Capítulo 9.
El marco social de la práctica sacristaniana en los 60.
La práctica de Manuel Sacristán se desarrolla en un país en profunda transformación. Después del período de la tímida liberación de principios de los años 50, la época del ministerio de Ruiz Giménez y la revista Laye, sobreviene una etapa de la dictadura de Franco en la que se endurecen las condiciones políticas y económicas a partir de las que la sociedad española debe desarrollarse. El cambio político de 1956 supone el estallido del bloque de fuerzas de derechas que había luchado en la guerra civil contra la II República. Se sacrifica a la pequeña burguesía en aras de los intereses de la burguesía monopolista y se olvidan definitivamente tanto los aires reformistas de Ruiz Giménez y su grupo, como los postulados falangistas referentes a reivindicaciones de tipo popular. El estado franquista se deshace de la Falange y de la ideología fascista, reemplazándolas por el OPUS y la ideología tecnocrática del final de las ideologías; ésta afirma la heterogeneidad y el pluralismo frente a la conceptualización de las tensiones sociales por la temática dialéctica de las contradicciones. Tal forma de pensar supone una sociedad en la que existe una fuerte tendencia a la autonomización de los sectores culturales y busca reforzar esa tendencia como forma de instaurar plenamente la mercantilización de la sociedad.
Los ministros tecnócratas preparan el desarrollo económico de los años 60 mediante el Plan de estabilización de 1959 -con un fuerte recorte para las condiciones de vida de la clase obrera española (según Ramón Tamames en su Estructura económica de España)-, recibiendo ayuda de organismos económicos y capitales internacionales. La sociedad española de los años 60 se caracteriza por el proceso de industrialización con altos índices de crecimiento del Producto Interior Bruto, impulsado por una planificación estatal en simbiosis con el capital financiero que armoniza relativamente los diferentes intereses capitalistas bajo su hegemonía. La concentración de la propiedad en el Estado español es muy grande: unas pocas familias mantienen el control de la producción económica. Una de las características de la estructura económica española, en los años 60 y posteriormente, es la gran concentración de la riqueza, especialmente por la concentración del capital finaciero en unas pocas manos. Las grandes empresas se elevan en medio de una gran cantidad de pequeñas y pequeñísimas unidades. Eso genera la ausencia de un estrato suficiente de clases medias, a partir del cual se genere una capa de especialistas capaces de la gestión técnica en la producción; uno de los mayores esfuerzos del desarrollo será el de crear ese estrato de técnicos, aspecto en el que la Universidad juega un papel clave. Por otro lado, el desarrollo económico viene acompañado por el crecimiento urbano, que concentra la población española en las grandes metrópolis a partir de la inmigración campesina.
Ese proceso se realiza sin transformación de las estructuras de propiedad. Especialmente la propiedad agraria mantiene formas retrógadas, que pueden describirse como feudales. Sin embargo, la industrialización repercute en la transformación del campo español a causa de la fuerte emigración campesina -100.000 personas por año- hacia la ciudad y hacia el extranjero, en busca de mejores condiciones de vida. La adaptación de esta población campesina a las condiciones de vida urbana y fabril en una sociedad industrial dominada por el capital financiero se hace bajo formas individualistas, con destrucción de las raíces culturales y con fuerte presencia de sectores sociales marginales.
El desarrollo económico español de los 60, por tanto, mantiene islotes de regresividad en el seno de los procesos de cambio; pero ese proceso de cambio promueven funciones sociales nuevas y tipos humanos distintos. Como muestra el análisis gramsciano del taylorismo y el fordismo el sistema industrial constituye una organización de disciplina social y maduración del carácter de los trabajadores (Antología 475 y ss.). Las nuevas formas de producción generan tensiones en la organización social que apuntan a la necesidad de sustituir a la Iglesia y el Ejército por nuevas formas institucionales en la formación de estructuras sociales integradoras. Pero la contradicción entre trabajo colectivizado y apropiación privada de los beneficios en el capitalismo destruye la racionalidad social manteniendo estructuras retrógadas. Por otro lado, Iglesia y Ejército oponen resistencias y conservan cuotas de poder en la sociedad española cada vez más incompatibles con su modernización. La educación, por ejemplo, permanece en manos de la Iglesia y otras organizaciones privadas. A la larga los cambios vendrán impuestos por las necesidades de mayor racionalidad del sistema económico y de los órganos de gestión de éste. Frente a la arcaica organización de la sociedad española, la racionalización capitalista exige la liberalización del sistema político y económico. La alternativa comunista a esa racionalización exige la democratización de las estructuras sociales.
Sacristán utiliza el análisis marxista para entender esta situación histórica: la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la persistencia de las antiguas relaciones de producción define la situación histórica. El modo de producción capitalista origina un proceso de proletarización de la sociedad -la formación de una clase potencialmente universal, opuesta a la apropiación privada de los medios de producción- que entra en contradicción tanto con la formación clasista y estamental de la sociedad antigua como con los intentos de la clase dominante de adaptar la organización social a las nuevas condiciones de las fuerzas productivas manteniendo la existencia de clases sociales. Los años 60 se caracterizan por la consolidación del movimiento comunista -que había sido minoritario en el Estado español- y de su influencia en el nuevo movimiento obrero concentrado en las zonas fabriles por la industrialización.
