntó en Grecia, y se extendió después al resto de los países desarrollados de Europa, que hoy pronostican un prolongado periodo de recuperación lenta, mientras anuncian e instrumentan medidas de recortes y ajustes presupuestarios que afectan los programas sociales y llenan de alarma y tragedia a los pueblos, pues amenazan el sustento y las reservas económicas de millones de personas.
Todos los cantos de sirenas lanzados a los cuatro vientos durante más de dos decenios, amplificados por el desplome del campo socialista, son hoy lamentos y ayes entremezclados con augurios imprecisos de cómo transcurrirá este periodo convulso de crisis, en que parece que las bolsas henchidas de los países ricos, se agujerearon tan peligrosamente que son incapaces de retener el producto de la riqueza mal habida, y dilapidada en actos de frenesí alocado a consecuencia de una euforia alucinada por el llamado fin de la historia y el surgimiento de un mundo unipolar bajo la égida del imperio norteamericano.
Si uno se atiene a un riguroso análisis histórico de la acumulación secular de las riquezas de los países más desarrollados del presente, se puede constatar que el proceso se inició en algunos de esos países en la antigüedad remota de antes de nuestra era y, más tarde, durante los primeros y posteriores siglos de nuestra era. A las riquezas naturales de muchos de ellos, hay que añadirle, en grado superlativo, lo adquirido a fuerza de la conquista, despojo y explotación de territorios inmensamente ricos, en que la riqueza material y los recursos humanos fueron transferidos, en una práctica de explotación, esclavitud y exterminio, hacia la tierra de los conquistadores.
Así que, hoy por hoy, las enormes riquezas que se acumulan como patrimonio de esas grandes potencias, no son fruto legítimo, real e innato de ellas. Allí se acumulan en cantidades infinitas todo el producto robado y conquistado de la manera más feroz e inmisericorde a otros pueblos durante las incursiones punitivas desarrolladas desde la antigüedad hasta el presente. Ese despojo nunca ha cesado ni ha tenido etapa de reposo benevolente, aunque en tiempos más recientes los métodos de expoliación hayan sido más refinados, disfrazados como el libre mercado y el intercambio mutuo, aunque por su carácter desigual siempre ha estado y estará asociado a una violación de la justicia.
Se puede afirmar como un personaje del cuento UNA HISTORIA PROFANA de William Faulkner: «Los otros. Tienen….esto y lo otro. Porque tuvieron el dinero, el metálico, en el momento preciso. No importa como lo consiguieron. Porque en aquellos tiempos no había muchas formas respetables de hacer dinero en este país; el asunto es haberlo tenido. Haberlo tenido, ¿comprende?» Sólo habría que añadir que en aquellos tiempos como en estos que corren cualquier trapisonda ha sido buena para acumular riquezas a expensas de otros, especialmente de los sufridos, sean hombres o países.
Por eso causa asombro que, producto de las irracionales políticas impuestas por esas grandes potencias ricas, ellas mismas hayan caído en una crisis profunda, que agudiza aún más la crisis de los países más débiles.
No se puede olvidar que esos pueblos ricos de hoy, junto con las riquezas acumuladas, rezuman sangre, sufrimientos y exterminios de otros numerosos pueblos. Poblaciones subyugadas y explotadas y riquezas arrebatadas con violencia feroz, o con pases mágicos de hechicerías comerciales y financieras, se convirtieron en patrimonio de los conquistadores en distintas etapas históricas o durante eras continuas de explotación voraz.
A través de la lente de la crisis puede valorarse lo que hemos visto reflejado en los distintos países. ¿Qué hubiera pasado con la economía de los Estados Unidos, cuál hubiera sido el caos político y social, si las abundantes arcas de la Reserva Federal, junto con el privilegio de imprimir la divisa predominante en el mundo, no hubieran socorrido a los bancos y empresas en forma millonaria? ¿Qué habría ocurrido en Grecia, además de los graves conflictos ya vistos, si el Banco Mundial y la Unión Europea no hubieran lanzado su salvamento financiero, claro que con las recetas consabidas, a fin de paliar o evitar la hecatombe del primer país europeo aquejado por la crisis reciente? ¿Cuáles han sido las consecuencias de las medidas anti-crisis, salvando las diferencias potenciales, en España, Inglaterra, Italia y Alemania, por ejemplo?