La actividad práctica de Sacristán en su vertiente política y profesional se desarrolla hasta 1965 en el marco universitario. Dos rasgos básicos de ese sistema de enseñanza permiten caracterizarlo como un sistema clasista: la ideología que trasmite y la base de reclutamiento de los alumnos. El sistema de enseñanza transmite una ideología tecnocrática según la cual el modelo de desarrollo capitalista es el único racional y la jerarquía de valores de la civilización capitalista es la única posible. Pero el sistema de enseñanza en la España de los años 60 se caracteriza por la falta de coherencia ideológica: por un lado, sobrevive la enseñanza tradicional fundada en valores precapitalistas; por otro, el modo de producción industrial exige una mayor cualificación técnica de los alumnos y un tipo de enseñanza adaptado a las necesidades de la producción industrial.
La base de reclutamiento es clasista porque los máximos beneficiarios de los niveles superiores de instrucción son los hijos de las clases dominantes. Sin embargo, la industrialización producida por el desarrollo económico de los años 60, fundada en un elevado nivel tecnológico, plantea la necesidad personal cualificado. El interés del Estado por los problemas educativos se despierta cuando el sistema de producción empieza a necesitar obra de mano cualificada. Esa necesidad de la producción repercute en el sistema de enseñanza exigiéndole un mayor rendimiento y destruyendo así el reclutamiento tradicional de los universitarios entre las élites superiores. En los años 60 se produce la masificación de la Universidad española, y con esto se da la segunda contradicción que iba a hacer explosiva su situación. La Universidad será un permanente foco de conflictos en la sociedad española durante el franquismo. Las luchas estudiantiles se suceden desde 1956 enfrentadas al aparato de control fascista de la sociedad, representado en la Universidad por el SEU, y con los objetivos de la democratización de la sociedad y la conquista de las libertades. Las condiciones en que se desarrolla el movimiento estudiantil son: 1.-la repercusión en la Universidad del conflicto entre la dinámica de los procesos sociales y las instituciones del aparato de estado fascista destinadas a controlarlos; 2.- la inadecuación y anacronismo de los métodos de enseñanza en conflicto con la conciencia social y política de los estudiantes; 3.- la incapacidad de las estructuras sociales para absorver el número de graduados que la universidad produce.
A partir de esa situación, la lucha por la democratización de la sociedad, dadas las circunstancias en las que se produce, adquiere perspectiva socialista. La lucha contra el estado franquista se hace lucha contra el capitalismo monopolista de estado y las clases pequeño-burguesas buscan la alianza con el movimiento obrero. De aquí que el Partit Socialista Unificat de Catalunya -PSUC miembro confederado del Partido Comunista de España- llegue a ser la fuerza política hegemónica en la Universidad, y especialmente en la Universidad de Barcelona. Esa alianza entre estudiantes y obreros se hace tanto más plausible cuanto que la clase obrera comienza a movilizarse con fuerza en los años 60. Las reivindicaciones de las huelgas obreras, que alcanzan carácter masivo en 1962, sobrepasan el nivel puramente económico. Las consignas políticas, y el desarrollo consiguiente de la conciencia de clase, están a la orden del día en las luchas obreras: libertad sindical, derecho de huelga, amnistía,… No obstante, no se llegará al nivel de generalización exigido por la huelga general propugnada por el partido comunista. Por eso el resultado de las luchas políticas en la sociedad española de los años 60 no dará lugar a una transformación revolucionaria de la sociedad y la operación de desmantelamiento del Régimen franquista en los 70 dio la oportunidad al vigoroso neocapitalismo español para integrar a las clases sociales bajo su hegemonía.
2. La proletarización del intelectual.
Sacristán hace una descripción de su propia vida política e intelectual durante los años del franquismo, en una entrevista de febrero de 1983 para la revista mejicana Dialéctica: yo era legal en España: tenía mi documentación en regla y era un profesor universitario o, en otras épocas, un traductor que vivía como tal legalmente. Por otra parte, tenía mucha actividad ilegal, y en situaciones de bastante responsabilidad […]. Yo hacía así dos vidas, lo cual producía una especie de esquizofrenia. Era un handicap fuerte para un trabajo intelectual duradero. De aquí que escogiera conscientemente, como fórmula para escribir, el texto corto, el artículo, el ensayo, el prólogo […] una solución que me permitió intervenir bastante, a pesar de lo difícil de mi situación, en la discusión teórica y política en España (SPEPA 101).
Sacristán alternó, en medio de esa difícil vida, la traducción con la docencia como profesor no numerario en la Universidad Central de Barcelona. Ambas, profesiones mal pagadas. Sacristán fue introductor a través de sus traducciones de prácticamente todas las corrientes del pensamiento crítico en la cultura española de los años 60 y 70. Éste, junto con su labor docente en la Universidad y con la militancia política, son probablemente los rasgos más característicos de su labor ilustrada. A ello se debe añadir el valor de sus propios escritos en los más variados ámbitos de la cultura, rectificando la opinión que dio de sí mismo en 1985 al responder a una carta de Andalán (Andalán, n.434, sept.1985, 15).
En el apéndice bibliográfico hay una lista de las traducciones de Sacristán. Esta lista es incompleta pues algunas de éstas se hicieron bajo seudónimo por la baja calidad del texto: son traducciones hechas para sobrevivir. Pero el número de traducciones ‘serias’ de Sacristán es sufientemente elevado como para que éste ocupara un lugar destacado en el panorama cultural de la España franquista. A esa notable labor traductora debe añadirse el trabajo realizado en la editorial Ariel -en la que dirigió la colección Zetien- y Grijalbo -donde preparó una edición de las obras completas de Marx y Engels que no pudo terminarse-. La editorial Grijalbo ha sido una de las principales editoriales que ha introducido el marxismo en el Estado español. Respecto de la editorial Ariel, el trabajo de colaboración de Sacristán ha sido el de introducción de ciertos autores fundamentales del siglo XX, entre los que destaca Russell.
Esta actividad de Sacristán en el ámbito de la cultura española por medio de la publicación de los textos fundamentales de la cultura contemporánea se complementa con su labor educativa en la asignatura de Metodología de las Ciencias Sociales de la facultad de Economía de la Universidad Central de Barcelona. Sacristán fue profesor contratado en la Universidad, pues se le impidió el acceso a una cátedra por motivos políticos. En el año 1965 no se le renovó el contrato por motivos represivos, volviendo a dar clases en la Universidad como profesor contratado en la década de los 70. Como puede verse por el apéndice bibliográfico se conservan guiones y apuntes de los cursos y grabaciones magnetofónicas de los cursos que dio en los últimos años.
Una vida cuya subsistencia se consigue mediante contratos mal pagados es proletaria. La vida de Sacristán es así un ejemplo del proceso de proletarización de los intelectuales en la sociedad moderna: el conocimiento como valor de cambio puesto a disposición del mercado. El pensamiento teórico de Sacristán es el reconocimiento y la crítica de esa situación. Los intelectuales de Laye habían advertido ya esa situación; la plena consciencia de la misma debe explicar el marxismo de Sacristán, que es así reconocimiento de las ‘conminaciones de su pensamiento’ al tiempo que el fundamento de su decisión. Pero en la decisión original interviene también una noción de libertad incompatible con la cultura capitalista. No puede explicarse a Sacristán sin ese voluntarismo, compuesto de consciencia de la necesidad y voluntad de futuro, el cual en la situación de una sociedad de explotación del ‘hombre por el hombre’ es ‘instinto de rebelión’, si tomamos autobiográficamente es pasaje de la biografía política de Gramsci que no se llegó a publicar.1
3. La participación en los movimientos sociales antifranquistas.
La labor de Sacristán en el ‘frente externo’ del Partido, por denominar así la tarea de construir el movimiento social que pusiera final al Estado fascista, consta de una multiplicidad de tareas. En primer lugar, el propio trabajo intelectual de Sacristán concebido por él como la introducción y el desarrollo en el Estado español de la concepción científica del mundo, no podía dejar de subvertir un Estado fundamentado ideológicamente en el integrismo religioso. No puede ovidarse que esta labor cultural profunda tiene a la larga un peso histórico innegable. Además de haber sido su actividad profesional, el trabajo cultural fue también el centro de las preocupaciones políticas de Sacristán, en continuidad con su labor en Laye. El propio trabajo cultural será visto por Sacristán como una labor política, e intentará organizar este tipo de intervención intelectual desde el propio Partido.
Pero el choque de la voluntad política de una nueva forma de Estado y sociedad con las formas políticas, económicas y culturales de la sociedad establecida, tiene múltiples niveles y manifestaciones desde los más efímeros hasta los duraderos e institucionales, dentro de lo que en el lenguaje marxista de los partidos comunistas se ha denominado el ‘movimiento de masas’. El primero de estos niveles puede definirse como la creación de una contracultura o una contrasociedad; este nivel está definido por la intervención cotidiana en la vida social -en el caso de Sacristán entre estudiantes e intelectuales- con la transmisión de ideas y valores a través del contacto personal. En el interior de esta actividad cotidiana se generan formas inmediatas de lucha: en primer lugar, asambleas de estudiantes y profesores por problemas académicos; estos pequeños movimientos de politización de la vida cotidiana, en respuesta a problemas que son de la cotidianeidad, se transforman dentro de un sistema ultrarrepresor en auténticos desafíos a la autoridad constituida. Un nivel más elevado de lucha política consiste en la recogida de firmas en solidaridad con huelgas obreras y represaliados por el régimen; ésta es la forma típica de intervención política entre los intelectuales; la firma exige salir del anonimato y manifestar públicamente la opinión. Finalmente, la generalización de estas formas inmediatas y cuasi-cotidianas -no cotidianas por la prohibición que sobre ellas pesa, pero cotidianas en sí mismas- de manifestación del sentir democrático, da lugar a las jornadas de lucha, acompañadas de huelga casi siempre, y las manifestaciones, en las que se llega al enfrentamiento con la policía.
El segundo nivel es el de la institucionalización que esta contrasociedad se da. La institucionalización tiene dos niveles: primero, la penetración de las instituciones del Estado franquista con el objetivo de crear un frente democrático en su interior, y segundo, la creación de instituciones. Las instituciones creadas por el movimiento social de oposición política a la dictadura pueden encuadrarse en tres tipos principales: sindicales, culturales y políticas. Las instituciones políticas, a su vez, pueden ser partidos políticos, comités de coordinación de partidos políticos o mesas de fuerzas políticas, en las que participan tanto militantes de partidos como independientes.
Sacristán, tal como nos lo muestran los documentos de Partido, participó en todos estos niveles y fue actor consciente de todas estas formas de lucha:
-dirigió las luchas estudiantiles en estrecho contacto con el comité de universidad del Partido; (doc.57-1962, ME 3/1.1, AH-PCE; id.en APFV. Discurso al VII Congreso del PCE).
-participó en múltiples recogidas de firmas, entre otras las siguientes: campaña de firmas en apoyo a los mineros huelguistas de Asturias en 1963; en protesta por la detención de Pere Ardiaca, Gutiérrez Díaz y otros dirigentes comunistas (discurso al II Congreso del PSUC); en apoyo del Abad de Montserrat, Dom Escarré, represaliado por unas declaraciones antifranquistas (discurso al VII Congreso del PCE).