Es común en todas partes que el crecimiento económico está afectado, y no se sabe hasta qué plazo; se presenta un desempleo galopante y las garantías sociales han quedado reducidas y sufren las amenazas de ajustes mayoritariamente impopulares. El sistema imperante se tambalea en medio de las contradicciones existentes entre el estado actual y las posibles soluciones para un porvenir mejor, aun inseguro e imprevisible.
Ahora les pido que valoren la epopeya de Cuba cuando tuvo que sortear la coyuntura de la crisis abrupta derivada del derrumbe del campo socialista y la desaparición de la Unión Soviética. En cuestión de unos pocos meses, con el surgimiento de los gobiernos que desmantelaron el socialismo en sus países respectivos, se rompieron de un tirón los tratados y acuerdos, establecidos durante decenios, sobre intercambios justos y mutuamente ventajosos a la luz del comercio internacional de entonces y los intereses de políticas nacionales dentro de la comunidad socialista.
Todos los compromisos contraídos mutuamente en forma seria y responsable por aquellos Estados con Cuba, se volvieron letra muerta por una decisión inconsulta y unilateral. Cesaron los suministros y todo el comercio que representaba entre el 70 al 85 % del intercambio total de Cuba, incluyendo combustibles, alimentos y piezas de repuestos, etcétera. En esas condiciones extremas de pérdida de los mercados tradicionales, no existió posibilidad de créditos millonarios de ningún país, bancos o entidades financieras internacionales. Cuba debió lidiar con aquella tempestad completamente sola y con sus exiguos recursos. Tuvo que reorientar su economía con los escasos y propios recursos, y comenzar nuevas relaciones comerciales en medio de aquel contexto adverso, en que el país llegó a estar sometido a dos bloqueos: uno, el norteamericano, de larga data, pero que se incrementó en esos años con leyes como la Torricelli y la Helms-Burton, y el otro, originado por la supresión total de las relaciones comerciales con los países ex-socialistas.
¿Cómo pudo Cuba soportar el tremendo impacto que esto representaba en lo político y económico? ¿Cómo fue posible el milagro de la recuperación en circunstancias tan adversas y casi imposibles de superar?
Hay que decir que eso fue producto de muchos factores creativos de la Revolución Cubana, acosada como nunca antes. Ningún otro país del mundo ha debido enfrentar una experiencia similar en la historia. Y Cuba pudo hacerlo por tener al frente una dirección política encabezada por Fidel Castro que jamás vaciló y que siempre tuvo claro que la única salvación era resistir junto al pueblo. El pueblo entero, a nivel de centros de trabajo y estudios y de las organizaciones políticas y sociales, se constituyó en parlamentos obreros y populares para analizar las medidas posibles para garantizar las conquistas del socialismo, y crear las bases para el futuro desarrollo a pesar de las condiciones adversas del momento. Se apeló al espíritu patriótico y revolucionario de un pueblo que en su mayoría estaba convencido de lo que había representado la Revolución desde su mismo triunfo hasta esa coyuntura de la historia del mundo.
Así se inició la larga y difícil marcha de Cuba para avanzar en medio de aquel marasmo internacional y frente a las agresiones más criminales que pudieron concebir los gobiernos norteamericanos, coligados con sus aliados, y utilizando a los enemigos más directos de dentro y de fuera para tratar de socavar el basamento político-social que sustentaba a la revolución y al país.
Y además de resistir las embestidas de los malos tiempos, Cuba fue leal a su vocación internacionalista de solidaridad con otros pueblos, y no sólo mantuvo su cooperación con otros pueblos sino en la medida de lo posible incrementó sus acciones solidarias a partir de la riqueza creada en recursos humanos. Y hay que decir, porque es verdad, que Cuba recibió a cambio también la solidaridad de todos los pueblos del mundo, y cada vez más se hizo evidente la admiración y el apoyo de las naciones a la pequeña, digna y solidaria nación del Caribe.
Se pudieran añadir muchos otros análisis generales y apoyarlos con datos concretos, pero considero que con lo dicho basta para admirar a Cuba a través de la lente de la crisis mundial, que hoy también la afecta en mayor o menor medida, pero nunca con la envergadura con que fuera afectada en los años de la década del noventa, con la declaración del período especial de resistencia, que ya forma parte de una epopeya histórica.
Estas ideas bien pudieran constituir un modesto homenaje a la Revolución Cubana y a Cuba en ocasión de celebrarse un nuevo aniversario del 26 de Julio de 1953, fecha en que con más rebeldía que armas, una generación de revolucionarios, en representación del pueblo, asaltó los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, entonces ergástulas de una tiranía oprobiosa.
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