-en 1963 fue detenido en la Rambla de Canaletas de Barcelona durante una manifestación frustrada en protesta por la detención, la tortura y la condena a muerte sin garantías procesales de Julián Grimau (doc.sn, Cataluña 1/3 y Cataluña 10/1.1 (duplicado), discurso al II Congreso del PSUC, AH-PCE);
-participó en las primeras asambleas de profesores no numerarios, siendo uno de los iniciadores en los años 60 de este movimiento que en los 70 llegaría a agrupar a todo el profesorado no numerario (discursos al VII Congreso del PCE y al II Congreso del PSUC).
-participó en diversos encuentros de intelectuales democráticos y en la creación de instituciones culturales democráticas (especialmente importante fue el Congreso de Cultura Catalana impulsado por el PSUC);
-fue animador del movimiento estudiantil de Barcelona, y por ello uno de los profesores invitados a la asamblea fundacional del SDEUB (Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios de Barcelona) en 1966;
-como encargado por el Partido de realizar la política de unidad, tuvo relaciones constantes con los otros partidos políticos organizando plataformas de oposición democrática, organismos unitarios, comités de coordinación, etc. (doc.125-1962 y 158-1962, Cataluña 5, Discuso al II Congreso del PSUC, 137-1966, Cataluña 6, AH-PCE);
-estuvo también entre los organizadores, junto al Comité de Intelectuales de Barcelona, de la Taula Rodona (doc.137-1966, Cataluña 6, AH-PCE), organismo unitario de la oposición creado en 1966 que reunía a las fuerzas políticas de Barcelona y que fue el embrión de lo que llegaría a ser la Asamblea de Cataluña, principal organismo de la oposición en los años 70.
-en 1970 Sacristán participa en el encierro de 300 intelectuales en Monserrat en protesta por el Consejo de Guerra de Burgos contra miembros de la organización política vasca ETA, creándose a partir del encierro l’Assemblea Permanent d’Intel.lectuals Catalans.
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Una breve descripción cronológica de esta actividad en los diversos sectores, tal como puede apreciarse por los documentos conservados, puede ser la siguiente.
En primer lugar, dentro el movimiento intelectual existe un grupo comunista organizado desde 1956, cuando se reúne la primera célula del PSUC de este sector. Las actividades de este grupo se centran durante los primeros años en la propaganda y se concibe a sí mismo como grupo de apoyo al sector obrero considerado fundamental dentro de la estrategia comunista. Los intelectuales del PSUC participan en las diversas publicaciones del Partido (Unitat, Horitzons, Treball, Universidad, etc), además de realizar la publicación del propio Comité de Intelectuales (Quaderns politics, Quaderns de Cultura Catalana, Veritat). En estas publicaciones clandestinas los textos de Sacristán pueden haber sido numerosos; pero apenas puede indicarse la autoría de estos escritos en la mayor parte de ellas.
Sacristán es nombrado responsable del Comité de Intelectuales a finales del año 1962. Por eso puede atribuirsele la iniciativa de realizar la publicación del Comité de Intelectuales durante el año 63, Veritat; la cual está casi completa, falta el número 6, sumando los ejemplares que se encuentran en los archivos AH-PCE y ANC-PSUC. Los artículos de esta revista pueden considerarse de autoría colectiva con participación de Sacristán.
La actividad política de este grupo de intelectuales cuando se consolida y se amplía en la década de los 60 tiene dos frentes: uno, la batalla por la dirección de los Colegios Profesionales y la lucha dentro de las instituciones sociales legales y, dos, la creación de instituciones propias. Así, por ejemplo, el grupo de intelectuales del PSUC participó con relativo éxito desde 1963 en las sucesivas elecciones para elegir las Juntas directivas de los Colegios Profesionales contando con representantes en estos organismos. Pero más importante es la creación institucional al margen de la legalidad franquista en el sector intelectual. En 1962 se constituye el Comité de Intelectuales Democráticos en abril de 1962 (doc.sn, FC 10/10.1, AH-PCE). En 1963 se celebra el Congrés de Cultura Catalana (doc.78-1963, FC 9/2, AH-PCE). En 1965 se crea el Centro de Estudios Económico-Sociales en Madrid con participación de Ramón Tamames y al que asisten intelectuales de Barcelona (doc.124-1965, Cataluña 6, AH-PCE). En 1966 la burguesía catalana reacciona intentando integrar el movimiento intelectual democrático en un organismo cultural creado por ella el ‘Omnium Cultural’ (doc.7-1966, Cataluña 6, AH-PCE), con lo que se abre un nuevo frente de lucha política para los intelectuales comunistas. En diciembre de 1968 se celebran las jornadas intelectuales comunistas de Barcelona (doc.sn, FC 9/1, AH-PCE).
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En segundo lugar, el trabajo político dentro de la Universidad consistió en crear un movimiento democrático y antifascista. Sacristán se ha referido a las características de este movimiento universitario en los veinte últimos años de la dictadura franquista, en el prólogo de un libro sobre la Universidad franquista editado en 1976 (Equipo Límite, La agonía de la universidad franquista, Barcelona, Laia, 1976): el movimiento universitario español de los últimos veinte años ha asumido incluso la función de motor de las contradicciones «internas» a la institución educativa burguesa, o sea, ha asumido funciones burguesas progresistas, mientras seguía siendo siempre y, a veces, aguantado exclusivamente por universitarios socialistas […] el movimiento universitario socialista español cumple vicariamente una amplísima función democrática, antifascista en general, que habría «debido» competir a un abanico amplio de fuerzas sociales (op.cit.p.III).
En el sector universitario se pueden distinguir dos frentes: el de estudiantes y el de profesores. Respecto al primero, en 1961 hay ya organizada una célula de estudiantes comunistas en la Universidad de Barcelona (doc.6-1961, FC 9/2, AH-PCE). Este grupo dirigido por Sacristán consigue una fuerte movilización de los estudiantes barceloneses en 1962 (doc.57-1962, ME 3/1.1, AH-PCE), que continúa y se amplía en los años siguientes, lo que genera un fuerte crecimiento del Partido en el sector estudiantil a pesar de la fuerte represión (discurso al II Congreso del PCE). En 1965, el movimiento estudiantil ha conseguido ya reuniones coordinadoras a nivel estatal y está en condiciones de plantearse la celebración de un Congreso Nacional de Estudiantes (discurso al II Congreso del PCE). En 1966 los estudiantes celebran el Congreso constituyente del SDEUB (sindicato democrático de estudiantes universitarios de Barcelona) como alternativa al SEU (sindicato de estudiantes universitarios) franquista. La Asamblea fundacional del SDEUB provocó una fuerte reacción policial y un enfrentamiento de toda la ciudad de Barcelona a la represión franquista por solidaridad con los estudiantes, jornadas conocidas como la Caputxinada en Barcelona por haberse celebrado el Congreso en el Convento de los PP. Capuchinos de Sarriá. El Manifiesto por una Universidad Democrática, preparado por Sacristán, fue leído en esta Asamblea como documento programático. El programa de este manifiesto está concebido como una parte de la lucha por las libertades políticas en la sociedad española partiendo de la creación de un amplio movimiento social. Se trata en él de potenciar la reforma democrática de la Universidad con la participación de todos los estamentos de la misma a través de sus representantes democráticamente elegidos. Esta dinámica, de haberse podido realizar, habría supuesto la institucionalización del movimiento democrático de estudiantes y profesores como órgano de autogestión de la Universidad.
Sacristán ha realizado un breve análisis de lo que supuso el SDEUB en la década de los 60 en el texto de la entrevista para la revista Escuela 75, antes mencionada. El movimeinto estudiantil comenzó a desarrollarse a partir de la inflexión política del PCE y el PSUC en el año 56. Este movimiento estudiantil es el reflejo en la Universidad de las necesidades populares en general y, a través de la presencia de partidos socialistas, necesidades de la lucha de la clase obrera (SPMIII 269). Es decir, el movimiento estudiantil realizó una tarea política vicaria en nombre de todas la capas sociales externas a la oligarquía dominante (SPMIII 271) que determinó que éstos no tuvieran presente una temática propiamente suya (ibid.). Esta tarea era la de impulsar un frente democrático en contra de la dictadura fascista. El rasgo que le parece más definitorio de este movimiento a Sacristán es su autenticidad democrática en un sentido muy material (SPMIII 267): aquello fue una combinación de democracia directa con sistemas de representación eficaces (SPMIII 265). La línea política era muy minimalista […] por consciencia de sus debilidades, por saber que la correlación de fuerzas era infinitamente desfavorable en el plano político y en el social (SPMIII 266). Sacristán colabora con los estudiantes del Partido en la dirección del movimiento estudiantil hasta 1966. En Octubre de 1965, en efecto, no se le renovó el contrato de profesor no numerario con lo quedó fuera de la Universidad unos años. Por otro lado Sacristán señala la existencia de una crisis del movimiento estudiantil en el curso 67/68, en relación con la crisis de esos años en el movimiento comunista internacional (SPMIII 270).
En 1970 la posición de Sacristán está marginalizada dentro del Partido por su enfrentamiento con la dirección en el año 69, y por eso cuando intenta intervenir de nuevo en el sector estudiantil no consigue tener influencia sobre este movimiento (doc.26, 71 y 72-1970, Cataluña 9, AH-PCE). Sacristán se ha referido a la situación del movimiento estudiantil en este período en una nota a pie de página que sirve de introducción a su ensayo La Universidad y la división del trabajo. Allí señala: En su última fase el sesentayochismo español fue una escolástica congestionada, falsamente marxista, que hablaba constantemente de abolir allí mismo la Universidad y la división del trabajo, mientras la tasa de crecimiento del P.N.B. español rebasaba ampliamente la media europea, el régimen alcanzaba sus puntas más altas de adhesión pasiva (la llamada ‘despolitización’ popular) y la correlación de fuerzas era tal que ni siquiera se podía resistir medianamente la represión fascista (SPMIII 99, nota).
A primeros de 1965 comenzó en Barcelona el movimiento de profesores no numerarios con varias cartas de protesta firmadas por un centenar de estos profesores; más adelante, se celebraron unas Jornadas de carácter asambleario que suponían la institucionalización del movimiento con la aprobación de un proyecto de estatutos que rompían el marco de la legalidad fascista. El movimiento de profesores no numerarios -profesorado intermedio de la enseñanza superior- fue el otro movimiento universitario que Sacristán contribuyó a crear y después dirigió (discurso al II Congreso del PSUC, 1965). Una sucinta descripción del desarrollo de este movimiento en la década de los 60 se encuentra en la «Propuesta de bases de discusión a la Primera conferencia de los profesores comunistas de las universidades españolas» de mayo de 1973 (op.cit.p.151)2. Según ese texto, la Agrupación Académica del Profesorado No-Numerario se crea en 1963. Las actividades de esa Asociación se hacen notar mediante asambleas y cartas en el curso 64/65. A consecuencia de ello y como medida represiva, a mediados de los 50 son separados de la enseñanza 70 profesores de la Universidad de Barcelona. Más tarde, en el curso 1968-1969 se producen las primeras tomas de posición mayoritarias y las primeras movilizaciones masivas antirrepresivas del profesorado intermedio de la enseñanza superior (ibid.).
La contradicción principal con la que se encuentra este movimiento de profesores estriba en estar constituido desde posiciones socialistas, actuando en un medio burgués. La respuesta política que Sacristán opone a este dilema viene descrita en el prólogo de 1976, más arriba mencionado, a La agonía de la Universidad franquista: La única salida político-cultural de esa disyuntiva es encontrar una línea de conducta y unos objetivos intermedios que 1º, sean planteables con verosimilitud, sin neurótica ignorancia de la realidad, en el seno del aparato de enseñanza capitalista, pero 2º, tengan algún elemento que apunte al rebasamiento de ese horizonte. El movimiento de PNN, cualquiera que vaya a ser su destino en los próximos tiempos, ha creado y desarrollará o legará un objetivo intermedio que tiende a esa dialecticidad: la reivindicación de contratación laboral, la concepción de la posición de enseñante en el aparato de la enseñanza como trabajador asalariado (op.cit.p.IV).
En mayo de 1972 se reúne en Granada la Coordinadora Nacional de PNN, la cual construyó y proclamó el principio de contratación laboral democrática, de la autoconsideración del docente como trabajador de la enseñanza («Propuesta de bases de discusión para la Primera conferencia de los profesores comunistas de las universidades españolas» Materiales, n.2, 151). En el curso 72/73 los PNN realizaron dos huelgas generales.
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El tercer sector de la intervención política de Sacristán es el de las relaciones del PSUC con las otras fuerzas políticas clandestinas. El objetivo de la política del PSUC es la creación de una democracia progresiva que garantice la libertad de pensamiento y de expresión, de reunión y asociación. Este régimen democrático no estaba destinado a abolir la propiedad privada de la pequeña y mediana empresa, sino que hubiera permitido su expansión, poniendo en cambio límites al capital monopolístico. De aquí se desprende la estrategia de alianza táctica con las fuerzas políticas de la pequeña y mediana burguesía interesadas también en el establecimiento de este régimen democrático. Estas fuerzas son en Cataluña: Esquerra Republicana, que representaba a la pequeña burguesía radical durante la II República, Movimiento Socialista Catalán, representante de la corriente socialdemócrata del movimiento obrero, y Unió Democràtica, perteneciente a la corriente cristiano-demócrata. La estrategia de alianza nacional contra el fascismo fue puesta en práctica por el Partido Comunista Italiano durante la guerra mundial, pero las dificultades que iba a encontrar para su aplicación en la España de los años 50-60 se derivaban de una situación internacional completamente cambiada. A la guerra contra el fascismo había seguido la guerra fría entre los países socialistas y los capitalistas, con lo que se hacía difícil rehacer la alianza popular.
Estas dificultades se hacen evidentes en la reunión de primeros de julio del Comité de Coordinación de Madrid (doc.125-1962, Cataluña 5, AH-PCE). Esta reunión se celebra después del Congreso de Munich, 5.6.1962, que había reunido a las fuerzas democráticas de oposición al franquismo con exclusión del PCE. La exclusión de los comunistas de los organismos unitarios de oposición al fascismo es una táctica de la clase dominante española dirigida por el heredero de la corona española D.Juan de Borbón, para el caso de tener que renunciar a su estrategia dominante, la de mantener el régimen fascista todo el tiempo posible. La táctica de mantener aislado al partido comunista quebró en Cataluña por el carácter nacional de su pequeña y mediana burguesía, que ya en la guerra civil se había puesto de parte de la República -al menos así lo hizo la fracción critiano-demócrata de la burguesía representada por el partido Unió Democràtica-. Sacristán consiguió mantener organismos unitarios de oposición en Cataluña desde el año 62, en principio con Esquerra Republicana y el Movimiento Socialista Catalán (discurso al II Congreso del PSUC), consiguiendo que estos organismos unitarios en que participaba el PSUC se extendieran hasta la democracia cristiana a partir de 1966.
Este año de 1966, los comunistas de Barcelona crean la Taula Rodona, la ‘comisión consultiva de la ciudad’ (doc.78-1966, Cataluña 6, AH-PCE), una mesa de fuerzas políticas en la que predominan personas sin partido y en la que están representados sectores legales de la sociedad, pero que adquieren una función política de oposición a la legalidad política fascista. En esta mesa coinciden con los representantes políticos de la democracia cristiana sin que los encuentros tengan carácter oficial. La idea con la que los comunistas promueven la creación de este organismo es la de organizar un núcleo pre-parlamentario que dirija la lucha de masas en Cataluña. La política del Partido viene definida en este documento como una política de conquista de la hegemonía en la sociedad para el proletariado: una política que aspira a las dos cosas siguientes: a) dirigir la lucha popular contra el régimen; b) hacerlo de tal modo que, basándonos en el papel de clase ya no sólo dirigente, sino universal, que hoy tiene la clase obrera, quede claro que nuestra perspectiva es la de la nación, una perspectiva capaz de recoger los núcleos principales de las clases situadas fuera de la capa monopolista (ibid.).
En 1969 se crea la primera plataforma estable de fuerzas políticas que incluía al PSUC, la Comisión Coordinadora de Fuerzas Políticas de Cataluña. Y en 1971 la Asamblea de Cataluña como órgano unitario de fuerzas políticas extendido a toda Cataluña. A lo largo de los años 60, la actividad política del PSUC, dirigida por Sacristán, consiguió éxitos innegables: la creación de un movimiento político amplio en la universidad de oposición al franquismo y por la democracia, la penetración de las ideas comunistas entre un sector importante de los intelectuales, la inclusión de los comunistas en los organismos unitarios de la oposición a pesar de las reticencias de las otras fuerzas políticas y la ampliación de la influencia cultural del marxismo en la sociedad catalana.
4. La militancia de Manuel Sacristán en el partido de la clase obrera.
De la práctica política de Sacristán en la década de los 60 queda un testimonio en la documentación de los Partidos Comunista de España y Socialista Unificado de Cataluña repartida en varios archivos históricos. Estos archivos son el Archivo Histórico del PCE, el fondo del PSUC en el Arxiu Nacional de Catalunya y el archivo particular de Francesc Vicens. En ellos se encuentra la correspondencia que mantuvo Manuel Sacristán, como dirigente del sector de intelectuales en el interior del país, con la dirección del Partido Socialista Unificado de Cataluña en el exilio. A partir de estos documentos podemos reconstruir la siguiente trayectoria política de Sacristán como militante del PSUC y del PCE.
Sacristán se hizo militante del PSUC en marzo de 1956 según afirma Josep Serradell, secretario de organización del Comité Ejecutivo del PSUC, en el documento del 15.9.56 que recoge su intervención en el I Congreso de este partido. En este Congreso, celebrado seis meses después de su entrada en el partido, Sacristán fue elegido miembro suplente del Comité Central del partido, cargo que era prácticamente equivalente al de miembro de pleno derecho. Este mismo año comienzan las primeras reuniones de los militantes comunistas de la célula de intelectuales, a la que en años sucesivos se irán añadiendo diversas personalidades. En esta célula se encuentran, en un momento u otro del período 56-60, el médico Jaen Teixidor, Solé Tura, Luis Goytisolo, Francesc Vicens, el historiador Josep Fontana y el poeta Francesc Vallverdú, entre otros. Sacristán destacará pronto como organizador del partido entre los estudiantes y dirigente con prestigio en la universidad. La primera carta -entre las que quedan en los archivos- que Sacristán envía a la dirección del partido trata precisamente de una reunión de estudiantes (doc.6-1961, FC 9/2, AH-PCE).3
La tarea política que Sacristán llevará a cabo en un partido que recibe los golpes represivos más duros por parte del Estado autoritario se hará muy difícil: clandestinidad, vigilancia y persecución policiales, marginación por las otras fuerzas políticas democráticas, encarcelamiento de militantes y dirigentes con torturas en los interrogatorios,… La represión de los comunistas por el Estado franquista llega hasta el extremo de fusilar a uno de los dirigentes del partido en 1963, Julián Grimau. En medio de este ambiente de terror, Sacristán ha sido el dirigente comunista más caracterizado de los sectores intelectuales en la década de los 60. El conjunto de las tareas políticas llevadas a cabo por Sacristán nos dará idea de ello: como dirigente del interior llevó la lucha cotidiana del partido en medio de la sociedad catalana durante una década; además, desde su puesto de profesor formará los núcleos de estudiantes fundamentales del partido en la universidad; por otro lado, por su reconocido prestigio intelectual fue encargado de las relaciones del partido comunista con las otras fuerzas políticas; además, sus trabajos sobre el marxismo forman un corpus teórico entre los mejores que sobre este tema se han producido en el país; finalmente, su permanente enfrentamiento contra el autoritarismo y el oscurantismo, su lucha contra estas lacras de la sociedad española, fue ejemplo de valentía ética y civismo para sus conciudadanos.
Sin embargo, por motivos de clandestinidad Sacristán tuvo en estos años de militancia comunista poca relación con el movimiento obrero. Pero un partido que se considera representante de la clase obrera al tiempo que el creador de un nuevo modo de pensar las relaciones sociales, tiene un dinamicidad interna específica derivada de su composición intelectual y obrera. A la resolución de los problemas que genera esta característica de los partidos comunistas está orientado una buena parte del pensamiento de Lenin y las reflexiones de Gramsci sobre el intelectual orgánico. También Sacristán tuvo suficientes ocasiones para meditar sobre este problema a lo largo de sus años de militancia comunista.
Respecto de la tarea organizativa en el partido la actividad de Sacristán en los años 60 puede ser resumida brevemente como sigue. En 1956 es elegido miembro del Comité Central y participa de la célula de intelectuales de Barcelona. A principios de los años 60 se ha conseguido crear una célula de estudiantes que se multiplica rápidamente al calor de las luchas estudiantiles. Sacristán crea el aparato de propaganda del PSUC, en parte con la rama estudiantil, en parte con la colaboración de Josep Fontana. En 1961, los miembros del Partido en los sectores intelectual y estudiantil de Barcelona suman 40 miembros (doc.6-1961, última página).
El sector de intelectuales también experimenta un rápido crecimiento en esos años, por lo que Sacristán es relevado de sus tareas en el sector estudiantil para ser nombrado responsable del sector de intelectuales. Tras el fracaso de la manifestación de Canaletas en protesta por el fusilamiento de Grimau en 1963, Sacristán pide que se le releve del puesto de responsabilidad en intelectuales. En 1964, durante la crisis de Claudín en el PCE, Sacristán no adopta una posición de condena inapelable, sino que es partidario de un arreglo político entre las tendencias. Lo mismo que una buena parte de los intelectuales de Barcelona no entiende que el debate en el Partido sea cortado por la dirección. Esto le vale a Sacristán las sospechas del grupo mayoritario carrillista del Comité Ejecutivo del PSUC. No obstante, en reconocimiento de su labor entre los estudiantes y los intelectuales, Sacristán es elegido miembro del Comité Ejecutivo del PSUC y del Comité Central del PCE. Sacristán acepta e incluye en sus discursos de los Congresos VII del PCE y II del PSUC sendas críticas a la posición ‘socialdemócrata’ de Claudín. Este es el momento en el que Sacristán llega a la cima de su trayectoria política en el PSUC y el PCE. Pero a partir de este momento, en 1966, entra en conflicto con la dirección del PSUC.
A principios de los años 50 el PCE había liquidado la experiencia guerrillera en el Estado español, un intento de involucrar al Estado franquista en la guerra mundial provocando la intervención extranjera para liquidar el fascismo. Esta intervención no sólo no tuvo lugar, sino que la diplomacia franquista consiguió el reconocimiento internacional para el régimen de Franco. El año clave es 1953 con la firma del Concordato con la Santa Sede y del Tratado con los Estados Unidos. Esto supone la consolidación internacional del Estado surgido de la guerra civil y consecuentemente el partido comunista se ve obligado a cambiar su estrategia. Al final de la guerra fría y en el marco de la coexistencia pacífica, el partido pone en práctica la política de Reconciliación Nacional: oponer una política de paz a la política de guerra contra el comunismo del Estado franquista. El Estado franquista surgió de la guerra civil y sobrevive en los años 60 gracias a la apelación continua al estado de guerra contra el enemigo interno y externo; es decir, sobrevive porque la coyuntura internacional de la guerra fría y la política de agresión de los estados capitalistas sintoniza con la estructura ideológica y la forma política del régimen de Franco. Así, del mismo modo que a nivel internacional el movimiento comunista se había propuesto alcanzar la distensión y la coexistencia pacífica, en el Estado español la política del partido comunista se orienta a conseguir la superación del estado de guerra civil permanente en que se fundamenta la política franquista. Sobre este cambio de estrategia del PCE y del PSUC ha afirmado Sacristán: La nueva política comunista española del año 1956 (por fecharla con acontecimientos «oficiales», como son los congresos) determinó la formación de una pequeña vanguardia universitaria estudiantil comunista convencida de que su tarea era fabricar una oposición democrática (SPMIII 268).
Lo mismo que afirma aquí Sacristán respecto a la vanguardia universitaria de Barcelona es generalizable a otros sectores y ámbitos del país. Fue la inflexión política de 1954-1956 lo que determinó una nueva estrategia política que permitiría la intervención cotidiana del Partido entre las masas. En el V Congreso del Partido Comunista de España y en el I del Partit Socialista Unificat de Catalunya se decide el cambio de estrategia, la nueva política de Reconciliación Nacional; esta política fue planeada por Santiago Carrillo y Fernando Claudín, máximos dirigentes del Partido, desde que Pasionaria, Dolores Ibárruri, fue relevada de la Secretaría General para pasar al cargo casi honorífico de Presidenta. El Comité Ejecutivo del Partido concreta esta estrategia en la preparación de una huelga pacífica y una demostración ciudadana masivas en favor de la democracia, fija las fechas para estas acciones: el 5.5.58, Jornada de Reconciliación Nacional; el 18.6.59, Huelga Nacional Pacífica.
Ambas resultan un fracaso. Sacristán lo comenta en una carta de septiembre de 1961 (doc.6-1961, FC 9/2, AH-PCE): A propósito de la JNR y de la HNP se estableció pronto la causa de esa relativa (y a veces asombrosa) pasividad de las masas: la falta de unidad en la base. Sin duda esa falta de unidad es propiamente falta de la organización de la unidad (pues unidad desorganizada, unidad de oposición del régimen, la hay); y esa falta de unidad organizada se debe a su vez a falta de organización de nuestro propio Partido.
En 1963 Sacristán analizaba así el fracaso de la política de Reconciliación Nacional: Puede decirse que el Partido la formuló y la recibió previendo en 1956 un ritmo rápido de descomposición de la dictadura, de radicalización de la burguesía pequeña y media y de toma de consciencia revolucionaria de la clase obrera, y sin prever, en cambio, la eficacia que podía tener el apoyo del imperialismo a Franco (doc.78-1963, FC 9/2, AH-PCE, p.3).
El fracaso de este tipo de acción pacífica agudiza la impaciencia de los militantes comunistas de Barcelona, según señala Sacristán en su carta de 1961, que se proponen preparar la lucha armada. Pero la dirección del Partido niega que este tipo de lucha fuera posible en aquel momento. La tarea del Partido era, pues, en esos momentos la organización de un amplio movimiento político -es decir, un estado de opinión en la sociedad que implique determinadas formas de expresión y ciertas actitudes prácticas-, con carácter pacífico, de oposición a la dictadura y en favor de la democracia.
El modelo de partido que el PSUC se propone alcanzar es el partido de masas, que sustituye al modelo leninista del partido de cuadros. Es el modelo que Togliatti diseña en 1944 en plena guerra civil en Italia para rematar la lucha antifascista. Este es la forma de partido que han organizado los comunistas italianos desde entonces, coherente con una estrategia política que ya no es la leninista de insurrección armada del proletariado contra el Estado burgués, sino la acción preponderadamente pacífica de conquista del poder a través de la ocupación del espacio político de la democracia burguesa por las organizaciones de la clase obrera. El horizonte teórico de esta estrategia es la tesis gramsciana de la ‘guerra de posiciones’; el horizonte práctico, el mundo surgido tras la guerra mundial: los bloques militares y la guerra fría.
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